sábado, 14 de diciembre de 2013



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En un tiempo donde la predicación está en crisis, les comparto esta joya de Jhon Piper.

Los insectos y la primavera

Los insectos y la primavera
Juan E. Barrera
Sé que se acerca la primavera, y con ella una sensación de alegría, de libertad y renovación, porque sobre el techo de mi casa y en mi jardín comienzan a aparecer una serie de insectos. Bichos que cada año son bienvenidos porque forman parte de una antigua, nostálgica y bella tradición en mi barrio. El frío y la lluvia santiaguina han quedado atrás solo como un recuerdo tenue y brumoso y el ambiente en cambio se torna aromático, bullicioso, optimista. Tal vez estos insectos vuelan todo el año, pero es al inicio de la primavera donde sus vuelos se incrementan. Todos ellos tienen dos alas, la mayoría cortas, gruesas, firmes. Avanzan sobre el techo de mi casa en línea recta, a veces uno detrás del otro muy ordenados y disciplinados, como hormigas voladoras y laboriosas. Otros vuelan en grandes círculos y hay que mirarlos como se alejan hacia la cordillera. Son blancuzcos, plomizos, azulinos. Algunos tienen la nariz roja y una cola pequeña pero importante. De vez en cuando se dejan ver unos enormes que hacen un ruido sorprendente y de tanto en tanto una que otra libélula verde cruza mi jardín con su típico ruido que llama la atención de todos y deleita a todos. Vuelan tan bajo estas larvas, que dejan ver su panza sin pudor alguno. Vientres blancos, lisos, brillantes, ocupados. Hacen un ruido potente que muchas veces impide una conversación o ver la televisión, pero se extrañan cuando no están.
Por las noches se muestran coloridos, con luces pestañeantes, rápidas, pequeñas, como luciérnagas bulliciosas y roncas. Blancas, rojas, verdes y un ruido adormecido, casi monótono. Aparecen cuando la temperatura en Santiago de Chile es alta y por las noches estivales es posible ver las estrellas y dejar las ventanas abiertas, para que entre el viento, sin embargo ellos no entran.
Cada vez que aparecen, mi imaginación y mi memoria vuelan con ellos varias décadas atrás. Cuando mis mayores preocupaciones eran la pelota de futbol bajo la cama o la bicicleta estacionada junto el ropero alto y café, sin puertas, desordenado y con el espejo quebrado. Tantas veces, observándolos por ratos infinitos me quise montar en uno de ellos, y salir por la noche y observar Santiago desde el aire, y ver las luces encendidas y ver mi casa y ver a mi mamá, y ver a mi abuela. Esos insectos despertaban mi imaginación infantil y me producían cierta añoranza, deseos de volar, de despegar, de salir de mí.
Crecí con el ruido de estos insectos sobre mi cabeza. Crecí con el cuello hacia el cielo, y hacia el poniente, buscándolos con unos prismáticos de juguete. Identificándolos, disparándoles con pistolas de madera o escondiéndome de ellos, víctima de sus ataques imaginarios. Los observaba largo tiempo como giraban y se preparaban para aterrizar. Muchas veces los vi pasar muy cerca, encaramado en alguno de los árboles de mi patio y me hacían gritar feliz y eufórico.
Me fui lejos a otras latitudes. Otros jardines, otros barrios, otros soles, otras estrellas, otros atardeceres y otras primaveras sin insectos coloridos y ronroneros. Tal vez no volví a mirar al cielo en mucho tiempo, ni en mis noches se cruzó una luciérnaga ciega y parpadeante. Pero el tiempo pasó rápido, sin pedir permiso, impasible e implacable, sin perdonar. Volví a mi casa. Algunas cosas habían cambiado, no estaba mi abuela, ni mi perro, ni mi bici, ni mi pelota. Mi papá se notaba más triste y caminaba más lento y el cabello de mi madre había mudado de color, y mi hermana pequeña ya no era pequeña, sin embargo ¡ahí estaban los mismos insectos volando sobre mi cabeza! y recordándome un tiempo precioso que no volvería.

El tiempo ha seguido pasando, otras muchas cosas han cambiado, pero la base aérea El Bosque sigue ahí en Gran Avenida y mi barrio también.

martes, 10 de diciembre de 2013

Dios usa cosas quebradas

Dios usa cosas quebradas

                                                                     Juan E. Barrera


Hace unas décadas atrás, antes de cumplir los treinta años prediqué este mensaje que fue una adaptación de un artículo que leí en una revista cristiana. “Dios usa cosas quebradas”. En ese entonces no tenía plena conciencia de lo que predicaba y tal vez mis oyentes tampoco. No sé si alguien todavía recuerda ese mensaje, quizá mis oyentes no hayan prestado la suficiente atención a él, puesto que no recuerdo haber recibido comentario alguno en todos estos años.
Lleno de juventud y radiante de sueños no fue fácil sopesar lo que ese mensaje significaba aunque han pasado los años y todavía recuerdo los tres puntos: las teas quebradas por Gedeón con la cual se ganó una batalla. La aplicación era que hay muchas victorias que solo se logran a través del quebranto, que para que salga el fuego divino es necesario quebrar aquello que lo contiene, que hay situaciones inalcanzables de otra manera, ¡qué palabras estas!
El techo roto por donde los amigos bajaron al paralítico, texto que me ha llamado la atención desde que era un adolescente y del que escribí hace poco una breve narración en mi blog, representaba el quebranto y la fe. Muchas veces la fe surge solo cuando el creyente está quebrado, y esa fe lleva al milagro y ese quebranto, como el techo es la única manera de ver al Maestro de cerca y oír su voz y recibir de él lo que se pide. No hay milagro sin quebrar el techo.
El tercer punto era el frasco de alabastro, construido de una piedra preciosa y quebrado por la prostituta a los pies de Jesús. Aludía a la devoción, a la adoración que brota espontánea y sincera en medio del quebranto producido por el arrepentimiento y el perdón. A los pies de Jesús, quebrantados, hay redención y hay restauración. ¡Qué imagen esa! Una mujer hermosa pero herida mojando los pies de Jesús con sus lágrimas y secándolos con su cabello ¡Cuánta gracia! ¡Cuánto amor!
Prediqué ese mensaje varias veces, pero solo después de muchos años hizo sentido en mí, al ver a muchos de mis amigos enfermos, agobiados, quebrados o muertos. Sólo entonces entendí el peso de mis palabras. Dios usa a sus hijos quebrados y los usa para cumplir sus planes en esta Tierra. Este quebranto toma mil formas y todas se relacionan con el sufrimiento. Enfermedades, falta de dinero, desamores, muertes, ofensas, carencias de todo tipo, desengaño, persecución, calumnias, descrédito, desilusiones, etc.
Me ha costado aceptar, y tal vez todavía no lo haga del todo, la verdad que Dios quebranta a las personas y hay aquí un tema doctrinal importante ¿Es la vida la que produce dolor? ¿Las desgracias son una cuestión de probabilidades? ¿Es Dios actuando, interviniendo directamente en tal o cual hecho?, ¿Es Dios, en una voluntad permisiva quien deja que las cosas sucedan y luego usa esas circunstancias para llevar a cabo sus planes?

La cultura teológica imperante da la sensación de un Dios fabricante de la felicidad humana, un Dios al servicio del hombre, un Dios-siervo, sin embargo la Escritura nos ofrece ejemplos demás sobre el quebrantamiento de Dios a algunas personas. En el Antiguo Testamento encontramos pasajes desgarradores de Dios pidiendo a Israel arrepentirse antes de ser quebrantados y los pasajes más claros sobre el deseo divino de restaurar. Israel, el rey David, los profetas son ejemplo de ello. En el Nuevo Testamento encontramos quebrantamiento en Pablo, en los apóstoles, el autor del libro de Hebreos dedica todo un capítulo a aquellas personas que entraron al cielo en medio de gran quebranto. Personas de las cuales este mundo no era digno, dice el escritor. La historia de la iglesia rebosa de ejemplos de quebrantamiento, baste recordar a Bunyan, los primeros reformadores, Huss, por citar algunos. Todas estas historias están relacionadas de varias formas. Todos confiaban en Dios, todos amaban a Dios, todos tenían la vida eterna como una gran realidad, todos fueron usados por Dios grandemente y todos pagaron un gran precio por eso. Sufrimiento físico o emocional, desprecio, vergüenza, cárcel y hasta la muerte. ¡Todos fueron quebrados y usados por Dios para llevar a cabo sus propósitos!

viernes, 6 de diciembre de 2013

El niño rey

El Niño Rey
       
Ps Juan E. Barrera     

Cada vez son mayores las quejas que provienen del ámbito educacional y que guardan relación con la conducta de los niños. Los profesores suelen lamentarse ante los padres “su hijo no puede quedarse quieto”, “Su hijo no obedece ni respeta las normas”, “Su hijo desea hacer lo que él quiere”, etc. Los padres muchas veces no alcanzan a escuchar nada más porque comienzan a defender al niño rey. La mala conducta de los niños es multicausal y el abuso infantil transita desde el abandono hasta la sobre protección y es esta última causa la generadora de grandes estragos en la conducta y en la vida emocional de los niños. Chiquillos que hacen pataletas, estudiantes que no cumplen sus tareas y no tienen responsabilidad alguna son respaldados muchas veces por unos padres sobre protectores. ¿Qué hacer? Es difícil porque en la sobre protección se entretejen experiencias personales traumáticas de los padres, temores, emociones negativas muy fuertes, falta de límites y la negación como defensa psicológica, entre otras situaciones. Muchas veces es necesario un tiempo de terapia en la que se trabajará básicamente varios aspectos: -los temores de los padres - la cultura familiar a la base de la sobre protección. -Otro aspecto a trabajar en la terapia consiste en sacar al niño del centro de la familia y reubicarlo en el lugar que le corresponde, el de hijo, el de hermano, el de nieto, no el de amigo, ni el de consejero o de tirano o rey. El “niño rey” debe dejar de ser rey sin perder con ello el amor y la preocupación paterna. Muchas veces el “niño rey” es el que verdaderamente manda en la casa. Los padres le consultan todo, ¡y obedecen! Por culpa, por remordimientos, por una ley de compensación, etc. Finalmente, se deberían trabajar de manera especial las fronteras y límites familiares. Poner límites es preparar al niño hasta cuando sea un adulto. Poner límites es ordenar el hogar, establecer roles, responsabilidades, horarios, un sistema de disciplina, de esfuerzo, de perseverancia. El autor de los proverbios escribió hace casi mil años antes de Cristo: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (22:6) ¡Cuánta vigencia tienen estas palabras hoy para nosotros!

lunes, 25 de noviembre de 2013

El olvido está hecho de recuerdos

El olvido está hecho de recuerdos
                                                                               Juan E. Barrera

El olvido está hecho de recuerdos ha dicho alguien y esas palabras se aplican muy bien a ti, Joaquín, que hoy 25 de noviembre cumplirías 14 años y que hace casi cinco que te marchaste. Recuerdo esa mañana que junto con tu hermano te fuimos a buscar, estabas durmiendo y ni siquiera nos tomaste en cuenta. Te abrazamos y te besamos y te dimos la bienvenida al hogar. Te recuerdo con un chupete en la boca, con tu jardinera favorita, con tu ropa del kínder, con un lápiz en la boca dibujando, de piernas cruzadas escuchando a la Shakira, haciendo “el tiburón” en la piscina, peleando con tu hermano, gritando feliz, cantando a toda boca las canciones de Marco Antonio Solis, hoy lo escucho y me acuerdo de ti.
En este tiempo han sido miles las imágenes que han pasado por mi mente y mi corazón desde ese día triste que sin decirme chao papá te fuiste de esta tierra. Cinco años sin ti es muy poco tiempo para olvidarte y cada uno de estos días han estado llenos de ti, repletos de ti  y de tus cosas. No puedo dejar de verte en un niño en el supermercado, en un alumno en la escuela, en la sonrisa feliz de un niño que pasa a mi lado, en un niño gordito y alegre que conozco, en tu perfume, en tus polerones, en tus chalas, en tus juguetes, en tu música, en un niño que se llame Joaquín. 
Eres mi gato cósmico, mi Doreamon que partió muy pronto a conocer las galaxias acerca de las cuales escribiste un día, sin embargo estás, podrías meter tu mano en el bolsillo mágico y aparecer aquí para alegrarnos, a mi, a tu madre y a tu hermano que te extraña. Estás en nuestra casa, tu casa, en las paredes que rayaste, en la cajonera en que garabateaste Juan y Lupe y en tu pieza, en tu patio, en la casa de tu abuela, estás en las canciones, en un gesto, en tus revistas, en tu perro, en tu loro, en los pajaritos que cantan cada mañana antes del amanecer en el árbol del vecino, en tus amigos, en la flor de maravilla que hay en el jardín, en el remolino inmenso que gira entre las flores y que me recuerda que tú estás volando, alegre feliz. Estás en la luz naranja melancólica que entra por mi ventana cada tarde estival. Estás en mi mente, en mis brazos que te anhelan, en mi pecho desierto, en mis ojos vacíos de ti, en mi memoria saturada de tu sonrisa, de tus bromas, de tus chistes, ¡estás!
Fuiste una estrella fugaz y pasaste tan brillante y rápido que no alcancé a observarte bien ni a pedirte un deseo, deseo que ahora tú sabes cuál es. Sueño cada mañana con darte un abrazo y verte siquiera unos minutos. Cinco años es bastante tiempo para las personas, para mí no es nada. Cierro los ojos cada noche y pienso en ti, abro los ojos cada mañana y pienso en que ya no estás aquí y me duele. La mariposa amarilla que venía cada mañana a nuestro jardín ya no nos visita y tus amigos de siempre ya están más altos y fuertes que yo, y tampoco nos visitan. La vida ha continuado igual para todos pero no para mí que espero el momento de verte otra vez ¡Ha sido duro vivir sin ti! ha sido largo el camino de tu ausencia. Se acerca el verano y pareciera que la nostalgia va en aumento, nostalgia mezclada con pena, llega el sol y lo ilumina todo, sin embargo tengo días algo grises sin ti. Veo tus fotos y sé que estás en cielo y eso debería alegrarme, no obstante, siento una sensación de vacío en el estómago que me estremece, y lloro, te lloro.
Cinco años no son más que una onda en el agua del mar de esta vida o de una brisa suave en este universo sin ti. Hoy tendrías 14 años ¿Invitarías a la Isidora, al Simón? Hoy es un día triste para mí pero no para ti, tú estás feliz, pleno, riendo como siempre, yo te lloro, y sigo esperando el día de volver a vernos, será pronto, pero todavía no.

El papito

domingo, 3 de noviembre de 2013

Adorando y dudando

Adorando y dudando

 Un buen amigo, hace poco, me decía que el idioma griego, en los pasajes de los evangelios, en que los discípulos adoran al Señor revela que estos aunque lo adoraron, en su interior todavía albergaban dudas, muchas dudas respecto de Jesús. Esto no impidió que mostraran todo su asombro, admiración y devoción por él, muchas veces de forma dramática. Cuando escuché esto no pude dejar de pensar en nuestro propio peregrinar espiritual. Tantas veces creemos que debemos tener todas las certezas para poder adorar al Señor y le pedimos respuestas de todo lo que nos pasa y nos desanimamos si eso no acontece, aunque al parecer Jesús nunca dijo que eso iba a ocurrir. El apóstol Pedro se quedó sin respuestas, el apóstol Pablo tampoco las tuvo. Tomás sufrió la duda y recibió la reprensión amorosa del Señor y Juan el Bautista es el más claro ejemplo bíblico de servicio-adoración-duda. También muchísimos hombres y mujeres de Dios en la historia han demostrado un profundo y sincero amor por Dios aunque no pocas veces dudaron. El binomio adoración-duda parece contradictorio, sin embargo no lo es, forma parte de la vida cristiana. Pocas veces tendremos la certeza absoluta de lo que sucede alrededor nuestro. Tal vez sea osado decir, pero es probable que en la vida cristiana tengamos más preguntas que respuestas. No hay que olvidar que hoy solo vemos como por espejo, un espejo empañado. Preferiríamos, y muchas veces damos esa impresión, de saberlo todo, de tener respuesta para todo, como si no hacerlo pudiera ser tomado como debilidad, como falta. No obstante la duda aparecerá alguna vez en la vida y muchas veces será nociva, tóxica, amarga, inconfesable. Es entonces cuando junto con la duda deberá fortalecerse la adoración, ¡qué esfuerzo y determinación es adorar en medio de la duda! ”Obedecer y confiar en Jesús, es la regla marcada para andar en la luz”. Así reza un antiguo himno y esa regla no ha cambiado. Adoración –duda es la expresión de un creyente maduro, el que ha aprendido a caminar por fe no por vista. Adoramos a Jesús, nuestra Roca, nuestro refugio, nuestro castillo, ¡Maravilloso Jesús!, aunque algunas veces dudemos.


miércoles, 2 de octubre de 2013

Los secretos familiares

Los secretos familiares
Muchos son los enemigos de la familia en el día de hoy. Algunos abiertos, otros escondidos. Existen también enemigos internos, que carcomen sin que nadie los note la vida familiar. Un tipo nefasto de enemigo familiar son los secretos.  Estos son hechos considerados vergonzosos o reprochables que la familia cometió, o alguna de sus generaciones anteriores, ante los que se prefiere callar, secretos que con el paso del tiempo se transforman en tabú. Son temas de los que nadie habla en la familia, aunque están siempre presentes y crean una dinámica familiar enferma. Son familias “raras”, distintas, que sufren, que están heridas, son rígidas, sin alegría, enfermas, llenas de incidentes mórbidos. Estos secretos familiares habitualmente se relacionan con faltas morales, con pecados y su temática gira en torno a tres asuntos: Origen. Información oculta acerca del origen de algunos de los miembros. Matrimonios por conveniencia, madres solteras, padres que no son padres, hijos que no son hijos, enfermedades mentales, orígenes sociales disímiles que se intenta ocultar, negocios familiares truculentos, etc. Muerte. En muchas familias esto puede ser un tema secreto. Predisposiciones a determinadas enfermedades que se ocultan. Hay historias de suicidios, homicidios, abortos, muertes prematuras, trágicas, etc. y de los que jamás se habla. Sexo. Existen familias que se organizan en torno a hechos relacionados con el sexo como incesto, infidelidades, abusos sexuales y otros muchos aspectos que las familias por vergüenza y por temor prefieren callar. Los secretos familiares se tornan potentes, autoritarios y rectores de la vida familiar en tanto continúan como tales y su poder se acaba cuando estos salen a luz. Aquellas familias que guardan secretos y que llegan a tener una relación con Cristo tienen ventajas sobre otras que no lo hacen, porque el Señor derrama todo su amor, su gracia y perdón sobre la vida de estas personas y cuando esto ocurre hay una liberación. Libertad que luego de la confesión y arrepentimiento trae el gozo y la alegría que esa familia no ha conocido por años o generaciones. El profeta Isaías, una vez más en el cap.53 nos recuerda que todos nuestros secretos familiares han sido puestos en la cruz y en ella, si creemos, hemos recibido perdón,sanidad y restauración.

Quién lleva los pantalones

QUIÉN LLEVA LOS PANTALONES

 Esta es una tarea que toda pareja debe cumplir, tal vez una de las más complicadas. ¿Quién lleva los pantalones? Se relaciona con la distribución del poder. ¿Quién manda? Este tema no sólo se hará presente en la primera etapa de un matrimonio, sino que prácticamente en todas. Será una fuente de conflicto habitual si no se resuelve desde el inicio el tema de quien manda en la relación, quien tiene el poder.
La expresión ¿Quién lleva los pantalones? era predilecta de alguien a quien conocí hace muchos años. Él contaba que cuando se casó, en los primeros días, para dejar claro desde el inicio el asunto de quien mandaría en su matrimonio, se sacó los pantalones y le pidió a su esposa que se los colocara. La esposa, según su relato, se sorprendió y le dijo que esos pantalones le quedaban muy grandes. Entonces, dijo él, “ya sabes quien debe llevar los pantalones en esta relación”. Era un relato muy divertido, porque en la práctica nadie le creía la anécdota, debido al carácter de la esposa que evidenciaba, al parecer, que en este caso los pantalones eran compartidos y ¡él no tocaba la parte más grande!
Hay un aspecto que es notorio prácticamente en la mayoría de las parejas, y es que se espera que sea el hombre quien mande. La expresión tan chilena “ahí manda calzón” está cargada de negatividad, de anomalía, de disfunción, de burla y la expresión “a este lo manda la mujer” está llena de desprecio. Estas solas expresiones algo divertidas nos dicen lo que se espera en una relación es que mande el hombre y que cuando en la relación manda la mujer hay algo que no anda bien y que existe cierta conducta que es observable por los otros. Los chilenismos abundan “Mandoneado”, “calzonudo”, “macabeo”, “sometido” y todas llevan un sentido peyorativo.
Ruiz (1981) dice que el poder se puede definir como “la habilidad de una persona para cambiar la posible conducta de otra u otras”. Esto implica, lo obvio, que existe una relación activa entre el que manda y el que obedece, pero en un matrimonio ¿Quién manda? ¿Quién obedece? y ¿Debe ser esa la interacción practicada? ¿Debería mandar alguien?
Tradicionalmente la manera de relacionarse en el matrimonio es que el hombre manda y la mujer obedece o eso en apariencias. Para un hombre simple ese podría ser el final de la discusión y si además su matrimonio se basa en la simetría papá-hija o “amo–esclava”, aparentemente podría resultar más fácil, porque de manera natural uno de los cónyuges asumiría el rol de sumisión. Sin embargo muchos de los conflictos que se observa en parejas, incluso con muchos años de casados demuestran que en la práctica el tema de quien manda no es fácil de resolver aunque pasen los años. -“Yo hago como que él manda”- dicen algunas mujeres.-”Yo siempre tengo la última palabra en mi casa, dice un hombre…sí mi amor”- son algunos de los chistes conocidos cuando hablamos de quien manda en la casa.

Como en muchos otros temas de pareja, la influencia de la familia de origen crea un modelo que es muy difícil de desechar e incluso de hacer consciente. Si el hombre proviene de una familia donde el hombre mandaba encontrará normal seguir el mismo modelo y si este modelo además es un ejemplo de respeto y valorización de la mujer nunca será tema para él. Si la esposa proviene de un hogar donde el hombre mandaba pero eso nunca fue motivo de discordia y su madre fue muy amada, respetada y valorada, no tendrá dificultad en aceptar la autoridad del marido, independientemente si ella trabaja y es más independiente. Las dificultades se presentan cuando las familias de origen son disfuncionales y se desea repetir esos mismos modelos con consecuencias emocionales importantes para el cónyuge o los hijos si ya los tienen. Un hombre abusivo y despótico que tiene el poder y una mujer sumisa que tolera violencia verbal y/o física. Un hombre “macho” que se ufana de ser quien manda en la casa a quien su mujer y sus hijos temen y en lo interior desprecian y que esperan la primera oportunidad para marcharse del hogar y ser felices aunque muchas veces terminan repitiendo el mismo tipo de pareja, esta es una de las razones de este libro, prevenir, anticipar situaciones, abrir los ojos del alma y descubrir qué tipo de modelo hemos recibido.
La influencia del hogar se revela también en el siguiente punto, que muchas veces pasa desapercibido y solamente se descubre en grupos de estudio, reflexión o en la terapia de pareja, estas son las luchas generacionales.
Las luchas generacionales
Dicho de manera simple, las luchas generacionales son conflictos que uno o ambos cónyuges tuvieron o de los cuales fueron víctimas en sus propias familias de origen. Conflictos que quedaron sin resolver y que se traspasan a la próxima generación. Una dama joven a quien atendí una vez, asumía una conducta muy violenta cada vez que su esposo bebía. Se enojaba, gritaba, lloraba, lo echaba de la casa, se enfurecía. Quedaba fuera de sí. Luego de unas sesiones descubrimos que en su familia el que mandaba era el padre, un hombre alcohólico al que ella en su interior despreciaba y de quien solamente tenía malos recuerdos. Bueno este conflicto con su padre estaba a la base de su conflicto sobre quien mandaba en la casa. Sus palabras fueron, “no voy a pasar por lo mismo que pasó la tonta de mi madre y jamás un hombre me va a mandar a mí”. Él, por su parte tomaba todo a la broma como una forma de defenderse de la conducta agresiva de su esposa, lo que la irritaba aun más.
Otras veces el tema del poder se relaciona con el mal ejemplo de la madre sobre la hija. Historias de mujeres caprichosas, inmaduras, manipuladoras, que gustan de salirse con la suya, sin respeto por nadie tiene una base en el carácter de la madre. Mujeres que en apariencia son muy sumisas, pero que sin embargo en la intimidad del hogar tienen una conducta reprobable, causante de muchos conflictos, para quienes el tema del poder nunca quedará resuelto y en cuyos hogares el marido cederá el poder para evitar todo tipo de conflictos.


martes, 1 de octubre de 2013

La bailarina

La bailarina
-Tu turno, mi amor-dijo una voz masculina que conocía y ella saltó al escenario como lo hacía desde que era una adolescente. El potente foco que daba sobre ella no le permitía ver bien al público, pero sabía de sobra quienes eran, a que habían venido y lo que deseaban. Esperó con una rodilla apoyada en el suelo y la cabeza inclinada, afirmándose el sombrero negro con la mano derecha, a que la música comenzara … You Can Leave Your Hat On… escuchó el estribillo de la canción y se puso de pie.
Como cada noche la reacción masculina fue la misma, una gran algarabía que gritaba y la codiciaba. Con su diminuto bikini dorado y sus largas piernas lucía maravillosa esa noche. Levantó la cabeza y comenzó a bailar llena de gracia y sensualidad. Las palabras del pastor del día domingo le retumbaban aún y vinieron a su mente como flechas. Había sido su amiga, la Rita quien la había invitado. Hacía tiempo que lo hacía y ese día no pudo rechazar más la invitación. Fue al templo pequeño y pobre, llena de temor, de vergüenza, de desconfianza, sin embargo las personas la habían recibido muy bien, claro-pensó, ellos no saben a qué me dedico. Seguía bailando al ritmo de la música y su cuerpo despampanante, desnudo, suave y terso volvía locos a los hombres que gritaban propuestas libidinosas y obscenidades y alzaban sus copas en honor a ella. Los pensamientos volvieron a su mente ¿Será verdad Dios qué tú todo lo perdonas? ¿Puedes tener amor por mí a pesar de lo que soy? "Venid los trabajados y cargados, yo los haré descansar", eran la palabras de Jesús que el pastor había repetido el día domingo. ¿Me conoces Jesús? yo estoy cansada, pensó mientras alzaba una pierna y se quitaba una de las medias blancas, bailaba frenética al ritmo de la música ¿Puede alguien como yo seguirte y amarte? ¿Conoces mi pasado? Yo soy tu amiga María Magdalena, Señor, hay muchos espíritus en mí, desde que era una niña. Se sacó la parte superior del traje y ante las miradas licenciosas de los borrachos volvió a preguntar ¿Una mujer como yo puede ser amada por ti, Señor? Sintió las lágrimas calientes en sus ojos y disimuló lo mejor que pudo la emoción para no estropear el maquillaje. La música continuaba … You Can Leave Your Hat On… y ella seguía moviéndose frenéticamente. –Voy a ti Jesús, voy a ti, si puedes limpiarme hazlo, me arrepiento, voy a ti. La canción estaba por terminar y con ambas manos se cubrió los pechos desnudos e hizo una reverencia. Todos los hombres aplaudían. Ella cerró los ojos y terminó la oración.-amén. Sintió que algo recorrió todo su cuerpo en fracción de segundos y se sintió pura, limpia, casta como nunca lo había sentido, amada y ¡la alegría la inundó!. Estaba llorando. Se enderezó y todos la vieron sonreír emocionada como nunca la habían visto y la aplaudieron largo rato pensando que se debía a su soberbia actuación de esa noche en que brilló como nunca. Salió del escenario como si flotara, como si hubiera sido otra persona. Esa fue la última noche que bailó.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

En una calle polvorienta de Capernaum




                                                               Juan E. Barrera
No podía creer lo que sus ojos estaban mirando. La pequeña mujer comenzó a llorar a gritos y a agitar los brazos de arriba abajo sin entender lo que había pasado. Su pañuelo de cabeza, rojo y arrugado estaba por el suelo y no le importaba mostrar su cabello ya cano. Salió corriendo hacia la calle, allí venía él, su hijo con su cama al hombro, ¡corriendo! Y detrás de él sus amigos que lo seguían sin poder darle alcance cayéndose y parándose, llorando locos de alegría y gritando sin parar. ¡fue Jeshua el profeta, fue Jeshua el profeta!
¡Mi hijo, mi niño! ¡mi Jacob! Repetía la mujer una y otra vez y se secaba las lágrimas con las palmas de las manos ya empapadas de lágrimas alegres e infinitas. Todos los vecinos salieron a la calle al oír los gritos y todos se quedaban pasmados con la escena. Algunos lloraban, otros reían, otros alababan a Adonai, levantando los brazos al cielo ¡Adonai nos ha visitado, se ha acordado de nosotros! Nadie quedó indiferente en ese pequeño y sucio puñado de casas. El joven Jacob, hijo único e indefenso de su madre, el paralítico del barrio estaba de pie, en medio de la pequeña calle polvorienta, rodeado de perros que ladraban en círculos y sin parar y él, con los brazos abiertos y elevados al cielo bendecía a Adonai.
Esa mañana de día martes, sus amigos de siempre habían venido temprano a buscarlo. La casa de barro se hacía pequeña para tanta algarabía de los jovenzuelos, sus amigos de infancia, los que siempre estaban con él, los que lo escuchaban, los que le leían, los que lo amaban. Con las sandalias llenas de polvo y sus túnicas totalmente arrugadas y sucias, como de costumbre, lo rodearon y entre todos atolondrándose le contaron de un nuevo profeta que vendría a la ciudad y que hacía milagros, por lo menos así decía la gente, así andaban contando todos. Él, solo movía los ojos en señal de respuesta y su cuerpo permanecía inmóvil. Tía Jael, no se preocupe, nosotros lo llevaremos y lo traeremos. Tengan cuidado con él respondió, ¿No va a pasar nada? Esperamos que algo ocurra dijo uno de los jóvenes de manera misteriosa, pero la señora de edad madura no entendió el comentario y tampoco se atrevió a preguntar. Se inclinó al lecho y besó a su hijo en la mejilla, -cuídate mucho-le dijo-sí mamá –respondió el joven con esa voz que solo los que le conocían de cerca podían entender.
Los vio alejarse de la casa con el bulto al hombro que era su hijo, llenos de risa y bromeando entre ellos.-estos chiquillos-se dijo para sí misma y se tragó una lágrima. El pequeño Jacob el próximo verano cumpliría veinte y un años. Veinte y un años de parálisis y sufrimiento. ¡Su padre ya había partido llorándolo y preocupado por él hasta el final! y ella pensaba que sería de él cuando ella ya no estuviera. Respiró hondo y se acercó al cajón de verduras. Sacó unas papas y con el cuchillo viejo y desgastado comenzó a preparar el almuerzo. Miró a la calle por la ventana pequeña y era un día soleado como muchos en Capernaum en esa época del año.
Ustedes, dijo el hombre de barba negra, de mediana estatura y los miró hacia el techo. Por el forado se veía el sol redondo de Capernaum y unas pequeñas nubes que miraban hacia abajo, como curiosas, lo que ocurría al interior de esa casa. La de la calle corta, la de color azul, la de la gente pobre, llena de polvo. Había transcurrido ya la mañana y el hombre no dejaba de hablar y ellos no se cansaban de escuchar, a pesar que estaban encaramados sobre el techo de la casa con el sol en la espalda.
Ante los insultos, reproches y burla de la gente que se fijó en ellos luego que el hombre de barba les hablara se pusieron muy nerviosos y uno de ellos casi cae del tejado. Habían intentado ser discretos, pero había tanta gente allí esperando desde la mañana que les fue imposible entrar y entonces a uno de ellos se le ocurrió la idea descabellada de subir al techo. Ahora estaban cerca del hombre. Todos los regañaban y les gritaban que bajaran, menos él, -ustedes-dijo otra vez, pero en su voz no había enojo ni recriminación. Cuando repitió la palabra los que estaban escondidos asomaron la cabeza un poco tímidos y avergonzados. Cuando vieron bien a aquel hombre moreno, afirmado con una mano sobre una mesa de madera y toda esa gente alrededor no les había llamado mayormente la atención, no obstante a medida que hablaba sus palabras se volvieron poderosas y quedaron como hipnotizados. Nunca habían visto ni oído a alguien igual. Cuando alzó la mirada y los observó algo pasó en ellos. Su mirada los traspasó, pero no de temor sino de bondad y torpemente se dirigieron a él-t-t-te-nemos aquí a un amigo, Maestro-. El hombre siguió mirándolos -que se asome-les dijo. Se miraron unos a otros nerviosamente-no podemos, Maestro, está postrado- respondieron. El hombre comenzó a mirarlos de manera diferente y sorprendido dijo, -bájenlo-. Los jóvenes atolondradamente comenzaron a moverse sobre el techo para molestia de algunos religiosos que se encontraban al interior de la casa.-bájenlo- volvió a repetir el hombre. Lentamente comenzó a descender una cama amarrada a cuatro cuerdas. Los curiosos al interior de la casa se agolparon para saber que haría el que decían que era profeta. El joven Jacob movía nerviosamente sus ojos, que era lo único que podía mover y no se atrevía a decir nada. Se le veía asustado. Sentía que el corazón le latía más a prisa y miraba a sus amigos hacia arriba quienes estaban muy agitados y prácticamente colgando del techo.
El profeta guardó silencio y toda la casa también calló expectante. Se acercó a la cama puesta en el suelo sin decir nada. Se movía lentamente. Miró al joven y comenzó a llorar. Entonces hizo un gesto inesperado, miró hacia el techo apuntó a los jóvenes y lentamente pronunció las palabras, - por la fe de tus amigos, hijo, tus pecados son perdonados, toma tu cama y ándate.
El joven Jacob sintió una corriente de calor y energía que le recorrió todo el cuerpo, sintió como sus huesos sonaban y se acomodaban en fracción de segundos y al instante se paró solo para arrojarse inmediatamente a los pies de Jeshúa,-te adoro Jeshúa Hijo de Dios, gracias, gracias repetía una y otra vez y lloraba sin parar. Acto seguido tomó su cama y lleno de emoción salió como pudo entre la gente hasta alcanzar la calle y correr hasta su casa y abrazar a su madre. Ese día fue Jacob quien colocó la mesa y lavó los platos de su madre y sus amigos.

sábado, 31 de agosto de 2013



Cuando muere el sol

El sol exhala sus últimos suspiros sobre el poniente cielo de Santiago y con su muerte aparece lo que no se habla a la luz, lo inconfesable, lo que se oculta, lo incómodo, lo inolvidable, las endechas, los velados lamentos y las historias cubiertas, bajo aún tibios techos cubiertos con piedras y ladrillos. Bajo tejas coloniales o sofisticados tejados tecnológicos. Lo exterior, la oscuridad, las sombras solo disimula y disfraza lo que adentro de las casas ocurre. Muere el sol y con sus últimas gotas de agonía, pequeñas luciérnagas comienzan a aparecer diseminadas por el antiguo valle. Candelas que pierden su color en la oscuridad y que solo brillan intentando defenderse de la sombra santiaguina que todo lo cubre y que todo lo esconde. Árboles fantasmales, siluetas furtivas, sirenas agudas, moribundas y terribles que ululan a lo lejos. Perros inimaginables que ladran, amantes furiosos e inconfesos, monstruos nocturnos que todo lo devoran y el silencio que lentamente desciende sobre algunos sectores de la ciudad y exacerba la algarabía en otros. Vagalumes blancas, amarillas, celestes, anaranjadas, fijas, pestañeantes, potentes, débiles, misteriosas, alegres, pobres, ricas. Luciérnagas con vientres repletos de humanos que ellas dan a luz cada vez que el sol muere, embarazadas de ritos, diálogos, dolores, risas, susurros, carencias, lujos, historias…
Casitas felices donde un hombre y una mujer llenos de pasión, agitados y desnudos, sin pudor hacen el amor entre risas y placer una y otra vez. En otra, un padre y una madre lloran los últimos minutos de su hijo en esta tierra, él toma la mano de ambos e intenta sonreír en una noche negra como sus almas, noche que quisieran no terminara jamás, porque al nacer el sol otra vez, el hijo ya no estará más con ellos y a cambio tendrán el vacío y el inalcanzable olvido.
Bajo otro techo la mujer abandonada y golpeada, humillada y escarnecida por alguien que juró ser su amor toda la vida, tendida sobre el suelo helado y chorreado de rojo solo llora y son esas lágrimas y un pequeño y triste perro café echado a su lado que gime y lame sus manos melancólicamente, la única compañía en esa larga noche, bajo esas estrellas indiferentes y burlonas que insisten en alumbrar como si nada pasara.
En la otra casa, es el joven, esperanza de la familia, el que entre lágrimas repite una y otra vez los algoritmos y las ecuaciones. Arruga papeles, escucha la radio, hojea libros de números y anatomía. Mañana puede cambiar su vida, y la de su familia y no está seguro de poder hacerlo y se restriega los ojos, y se toma un café, y repite otra vez en voz alta, y repite y repite…
Otra luciérnaga da a luz una mujer y su marido nervioso. Ella siente dolores, él se levanta de la cama, corre hacia el auto. La toma como puede, coge el bolso que está ya preparado. Hace una oración, le acaricia el abultado vientre, ahora sí que es verdad mi amor. La sube al auto, enciende la radio, corre veloz hacia el hospital, las estrellas alumbran indiferentes, no sonríen. El sol ha expirado hace horas.
En esta luciérnaga, no hay nadie, está todo oscuro, todo es silencio. Vamos, entremos, la casa está vacía. No son más de 15 minutos para llenar los bolsos. No ha quedado nada de valor. Se ríen nerviosos. Salen al jardín, nadie observa, es de noche. Abren el automóvil, cargan su mercancía. Ha sido una noche tranquila, respiran hondo y se van del lugar a toda prisa. Las estrellas continúan brillando, en silencio e impávidas.

Ha muerto el sol en el valle. Una muerte rápida, fugaz, de no más de unas horas. Resucitará pronto y sus rayos desarmarán las historias, por unas horas, por un día y luego…el sol morirá otra vez…

Dialogando con los muertos



                                                        Dialogando con los muertos

Hace poco tiempo atrás escuché en una charla, a un doctor en historia, quien definía esta disciplina como un intento de dialogar con los muertos. “Los muertos hablan”, dijo él en su exposición. Esta es una gran verdad si la aplicamos también a la historia bíblica. Todo nuestro presente, toda nuestra más sana tradición y todo nuestro glorioso futuro se basa en lo ocurrido en el pasado. En tierras lejanas, tierras amarillas y rojas, bajo soles incandescentes, bajo estrellas luminosas y lunas orientales que fueron los primeros testigos de los encuentros entre un Dios creador y su criaturas. Estos muertos dialogan con nosotros y nos hablan del interés de Dios por una humanidad abrumada y rebelde, herida y desarraigada. Nos revelan además la admiración y devoción de muchos frente a la revelación del Misterio, frente al descubrimiento de no estar solos, de descubrir que Él había estado todo el tiempo. Altares y ofrendas, lágrimas y alegrías son el testimonio de estos muertos que se hallaron con Dios en el pasado. Nos relatan también del gran encuentro del Dios-hombre caminando por la tierra seca de un mundo creado por Él. Un Dios en sandalias que camina entre hombres y mujeres hambrientos de sentido y eternidad. Estos muertos dialogan con nosotros y nos cuentan de su amor, de su bondad, de lo impresionante de ver y oír a un hombre lleno de autoridad y de gracia, radiante de santidad y gloria. Nos cuentan de sus acercamientos con los intocables, con los invisibles, con los menesterosos y de cómo estos encuentros cambiaron sus vidas: ciegos que volvieron a ver, mujeres “impuras” convertidas en ejemplo de castidad y devoción. Niños, jóvenes, hombres, mujeres, viejos, soldados, pescadores, despreciables cobradores de impuestos, orgullosos teólogos, todos dan testimonio del valor fundacional de sus encuentros con el Cristo maravilloso. Han pasado siglos de esos acontecimientos y sin embargo nos siguen hablando. Cada vez que abrimos las Escrituras escuchamos sus voces repitiendo lo que sus ojos vieron y sus oídos oyeron, pero además nos dicen otras cosas. Nos dicen que nosotros, hombres y mujeres de este siglo ¿el último en la historia humana? Debemos tomar como ejemplo todo su andar con el Dios eterno y prestar mucha atención a su manera de hacer las cosas. Nos piden que nos regocijemos con ellos por estas aproximaciones divino-humanas y nos instan a buscar nuestro propio camino y a tener nuestros propios encuentros. Nos dicen que el redondo sol y las brillantes estrellas, son los mismos. Que la necesidad de salvación y que la soledad y que el vacío son los mismos y que Dios también es el mismo, pero que no obstante no podemos vivir del pasado y es necesario tener nuestros propios encuentros con Él. Escuchemos a los muertos con atención.

martes, 20 de agosto de 2013

Lo sano y lo enfermo del pastor y su comunidad


Juan E. Barrera
Nos alegramos cuando en algún estudio citado en algún lugar se nos habla de lo beneficioso que es la participación en una comunidad evangélica para la vida de las personas. Los que abandonan las adicciones, los que encuentran refugio y las miles de personas que ven sus vidas transformadas en cada iglesia local. Los que hemos sido creyentes de niño y hemos participado desde siempre en una comunidad sabemos las ventajas y los beneficios que ello contrae y de cuanta ayuda resulta para sus integrantes el compañerismo que se vive, la calidez de muchas personas, el socorro mutuo, las amistades eternas y la perspectiva esperanzadora que la vida de iglesia ofrece. No obstante tampoco podemos guardar silencio sobre otro tipo de prácticas, también realizadas al interior de una iglesia local y que no son sanas y que en lugar de curar o sanar a sus miembros, los enferman. Alguien se puede sorprender con esta declaración, sobre todo si ha pasado gran parte de su vida en una iglesia, pero los hechos demuestran que así ocurre y cada vez con mayor frecuencia.
Una iglesia local sana se inicia con un pastor sano y una familia pastoral sana. Es el líder quien impone su sello a la comunidad y de allí entonces la necesidad imperiosa de un trabajo en equipo que provea de imparcialidad, objetividad y visión al trabajo que se realiza. Un pastor sano tendrá una iglesia sana. Un pastor enfermo tendrá una congregación enferma y eso principalmente debido a que el líder está en una posición de poder, influencia y tiene acceso a las conciencias de la personas. Esto puede ser una verdadera bendición para sus seguidores o una verdadera tragedia para ellos.
Algunos indicadores de sanidad en el pastor son la coherencia en el cómo vive su fe. No hay nadie que alcance la perfección moral y que no evidencie errores o equivocaciones. Los errores forman parte de manera especial de la vida de un pastor y se incrementan debido a que su intimidad está siempre en la opinión pública. Sus ingresos, la vida de sus hijos, lo que hace y lo que no hace, su vida de pareja, etc. Aún así un pastor sano muestra coherencia, reconoce sus faltas, pide perdón, intenta ser fiel en lo que cree. No se enseñorea de su grey sino que forma parte de ella como un integrante más que camina hacia la madurez. “Tiene olor a oveja”. La epístola de Timoteo sigue siendo una buena guía para una vida pastoral sana.
Otro indicador de sanidad es que el pastor realice su trabajo con verdadera vocación y respondiendo al llamado  del Señor y no realice el trabajo porque no tiene más que hacer, no ingresó a la universidad, o no encuentra un trabajo estable. Se espera además que no sea pastor por el interés monetario o cualquier otra motivación que no sea responder al llamado de Dios. Este llamado se notará en el entusiasmo con que aborda su labor pastoral y en la seriedad de su labor. En el buen uso del tiempo y de los recursos, que siempre son escasos. En la perseverancia, en la manera como controla las frustraciones, en su forma de pararse frente a la vida y frente a su trabajo. El que está en el pastorado porque no tenía otra cosa que hacer pronto se aburrirá de un estilo de vida que la mayoría de las veces está lleno de sinsabores, de sufrimiento y desilusiones. El pastor que trabaja por un llamado mantendrá siempre una actitud positiva, mantendrá la serenidad y la alegría, porque sabe desde un inicio a quien sirve y ese es su honor.
Un pastor sano es aquel que invierte horas y horas estudiando Las Escrituras. No el libro de moda y tal o cual tendencia, sino que la Palabra del Señor directamente. Este hábito traerá consecuencias. Por una parte sus oyentes notarán cuando la enseñanza que reciben es de primera fuente y no es la repetición de la doctrina favorita de algún autor y este frescor renovará la vida de quienes escuchan, creará sed por Dios y su Palabra. Por otra parte este contacto permanente con Dios producirá en el pastor la flexibilidad propia del que se deja modificar por Él, del que se reconoce débil ante el trabajo que tiene que hacer y depende de la gracia del Señor para realizarlo. Esto producirá la humildad y el carácter con el que cada hombre o mujer de Dios necesita respaldar su trabajo.
Otro indicador de sanidad en el pastor es la manera como vive su sexualidad. Es sorprendente la cantidad de problemas vinculados al sexo entre los pastores: relaciones clandestinas, aventuras sexuales pasajeras, pornografía, vida sexual conyugal dañada, involucramientos emocionales, etc. La vida sexual del pastor más temprano que tarde, si no es sana saldrá a luz y lo hace de muchas formas, la más obvia es lo que se conoce como Proyección, es decir, el pastor comienza a predicar, enseñar y a enfatizar todo su trabajo en torno al sexo. Proyecta, refleja todas sus luchas interiores. Otra forma de cómo la salud sexual del pastor aparece es a través de la estrictez o rigidez moral. Pastores que obligan a miembros de su congregación a confesar actos sexuales en frente de la congregación, adolescentes que son obligados a casarse sin el consentimiento de sus padres o quienes bajo el influjo pastoral acceden a ello sin pensar en las consecuencias que esto traerá para sus propios hijos. Pastores que habitualmente están preocupados con la ropa de las damas y que obligan a sus fieles a confesar si han intimado o no, etc. La vida sexual del pastor es algo en lo que él debe trabajar constantemente. La falta de privacidad familiar puede acabar en una falta de intimidad. El contacto permanente con personas del sexo opuesto sumado a la admiración que su rol produce en muchas mujeres puede fácilmente crear un alto nivel de erotización e involucramiento emocional. La sanidad en esta área viene con la aplicación de algunos cuidados básicos a su propia relación: resguarde su intimidad, dele tiempo a su esposa, mantenga los canales de comunicación abiertos con ella, salga de la ciudad y esté a solas con su esposa en otro lugar alejado de la iglesia, tome vacaciones, mantenga viva la pasión por su propia mujer.
Por su parte un síntoma de enfermedad en el pastor y que se repite a diario y con consecuencias cada vez mayores es el deseo de controlarlo todo. En las sectas esto siempre es un principio sobre el cual se elabora toda una doctrina. Un pastor o líder controlador es un líder enfermo. Recordemos a Diótrefes en la tercera epístola de Juan que controlaba toda la congregación. Bueno los tiempos cambian pero las dificultades perduran al interior de una iglesia y parecen ser las mismas. Un pastor controlador causa mucho daño porque ejerce una influencia negativa en las personas quitándoles su independencia, su autonomía, su capacidad de decidir y hasta de pensar. Se produce un adoctrinamiento acerca de la sumisión. Hay personas más susceptibles a este tipo de liderazgo que otras, pero pocas personas son inmunes porque este control no siempre es abierto o manifiesto. Muchas veces es soterrado y justificado “bíblicamente”. Este control se ejerce en varias dimensiones o áreas de la vida de la iglesia: en la doctrina, en las prácticas espirituales, en las actividades privadas y públicas, en la intimidad de las personas. Este tipo de pastor es el que dice sin tapujos “al que no le gusta como son las cosas se va”, “aquí mando yo” y constantemente está recordando que la autoridad en ese lugar es él y que esta le ha sido dada por Dios y que todos se le deben someter y no luchar ni contradecir al “siervo de Dios”. Es él quien decide cada cosa al interior de la iglesia, no hay nada que se haga sin que él de su aprobación. No hay delegación de trabajo ni autoridad. Muchísimas veces este control es ejercido también por la esposa del pastor que debe estar enterada de todo y que son los ojos y los oídos del pastor y hay ocasiones en que en la realidad ella manda más que el propio pastor. Estas congregaciones se caracterizan porque las cosas se hacen de una sola manera, a la manera del pastor. No hay un cuerpo de líderes ni hay trabajo en equipo, y si hay un equipo de líderes son las personas cercanas al pastor, que no tienen opinión propia y están puestas en el liderazgo solamente para respaldar lo que el pastor dice. En este tipo de iglesias y de liderazgos es muy fácil y habitual el abuso emocional de los hermanos de la iglesia, quienes muchas veces no se dan cuenta de la dinámica de la que forman parte. Lo más complicado del tema del control es que se legitima como una autoridad proveniente directamente de Dios, con lo cual es muy difícil de luchar sin ser estigmatizado como un rebelde, un réprobo o uno que está contra la obra de Dios y ser desacreditado ante la hermandad.
Otro de los síntomas de un pastor no sano es la rigidez. Este tipo de estructura mental que en la mayoría de los ambientes no se acepta, en algunos círculos evangélicos es visto como una virtud. Entre más inflexible y rígido sea el pastor o líder mejor es, puesto que vive “con convicciones”, se camina “por las sendas antiguas” y la rigidez se considera como sinónimo de espiritualidad. Son muchos los líderes que expresan duras opiniones acerca de todo y todos. “Mundanos”, “liberales”, “carnales”, “enemigos de Dios”, son algunos de los términos más usados por este tipo de líderes y muchos de estos epítetos son dirigidos a otros cristianos y son todavía más duros e inflexibles cuando se refieren a los no creyentes. “homosexuales”, “mundanos”, “hijos del diablo”, “drogadictos” son las palabras de juicio que llegan a ser algo común en su forma de hablar. Esta rigidez habitualmente se relaciona con los temas sexuales, políticos o con lo que se denomina el Humanismo. Les resulta muy difícil conjugar lo sano de su propia cultura con los preceptos bíblicos, por lo que conforman una subcultura evangélica. Viven en una constante guerra entre lo santo y lo secular y debido a su estructura mental super rígida se pierden muchas de las bendiciones que la vida diaria ofrece, no la disfrutan ellos ni dejan que sus feligreses lo hagan. Su juicio es cáustico hacia su propia familia, hacia la música, hacia la literatura, hacia las artes en general, hacia los no creyentes, hacia la clase política, hacia los que tienen una postura teológica distinta, hacia los jóvenes de su propia congregación, hacia quienes no hacen ni opinan como él, etc. El pastor rígido y estructurado no se mueve de sus puntos de vista restringidos o moldeados por una incorrecta hermenéutica y su propio trasfondo sociocultural.
Finalmente un pastor no sano es el que organiza y estructura toda su visión y trabajo pastoral en torno al legalismo. Legalismo se define como “Los esfuerzos inútiles del hombre para ganar su salvación, la espiritualidad, o la aprobación de Dios por medio de la conformidad estricta a un código de ética o comportamiento, como la Ley Mosaica”. Esta manera de ver la vida cristiana es nefasta, ya he hablado de esto en otro artículo (El origen del legalismo) solo valga decir aquí que a la base de esta conducta, se encuentra la ignorancia o conocimiento parcial de las Escrituras y el orgullo espiritual. El pastor legalista está convencido en su interior que las personas deben hacer o no hacer ciertas actividades para ser salvos o para crecer espiritualmente y desconoce totalmente la gracia de Dios que actúa en los corazones de las personas. La lista de actividades legalistas es muy larga. Lo más habitual es que si la persona no fuma, no bebe, no va a fiestas ni al cine es más espiritual que el que lo hace. Si la mujer se deja crecer el cabello, no usa maquillaje, se deja la falda larga, no usa aros y si el hombre usa corbata, abandona a sus amigos no creyentes o hace cualquier cosa legitimada por el líder es más espiritual. Para otros la práctica de los dones espirituales es fundamental o la postura escatológica, o la participación de la mujer en el culto, etc. Este tipo de pastor coloca todo el énfasis en lo exterior y descuida lo interior. Esto lleva fácilmente a las personas a tener vidas dobles. Una manera de vivir al interior de la iglesia, donde todos lo observan y otra manera de vivir fuera de la iglesia, donde nadie los observa. El legalismo no es compasivo, está lleno de juicio, no se basa en las Escrituras sino en la tradición reinante en ese contexto. El legalismo carece de alegría, es opaco, es taciturno y tampoco tiene libertad. El pastor legalista es un guardián de su gente, esta no se puede salir de la lista de los sí/no de lo que puede/no puede hacer. Un cristianismo verdadero se caracteriza por la gracia con que vive esa comunidad, con la misericordia y el perdón que se experimenta a diario, con la alegría de estar juntos y celebrar a Cristo que habita entre ellos y en ellos.
Para concluir digamos que no hay nadie que sea totalmente sano, que pueda pararse y colocarse como ejemplo de sanidad. Todos traemos dificultades que tarde o temprano pueden causarnos daño. J.A. Romero escribió hace ya unos años “Cansado del camino/sediento de ti/un desierto he cruzado/sin fuerzas he quedado/vengo a ti. Esa es la actitud apropiada. La vida cristiana y el servicio cristiano está repleto de vicisitudes. Recordemos al Peregrino de Bunyan, pero el pastor sano buscará una y otra vez a su Señor, el que lo llamó, capacitó y sostiene para el trabajo que debe ser realizado. Como el profeta escribiera 700 años antes de la venida del Mesías, repetimos “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”



sábado, 17 de agosto de 2013

Soldados de Dios
                      Ps. Juan E. Barrera 

         
Dime Señor/ si es verdad que el dolor/solo puede curarlo tu amor/si es que esta noche tan larga se irá/ y despierte./ Dime Señor/como puedo cambiar/ y entregarme a la paz sin temor/y que brille la luz entre la oscuridad/y seré tu soldado mejor/solo somos soldados de Dios./ En las montañas más altas del sur/ en lo más hondo del mar/busco un camino de vuelta al lugar/dame la verdad.

Estos no son versos de una canción “cristiana”, son versos de una canción popular, son de Vicentico y fueron puestos en su mente y corazón, si es que él es el autor, ¿Por gracia común? como un regalo en medio de otras canciones de amor y desamor. Lo cierto es que hay una gran verdad en estos versos por lo que resulta difícil no impresionarse. Hay una manera distinta de mirar el sufrimiento. Coloca a Dios en primer lugar y no al herido. Este último es solo un soldado de Dios. Hay muchas situaciones que parecieran ser una larga noche, tristezas que duran un año o cinco o diez o toda una vida y que resulta casi imposible dejar atrás, que son como un largo sueño del que no se despierta y cuya sanidad solo está en el revelado amor de Dios al sufriente. Aquí no hay rebelión ni enojo con Dios, al contrario hay un reconocimiento al amor de Dios que todo lo cura y la petición de sanidad no es por motivos propios como la felicidad o la comodidad, sino que es una petición de sanidad para seguir luchando y hacerlo sin temor. Lucen estos versos también un reconocimiento a la soberanía de Dios, ¡somos soldados de Dios! El Gran Comandante tiene el control y esta guerra es su guerra, no la nuestra, solo somos soldados de Dios, así que existe la posibilidad de salir heridos, porque la batalla es así, pero el soldado no está quejándose a pesar de estar en lo más hondo del mar o en la cima de una gran montaña. La verdad de Dios es lo que lo llevará de vuelta al lugar, el soldado de Dios busca la sanidad para seguir peleando. Isaías en el cap. 35:10 nos recuerda “y los redimidos del Señor volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido”. Ya no habrá más batalla sino paz y descanso y el abrazo del Capitán diciendo, “bien, buen soldado y fiel”.

miércoles, 24 de julio de 2013

El viejo en la mecedora

El viejo en la mecedora

El viejo se balancea lenta y sosegadamente sobre su silla mecedora. Es una silla antigua, barnizada de color caoba y cruje suavemente con el vaivén del cuerpo. El viejo está cubierto con una frazada gruesa, tejida, de color blanco oscuro que le cubre hasta los hombros y escucha unos antiguos himnos evangélicos en el equipo de música, “Jesús es mi rey soberano”. Bajo la frazada lleva un chaleco sin mangas. Una camisa y una corbata que hacen juego con el tono del tejido. Conserva su dentadura perfecta. Tiene el cabello blanco y liso y se peina hacia un costado. Sus ojos son negros y sus cejas están levemente arqueadas. Tiene los ojos fatigados y puede leerse abandono en ellos. Mira un retrato de mujer colgado en la pared frente a él-buenas noches mi amor-dice y se acomoda sin quitar sus ojos de él.
Afuera hace frío y llueve sobre la ciudad. Esa noche las estrellas no brillan y el aguacero ahoga el ruido del tráfico. La lluvia cae inclemente sobre la calle y de cuando en cuando el foco de algún automóvil permite ver el rebote furioso de las gotas sobre el pavimento. Es una noche oscura y helada.
En la casa no hay nadie más. Allí no vive nadie más. La sala está iluminada tenuemente con la luz de una lámpara. Es una casa demasiado grande para él y está llena de libros, de fotos, de objetos, de música, de aromas y recuerdos.
En su seno tiene un álbum fotográfico con un paisaje en la portada. Está intacto. Pasa su mano derecha sobre la portada mientras con la otra lo afirma. Tiene sus manos bien cuidadas, las uñas pulcramente cortadas. Suspira profundamente y sus movimientos son lentos y su mirada perdida. Pestañea muy lentamente y le cuesta volver a abrir sus ojos ya cansados.
Afuera la lluvia continúa cayendo profusamente y la temperatura desciende congelando el aire y los pocos árboles que todavía mantienen sus hojas. Es una calle larga con árboles a cada costado que se dejan aplastar por la lluvia, serenos y resignados. La casa es de color rojo con un gran jardín. El agua cae por las paredes de la casa y el viento azota las plantas y árboles que riegan el piso con sus hojas amarillentas. No hay flores, solo agua.

Hace tanto tiempo ya que todos se han marchado. Abre una de las páginas del álbum y en ella se puede ver una fotografía ya gastada por los años, de una mujer joven, de pelo corto, de tez blanca y de ojos achinados que sonríen. De hermosos dientes y que lo mira de frente, le sonríe a él. Se siente apenado y su semblante es taciturno. Hecha la cabeza hacia atrás y mueve el cuello de lado a lado, lentamente. Vuelve a enderezarse y comienza a acariciar la fotografía. Pasa sus dedos lenta y suavemente acariciando el rostro. Siente que el pecho se le agita y que el corazón le late más a prisa. No resiste la tentación y pausadamente mete los dedos por debajo de la delgada película que protege la fotografía. Está pegada por los años y tiene miedo de romperla. La saca con cuidado y aún así la parte levemente en un costado. Se acomoda los anteojos y no puede retener las lágrimas que ya mojan los cristales y le impiden ver más de cerca la imagen. Seca los lentes como puede, con los dedos, sin sacárselos. Ya no se preocupa más de las lágrimas y deja que estas corran libres por sus mejillas bajando hasta el cuello de su camisa. Sus gafas quedan manchadas con sus lágrimas, pero puede ver la foto. Ladea el cuello de un lado a otro mientras la observa y la acaricia. Comienza a respirar agitadamente y siente que le falta el aire, pero sigue observando la fotografía. En el equipo de música siguen sonando los himnos, pero él ya no escucha. Afuera el aguacero se torna más feroz que nunca y un perro ladra solitario en medio de la noche. De manera inesperada la luna aparece sólo unos segundos y alumbra a un ruiseñor mojado, que canta y apenas se deja oír entre el ruido que hace la lluvia en el único árbol que queda en el jardín .La mano le tiembla y siente un dolor agudo en el pecho. No se resiste, no lucha. No siente temor alguno. Se curva hacia adelante por la intensidad del pinchazo y con esfuerzo logra enderezarse. Respira profundamente y descansa unos segundos. Luego levanta uno de sus brazos agitadamente y acerca la fotografía a sus labios viejos, secos y temblorosos. Vuelve a sentir el mismo dolor agudo en el pecho -La hora por fin ha llegado, mi amor- murmura apenas. Luego inclina la cabeza levemente a un costado y cierra los ojos.

domingo, 14 de julio de 2013

Me quedé con tus zapatos

Me quedé con tus zapatos
Juan E. Barrera

Entré a ese lugar pequeño cuando la tarde de esta primavera ya se acababa, con la sensación terrible de verte como nunca había querido hacerlo. Con esa sensación en el estómago que ya identifico como angustia. Intenté tragar saliva y tenía la boca seca. Sentí como me palpitaba el corazón y la respiración se me agitaba mientras que las manos me temblaban levemente. Respiré hondo y seguí caminando en silencio. Recordé la experiencia también terrible con mi hijo, tu nieto, tres años y medio atrás y un fuerte malestar me atacó el estómago nuevamente mientras venían a mi mente imágenes que no puedo olvidar. Le mostré el papel a un hombre que me recibió de manera amable en una oficina minúscula y traspasé ese pequeño umbral, con los ojos húmedos y expectantes, como queriendo ver y no ver al mismo tiempo. Allí estabas, tendido, pequeño, frío, inmóvil, indiferente, con los ojos cerrados para siempre. Solo. Lloré al verte desnudo e inmediatamente te tomé la mano, mano dura y esforzada Te acaricié el canoso cabello y seguí llorando en silencio. Solamente atinaba a murmurar y a repetir, mi viejo, mi viejo y a suspirar muy hondo, como buscando en mi interior la fuerza necesaria para ese momento. Pasé mis ojos por todo tu cuerpo desnudo y vi el negro tatuaje en uno de tus brazos, ese tatuaje del corazón atravesado por una flecha de amor, con las iniciales de una mujer que no eran las de mi madre. Nunca hablaste de ello, te negaste cuando te pregunté y te llevaste el secreto a la sepultura. Te llevaste muchas cosas a la tumba y tú como sabiéndolo, por primera vez en mucho tiempo sonreías. Sí, ya no tenías esas muecas de hastío, común en ti, ni de dolor. Estabas tendido en esa camilla fría, de hierro y sonreías. Me emocioné, te afeité, te peiné, te besé y tú sonreías.
Recordarte allí aún me causa profunda pena, ese día hice también otra cosa, algo inesperado. Comenzamos el proceso de vestirte. Tomé la bolsa con tu ropa y comenzamos. Primero los pantalones, anchos y sueltos sobre tus piernas cansadas por el tiempo, el trabajo y las penas. Luego la camisa, quizá una que yo te regalé, a cuadros. La abotonamos, te arreglamos, yo respiraba hondo y tú mientras tanto sonreías. Luego los calcetines y finalmente los zapatos, unos de color café, un poco viejos y gastados. Me agaché para tomarlos de la bolsa y los alcé en mis manos para colocártelos. Entonces tuve esa reacción inesperada, me arrepentí. Los tomé, los observé atentamente y los guardé, con mucha intención decidí dejármelos para mí y no porque los necesitara, tal vez sí los necesitaba pero por razones diferentes a las prácticas. -¿No le vas a colocar los zapatos?-me preguntaron las otras personas-No-respondí yo, un tanto avergonzado pero de manera firme. -Me voy a quedar con ellos-respondí. Guardaron silencio y no dijeron nada más. Entonces, te acaricié los pies con ambas manos y te colocamos en el cajón, con tristeza, con cuidado, delicadamente.
Han pasado ya casi dos meses desde que te fuiste y todavía me da vueltas el por qué quise quedarme con tus zapatos. Lo he compartido con algunas personas, pero no tengo respuesta. Ese acto precipitado, impensado baila en mi mente y en mi corazón, sí mi corazón, pues siento que ese acto se relaciona con las emociones, con los afectos más que con lo racional.
Tus zapatos representan tu andar, tu camino, tu vida, tu tránsito por esta tierra y probablemente querías enseñarme algo que yo no he aprendido o me he rehusado a aprender. Sé de muchas cosas, sin embargo hay algo que desconozco y que solo podía aprender colocándome tus zapatos y caminando con ellos. Hay caminos que tú anduviste, a sabiendas o no, elegidos por ti o no y que tal vez siempre quisiste enseñarme pero te faltaban las palabras y el valor y allí, en nuestro último encuentro en esta tierra, mientras, por fin te dejabas acariciar, tranquilo y sonriente me lo comunicaste.
Te abracé, te besé por última vez y salí con tus zapatos en mi manos.

martes, 9 de julio de 2013

Cristianos y política, cómo participar


Cristianos y política, cómo participar
                      
"No hay ni una sola pulgada cuadrada de todo el cosmos de la que Cristo Señor y el soberano de todo no diga, esto es mío". Que lindas palabras y que hermosa manera de vivir la vida cristiana, sin compartimentos cerrados, ni áreas de la vida donde Cristo no manifieste su señorío. Con estas palabras el teólogo holandés Abraham Kuyper resume la cosmovisión cristiana. Todo es de Cristo, El es Señor de todo y de todos, del mundo y de la cultura, incluyendo la política que es una de las actividades fundamentales del quehacer humano en toda su historia. Existen muchos grupos cristianos preguntándose aún si se debe participar en política y se pasarán la vida preguntándose lo mismo, mientras el tiempo continúa transcurriendo y esa área fundamental  sigue necesitando del testimonio cristiano verdadero y sin saberlo, con esa postura están haciendo política. Una polìtica pasiva y manejable. Ya no es tiempo de preguntarse “si”, es tiempo de preguntarse cómo, y este periodo es oportuno para meditar en ello. Como muchas otras actividades presenta dificultades de todo tipo: amor al poder, codicia, tráfico de influencias, dilemas éticos y morales, etc, pero ¿No presentan otras actividades desafíos parecidos? Las leyes, la medicina, las grandes empresas, la ingeniería comercial y otros. También están sujetas a un constante estrés de todo tipo y no por ello son rechazadas. ¿Por qué hacerlo entonces con la política que es quien rige en general nuestras vidas? Allí se generan y se dictan las leyes, se norma la vida, se debate sobre ética, se crea el tipo y estilo de vida que tenemos. Una de las razones es la tradición norteamericana apolítica, otra es que se considera aquella actividad mundana por demás, aunque no siempre se puede ocultar cierta envidia o admiración por los funcionarios que muchas veces se denosta.
Se pierde el derecho a reclamar y a acusar a otros si en el momento de participar, de manera voluntaria se resta de opinar e influenciar. De David se escribió (Hechos 13:36) “Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió,…” ¿Cómo seremos nosotros fieles nosotros a nuestra propia generación? ¿Cuál es la voluntad de Dios para nosotros hoy respecto de nuestro llamado, vocación, servicio, y compromiso?

domingo, 2 de junio de 2013

Una educación de calidad
Ps. Juan E. Barrera. Blog Contra el mundo a favor del mundo


Mucho se ha dicho y escrito acerca de una educación de calidad abordando distintos aspectos del tema: el nivel sociocultural de los alumnos, el desarrollo de las habilidades cognitivas, el número de alumnos por sala, la cobertura, los derechos humanos, la contingencia curricular, recursos, etc, sin embargo el tema sigue pendiente. Sería muy pretencioso intentar resolver este tema en unas pocas palabras, empero, en mi rol de profesor he observado con los años, la carencia de al menos tres aspectos que podrían mejorar la calidad de la educación y que por supuesto también están estudiados.
Primero, se necesita recuperar la noción de sujeto, esto es clave, saber a quien se educa. El sujeto en occidente es difuso. No basta la mirada humanista griega, se necesita una noción de hombre que sea íntegra, completa, algo que trascienda al modelo bio-psico-social. La noción cristiana del hombre sigue siendo el mejor modelo. En esta visión el hombre se santifica, se dignifica, se explora todo su potencial, obtiene significado, evita la explotación del hombre por el hombre.
Segundo, se necesita recuperar la autoridad en la educación. ¿En mano de quién está la autoridad hoy? ¿En el estado, en la familia, en la institución, en los profesores? Hay una crisis en la educación porque Occidente está en crisis y se acentúa en la institución escolar donde juega un papel clave. ¿Se puede ejercer liderazgo sin autoridad? La falta de autoridad influye en todos los aspectos educacionales, en el rendimiento, en la conducta del alumnado, de las familias, en el liderazgo académico. Para que exista una educación de calidad se debe recuperar la autoridad.

Tercero, una educación de calidad pasa por la motivación que logra entre sus educandos. En la educación no hay motivación (motivos) para estudiar con excepción de un pequeño grupo que es el que se refleja en los estudios internacionales. Para la gran mayoría la educación es un rito social que hay que cumplir ojalá con el menor esfuerzo, para trabajar, por status, u otras razones pero no por aprender. Muchos son víctimas de la desesperanza aprendida “nada de lo que yo haga va a cambiar la situación”. La situación descrita es el resultado, en parte del rechazo de la educación formal a los fundamentos cristianos. En medio de esto Dios nos sigue preguntando “¿Con que limpiará (preparará) el estudiante su futuro? Con obedecer mi palabra. Salmos 119:9

lunes, 6 de mayo de 2013


Las nueces de la abuela

                                                        Ps. Juan E. Barrera


Venía saliendo de la escuela una nublada tarde de otoño, con mi típica mochila al hombro y corriendo para no llegar  atrasado  a la universidad después de un agotador día de trabajo, tenía que hacerlo para alcanzar la única micro que me sacaba del lugar y llevaba al centro. Entonces la vi, apoyada, frágil, invisible  en la reja de la calle en medio de toda la algarabía que hacían los niños y sus madres al fin de la jornada de ese día. Su cabello blanco bien peinado y la cara llena de arrugas acusaban unos setentas años. Nueces, ricas las nueces, repetía casi murmurando. Nueces, ricas las nueces. Choqué con algunos de los estudiantes que iban saliendo y gritando entorpeciendo la salida y obligado por ellos, tuve que parar mi carrera, y tuve tiempo para fijarme más en ella. Tenía los ojos tristes y cansados, aunque con un dejo de serenidad o resignación. En el brazo izquierdo sostenía una pequeña bandeja plástica desnuda, con unas bolsitas plásticas y pedazos de nueces dentro, apenas un puñado de bolsitas. ¿Cuánto cuestan las nueces, mamita? Pregunté-cien pesitos profesor, recibí como respuesta con una voz suave y un poco temblorosa. Pensé unos segundos, palpé un billete en mi bolsillo con la mano derecha, calculé si me alcanzaba para ir y volver en la micro. Ella casi ni me miraba, aunque esperaba una respuesta mía, y yo de reojo miraba sus ojitos cansados y expectantes. Démelas todas, dije por fin, bajando la voz. Con la mano que tenía libre y temblorosa juntó las bolsitas y me las entregó. Las guardé parsimoniosamente en mi mochila y le pasé el billete. Al dárselo me miró por primera vez a los ojos y desde el fondo de su corazón exclamó ¡Gloria a Dios! Y sus ojos estaban húmedos, como los míos.