El abuso y el hacerse
cargo
Ps Juan E.
Barrera
Hace un tiempo atrás, no recuerdo si en una de estas
columnas o en mi blog (“Contra el mundo a favor del mundo”) escribí un texto
breve que titulé El arte de hacerse cargo donde me refiero a la incapacidad de
muchos de hacerse responsable de sus actos. Lo vuelvo a traer a colación ahora
que es tiempo de campañas y elecciones. Ya resulta un lugar común que cada candidato a algo diga que no está de
acuerdo con los abusos que ocurren en Chile, pero resulta extraño que solo en
este tiempo se hagan consientes de estas situaciones y sea esta palabra la que
más se repite en los discursos en estos días. La visión de muchos políticos es
que este es un país maravilloso, no obstante es en estas circunstancias donde
asoman los excesos y arbitrariedades que permanecen escondidos la mayor parte
del tiempo y esa visión maravillosa del país contrasta con la realidad de la
gran mayoría de los chilenos. La lista
de abusos es larga: las AFP, las
Isapres, los bancos, la telefonía celular, las clínicas privadas, el
Transantiago, las cadenas de farmacias, el interés de las tarjetas de crédito,
el precio de la bencina, el sistema binominal, el lucro en la educación, las
carreteras concesionadas, etc. La lista se podría seguir alargando e indignarnos
más todavía, pero ¿Cuál es la relación de lo anterior con lo que hablamos de
hacerse cargo? La relación es que resulta muchísimo más fácil hablar y
denunciar los abusos que hacerse cargo de ellos. Alzar la voz en tiempo de
campaña y decir que nunca se ha estado de acuerdo con los abusos trae réditos
electorales, sin embargo no soluciona las cosas. Para el ciudadano común y
corriente este no es un país maravilloso, es un lugar donde resulta más bien
complicado vivir y los mismos que alzan la voz para denunciar en este tiempo
guardan silencio cuando el tiempo de elecciones ha pasado. ¿Cómo sería nuestro
país si cada institución y cada persona se hicieran cargo? ¿Si nuestros
políticos, educadores, empresarios, deportistas, artistas, padres, hombres y
mujeres comunes y corrientes se hicieran cargo de sus actos? Viviríamos mejor,
con un sentido de responsabilidad en lugar de impunidad, viviríamos más
consientes de nuestras limitaciones y capacidades, viviríamos mirándonos a
nosotros mismos y no culpando a los demás, seríamos más consientes del daño que
se puede provocar a otros, administraríamos mejor los recursos, viviríamos sin
codicia y viviríamos vidas más responsables y más serenas. A la pregunta
veterotestamentaria de Dios a Caín
¿Dónde está tu hermano? Podríamos agregar ¿Cómo está tu hermano? Y las
palabras de Caín siguen vigentes ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? (Gn4:9) la respuesta es un rotundo Sí.