domingo, 23 de junio de 2019

Comiendo avellanas y almendras


Amigos, comparto un recuerdo-cuento de mi infancia.
saludos

Comiendo avellanas y almendras

Debimos haber tenido menos de diez años y no sé de qué manera descubrimos que en el almacén del “huasito” vendían avellanas. Era un almacén de barrio bien bonito, con una vitrina, con afiches, donde vendían muchas golosinas y los famosos “monitos” que pegábamos en un álbum que nunca completamos. Éramos clientes habituales mi hermana Isabel y yo. Tal vez mi madre, que era del sur nos habló alguna vez de las avellanas y así las conocimos. Atravesábamos corriendo la plaza, echando carrera hasta llegar detrás de la escuela donde estaba el almacén del “huasito”. Un señor de ojos azules, flaco y sonriente y de su esposa un tanto gordita y rezongona. He olvidado sus nombres pero no sus caras. Allí también se vendía parafina y carbón, todavía recuerdo ese aroma. Con mi hermana corríamos y comprábamos muchas cosas allí: guatapiques, pulguitas,“monitos”, golosinas, unos cuadritos de manjar con coco, los cholitos, chicles dos en uno y también unas deliciosas avellanas. Bolitas de color negro por fuera y café oscuro por dentro. Un verdadero caviar infantil. La señora gordita y rezongona las contaba una a una ante nuestra atenta e impaciente mirada. Luego, a cambio de una moneda nos llenábamos los bolsillos con las pequeñas esferas y volábamos de vuelta a casa, cuidando que ninguna de ellas se cayera en el camino. Una vez en casa, y muy bien acomodados comenzaba la labor de pelarlas, tarea no muy fácil. Nos echábamos algunas a la boca y las humedecíamos para que fueran más fáciles de partir. Con los dientes apretados abríamos una tras otra, sacando del centro una bolita arrugada y de color medio anaranjado. Con la uña del dedo índice escarbábamos hasta obtener nuestras pequeñas perlas comestibles. Otras eran tan duras que las machacábamos con una piedra. Si se nos pasaba la mano la reventábamos y nos lamentábamos. Si el golpe era muy suave había que golpearla varias veces. Las más verdes nos dejaban un sabor áspero en la boca.
Las delicias sureñas competían con grandes cantidades de almendras que obteníamos de nuestro propio árbol, nuestro querido almendro. Eran unas almendras de cáscara gruesa y con una piedra las partíamos sobre la tapa de la cámara del baño. Teníamos dos categorías, las almendras descascaradas, con su envoltorio y sus arrugas color café y las con cascaras, duras, sin pelar, con la punta filosa. La alegría nos desbordaba cuando al partir una almendra esta venía doble, traía una “guaguita”, entonces competíamos con mi hermana quien tenía más guaguitas. Colocábamos las avellanas y las almendras en tarros vacíos de Nescafé o leche Nido. Los tapábamos muy bien y los cargábamos como verdaderos tesoros de un lugar a otro del patio. Cada uno con su tarro, muy agarrado. Contando una y otras vez cuantas unidades de cada fruto nos quedaban.
Luego, con un montón de revistas, nos arrojábamos en el suelo, debajo de la higuera o del mismo almendro y comenzábamos el festín. Revistas de caricaturas y una panzada de avellanas y almendras era el mejor panorama para dos niños pequeños. No teníamos televisión y a esa edad no la extrañábamos. Con la boca llena de avellanas y su sabor inconfundibles nos pasábamos horas leyendo y riendo con las caricaturas.
Hoy ya no existe el almacén del “huasito”, aunque la casa sigue allí, detrás de la escuela 33, ni el almendro en el patio y hace mucho tiempo que no como avellanas ni almendras, pero si sobreviven mis recuerdos de niño feliz, recuerdos tan sabrosos como las avellanas y las almendras.

Mensaje: Las cosas que me han sucedido"

Amigos, un placer saludarlos. Comparto con ustedes un tercer mensaje basado en la epístola a los Filipenses.
Un saludo desde Santiago de Chile
Juan E. Barrera




Iglesia Cristiana Metropolitana
Santiago de Chile
Domingo 23/06/2019
Serie: Filipenses. El Gozo en la vida cristiana


Mensaje 3: “Las cosas que me han sucedido”
Introducción
Habitualmente las circunstancias adversas producen una sensación de mucho desagrado y enojo. Nadie desea pasar por circunstancias difíciles y la pena es una reacción esperable.
La adversidad tiene un espectro amplio que va desde perder una cantidad de dinero, o perder un vuelo hasta perder la salud o un ser muy querido.
Muchísimas veces, sino todas, las circunstancias adversas se relacionan con pérdidas y estas pérdidas producen en el sufriente un daño en su autoestima.
El sí mismo
El que sufre se siente mal consigo mismo. Tiene vergüenza de sufrir, se lamenta por lo que le pasó. Se vuelve mono temático o no desea hablar con nadie y se aísla. Prefiere sufrir solo.
Le cuesta mucho ver algo bueno en la adversidad. Tiene la mente y el corazón puestos en lo que acaba de perder.
Es entendible, esa es nuestra naturaleza humana. Esta forma de mirar la adversidad termina por deprimir a la persona.
Las circunstancias
Se siente mal, mira las circunstancias negativas y no ve nada bueno en ellas, se pregunta ¿Por qué? ¿Dónde está Dios? ¿Hice algo malo?
No logra ver algo positivo en las circunstancias, solo ve pérdidas, confusión, expectativas no cumplidas, desagrado.
Filipenses 1:12-18 nos muestra, a través del ejemplo del apóstol Pablo, la manera como el creyente debe enfrentar la adversidad y no perder el gozo en la vida.
Con las palabras “las cosas que me han sucedido”vv.12-13 el apóstol nos muestra cómo enfrentar las circunstancias adversas.
12 Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio,
13 de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás.
14 Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor.
El secreto de “las cosas que me han sucedido” es doble:
Testimonio
Ver la adversidad como la oportunidad de Dios para dar testimonio del evangelio
v. 13 “de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio y a todos los demás
1. La adversidad no coloca en una posición, en lugar, donde nunca iríamos por voluntad propia. Nuestro “pretorio”
Pablo jamás hubiera llevado el evangelio hasta el palacio del pretor, ni de los soldados romanos si las circunstancias no lo hubieren llevado hasta allí, pues sus planes eran otros.
2. Las cosas que “me han sucedido”. En el original no hay una distinción si fue “la vida” o si fue Dios, solo dice “que me han venido”. Las cosas que simplemente le pasaron, dice Pablo.
No hay un “enredo” en su mente ni en su teología si las circunstancias habían sido propiciadas por Dios o no. Reconoce “que le vinieron”.
Enredarse buscando el origen de las adversidades puede causar más mal que la circunstancia misma.
3. Las circunstancias adversas nos llevan a conocer personas que de otro modo no conoceríamos:
-enfermos
-extranjeros
-personas muy distintas a nosotros
-etc

4. En ese lugar donde jamás un cristiano iría por voluntad propia, pero es llevado por las circunstancias adversas, debe dar testimonio de Cristo.
Algunas cosas que ayudan
-Ver a Dios en toda circunstancia
-Dar gracias en todo, no por todo
-Verse a sí mismo como un siervo
-Verse a sí mismo como un defensor del evangelio.

Aplicaciones
1. Cada creyente tiene un “pretorio”, un lugar al que nunca iría o hubiera ido si no fuera por las circunstancias:
-un hospital
-una cárcel
-un trabajo distinto
-la casa de un amigo, de un familiar
-otro país
-un estado emocional desconocido hasta ese momento
-etc.

2. La adversidad será siempre una ocasión para escoger.
Escoger
a. Escoger enojarse, llorar, blasfemar
b. Escoger lamentarse y enojarse con Dios debido a lo que se está viviendo
c. Culpar a Dios por las circunstancias
d. Culpar a otros
e. Auto culparse por la falta de fe
Escoger
-Poner el evangelio como aspecto central de la vida y buscar su progreso aún en medio de la adversidad.
-Dar testimonio de Jesús en medio de la adversidad frente a las personas
- Negarse a sí mismo y buscar glorificar a Dios

ÁNIMO
La adversidad de un cristiano anima en la fe a otros cristianos.
14 “Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor.”
1. La adversidad de uno o unos debiera despertar el ánimo de muchos otros.
2. Las circunstancias adversas mueven a una comunidad y renueva sus fuerzas para seguir compartiendo el evangelio.
3. Esa debe ser la actitud del que sufre. Animar a otros a compartir el evangelio a pesar de lo negativo de su situación.
4. Habrá hermanos que lo harán y lo harán bien.
5. Habrá otros que tendrán segundas intenciones, pero el gozo del creyente crece cuando ve que sus circunstancias negativas motivan a otros a compartir su fe.
6. Los hermanos desanimados despiertan cuando ven a uno que es fiel a pesar de las dificultades.
7. El ejemplo del cristiano fiel que sufre quita el temor de la comunidad para hablar de Jesús.
8. Las circunstancias adversas vividas de manera apropiada, con gozo, son una manera de defender el evangelio de Cristo, pues muestra no solo palabras, sino una manera de vivir.
Aplicaciones
1. El cristiano que sufre debe procurar animar a otros en medio de su circunstancia negativas y no desanimarlos.
2. En medio de la adversidad de alguno de sus miembros, la comunidad debe perder el temor y seguir compartiendo de Jesús.
3. En medio de las dificultades de un creyente, no todos actuarán de la misma forma. Muchos actuarán de manera inapropiada.
4. Sufrir la adversidad al modo de Dios es una manera de defender el evangelio

Conclusión
Las dificultades de un creyente son la ocasión para hacer brillar la luz del evangelio, de dos formas:
1. Son una manera de dar testimonio en lugares y a personas que quizá nunca iríamos ni trataríamos de ir.
2. Son la oportunidad para alentar a los hermanos a seguir hablando de Jesús.
3. No se deben mirar las circunstancias como algo absolutamente malo, sino gozarse que aún en esa situación Cristo puede ser predicado.
4. El gozo del cristiano, no se basa en las circunstancias, sino en que Cristo sea predicado