martes, 9 de agosto de 2022

El Sufrimiento y Dios

                                     Sufrimiento y Dios

Un día que volvíamos del trabajo, vimos tres horcas levantadas en el recinto de llamada, tres cuervos negros. Llamada. Los SS a nuestro alrededor, con las metralletas apuntándonos: la ceremonia tradicional. Tres condenados encadenados y, entre ellos, el pequeño pipel, el ángel de ojos tristes. Los SS parecían más preocupados, más inquietos que de costumbre. Colgar a un

chico ante millares de espectadores no era poca cosa. El jefe del campo leyó el veredicto. Todos los ojos estaban fijos en el niño. Estaba lívido, casi tranquilo, y se mordía los labios. La sombra de la horca lo cubría. El lagerkapo, esta vez, se negó a servir de verdugo. Tres SS lo reemplazaron. Los tres condenados subieron juntos a sus sillas. Los tres cuellos fueron introducidos al mismo tiempo en las sogas corredizas.

—¡Viva la libertad! —gritaron los dos adultos.

Pero el pequeño callaba.

—¿Dónde está el buen Dios, dónde está? —preguntó alguien detrás de mí.

A una señal del jefe de campo, las tres sillas cayeron. Silencio absoluto en todo el campo. En el horizonte, el sol se ponía.

—¡Descúbranse! —aulló el jefe del campo. Su voz estaba ronca. Nosotros llorábamos.

—¡Cúbranse!

Luego comenzó el desfile. Los dos adultos ya no vivían. Su lengua colgaba hinchada, azulada. Pero la tercera soga no estaba inmóvil: el niño, muy liviano, vivía aún…Más de media hora quedó así, luchando entre la vida y la muerte, agonizando ante nuestros ojos. Y nosotros teníamos que mirarlo bien de frente. Cuando pasé delante de él todavía estaba vivo. Su lengua estaba roja aún, sus ojos no se habían apagado. Detrás de mí oí la misma pregunta del hombre:

—¿Dónde está Dios, entonces?

Y en mí sentí una voz que respondía:

—¿Dónde está? Ahí está, está colgado ahí, de esa horca…

Elle Wiesel, La noche[1]

Dios y el sufrimiento es un tema profundo, para un gran número de personas esto se relaciona estrechamente. Muchos, frente al dolor, dejan de creer en Dios, pues la pregunta ¿Por qué existe el sufrimiento si existe Dios? viene de personas que creen en Dios y experimentan desilusión y hasta se sienten traicionados por Dios. Han crecido creyendo en Dios, pero la mayoría de las veces existe una imagen incompleta de Dios, lo que da origen a supuestos errados que las personas creen, aceptan como verdad y viven de acuerdo a esos supuestos. El origen del mal es, en la opinión de muchos el gran escollo para creer en Dios, de manera especial el hombre moderno que no logra conciliar la idea de un Dios bueno con la existencia del mal, creencia que veremos no es cierta basándonos en las explicaciones más comunes desde hace ya unas cuantas décadas en el mundo académico, teológico y filosófico.

 La relación entre Dios y el sufrimiento

Al reflexionar acerca del sufrimiento no es posible dejar de mencionar la relación existente entre Dios y el sufrimiento. ¿Por qué un Dios bueno permite el sufrimiento? ¿Es Dios el autor del sufrimiento? ¿Si Dios existe por qué no acaba con el sufrimiento? Estas son preguntas sinceras que rondan en la mente de muchas personas en el momento actual, pero surgen de manera especial en la Europa de inicios del S. XX, luego de la Primera guerra Mundial y del exterminio nazi hacia los judíos y surgen de entre las lágrimas de las víctimas abandonadas a su suerte, huérfanos, hombres y mujeres totalmente solos que habían perdido todo y hacían estas preguntas con toda sinceridad y buscaban una respuesta al dolor físico y emocional que experimentaban. Antes de este tiempo no había contradicción entre mal, sufrimiento y Dios.

Había una actitud y una disposición de sometimiento a los designios de Dios. Cuando algo no salía bien no se cuestionaba a Dios

 Fue el giro en el pensamiento respecto del hombre y de Dios lo que paulatinamente fue produciendo esta contradicción. Un hombre cada vez más grande y un Dios cada vez más pequeño. Un hombre racional, crítico, con pretensiones de soberanía y un Dios al servicio de este hombre al que debe dar explicaciones por sus actos.

 La lucha por mantener la fe en medio del sufrimiento

Elle Wiesel es sobreviviente a la shoah, el holocausto judío, Fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1986. Escribió una novela, (1956-1958) una trilogía que tituló La noche. En ella recuerda su paso por tres campos de concentración y nos deja algunas profundas reflexiones respecto de Dios y el sufrimiento.

Wiesel era un niño judío devoto. A los 14 años fue detenido por los alemanes, junto con los demás judíos de su pueblo. Sobrevivió a los campos de concentración de Birkenau, Auschwitz y Buchenwald, y fue liberado por las fuerzas aliadas el 11 de abril de 1945. Su padre Shlomo, su madre Sarah y su hermana menor Judith «Tzipora» perecieron; sus dos hermanas mayores Hilda y Beatrice sobrevivieron.

Ganó el Premio Nobel de la Paz en 1986 y muere el 2 de julio de 2016 a los 87 años, en Manhattan, Nueva York.

Luego de la primera noche en el campo, Wiesel escribe acerca de las luchas entre su fe y el sufrimiento que estaba experimentando.

“Jamás olvidaré las caritas de los chicos que vi convertirse en volutas bajo un mudo azur. Jamás olvidaré esas llamas que consumieron para siempre mi fe. Jamás olvidaré ese silencio nocturno que me quitó para siempre las ganas de vivir, jamás olvidaré esos instantes que asesinaron a mi Dios y a mi alma, y a mis sueños que adquirieron el rostro del desierto”[2].

En La noche hay al menos quince alusiones a la lucha que experimentaba Wiesel y el resto de los prisioneros, todos judíos en relación a Dios y el sufrimiento. Yo tomé solo cinco citas, pero sus luchas eran completas: pérdida de la fe, el silencio de Dios, la pérdida de significado de los ritos judaicos, la profunda soledad experimentada, culpa y acusación a Dios por el sufrimiento.

 El silencio de Dios.

“Alguien se puso a recitar el Kadish, la oración de los muertos. No sé si ya ha ocurrido, en la larga historia del pueblo judío, que los hombres reciten la oración de los muertos para sí mismos.

—Yizgadal veyiskadasb shmé raba… Que Su Nombre sea alabado y santificado…

—murmuró mi padre.-

Por primera vez, sentí crecer en mí la protesta. ¿Por qué debía santificar Su nombre? El Eterno, el Señor del Universo, el Eterno Todopoderoso y Terrible callaba, ¿por qué tenía que agradecerle?”

“Algunos hablaban de Dios, de sus voces misteriosas, de los pecados del pueblo judío y de la liberación futura. Pero, yo había dejado de rezar. ¡Estaba con Job! No había renegado de su existencia pero dudaba de su justicia absoluta.”

 Dudas acerca de la justicia de Dios

El adolescente Wiesel no podía conjugar la justicia de Dios con el sufrimiento que experimentaba y en una ocasión dramática frente al ahorcamiento de unos prisioneros, entre ellos un niño, Wiesel recuerda la escena

“—¿Dónde está Dios, entonces? (preguntó un prisionero) y en mí sentí una voz que respondía:

—¿Dónde está? Ahí está, está colgado ahí, de esa horca…Esa noche, la sopa tenía gusto a cadáver.

 La culpa es de Dios

Wiesel en otra ocasión culpa a Dios por todos los males alrededor.

“¿Por qué, por qué lo alabaría yo? Todas mis fibras se rebelaban. ¿Porque había hecho quemar a millares de niños en los fosos? ¿Porque hacía funcionar seis crematorios noche y día, hasta los días de Sabbat y los días de fiesta? ¿Por qué en su omnipotencia había creado Auschwitz, Birkenau, Buna y tantas fábricas de la muerte? ¿Cómo decirle: «Bendito seas Tú, el Eterno, Señor del Universo, que nos has elegido entre todos los pueblos para ser torturados noche y día, para ver a nuestros padres, a nuestras madres, a nuestros hermanos terminar en el crematorio, alabado sea Tu Santo Nombre, Tú que nos has elegido para ser degollados en Tu altar?”

No era más que cenizas, pero me sentía más fuerte que ese Todopoderoso al que habían ligado mi vida durante tanto tiempo”.

 La pérdida de la fe

Hablando de un prisionero que había perdido la fe, Wiesel escribe: “Pobre Akiba Drumer, si hubiera podido seguir creyendo en Dios, considerando ese calvario como una prueba de Dios, no habría sido arrebatado por la selección. Pero, desde que experimentó las primeras fisuras en su fe, perdió el motivo para luchar y comenzó a agonizar.

Cuando llegó la selección, condenado de antemano, le tendió el cuello al verdugo. Solo nos pidió:

—Dentro de tres días no estaré… Digan Kadish por mí. Nosotros se lo prometimos: dentro de tres días, al ver elevarse el humo de la chimenea, pensaríamos en él. Reuniríamos diez hombres y haríamos un oficio especial. Todos sus amigos dirían Kadish.

Entonces se alejó en dirección al hospital, con paso casi firme, sin mirar hacia atrás. Una ambulancia lo esperaba para conducirlo a Birkenau. Por aquel entonces, eran días terribles. Recibíamos más golpes que comida, estábamos abrumados de trabajo. Y tres días después de su partida, olvidamos decir Kadish por él.”

 Una fe que perdura

Pero en otras ocasiones su fe de niño era más fuerte que las circunstancias y el sufrimiento. En una ocasión en que lo hicieron caminar forzado en dirección a los hornos y se vio a pasos de morir quemado, Wiesel escribe:

“estaban muy cerca de nosotros el foso y las llamas. Reuní todas las fuerzas que me quedaban para saltar de las filas y arrojarme contra las alambradas. En el fondo de mi corazón, me despedí de mi padre, del universo entero, y a mi pesar, se formaron y brotaron de mis labios, en un murmullo, las palabras «Yizgadal veyiskadasb sbmé raba… Que Su Nombre sea alabado y santificado…». Mi corazón iba a estallar. Eso era. Me encontraba ante al Ángel de la muerte…”

 Estas citas reflejan mejor que cualquier escrito la lucha entre mantener la fe en Dios y el sufrimiento.

 Una pregunta de creyentes en Dios

Las preguntas acerca de Dios y el sufrimiento se las hacen, como vimos en el caso de Wiesel, los creyentes en Dios, los que han crecido en un mundo de fe, “los que están acostumbrados a creer” porque les han enseñado eso de niños o llegan a esa conclusión por una especie de intuición natural. Son preguntas que surgen más bien desde la experiencia de dolor más que desde la racionalidad. Surge de un creyente que confía en Dios y sin embargo sus oraciones no son respondidas. Son preguntas que surgen desde la desilusión o el desencanto. Esta aparente falta de respuestas crea desconfianza, resentimiento y puede llevar a algunos creyentes a perder la fe, pero no a dudar de la existencia de Dios.

Se hacen estas preguntas aquellos creyentes que se acercan a Dios, más interesados en los beneficios propios que en honrar a Dios. Creen en Dios pensando en obtener salud, riqueza, sueños cumplidos e inmunidad. Frente al sufrimiento les cuesta aceptar que las cosas son diferentes. Dios es soberano, incomprensible, misterioso y no da explicaciones de sus actos.

Las consecuencias de estas no respuestas suele ser de dolor espiritual, amargura (sentimiento duradero de frustración, resentimiento o tristeza, especialmente por haber sufrido una desilusión o una injusticia.), desilusión con Dios. La superación de este estado espiritual produce una fe madura, verdadera, que honra a Dios en todo momento.

 Preguntas hechas por no creyentes

Cuando no se sufre no se busca ni se pregunta por la existencia de Dios ni por sus demandas o por su manera de obrar. Es cuando surge el sufrimiento que el tema de la obra de Dios crea importancia y eso podría ser tomado como una crítica. El que jamás busca a Dios y vive como si no existiera se resiente con Dios cuando enfrenta alguna situación de sufrimiento.

Anne Graham, una conocida cristiana protestante norteamericana fue invitada al programa de televisión Early Show, de Jane Clayson para que diera su opinión acerca del atentado a las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001 y le hizo la siguiente pregunta: "¿Cómo pudo Dios permitir que sucediera esto?". Anne Graham respondió:

"Al igual que nosotros, creo que Dios está profundamente triste por este suceso, pero durante años hemos estado diciéndole a Dios que se salga de nuestras escuelas, que se salga de nuestro gobierno y que se salga de nuestras vidas. Y siendo el caballero que Él es, creo que se ha retirado tranquilamente. ¿Cómo podemos esperar que Dios nos dé su bendición y su protección cuando le hemos exigido que nos deje estar solos? A la luz de ciertos sucesos recientes... ataques de terroristas, balaceras en las escuelas, etc., creo que todo comenzó cuando Madeleine Murria O'Hare (fue asesinada, hace poco que se descubrió su cuerpo) se quejó de que no quería que se orara en nuestras escuelas, y dijimos que estaba bien. Luego alguien dijo que mejor no se leyera la Biblia en las escuelas...la Biblia dice no matarás, no robarás, amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y dijimos que estaba bien. Luego el Dr. Benjamín Spock dijo que no debíamos pegarle a nuestros hijos cuando se portan mal porque sus pequeñas personalidades se truncarían y podríamos lastimar su autoestima (el hijo del Dr. Spock se suicidó). Dijimos que los expertos saben lo que están diciendo. Y dijimos que estaba bien. Luego alguien dijo que los maestros y directores de los colegios no deberían disciplinar a nuestros hijos cuando se portan mal. Los administradores de las escuelas dijeron que más valía que ningún miembro de la facultad de las escuelas tocara a ningún estudiante que se porte mal porque no queremos publicidad negativa y por supuesto no queremos que nos vayan a demandar (hay una gran diferencia entre disciplinar, tocar, golpear, cachetear, humillar, patear, etc.). Y dijimos que estaba bien.

Luego alguien dijo, dejemos que nuestras hijas aborten si quieren, y ni siquiera tienen que decirles a sus padres. Y dijimos que estaba bien. Luego uno de los consejeros del consejo de administración de las escuelas dijo, ya que los muchachos siempre van a ser muchachos y de todos modos lo van a hacer, démosle a nuestros hijos todos los condones que quieran para que puedan divertirse al máximo, y no tenemos que decirle a sus padres que se los dimos en la escuela. Y dijimos que estaba bien. Luego algunos de nuestros principales funcionarios públicos dijeron que no importa lo que hacemos en privado mientras cumplamos con nuestro trabajo. Estuvimos de acuerdo con ellos y dijimos, no me importa lo que nadie, incluyendo el presidente, haga en su vida privada mientras yo tenga un trabajo y la economía esté bien.

Luego alguien dijo vamos a imprimir revistas con fotografías de mujeres desnudas y decir que esto es una apreciación sana y realista de la belleza del cuerpo femenino. Y dijimos que estaba bien. Y luego alguien más llevó más allá esa apreciación y publicó fotografías de niños desnudos, llevándola aún más allá cuando las colocó en Internet. Y dijimos que estaba bien, tienen derecho a su libertad de expresión Luego la industria de las diversiones dijo, hagamos shows por televisión y películas que promuevan lo profano, la violencia y el sexo ilícito. Grabemos música que estimule las violaciones, las drogas, los suicidios y los temas satánicos.

Y dijimos, no es más que diversión, no tiene efectos negativos, de todos modos nadie lo toma enserio, así que adelante. Ahora nos preguntamos: ¿por qué nuestros niños no tienen conciencia, por qué no saben distinguir entre el bien y el mal, y por qué no les preocupa matar a desconocidos, a sus compañeros de escuela, o a ellos mismos?. Probablemente, si lo pensamos bien y despacio, encontraremos la respuesta.

Creo que tiene mucho que ver con "lo que sembramos es lo que recogemos." Es curioso cómo la gente simplemente manda a Dios a la basura y luego se pregunta por qué el mundo está en proceso de destrucción. Es curioso ver cómo creemos lo que dicen los periódicos, pero cuestionamos lo que dice la Biblia. Es curioso cómo se mandan "chistes" por la red y se riegan rápido como pólvora, pero cuando empiezas a mandar mensajes del Señor, la gente lo piensa dos veces antes de compartirlos. Es curioso cómo hay artículos lujuriosos, crudos, vulgares y obscenos que circulan libremente por el ciberespacio, pero la discusión de Dios en público se suprime en las escuelas, los espacios de trabajo y a veces hasta en el hogar. Es curioso ver cómo nos preocupa más lo que piensan los demás de nosotros que lo que Dios piensa de nosotros.”



[1] Elle Wiesel, La noche

[2] Wiesel. La noche