Sufrimiento y Dios
Un día que volvíamos del trabajo, vimos tres
horcas levantadas en el recinto de llamada, tres cuervos negros. Llamada. Los
SS a nuestro alrededor, con las metralletas apuntándonos: la ceremonia
tradicional. Tres condenados encadenados y, entre ellos, el pequeño pipel, el
ángel de ojos tristes. Los SS parecían más preocupados, más inquietos que de
costumbre. Colgar a un
chico ante millares de espectadores no era
poca cosa. El jefe del campo leyó el veredicto. Todos los ojos estaban fijos en
el niño. Estaba lívido, casi tranquilo, y se mordía los labios. La sombra de la
horca lo cubría. El lagerkapo, esta vez, se negó a servir de verdugo. Tres SS
lo reemplazaron. Los tres condenados subieron juntos a sus sillas. Los tres
cuellos fueron introducidos al mismo tiempo en las sogas corredizas.
—¡Viva la libertad! —gritaron los dos adultos.
Pero el pequeño callaba.
—¿Dónde está el buen Dios, dónde está? —preguntó alguien detrás de mí.
A una señal del jefe de campo, las tres sillas
cayeron. Silencio absoluto en todo el campo. En el horizonte, el sol se ponía.
—¡Descúbranse! —aulló el jefe del campo. Su voz estaba ronca. Nosotros
llorábamos.
—¡Cúbranse!
Luego comenzó el desfile. Los dos adultos ya
no vivían. Su lengua colgaba hinchada, azulada. Pero la tercera soga no estaba
inmóvil: el niño, muy liviano, vivía aún…Más de media hora quedó así, luchando
entre la vida y la muerte, agonizando ante nuestros ojos. Y nosotros teníamos
que mirarlo bien de frente. Cuando pasé delante de él todavía estaba vivo. Su
lengua estaba roja aún, sus ojos no se habían apagado. Detrás de mí oí la misma
pregunta del hombre:
—¿Dónde está Dios, entonces?
Y en mí sentí una voz que respondía:
—¿Dónde está? Ahí está, está colgado ahí, de esa horca…
Elle Wiesel, La
noche[1]
Dios y el
sufrimiento es un tema profundo, para un gran número de personas esto se relaciona
estrechamente. Muchos, frente al dolor, dejan de creer en Dios, pues la
pregunta ¿Por qué existe el sufrimiento si existe Dios? viene de personas que
creen en Dios y experimentan desilusión y hasta se sienten traicionados por
Dios. Han crecido creyendo en Dios, pero la mayoría de las veces existe una
imagen incompleta de Dios, lo que da origen a supuestos errados que las
personas creen, aceptan como verdad y viven de acuerdo a esos supuestos. El
origen del mal es, en la opinión de muchos el gran escollo para creer en Dios, de
manera especial el hombre moderno que no logra conciliar la idea de un Dios
bueno con la existencia del mal, creencia que veremos no es cierta basándonos
en las explicaciones más comunes desde hace ya unas cuantas décadas en el mundo
académico, teológico y filosófico.
Al reflexionar acerca del sufrimiento
no es posible dejar de mencionar la relación existente entre Dios y el
sufrimiento. ¿Por qué un Dios bueno permite el sufrimiento? ¿Es Dios el autor
del sufrimiento? ¿Si Dios existe por qué no acaba con el sufrimiento? Estas son
preguntas sinceras que rondan en la mente de muchas personas en el momento
actual, pero surgen de manera especial en la Europa de inicios del S. XX, luego
de la Primera guerra Mundial y del exterminio nazi hacia los judíos y surgen de
entre las lágrimas de las víctimas abandonadas a su suerte, huérfanos, hombres
y mujeres totalmente solos que habían perdido todo y hacían estas preguntas con
toda sinceridad y buscaban una respuesta al dolor físico y emocional que
experimentaban. Antes de este tiempo no había contradicción entre mal,
sufrimiento y Dios.
Había una actitud y una disposición
de sometimiento a los designios de Dios. Cuando algo no salía bien no se
cuestionaba a Dios
Elle Wiesel es sobreviviente a la shoah,
el holocausto judío, Fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1986. Escribió
una novela, (1956-1958) una trilogía que tituló La noche. En ella recuerda su
paso por tres campos de concentración y nos deja algunas profundas reflexiones
respecto de Dios y el sufrimiento.
Wiesel era un niño judío devoto. A
los 14 años fue detenido por los alemanes, junto con los demás judíos de su
pueblo. Sobrevivió a los campos de concentración de Birkenau, Auschwitz y
Buchenwald, y fue liberado por las fuerzas aliadas el 11 de abril de 1945. Su
padre Shlomo, su madre Sarah y su hermana menor Judith «Tzipora» perecieron; sus
dos hermanas mayores Hilda y Beatrice sobrevivieron.
Ganó el Premio Nobel de la Paz en
1986 y muere el 2 de julio de 2016 a los 87 años, en Manhattan, Nueva York.
Luego de la primera noche en el campo,
Wiesel escribe acerca de las luchas entre su fe y el sufrimiento que estaba
experimentando.
“Jamás olvidaré las caritas de los
chicos que vi convertirse en volutas bajo un mudo azur. Jamás olvidaré esas llamas
que consumieron para siempre mi fe. Jamás olvidaré ese silencio nocturno que me
quitó para siempre las ganas de vivir, jamás olvidaré esos instantes que
asesinaron a mi Dios y a mi alma, y a mis sueños que adquirieron el rostro del
desierto”[2].
En La noche hay al menos quince
alusiones a la lucha que experimentaba Wiesel y el resto de los prisioneros,
todos judíos en relación a Dios y el sufrimiento. Yo tomé solo cinco citas,
pero sus luchas eran completas: pérdida de la fe, el silencio de Dios, la pérdida
de significado de los ritos judaicos, la profunda soledad experimentada, culpa
y acusación a Dios por el sufrimiento.
“Alguien se puso a recitar el Kadish,
la oración de los muertos. No sé si ya ha ocurrido, en la larga historia del
pueblo judío, que los hombres reciten la oración de los muertos para sí mismos.
—Yizgadal veyiskadasb shmé raba… Que
Su Nombre sea alabado y santificado…
—murmuró mi padre.-
Por primera vez, sentí crecer en mí
la protesta. ¿Por qué debía santificar Su nombre? El Eterno, el Señor del
Universo, el Eterno Todopoderoso y Terrible callaba, ¿por qué tenía que
agradecerle?”
“Algunos hablaban de Dios, de sus
voces misteriosas, de los pecados del pueblo judío y de la liberación futura.
Pero, yo había dejado de rezar. ¡Estaba con Job! No había renegado de su
existencia pero dudaba de su justicia absoluta.”
El adolescente Wiesel no podía
conjugar la justicia de Dios con el sufrimiento que experimentaba y en una ocasión
dramática frente al ahorcamiento de unos prisioneros, entre ellos un niño, Wiesel
recuerda la escena
“—¿Dónde está Dios, entonces?
(preguntó un prisionero) y en mí sentí una voz que respondía:
—¿Dónde está? Ahí está, está colgado
ahí, de esa horca…Esa noche, la sopa tenía gusto a cadáver.
Wiesel en otra ocasión culpa a Dios
por todos los males alrededor.
“¿Por qué, por qué lo alabaría yo?
Todas mis fibras se rebelaban. ¿Porque había hecho quemar a millares de niños
en los fosos? ¿Porque hacía funcionar seis crematorios noche y día, hasta los
días de Sabbat y los días de fiesta? ¿Por qué en su omnipotencia había creado
Auschwitz, Birkenau, Buna y tantas fábricas de la muerte? ¿Cómo decirle:
«Bendito seas Tú, el Eterno, Señor del Universo, que nos has elegido entre
todos los pueblos para ser torturados noche y día, para ver a nuestros padres,
a nuestras madres, a nuestros hermanos terminar en el crematorio, alabado sea Tu
Santo Nombre, Tú que nos has elegido para ser degollados en Tu altar?”
No era más que cenizas, pero me
sentía más fuerte que ese Todopoderoso al que habían ligado mi vida durante
tanto tiempo”.
Hablando de un prisionero que había
perdido la fe, Wiesel escribe: “Pobre Akiba Drumer, si hubiera podido seguir creyendo
en Dios, considerando ese calvario como una prueba de Dios, no habría sido
arrebatado por la selección. Pero, desde que experimentó las primeras fisuras
en su fe, perdió el motivo para luchar y comenzó a agonizar.
Cuando llegó la selección, condenado
de antemano, le tendió el cuello al verdugo. Solo nos pidió:
—Dentro de tres días no estaré… Digan
Kadish por mí. Nosotros se lo prometimos: dentro de tres días, al ver elevarse
el humo de la chimenea, pensaríamos en él. Reuniríamos diez hombres y haríamos
un oficio especial. Todos sus amigos dirían Kadish.
Entonces se alejó en dirección al
hospital, con paso casi firme, sin mirar hacia atrás. Una ambulancia lo
esperaba para conducirlo a Birkenau. Por aquel entonces, eran días terribles.
Recibíamos más golpes que comida, estábamos abrumados de trabajo. Y tres días
después de su partida, olvidamos decir Kadish por él.”
Pero en otras ocasiones su fe de niño
era más fuerte que las circunstancias y el sufrimiento. En una ocasión en que
lo hicieron caminar forzado en dirección a los hornos y se vio a pasos de morir
quemado, Wiesel escribe:
“estaban muy cerca de nosotros el
foso y las llamas. Reuní todas las fuerzas que me quedaban para saltar de las
filas y arrojarme contra las alambradas. En el fondo de mi corazón, me despedí
de mi padre, del universo entero, y a mi pesar, se formaron y brotaron de mis
labios, en un murmullo, las palabras «Yizgadal veyiskadasb sbmé raba… Que Su
Nombre sea alabado y santificado…». Mi corazón iba a estallar. Eso era. Me
encontraba ante al Ángel de la muerte…”
Las preguntas acerca de Dios y el
sufrimiento se las hacen, como vimos en el caso de Wiesel, los creyentes en
Dios, los que han crecido en un mundo de fe, “los que están acostumbrados a
creer” porque les han enseñado eso de niños o llegan a esa conclusión por una
especie de intuición natural. Son preguntas que surgen más bien desde la
experiencia de dolor más que desde la racionalidad. Surge de un creyente que
confía en Dios y sin embargo sus oraciones no son respondidas. Son preguntas
que surgen desde la desilusión o el desencanto. Esta aparente falta de
respuestas crea desconfianza, resentimiento y puede llevar a algunos creyentes
a perder la fe, pero no a dudar de la existencia de Dios.
Se hacen estas preguntas aquellos
creyentes que se acercan a Dios, más interesados en los beneficios propios que
en honrar a Dios. Creen en Dios pensando en obtener salud, riqueza, sueños
cumplidos e inmunidad. Frente al sufrimiento les cuesta aceptar que las cosas
son diferentes. Dios es soberano, incomprensible, misterioso y no da
explicaciones de sus actos.
Las consecuencias de estas no
respuestas suele ser de dolor espiritual, amargura (sentimiento duradero de
frustración, resentimiento o tristeza, especialmente por haber sufrido una
desilusión o una injusticia.), desilusión con Dios. La superación de este
estado espiritual produce una fe madura, verdadera, que honra a Dios en todo
momento.
Cuando no se sufre no se busca ni se
pregunta por la existencia de Dios ni por sus demandas o por su manera de
obrar. Es cuando surge el sufrimiento que el tema de la obra de Dios crea
importancia y eso podría ser tomado como una crítica. El que jamás busca a Dios
y vive como si no existiera se resiente con Dios cuando enfrenta alguna
situación de sufrimiento.
Anne Graham, una conocida cristiana
protestante norteamericana fue invitada al programa de televisión Early Show, de
Jane Clayson para que diera su opinión acerca del atentado a las torres gemelas
el 11 de septiembre de 2001 y le hizo la siguiente pregunta: "¿Cómo pudo
Dios permitir que sucediera esto?". Anne Graham respondió:
"Al
igual que nosotros, creo que Dios está profundamente triste por este suceso,
pero durante años hemos estado diciéndole a Dios que se salga de nuestras
escuelas, que se salga de nuestro gobierno y que se salga de nuestras vidas. Y
siendo el caballero que Él es, creo que se ha retirado tranquilamente. ¿Cómo
podemos esperar que Dios nos dé su bendición y su protección cuando le hemos exigido
que nos deje estar solos? A la luz de ciertos sucesos recientes... ataques de
terroristas, balaceras en las escuelas, etc., creo que todo comenzó cuando
Madeleine Murria O'Hare (fue asesinada, hace poco que se descubrió su cuerpo)
se quejó de que no quería que se orara en nuestras escuelas, y dijimos que
estaba bien. Luego alguien dijo que mejor no se leyera la Biblia en las
escuelas...la Biblia dice no matarás, no robarás, amarás a tu prójimo como a ti
mismo. Y dijimos que estaba bien. Luego el Dr. Benjamín Spock dijo que no
debíamos pegarle a nuestros hijos cuando se portan mal porque sus pequeñas personalidades
se truncarían y podríamos lastimar su autoestima (el hijo del Dr. Spock se
suicidó). Dijimos que los expertos saben lo que están diciendo. Y dijimos que
estaba bien. Luego alguien dijo que los maestros y directores de los colegios
no deberían disciplinar a nuestros hijos cuando se portan mal. Los
administradores de las escuelas dijeron que más valía que ningún miembro de la
facultad de las escuelas tocara a ningún estudiante que se porte mal porque no
queremos publicidad negativa y por supuesto no queremos que nos vayan a
demandar (hay una gran diferencia entre disciplinar, tocar, golpear, cachetear,
humillar, patear, etc.). Y dijimos que estaba bien.
Luego
alguien dijo, dejemos que nuestras hijas aborten si quieren, y ni siquiera
tienen que decirles a sus padres. Y dijimos que estaba bien. Luego uno de los
consejeros del consejo de administración de las escuelas dijo, ya que los
muchachos siempre van a ser muchachos y de todos modos lo van a hacer, démosle
a nuestros hijos todos los condones que quieran para que puedan divertirse al
máximo, y no tenemos que decirle a sus padres que se los dimos en la escuela. Y
dijimos que estaba bien. Luego algunos de nuestros principales funcionarios
públicos dijeron que no importa lo que hacemos en privado mientras cumplamos
con nuestro trabajo. Estuvimos de acuerdo con ellos y dijimos, no me importa lo
que nadie, incluyendo el presidente, haga en su vida privada mientras yo tenga
un trabajo y la economía esté bien.
Luego
alguien dijo vamos a imprimir revistas con fotografías de mujeres desnudas y
decir que esto es una apreciación sana y realista de la belleza del cuerpo
femenino. Y dijimos que estaba bien. Y luego alguien más llevó más allá esa
apreciación y publicó fotografías de niños desnudos, llevándola aún más allá
cuando las colocó en Internet. Y dijimos que estaba bien, tienen derecho a su
libertad de expresión Luego la industria de las diversiones dijo, hagamos shows
por televisión y películas que promuevan lo profano, la violencia y el sexo
ilícito. Grabemos música que estimule las violaciones, las drogas, los
suicidios y los temas satánicos.
Y dijimos,
no es más que diversión, no tiene efectos negativos, de todos modos nadie lo
toma enserio, así que adelante. Ahora nos preguntamos: ¿por qué nuestros niños
no tienen conciencia, por qué no saben distinguir entre el bien y el mal, y por
qué no les preocupa matar a desconocidos, a sus compañeros de escuela, o a
ellos mismos?. Probablemente, si lo pensamos bien y despacio, encontraremos la
respuesta.
Creo que
tiene mucho que ver con "lo que sembramos es lo que recogemos." Es
curioso cómo la gente simplemente manda a Dios a la basura y luego se pregunta
por qué el mundo está en proceso de destrucción. Es curioso ver cómo creemos lo
que dicen los periódicos, pero cuestionamos lo que dice la Biblia. Es curioso
cómo se mandan "chistes" por la red y se riegan rápido como pólvora,
pero cuando empiezas a mandar mensajes del Señor, la gente lo piensa dos veces
antes de compartirlos. Es curioso cómo hay artículos lujuriosos, crudos,
vulgares y obscenos que circulan libremente por el ciberespacio, pero la
discusión de Dios en público se suprime en las escuelas, los espacios de
trabajo y a veces hasta en el hogar. Es curioso ver cómo nos preocupa más lo
que piensan los demás de nosotros que lo que Dios piensa de nosotros.”