La
soledad
Ps
Juan E. Barrera
Era casi un adolescente
cuando leí el libro de Nicky Cruz Solitario pero no solo. Es un libro que narra
distintas historias de vida, todas ligadas a la soledad. Ese estado por el que
todas las personas pasarán alguna vez o más de alguna vez en su vida. Nadie
desea estar solo, nadie desea perder a quienes ama, nadie desea ese estado
mental de nostalgia y la desazón que esto produce, no obstante, la soledad es
algo real y llega sin que se le llame. La soledad la sufre quien ve partir un
hijo, quien deshace su matrimonio, quienes ven sus hijos crecer y marcharse,
quien está privado de libertad, quien dedica toda su vida a ganar dinero y
luego no tiene con quien compartirlo y también la padece quien está rodeado de
personas con quienes no logra comunicarse ni comprenderse, que vive en medio
del bullicio de la vida moderna y que sin embargo interiormente no tiene a
nadie. Frente a la soledad se pueden tomar varios caminos, desde el desarrollo
personal hasta el suicidio. ¿De qué dependerá el camino que se tome? Como
muchas cosas en la vida dependerá de un sinfín de factores, pero básicamente de
la elección que la persona haga. La soledad puede ser la ocasión para sufrir,
para sentirse víctima, para la auto conmiseración, para mirar las
circunstancias y no ver en ello contentamiento ni gozo. ¡Cuántas personas optan
por el suicidio! ¿Se le puede juzgar? La soledad es mala compañía si se toma la
decisión errada. Una persona sola se puede ensimismar de tal manera que pierde
contacto con la realidad, deja de socializar, se centra en sí misma, en la
introspección, en la amargura, en la pena. Podemos hacer tanto llevando una
palabra de aliento a quienes se encuentran solos. Están esperando una palabra,
un gesto, un amigo, una mirada. La otra elección es aprovechar la soledad como
un tiempo de crecimiento personal y espiritual. Esta elección eleva a la
persona por sobre sus circunstancias y le permite dar un sentido a la soledad.
Los hechos pueden ser idénticos o similares al caso anterior, pero la persona
que opta por el crecimiento aprovecha el tiempo a solas para hacer aquello que
siempre quiso hacer y por una u otra razón no lo consiguió. Dedicarse a la
lectura, a aprender una actividad manual, pintar, aprender un instrumento
musical, ejercer actividades de servicio con otras personas, realizar actividad
física, etc. Esta segunda opción no evitará del todo las emociones propias de
la soledad, pero el poner la atención en otras actividades, en otras personas,
en otros proyectos, en otras expectativas obliga a la persona a salirse de sí
misma y poner su mirada no en lo inmediato, en lo circunstancial, si no que en el
futuro. De esa manera la soledad se transforma en la energía necesaria para la
creación. Cuantas obras de arte preciosas no han salido de un corazón solitario
que optó por imaginar, crear, crecer. Hay un tercer camino que no se debe
obviar, el camino ofrecido por un hombre que supo de soledad, que colgado de un
madero llegó a decir “Padre, Padre ¿por qué me has desamparado?” En esa soledad
y en ese sufrimiento podemos vencer hoy, victoria que es el fruto de la aflicción
del precioso Hijo de Dios, Jesús, nuestro tesoro, aquel que la soledad nunca
nos podrá quitar.
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