Blog dedicado a la reflexión psico-espiritual del escritor Juan E. Barrera
sábado, 14 de diciembre de 2013
Los insectos y la primavera
Los insectos y la primavera
Juan E. Barrera

Por las noches se muestran
coloridos, con luces pestañeantes, rápidas, pequeñas, como luciérnagas
bulliciosas y roncas. Blancas, rojas, verdes y un ruido adormecido, casi
monótono. Aparecen cuando la temperatura en Santiago de Chile es alta y por las
noches estivales es posible ver las estrellas y dejar las ventanas abiertas, para
que entre el viento, sin embargo ellos no entran.
Cada vez que aparecen, mi
imaginación y mi memoria vuelan con ellos varias décadas atrás. Cuando mis
mayores preocupaciones eran la pelota de futbol bajo la cama o la bicicleta
estacionada junto el ropero alto y café, sin puertas, desordenado y con el
espejo quebrado. Tantas veces, observándolos por ratos infinitos me quise
montar en uno de ellos, y salir por la noche y observar Santiago desde el aire,
y ver las luces encendidas y ver mi casa y ver a mi mamá, y ver a mi abuela.
Esos insectos despertaban mi imaginación infantil y me producían cierta
añoranza, deseos de volar, de despegar, de salir de mí.
Crecí con el ruido de estos
insectos sobre mi cabeza. Crecí con el cuello hacia el cielo, y hacia el
poniente, buscándolos con unos prismáticos de juguete. Identificándolos, disparándoles
con pistolas de madera o escondiéndome de ellos, víctima de sus ataques
imaginarios. Los observaba largo tiempo como giraban y se preparaban para aterrizar.
Muchas veces los vi pasar muy cerca, encaramado en alguno de los árboles de mi
patio y me hacían gritar feliz y eufórico.
Me fui lejos a otras latitudes.
Otros jardines, otros barrios, otros soles, otras estrellas, otros atardeceres
y otras primaveras sin insectos coloridos y ronroneros. Tal vez no volví a
mirar al cielo en mucho tiempo, ni en mis noches se cruzó una luciérnaga ciega
y parpadeante. Pero el tiempo pasó rápido, sin pedir permiso, impasible e
implacable, sin perdonar. Volví a mi casa. Algunas cosas habían cambiado, no
estaba mi abuela, ni mi perro, ni mi bici, ni mi pelota. Mi papá se notaba más
triste y caminaba más lento y el cabello de mi madre había mudado de color, y
mi hermana pequeña ya no era pequeña, sin embargo ¡ahí estaban los mismos insectos
volando sobre mi cabeza! y recordándome un tiempo precioso que no volvería.
El tiempo ha seguido pasando,
otras muchas cosas han cambiado, pero la base aérea El Bosque sigue ahí en Gran
Avenida y mi barrio también.
Etiquetas:
narración
martes, 10 de diciembre de 2013
Dios usa cosas quebradas
Dios usa cosas
quebradas
Juan E. Barrera
Hace unas décadas atrás, antes de
cumplir los treinta años prediqué este mensaje que fue una adaptación de un
artículo que leí en una revista cristiana. “Dios usa cosas quebradas”. En ese
entonces no tenía plena conciencia de lo que predicaba y tal vez mis oyentes
tampoco. No sé si alguien todavía recuerda ese mensaje, quizá mis oyentes no hayan
prestado la suficiente atención a él, puesto que no recuerdo haber recibido comentario
alguno en todos estos años.
Lleno de juventud y radiante de
sueños no fue fácil sopesar lo que ese mensaje significaba aunque han pasado
los años y todavía recuerdo los tres puntos: las teas quebradas por Gedeón con la
cual se ganó una batalla. La aplicación era que hay muchas victorias que solo
se logran a través del quebranto, que para que salga el fuego divino es
necesario quebrar aquello que lo contiene, que hay situaciones inalcanzables de
otra manera, ¡qué palabras estas!
El techo roto por donde los
amigos bajaron al paralítico, texto que me ha llamado la atención desde que era
un adolescente y del que escribí hace poco una breve narración en mi blog, representaba
el quebranto y la fe. Muchas veces la fe surge solo cuando el creyente está
quebrado, y esa fe lleva al milagro y ese quebranto, como el techo es la única
manera de ver al Maestro de cerca y oír su voz y recibir de él lo que se pide.
No hay milagro sin quebrar el techo.
El tercer punto era el frasco de
alabastro, construido de una piedra preciosa y quebrado por la prostituta a los
pies de Jesús. Aludía a la devoción, a la adoración que brota espontánea y
sincera en medio del quebranto producido por el arrepentimiento y el perdón. A
los pies de Jesús, quebrantados, hay redención y hay restauración. ¡Qué imagen
esa! Una mujer hermosa pero herida mojando los pies de Jesús con sus lágrimas y
secándolos con su cabello ¡Cuánta gracia! ¡Cuánto amor!
Prediqué ese mensaje varias veces,
pero solo después de muchos años hizo sentido en mí, al ver a muchos de mis
amigos enfermos, agobiados, quebrados o muertos. Sólo entonces entendí el peso
de mis palabras. Dios usa a sus hijos quebrados y los usa para cumplir sus
planes en esta Tierra. Este quebranto toma mil formas y todas se relacionan con
el sufrimiento. Enfermedades, falta de dinero, desamores, muertes, ofensas,
carencias de todo tipo, desengaño, persecución, calumnias, descrédito, desilusiones,
etc.
Me ha costado aceptar, y tal vez
todavía no lo haga del todo, la verdad que Dios quebranta a las personas y hay
aquí un tema doctrinal importante ¿Es la vida la que produce dolor? ¿Las
desgracias son una cuestión de probabilidades? ¿Es Dios actuando, interviniendo
directamente en tal o cual hecho?, ¿Es Dios, en una voluntad permisiva quien
deja que las cosas sucedan y luego usa esas circunstancias para llevar a cabo
sus planes?
La cultura teológica imperante da
la sensación de un Dios fabricante de la felicidad humana, un Dios al servicio
del hombre, un Dios-siervo, sin embargo la Escritura nos ofrece ejemplos demás
sobre el quebrantamiento de Dios a algunas personas. En el Antiguo Testamento
encontramos pasajes desgarradores de Dios pidiendo a Israel arrepentirse antes
de ser quebrantados y los pasajes más claros sobre el deseo divino de
restaurar. Israel, el rey David, los profetas son ejemplo de ello. En el Nuevo
Testamento encontramos quebrantamiento en Pablo, en los apóstoles, el autor del
libro de Hebreos dedica todo un capítulo a aquellas personas que entraron al
cielo en medio de gran quebranto. Personas de las cuales este mundo no era
digno, dice el escritor. La historia de la iglesia rebosa de ejemplos de
quebrantamiento, baste recordar a Bunyan, los primeros reformadores, Huss, por
citar algunos. Todas estas historias están relacionadas de varias formas. Todos
confiaban en Dios, todos amaban a Dios, todos tenían la vida eterna como una
gran realidad, todos fueron usados por Dios grandemente y todos pagaron un gran
precio por eso. Sufrimiento físico o emocional, desprecio, vergüenza, cárcel y
hasta la muerte. ¡Todos fueron quebrados y usados por Dios para llevar a cabo
sus propósitos!
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