Blog dedicado a la reflexión psico-espiritual del escritor Juan E. Barrera
jueves, 1 de marzo de 2012
La vida y sus contrastes
lunes, 27 de febrero de 2012
La historia del burro en el pozo o qué es la resiliencia
La historia del burro en el pozo o qué es la resiliencia
Juan E. Barrera
“Un día, el burro de un campesino se cayó en un pozo. El animal lloró fuertemente por horas, mientras el campesino trataba de buscar algo que hacer. Esta sencilla historia ilustra muy bien y de manera sencilla el concepto de resiliencia, sin tener que entrar en sus aspectos teóricos y conceptuales. Resiliencia es la capacidad que tienen algunas personas para sobreponerse a las dificultades que la vida le ofrece. Frente a las adversidades muchas personas se derrumban, se pierden, se mueren en vida. Los resilientes son los que por el contrario son capaces de sacar provecho de los problemas, que ven oportunidades donde otros solo ven adversidades. A ser resiliente no se aprende, uno se vuelve resiliente. Algunas cosas que pueden ayudar a promover este proceso son: -la influencia de un modelo -una fe sana en Dios -una familia sana -un temperamento optimista -relaciones sociales apropiadas. La Biblia habla de manera franca acerca de la esperanza, de la confianza en que Dios toma toda adversidad y la torna para bien de los que le aman y hace que esas circunstancias colaboren en el plan que él ya tiene trazado. Hay más posibilidades de ser resiliente si se cree en Dios y se vive una vida cristiana sana y madura. |
¡Eso viene de mí!
Iglesias llenas corazones vacíos
Iglesias llenas corazones vacíos
Juan E. Barrera
Hasta hace unos años, prácticamente todos los sociólogos de la religión vaticinaban, con deleite, la muerte definitiva de la religión. La ciencia finalmente y para suerte de todos, terminaría de una vez con la influencia de la religión. Hoy son muy pocos los que continúan sosteniendo tal tesis. En algunos círculos incluso se habla de la “revancha de Dios” debido a que lejos de ocurrir tal predicción, la religión sigue más viva que nunca.
En el tiempo actual se fundan iglesias cada día y en muchas ciudades las iglesias sobrepasan los mil asistentes semanalmente. Muchas de estas iglesias tienen una enseñanza sana, vigorosa, bíblica, Cristocéntrica. No obstante muchas también tienen una enseñanza liviana, con marcados rasgos humanistas, con un mensaje centrado en el hombre más que en Dios. En el bienestar material de sus asistentes y de sus líderes más que en el mensaje divino para nuestro tiempo. Muchas de estas grandes iglesias hacen referencia a un mensaje profético, que contradictoriamente tiene muy poco de profético. La denuncia social, el trabajo en las calles, el mensaje de arrepentimiento y de salvación, el mensaje de juicio y de consolación tan propio de los profetas está ausente en muchas de estas grandes iglesias. Esto trae como consecuencia que cada semana se vea en los medios de comunicación evangélicos iglesias llenas y que si se observa con detención se verá que habitualmente es gente de clase media, “gente linda” para la televisión, gente con cierto poder adquisitivo, quizá hasta un poco arribista, pero no se ve gente pobre, gente común, tal vez esta gente no tiene un espacio en una iglesia grande.
No puedo dejar de ver una contradicción muy grande en este fenómeno. Por un lado, millones de personas que asisten cada semana a las iglesias, solo en Chile son dos millones, contando todas las denominaciones y a las personas de quince años en adelante, y por otro lado, lo que ocurre alrededor. No los “domingos de gloria”, no “las noches de victoria”, ni “el día de tu milagro” sino lo que ocurre en el día a día, lo que ocurre cotidianamente bajo el sol: gente sin Dios, sin motivación, buscándola en experiencias apasionadas, intensas, pero fugaces, que hacen su existencia cada vez más paupérrima. Gente “bien” que no comete delitos, que no aparece en los noticieros arreglados y estandarizados de la televisión, gente moralmente intachable y que sin embargo se pregunta día a día por el sentido de la vida. Gente que busca de manera constante el apoyo terapéutico, de alguien que le diga cómo vivir, como sobrellevar el dolor del sin sentido, como seguir viviendo después de la tragedia. En el extremo no tan extremo, ahí a la vuelta de nuestra vida, están los suicidas, una de las principales causas de muerte en el mundo. Gente cuya pena es mayor que sus deseos de vivir. Los adictos, para quienes el peso de la realidad les sobrepasa con creces y se entregan a un placer asesino, del cual no pueden huir. Los que sufren dificultades mentales, personas que no pueden con su propia vida, con su propia historia, con sus circunstancias y se rinden a sus fantasías, a sus miedos atroces, a sus penas; deprimidos, ansiosos, con trastornos de pánico, mitómanos, que no pueden ser felices y tampoco sus familias. Son gente con el corazón vacío.
¿Qué ocurre? Sospecho dos cosas:
Son iglesias trabajando de espaldas a la realidad, centrados y concentrados en sus propias necesidades, en sus propios programas. Iglesias que caen presas de su propia visión, a quienes “los atrapó la máquina” y cuyos recursos humanos y financieros están dedicados a mantener esa máquina que ya no pueden parar, donde las personas interesan más como un número y un aporte financiero que como persona propiamente tal. ¿Cuál es el trabajo pastoral de estas grandes iglesias? ¿Cómo se realiza? Iglesias donde lo macro impide ver lo micro, donde el bosque no deja ver los árboles, donde las estadísticas son muy importantes, más que escuchar al hermano ¿Cómo se escucha a sí misma una iglesia tan grande? ¿A través del ungido? ¿De profeta? Resulta imposible no recordar las palabras de Bonhoeffer cuando dice que una comunidad que deja de escucharse a sí misma pronto dejará de escuchar la voz de Dios.
Sospecho también que son iglesias fuertemente comprometidas con la gente.Primero con su propia hermandad. Se conocen, se aman, se escuchan, se pastorean y que también están fuertemente comprometidas con su comunidad. Evangelizan, discipulan, participan de programas de ayudas sociales permanentes y muchos de sus recursos están dirigidos a programas de misiones, nacionales y mundiales. Son hombres y mujeres ungidos por Dios, con un mensaje bíblico, claro como el medio día. Hombres y mujeres empapados de la Palabra de Dios y con una cosmovisión cristiana, profundamente compenetrados con las necesidades de la sociedad. Iglesias que capacitan y entrenan a su gente para pastorear y cuidar del rebaño y de los no creyentes. Iglesias que, finalmente, no dan abasto con tanto trabajo. Iglesias donde la visión abunda y con ello el servicio devoto a Dios y que sin embargo no son capaces de cubrir todas las necesidades de un pueblo sin Dios.
Frente a las dos opciones no nos queda más que ser obedientes y seguir participando del servicio al Señor y de orar que el Señor envié más obreros a su mies. Si la primera sospecha es cierta, orar que Dios derrame un espíritu de visión renovadora sobre estas iglesias y cumplan verdaderamente el plan por la que Dios ha permitido se formen. Si la segunda sospecha es verdadera debemos unirnos en oración y acción, y en humildad cumplir con lo que Dios nos ha encargado hacer.