miércoles, 2 de octubre de 2013

Quién lleva los pantalones

QUIÉN LLEVA LOS PANTALONES

 Esta es una tarea que toda pareja debe cumplir, tal vez una de las más complicadas. ¿Quién lleva los pantalones? Se relaciona con la distribución del poder. ¿Quién manda? Este tema no sólo se hará presente en la primera etapa de un matrimonio, sino que prácticamente en todas. Será una fuente de conflicto habitual si no se resuelve desde el inicio el tema de quien manda en la relación, quien tiene el poder.
La expresión ¿Quién lleva los pantalones? era predilecta de alguien a quien conocí hace muchos años. Él contaba que cuando se casó, en los primeros días, para dejar claro desde el inicio el asunto de quien mandaría en su matrimonio, se sacó los pantalones y le pidió a su esposa que se los colocara. La esposa, según su relato, se sorprendió y le dijo que esos pantalones le quedaban muy grandes. Entonces, dijo él, “ya sabes quien debe llevar los pantalones en esta relación”. Era un relato muy divertido, porque en la práctica nadie le creía la anécdota, debido al carácter de la esposa que evidenciaba, al parecer, que en este caso los pantalones eran compartidos y ¡él no tocaba la parte más grande!
Hay un aspecto que es notorio prácticamente en la mayoría de las parejas, y es que se espera que sea el hombre quien mande. La expresión tan chilena “ahí manda calzón” está cargada de negatividad, de anomalía, de disfunción, de burla y la expresión “a este lo manda la mujer” está llena de desprecio. Estas solas expresiones algo divertidas nos dicen lo que se espera en una relación es que mande el hombre y que cuando en la relación manda la mujer hay algo que no anda bien y que existe cierta conducta que es observable por los otros. Los chilenismos abundan “Mandoneado”, “calzonudo”, “macabeo”, “sometido” y todas llevan un sentido peyorativo.
Ruiz (1981) dice que el poder se puede definir como “la habilidad de una persona para cambiar la posible conducta de otra u otras”. Esto implica, lo obvio, que existe una relación activa entre el que manda y el que obedece, pero en un matrimonio ¿Quién manda? ¿Quién obedece? y ¿Debe ser esa la interacción practicada? ¿Debería mandar alguien?
Tradicionalmente la manera de relacionarse en el matrimonio es que el hombre manda y la mujer obedece o eso en apariencias. Para un hombre simple ese podría ser el final de la discusión y si además su matrimonio se basa en la simetría papá-hija o “amo–esclava”, aparentemente podría resultar más fácil, porque de manera natural uno de los cónyuges asumiría el rol de sumisión. Sin embargo muchos de los conflictos que se observa en parejas, incluso con muchos años de casados demuestran que en la práctica el tema de quien manda no es fácil de resolver aunque pasen los años. -“Yo hago como que él manda”- dicen algunas mujeres.-”Yo siempre tengo la última palabra en mi casa, dice un hombre…sí mi amor”- son algunos de los chistes conocidos cuando hablamos de quien manda en la casa.

Como en muchos otros temas de pareja, la influencia de la familia de origen crea un modelo que es muy difícil de desechar e incluso de hacer consciente. Si el hombre proviene de una familia donde el hombre mandaba encontrará normal seguir el mismo modelo y si este modelo además es un ejemplo de respeto y valorización de la mujer nunca será tema para él. Si la esposa proviene de un hogar donde el hombre mandaba pero eso nunca fue motivo de discordia y su madre fue muy amada, respetada y valorada, no tendrá dificultad en aceptar la autoridad del marido, independientemente si ella trabaja y es más independiente. Las dificultades se presentan cuando las familias de origen son disfuncionales y se desea repetir esos mismos modelos con consecuencias emocionales importantes para el cónyuge o los hijos si ya los tienen. Un hombre abusivo y despótico que tiene el poder y una mujer sumisa que tolera violencia verbal y/o física. Un hombre “macho” que se ufana de ser quien manda en la casa a quien su mujer y sus hijos temen y en lo interior desprecian y que esperan la primera oportunidad para marcharse del hogar y ser felices aunque muchas veces terminan repitiendo el mismo tipo de pareja, esta es una de las razones de este libro, prevenir, anticipar situaciones, abrir los ojos del alma y descubrir qué tipo de modelo hemos recibido.
La influencia del hogar se revela también en el siguiente punto, que muchas veces pasa desapercibido y solamente se descubre en grupos de estudio, reflexión o en la terapia de pareja, estas son las luchas generacionales.
Las luchas generacionales
Dicho de manera simple, las luchas generacionales son conflictos que uno o ambos cónyuges tuvieron o de los cuales fueron víctimas en sus propias familias de origen. Conflictos que quedaron sin resolver y que se traspasan a la próxima generación. Una dama joven a quien atendí una vez, asumía una conducta muy violenta cada vez que su esposo bebía. Se enojaba, gritaba, lloraba, lo echaba de la casa, se enfurecía. Quedaba fuera de sí. Luego de unas sesiones descubrimos que en su familia el que mandaba era el padre, un hombre alcohólico al que ella en su interior despreciaba y de quien solamente tenía malos recuerdos. Bueno este conflicto con su padre estaba a la base de su conflicto sobre quien mandaba en la casa. Sus palabras fueron, “no voy a pasar por lo mismo que pasó la tonta de mi madre y jamás un hombre me va a mandar a mí”. Él, por su parte tomaba todo a la broma como una forma de defenderse de la conducta agresiva de su esposa, lo que la irritaba aun más.
Otras veces el tema del poder se relaciona con el mal ejemplo de la madre sobre la hija. Historias de mujeres caprichosas, inmaduras, manipuladoras, que gustan de salirse con la suya, sin respeto por nadie tiene una base en el carácter de la madre. Mujeres que en apariencia son muy sumisas, pero que sin embargo en la intimidad del hogar tienen una conducta reprobable, causante de muchos conflictos, para quienes el tema del poder nunca quedará resuelto y en cuyos hogares el marido cederá el poder para evitar todo tipo de conflictos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario