martes, 1 de octubre de 2013

La bailarina

La bailarina
-Tu turno, mi amor-dijo una voz masculina que conocía y ella saltó al escenario como lo hacía desde que era una adolescente. El potente foco que daba sobre ella no le permitía ver bien al público, pero sabía de sobra quienes eran, a que habían venido y lo que deseaban. Esperó con una rodilla apoyada en el suelo y la cabeza inclinada, afirmándose el sombrero negro con la mano derecha, a que la música comenzara … You Can Leave Your Hat On… escuchó el estribillo de la canción y se puso de pie.
Como cada noche la reacción masculina fue la misma, una gran algarabía que gritaba y la codiciaba. Con su diminuto bikini dorado y sus largas piernas lucía maravillosa esa noche. Levantó la cabeza y comenzó a bailar llena de gracia y sensualidad. Las palabras del pastor del día domingo le retumbaban aún y vinieron a su mente como flechas. Había sido su amiga, la Rita quien la había invitado. Hacía tiempo que lo hacía y ese día no pudo rechazar más la invitación. Fue al templo pequeño y pobre, llena de temor, de vergüenza, de desconfianza, sin embargo las personas la habían recibido muy bien, claro-pensó, ellos no saben a qué me dedico. Seguía bailando al ritmo de la música y su cuerpo despampanante, desnudo, suave y terso volvía locos a los hombres que gritaban propuestas libidinosas y obscenidades y alzaban sus copas en honor a ella. Los pensamientos volvieron a su mente ¿Será verdad Dios qué tú todo lo perdonas? ¿Puedes tener amor por mí a pesar de lo que soy? "Venid los trabajados y cargados, yo los haré descansar", eran la palabras de Jesús que el pastor había repetido el día domingo. ¿Me conoces Jesús? yo estoy cansada, pensó mientras alzaba una pierna y se quitaba una de las medias blancas, bailaba frenética al ritmo de la música ¿Puede alguien como yo seguirte y amarte? ¿Conoces mi pasado? Yo soy tu amiga María Magdalena, Señor, hay muchos espíritus en mí, desde que era una niña. Se sacó la parte superior del traje y ante las miradas licenciosas de los borrachos volvió a preguntar ¿Una mujer como yo puede ser amada por ti, Señor? Sintió las lágrimas calientes en sus ojos y disimuló lo mejor que pudo la emoción para no estropear el maquillaje. La música continuaba … You Can Leave Your Hat On… y ella seguía moviéndose frenéticamente. –Voy a ti Jesús, voy a ti, si puedes limpiarme hazlo, me arrepiento, voy a ti. La canción estaba por terminar y con ambas manos se cubrió los pechos desnudos e hizo una reverencia. Todos los hombres aplaudían. Ella cerró los ojos y terminó la oración.-amén. Sintió que algo recorrió todo su cuerpo en fracción de segundos y se sintió pura, limpia, casta como nunca lo había sentido, amada y ¡la alegría la inundó!. Estaba llorando. Se enderezó y todos la vieron sonreír emocionada como nunca la habían visto y la aplaudieron largo rato pensando que se debía a su soberbia actuación de esa noche en que brilló como nunca. Salió del escenario como si flotara, como si hubiera sido otra persona. Esa fue la última noche que bailó.

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