La
bailarina
-Tu
turno, mi amor-dijo una voz masculina que conocía y ella saltó al escenario como lo hacía
desde que era una adolescente. El potente foco que daba sobre ella no le
permitía ver bien al público, pero sabía de sobra quienes eran, a que habían
venido y lo que deseaban. Esperó con una rodilla apoyada en el suelo y la
cabeza inclinada, afirmándose el sombrero negro con la mano derecha, a que la
música comenzara … You Can Leave Your Hat On… escuchó el estribillo de la
canción y se puso de pie.
Como
cada noche la reacción masculina fue la misma, una gran algarabía que gritaba y
la codiciaba. Con su diminuto bikini dorado y sus largas piernas lucía
maravillosa esa noche. Levantó la cabeza y comenzó a bailar llena de gracia y
sensualidad. Las palabras del pastor del día domingo le retumbaban aún y
vinieron a su mente como flechas. Había sido su amiga, la Rita quien la había
invitado. Hacía tiempo que lo hacía y ese día no pudo rechazar más la
invitación. Fue al templo pequeño y pobre, llena de temor, de vergüenza, de
desconfianza, sin embargo las personas la habían recibido muy bien,
claro-pensó, ellos no saben a qué me dedico. Seguía bailando al ritmo de la
música y su cuerpo despampanante, desnudo, suave y terso volvía locos a los
hombres que gritaban propuestas libidinosas y obscenidades y alzaban sus copas
en honor a ella. Los pensamientos volvieron a su mente ¿Será verdad Dios qué tú
todo lo perdonas? ¿Puedes tener amor por mí a pesar de lo que soy? "Venid
los trabajados y cargados, yo los haré descansar", eran la palabras de
Jesús que el pastor había repetido el día domingo. ¿Me conoces Jesús? yo estoy
cansada, pensó mientras alzaba una pierna y se quitaba una de las medias
blancas, bailaba frenética al ritmo de la música ¿Puede alguien como yo
seguirte y amarte? ¿Conoces mi pasado? Yo soy tu amiga María Magdalena, Señor,
hay muchos espíritus en mí, desde que era una niña. Se sacó la parte superior
del traje y ante las miradas licenciosas de los borrachos volvió a preguntar
¿Una mujer como yo puede ser amada por ti, Señor? Sintió las lágrimas calientes
en sus ojos y disimuló lo mejor que pudo la emoción para no estropear el
maquillaje. La música continuaba … You Can Leave Your Hat On… y ella seguía
moviéndose frenéticamente. –Voy a ti Jesús, voy a ti, si puedes limpiarme hazlo,
me arrepiento, voy a ti. La canción estaba por terminar y con ambas manos se
cubrió los pechos desnudos e hizo una reverencia. Todos los hombres aplaudían.
Ella cerró los ojos y terminó la oración.-amén. Sintió que algo recorrió todo
su cuerpo en fracción de segundos y se sintió pura, limpia, casta como nunca lo
había sentido, amada y ¡la alegría la inundó!. Estaba llorando. Se enderezó y
todos la vieron sonreír emocionada como nunca la habían visto y la aplaudieron
largo rato pensando que se debía a su soberbia actuación de esa noche en que
brilló como nunca. Salió del escenario como si flotara, como si hubiera sido
otra persona. Esa fue la última noche que bailó.
La
bailarina
-Tu
turno, mi amor-dijo una voz masculina que conocía y ella saltó al escenario como lo hacía
desde que era una adolescente. El potente foco que daba sobre ella no le
permitía ver bien al público, pero sabía de sobra quienes eran, a que habían
venido y lo que deseaban. Esperó con una rodilla apoyada en el suelo y la
cabeza inclinada, afirmándose el sombrero negro con la mano derecha, a que la
música comenzara … You Can Leave Your Hat On… escuchó el estribillo de la
canción y se puso de pie.
Como
cada noche la reacción masculina fue la misma, una gran algarabía que gritaba y
la codiciaba. Con su diminuto bikini dorado y sus largas piernas lucía
maravillosa esa noche. Levantó la cabeza y comenzó a bailar llena de gracia y
sensualidad. Las palabras del pastor del día domingo le retumbaban aún y
vinieron a su mente como flechas. Había sido su amiga, la Rita quien la había
invitado. Hacía tiempo que lo hacía y ese día no pudo rechazar más la
invitación. Fue al templo pequeño y pobre, llena de temor, de vergüenza, de
desconfianza, sin embargo las personas la habían recibido muy bien,
claro-pensó, ellos no saben a qué me dedico. Seguía bailando al ritmo de la
música y su cuerpo despampanante, desnudo, suave y terso volvía locos a los
hombres que gritaban propuestas libidinosas y obscenidades y alzaban sus copas
en honor a ella. Los pensamientos volvieron a su mente ¿Será verdad Dios qué tú
todo lo perdonas? ¿Puedes tener amor por mí a pesar de lo que soy? "Venid
los trabajados y cargados, yo los haré descansar", eran la palabras de
Jesús que el pastor había repetido el día domingo. ¿Me conoces Jesús? yo estoy
cansada, pensó mientras alzaba una pierna y se quitaba una de las medias
blancas, bailaba frenética al ritmo de la música ¿Puede alguien como yo
seguirte y amarte? ¿Conoces mi pasado? Yo soy tu amiga María Magdalena, Señor,
hay muchos espíritus en mí, desde que era una niña. Se sacó la parte superior
del traje y ante las miradas licenciosas de los borrachos volvió a preguntar
¿Una mujer como yo puede ser amada por ti, Señor? Sintió las lágrimas calientes
en sus ojos y disimuló lo mejor que pudo la emoción para no estropear el
maquillaje. La música continuaba … You Can Leave Your Hat On… y ella seguía
moviéndose frenéticamente. –Voy a ti Jesús, voy a ti, si puedes limpiarme hazlo,
me arrepiento, voy a ti. La canción estaba por terminar y con ambas manos se
cubrió los pechos desnudos e hizo una reverencia. Todos los hombres aplaudían.
Ella cerró los ojos y terminó la oración.-amén. Sintió que algo recorrió todo
su cuerpo en fracción de segundos y se sintió pura, limpia, casta como nunca lo
había sentido, amada y ¡la alegría la inundó!. Estaba llorando. Se enderezó y
todos la vieron sonreír emocionada como nunca la habían visto y la aplaudieron
largo rato pensando que se debía a su soberbia actuación de esa noche en que
brilló como nunca. Salió del escenario como si flotara, como si hubiera sido
otra persona. Esa fue la última noche que bailó.
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