Sufrimiento y resiliencia
Esa mañana de diciembre la feria libre hervía. Los vendedores armaban sus puestos entre risas,
palabrotas, bromas y gritos. Yo avanzaba en medio de la calle tirando de un carretón de madera en el
que llevaba mis cosas también para vender, bajo un sol inmisericorde. Ya a las 9 de la mañana mi camisa barata, estampada, estaba mojada y mis pies, por el sudor, bailaban en mis chalas, ya casi desechas. Con una mano me secaba el sudor de la frente y con la otra continuaba tirando del carretón eludiendo a las personas y otros carros estacionados en la calle. Mientras, mi mente trabajaba a full. Se acercaba navidad y yo no tenía dinero. Mi hijo mayor ya había nacido, era pequeño, había que comprar leche y pañales. La feria me era un lugar extraño, ajeno.
Me vi a mí mismo como un miserable, sentí vergüenza, estaba quebrado, solo, olvidado. Cuando tenía 8 años comencé a asistir a una iglesia evangélica cerca de mi casa. Cuando crecí me convertí en pastor de esa organización, pero esta me abandonó. La maldad de los poderes fácticos que operaban me había marginado, exiliado y obligado a renunciar. La iglesia donde crecí y pensé encontrar consuelo me “vetó”, a pesar que me conocían de niño, y ya no era bien recibido. Ya no había tiempo para tocar el piano o practicar mi inglés, hablar en portugués o usar una corbata bonita o cenar con los amigos, tenía que conseguir dinero. Estaba solo, bañado en sudor, lleno de preguntas sin respuestas luchando para no perder la fe ni la esperanza. El sol brillaba en todo su esplendor, pero yo vivía mi propia noche que parecía eterna. Nunca recibí ayuda de las personas con las que me relacionaba. Solo estaba yo y Dios y este también parecía ausente, lejano, ajeno a mi triste situación.
Esa mañana, al borde de las lágrimas, sentado en el suelo, entre las papas, tomates, poleras y shorts, leyendo La Ilíada, sentí que Dios me dijo que si los dioses griegos se involucraban en la vida y en la batalla de los hombres e incluso mostraban hasta cierto favoritismo por algunos. ¿Cuánto más no cuidaría él de mí? El mensaje fue claro, tenía que renacer, ponerme de pie, volver a creer, no estaba solo.
No sé bien, como pasó, pero las circunstancias comenzaron a cambiar. A los causantes del daño nunca volví a verlos, ni hubo arrepentimiento de parte de ellos, ni restitución alguna. En el proceso aprendí a no olvidar ciertas situaciones, a perdonar otras. Aprendí lo nefasto del legalismo y de una religión basada más en tradiciones que en el amor verdadero. Descubrí que los verdaderos amigos son muy pocos, que es mejor abandonar el discurso altilocuente y actuar con humildad. Esa mañana de diciembre volví a nacer.
Un día en mi vida a mitad de los 90. JEB
Todas las personas sufren, sin embargo hay un grupo de ellas que logra superar la adversidad y
seguir adelante con su vida, mientras que otros permanecen quebrados y resentidos. ¿Qué
hace la diferencia? La resiliencia. Este es un término que ya es muy popular. Surgió en la
psicología y salió de este ámbito para hacerse un término muy común en múltiples ambientes
En este capítulo voy a realizar una síntesis del concepto, de su origen y de su relación con el
sufrimiento. Voy a destacar algunos aspectos importantes, caracterización de los niños
resilientes, lo que se conoce como mandala de la resiliencia y finalmente me voy a referir a la
esperanza, también como tema de resiliencia.
Personas fuertes
La literatura, los medios de comunicación y los testimonios personales que escuchamos de
personas, nos asombran. Niños abusados sexualmente, mujeres jóvenes, niñas que se
relacionan con hombres mayores que abusan de ellas. Personas que quedan huérfanas a
temprana edad. Cónyuges traicionados y abandonados. Sobrevivientes a accidentes trágicos
donde muere toda la familia excepto ellos y otras tantas historias. Estos son solo algunos
ejemplos. La realidad siempre es más cruel que la imaginación. Lo sorprendente es que un
número importante de estas personas supera estas situaciones. Se sana de las heridas
emocionales. Deja de llorar, vuelve a sonreír, vuelve a confiar, vuele a amar. Otro número
importante de víctimas no logra abandonar ese sufrimiento. Por más que lo intentan los
recuerdos e imágenes terribles vienen a su mente cada día y no logran salir del infierno interior
en que viven. Aun otro grupo pierde contacto con la realidad, terrible realidad, inaceptable
realidad, repulsiva realidad y huyen a otro mundo, un mundo de fantasías, a una realidad
inventada por ellos, donde las situaciones son diferentes, no hay dolor, no hay abuso, no ha
sufrimiento. ¿Qué podría hacer la diferencia entre un grupo y otro al enfrentar el sufrimiento?