sábado, 31 de agosto de 2013

Dialogando con los muertos



                                                        Dialogando con los muertos

Hace poco tiempo atrás escuché en una charla, a un doctor en historia, quien definía esta disciplina como un intento de dialogar con los muertos. “Los muertos hablan”, dijo él en su exposición. Esta es una gran verdad si la aplicamos también a la historia bíblica. Todo nuestro presente, toda nuestra más sana tradición y todo nuestro glorioso futuro se basa en lo ocurrido en el pasado. En tierras lejanas, tierras amarillas y rojas, bajo soles incandescentes, bajo estrellas luminosas y lunas orientales que fueron los primeros testigos de los encuentros entre un Dios creador y su criaturas. Estos muertos dialogan con nosotros y nos hablan del interés de Dios por una humanidad abrumada y rebelde, herida y desarraigada. Nos revelan además la admiración y devoción de muchos frente a la revelación del Misterio, frente al descubrimiento de no estar solos, de descubrir que Él había estado todo el tiempo. Altares y ofrendas, lágrimas y alegrías son el testimonio de estos muertos que se hallaron con Dios en el pasado. Nos relatan también del gran encuentro del Dios-hombre caminando por la tierra seca de un mundo creado por Él. Un Dios en sandalias que camina entre hombres y mujeres hambrientos de sentido y eternidad. Estos muertos dialogan con nosotros y nos cuentan de su amor, de su bondad, de lo impresionante de ver y oír a un hombre lleno de autoridad y de gracia, radiante de santidad y gloria. Nos cuentan de sus acercamientos con los intocables, con los invisibles, con los menesterosos y de cómo estos encuentros cambiaron sus vidas: ciegos que volvieron a ver, mujeres “impuras” convertidas en ejemplo de castidad y devoción. Niños, jóvenes, hombres, mujeres, viejos, soldados, pescadores, despreciables cobradores de impuestos, orgullosos teólogos, todos dan testimonio del valor fundacional de sus encuentros con el Cristo maravilloso. Han pasado siglos de esos acontecimientos y sin embargo nos siguen hablando. Cada vez que abrimos las Escrituras escuchamos sus voces repitiendo lo que sus ojos vieron y sus oídos oyeron, pero además nos dicen otras cosas. Nos dicen que nosotros, hombres y mujeres de este siglo ¿el último en la historia humana? Debemos tomar como ejemplo todo su andar con el Dios eterno y prestar mucha atención a su manera de hacer las cosas. Nos piden que nos regocijemos con ellos por estas aproximaciones divino-humanas y nos instan a buscar nuestro propio camino y a tener nuestros propios encuentros. Nos dicen que el redondo sol y las brillantes estrellas, son los mismos. Que la necesidad de salvación y que la soledad y que el vacío son los mismos y que Dios también es el mismo, pero que no obstante no podemos vivir del pasado y es necesario tener nuestros propios encuentros con Él. Escuchemos a los muertos con atención.

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