Cierta incomodidad
Pr y Ps Juan E. Barrera
Pr y Ps Juan E. Barrera
Hace tiempo que vivo con una
incomodidad que se ha agigantado en el último tiempo. Una incomodidad que ni
bien puedo explicar. Por un lado veo un tipo de vida cristiana tipo fiesta
donde se celebra al Señor. Hay abundante música y buena música, una producción
audiovisual de primera categoría, aunque muchos cantantes cristianos latinos ya
pronuncian la T como “Ti” como los gringos. Se crean grandes eventos y se trae
o lleva a algún cantante famoso del mundo evangélico o a algún predicador que
promete a todos volverse ricos si “siembran y cosechan”. Se presenta con su
mejor traje para convencer que lo que dice es verdad y cuenta un sinfín de
anécdotas todas relacionadas al dinero, habla de dólares, autos caros, casa gigantescas y predica con fervor algo que no es el
evangelio, que es muchas cosas pero no el evangelio de Jesucristo. ¿Se necesita
ser salvo para ser rico? No, la persona se puede hacer rica sin tener a Cristo.
Este falso evangelio ofrece aquello de lo cual no se necesita a Cristo.
Todo el mundo salta y baila,
aplaude a Dios, alza los brazos y adora, grita, hace sonidos con la boca, canta
y se emociona. Y comienza mi incomodidad. Muchas veces me pregunto qué hay de
malo en eso. Personalmente me gusta mucho la música y disfruto largas jornadas
escuchando cds de variados estilos musicales, sin embargo cuando veo imágenes
de este tipo de eventos cristianos musicales masivos hay algo que me desagrada.
Tengo la impresión que siempre que hay
cámaras hay algo artificial, que se crea otra realidad, una para la televisión, que algo ocurre cuando se enciende la luz de la
cámara y se hace público aquello que es tan privado, la comunión con Dios. Tal
vez la incomodidad se deba también al hecho de que se use como sinónimo de la
vida cristiana un evento público, a veces ya grabado y editado. Muchas personas
se van a sus casas convencidos que han adorado a Dios y dado el alto nivel de
las emociones hasta se llegue a confundir todo ese ambiente con la presencia de
Dios. Esto hace que muchas personas vayan de evento en evento buscando cada vez
más emociones y esta no es la crítica típica del fundamentalista contra las emociones,
pues estas tienen y deben tener un lugar apropiado en la vida de las personas.
Quien no se emociona y quien no vive las emociones no es una persona sana. La
crítica es a la búsqueda de la emoción por la emoción, una emoción sin Dios,
sin el fundamento de la preciosa palabra de Dios. En este tipo de vida
cristiana no hay sacrificio, no hay renuncia, no hay arrepentimiento.
La otra molestia y creo que la de
mayor peso es que cuando uno lee el nuevo testamento completo, una o varias
veces descubre que la iglesia no se fundamente ni crece en un ambiente de
fiesta, sino que lo hace en medio del sufrimiento. Muchas de las cartas del NT
están dirigidas a personas que sufren en diferentes lugares del mundo. La vida
cristiana neotestamentaria no refleja un ambiente de fiesta sino de sufrimiento.
Jhon Piper, con la profundidad que le caracteriza intentando dar una
explicación al por qué del sufrimiento humano, dice que en la forma como el
cristiano vive el sufrimiento refleja la gloria de Dios, porque lo vive de una manera distinta. Y es verdad, en el sufrimiento Dios revela su amor, su consuelo, su
fidelidad, su Espíritu Santo, la eternidad, la esperanza. El cómo vivamos todas
estas revelaciones le dice al mundo la clase de vida que llevamos. Siguiendo el
argumento de Piper se puede concluir que la gloria de Dios en el mundo está
difusa porque la imagen del cristiano típico de clase media no refleja ningún
sufrimiento por Cristo, al contrario es una clase media cada día más parecida a
los no creyentes, tecnologizada, endeudada, secularizada. El mundo de hoy no
necesita un ambiente de fiesta para revelar a Dios, las superproducciones internacionales de cantantes famosos ya hacen eso y recorren el mundo entero haciendo fiestas, cantando sus canciones y
ganando dinero. El mundo de hoy necesita otra cosa. Queremos ignorarlo, pero hay un grupo importante de cristianos en
el mundo, que por mantenerse fieles a Cristo, que por ser discípulos de Jesús
pagan un alto precio, hasta la muerte. Son hombres y mujeres que tienen puesta su
mira en el más allá, que consideran en poco su vidas con tal de ser fieles.
Ellos no viven de fiesta cristiana en fiesta cristiana. Son hombres y mujeres que sufren y para quienes la vida cristiana requiere el todo, no solo una parte de ellos.
Saquemos la mirada de occidente y aprendamos como viven la verdadera vida cristiana
en otras latitudes, sin cámara, sin luces, sin ruido, sin gritos de júbilo, pero con el corazón radiante de felicidad, llenos de gracia de poder y de eternidad.
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