La cultura Flaite.
Ps. Juan E. Barrera
Ps. Juan E. Barrera
No hay que hacer un gran esfuerzo para descubrir que lo
flaite se ha tomado gran parte del entorno. Por “flaite” nos estamos refiriendo
a esa cultura que exalta lo marginal y que se ha hecho tan común, más que una
moda. La vestimenta, la música, el lenguaje, los gestos, los tatuajes, el modo
de ser vulgar se ha tomado los espacios públicos. Resulta común ver grupos de
adolescentes con el pantalón a medio caer, grandes polerones tipo raperos
norteamericanos y las ya clásicas zapatillas de basquetbol haciendo gestos
extraños con sus manos y hablando una jerga que muy pocos pueden entender. ¿Se
trata solo de otra moda adolescente más o hay algo de fondo? Al parecer las
modas habitualmente traen algo bajo la manga, no son casuales. La cultura
flaite ha encontrado refugio en discursos sobre la no discriminación, el
respeto a la diversidad, de la marginalidad como expresión artística y otros temas
y ha llegado a diferentes medios. Al cine, a la música, a la literatura, a la
publicidad y a la televisión que es su vehículo de propagación por excelencia a
través de programas, entrevistas, y video clips de un sin número de grupos que
se mueven al límite de la delincuencia, incluso muchos de ellos delinquen abiertamente
y pertenecen a pandillas. Esto se refleja en la letra de las canciones que
hablan de sexo, drogas, suicidios, homicidios, abandono, venganza, depresión.
Lo flaite abandonó hace tiempo el mundo del rap o del hip hop y se ha
internalizado en otras áreas, incluso ha penetrado en las iglesias cambiando el
modo de vivir de muchos jóvenes que nunca han conocido la marginalidad y hacen
suyo un discurso que no es propio. Hay muchas explicaciones para este fenómeno,
principalmente sociológicas: marginalidad, transgresión, desesperanza,
protesta, descontento, etc. Es probable que todas tengan algo de razón, no
obstante quiero llamar la atención en un punto de este fenómeno. La pérdida de
la belleza. Lo flaite pierde o esconde la belleza. Cada cultura se esmera por
mostrar lo bello de sí. Un ejemplo de esto fue la presentación de los Juegos
Olímpicos en Londres donde los organizadores, en poco tiempo hicieron un repaso
de lo más bello de su cultura, terminando con Paul Maccartney y su música como
broche de oro. La cultura flaite en cambio es el reemplazo de lo bello por lo
grotesco. De lo estético por lo voluptuoso. De lo fino por lo tosco. De la
creatividad por la repetición y la monotonía. De la armonía por el carnaval. De
la valorización por la cosificación. De la sencillez por la ostentación.
Finalmente lo flaite es el reemplazo del amor por la sensualidad, por la
urgencia. Todo esto, por contradictorio que parezca, se combina o se conjuga en
un estilo de vida donde ser flaite es motivo de orgullo, ¿será resignación?
¿Será falta de motivación? Lo cierto es que los modelos flaites mediáticos
ganan mucho dinero explotando este orgullo. Tienen un mercado cautivo que los
sigue y copia cada gesto que hacen, cada palabra que dicen y van repitiendo sus
canciones como una letanía. Egos pequeños que se creen grandes, transgresores, pero
que son frágiles e influenciables. ¿Cómo llegamos a este punto? Es el abandono
de Dios que trae importantes consecuencias sociales. En Dios está la belleza,
la hermosura, la perfección. Cuando nos olvidamos de Él no nos queda más que la
deformidad, que la fealdad disfrazada de música o de moda. Volvamos a Dios y
recordemos las palabras del Salmista "Una cosa he demandado y esta buscaré, que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová"
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