jueves, 21 de febrero de 2008

A veces lloramos. Reflexiones acerca del dolor
Juan E. Barrera M

Buscando música de Tom Jones en la red di con una vieja canción suya y de Van Morrison “Sometime we cry”. Es una canción dulce y triste a la vez. Un piano y un saxofón ponen el acento especial, mientras las voces van diciendo “a veces conocemos, a veces no, a veces damos, a veces deseamos, a veces somos fuertes, a veces estamos equivocados y Sometime we cry, “a veces lloramos”. El título de esta canción me “inspiró” para escribir acerca de un tema difícil de nuestra fe y acerca del cual llevo un buen tiempo rumiando, el dolor. No creo, ni por un solo momento que en estas breves páginas voy a resolver un tema como este. Mi propósito es más bien ordenar algunas ideas y hacer más preguntas y responder otras.
¿Por qué sufrimos? ¿Por qué sufre la gente buena? Estas son preguntas que rondan la existencia humana desde siempre. Algunos intentos de respuestas son: porque las personas se lo buscan con sus conductas de riesgo, porque es el resultado de sus decisiones, es la consecuencia de su pecado, o porque es lo que te toca vivir y ya. Pareciera que si la gente que sufre, es a nuestros ojos gente mala, no nos duele tanto y de alguna manera, aunque disimulada sentimos que se lo merecen, casi como una venganza social, si esas personas están en el grupo de quienes rechazamos, dictadores, abusadores, delincuentes, torturadores y otros. Pero cuando las personas que sufren son las que consideramos gente buena, nos llenamos de incertidumbre, de pena y de interrogantes. Cuando conocemos historias como la de un niño de meses que muere de hambre debajo de su cama con un trozo de pan en la mano, en el norte de nuestro país, mientras su madre muere en la calle a pocos metros de él, sin que a nadie le importe y sin que nadie lo echara de menos, entonces de ganas de decir, “a veces los cristianos lloramos”.
El tema del dolor ha sido estudiado y tratado de dilucidar de una y otra forma por muy buenos y distintos escritores, pero no tiene respuesta ¿Por qué muere la madre de un niño Down que era la única que lo cuidaba? ¿Por qué muere el hijo del pastor que sirve a Dios y le ha dedicado su vida? ¿Por qué el esposo abandona a su mujer y a sus hijos, se va con otra mujer y deja a su familia destrozada y llorándolo toda la vida? ¿Por qué muere de cáncer la mujer joven o el niño que aún no llega a la adolescencia? ¿Por qué no funciona el negocio que es el sustento familiar? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?........ Podríamos seguir hasta el infinito y la lista sería enorme. Parte de mi trabajo es escuchar a personas e intentar ayudarlas de una u otra forma y he escuchado historias de sufrimiento y dolor a las que es imposible permanecer impávido, pareciera que hay personas que “nacieron para sufrir” y frente a esas historias he aprendido a no argumentar ni a defender a Dios, simplemente lloro con ellos y en mi corazón le pido al Señor que más que una técnica apropiada me de un corazón apropiado, el de Jesús.
Podemos abordar el tema del dolor desde distintos caminos, desde el más frío y racional hasta el más apasionado, pero aún así no encontraremos respuesta. Los legalistas preguntarán, como los apóstoles ¿Quién pecó, este o sus padres? El seguidor de la sanidad divina dirá “Les falta fe para confesar que están sanos”. Otros, sin temor alguno se atreverán a decir que “Dios está tratando con ellos” y muchos otros se preguntarán “¿Cómo Dios permite que estas cosas pasen?”y lo que sucede es que al final del camino llegamos a Dios. Podemos intentar un análisis desde la filosofía, desde la idea del progreso humano, de las ciencias, pero más temprano que tarde llegaremos a Dios y nuestro acercamiento puede tomar varios caminos.
El dolor es una experiencia inherente a la humanidad, forma parte de la vida. Entonces ¿por qué nos descontrola o nos saca de centro? Creo que la respuesta es que aunque sabemos que el dolor forma parte de nosotros no es algo que deseemos, no forma parte de nuestros planes de vida, ni nos preparamos para ello. Para nosotros la vida está asociada al placer y era que no, si tenemos toda una maquinaria publicitaria que nos dice que la vida es pasarlo bien, ser bello, viajar, ganar mucho dinero, ser famoso. En este concepto de vida no hay lugar para el sufrimiento. A tal punto ha llegado esta tendencia que hoy hablamos de vida y de calidad de vida. Si alguien no vive según lo que nosotros creemos (que en realidad es el discurso que nos hemos tragado), de manera no apta o sin la calidad (¿qué será eso y quien lo define?) pensamos que es preferible no vivir. Sin embargo, la historia reciente, solo por nombrar algo nos revela otra cosa: Frida Kalo, por ejemplo nos demuestra que el dolor o sufrimiento puede ser llevadero y que aún puede ser una fuente de creación. Borges es un ejemplo de superación de las limitaciones y de lo infinito a que se puede llegar y no olvidemos también que probablemente el hombre más inteligente de este planeta apenas puede mover su cuello.
También tenemos un buen ejemplo de superación del dolor en tantas mujeres solas que renunciando a ellas mismas, a sus anhelos y sueños luchan cada día por sus hijos y por su familia, que trabajan de sol a sol y salen adelante, que realizan los trabajos menos remunerados y más sacrificados y aún tienen sonrisas, sonrisas que nos regalan cada día y que nos dicen que vivir es lindo, o los niños que se crían prácticamente solos, sin afecto ni límites, sin regaloneos, sin las chucherías que la mayoría de los niños tiene, que trabajan de pequeños, que limpian autos en la esquina o venden tortillas casa por casa el día de navidad como uno que golpeó la puerta de mi casa y casi me hace llorar. Para ellos, como algunos de mis alumnos,  la vida sigue siendo linda, y sonríen cada mañana con su acostumbrado “hola profe, me quedé dormido otra vez”. Frente a estas situaciones “a veces lloramos”.
El tema del dolor nos lleva a Dios, y como ya dije, podemos partir de muchos caminos, pero sin duda llegaremos a Dios, adorándolo o rechazándolo, viviendo obedientes a El o siendo indiferentes.
Muchas personas se acercan y llegan a tener una experiencia genuina con Dios como resultado del dolor, el dolor de la muerte, de una enfermedad, de un divorcio, de una desilusión, de la cesantía, del rechazo o del abandono. Es en este momento cuando sus corazones se abren a lo trascendente, a lo divino y buscan a Dios.
Otro grupo se vuelve agnóstico o abiertamente ateo luego de una situación de dolor en la que Dios no respondió y se sintieron abandonados a su suerte y presas de la impotencia y de la indignación. Su frase más recurrente es ¿Por qué Dios permite que algo así suceda? Nosotros los cristianos ¿No nos hemos hecho esa pregunta también muchas veces? El problema del dolor en el mundo es la principal razón del ateismo actual.
Creo, que podemos abordar el tema de la siguiente manera:
El relojero jubilado. Dios se jubiló. Dios está presente en todo lo que ocurre, en todo lo que ocurrió y en todo lo que ocurrirá, esto incluye el holocausto judío, el atentado a las torres gemelas o las cientos de mujeres víctimas de femicidio en el mundo y los cientos de pobres que mueren en sus trabajos por la bajas condiciones de seguridad en las que laboran, o los refugiados en medio oriente, hacinados, olvidados. Dios está presente, no puede no estarlo, pues uno de sus excelsos atributos es la omnipresencia, esa condición suya, solo divina, de estar en todo lugar. El ve este mundo, ve sus dolores, sus heridas, escucha su llanto y llora sobre las ciudades, pero no hace nada, porque su labor fue, crear este mundo y mantenerlo funcionando, pero no intervenir en el, como el relojero que creó su mejor reloj y ahora lo deja funcionando solo y se va. Es el creador y sustentador de su obra, pero no interfiere en la historia humana, y honrando el libre albedrío humano, obra suya también, deja que sea el hombre quien resuelva sus problemas.
Trabajó en la creación y mantención de su obra, pero ahora ya se jubiló y no trabaja más, por lo que el hombre, libre y autónomo como reclama ser debe superar sus problemas, sin mirar hacia arriba. Deberá repetir de cuando en cuando en su vida “A veces lloramos”, sin encontrar las respuestas. La pregunta más importante en esta posición es ¿Interviene Dios en la experiencia humana? La respuesta es no, Dios no interviene en la historia humana, creó al mundo con sus leyes y ahora este se rige por ellas. Si el hombre sufre y llora deberá buscar las respuestas en algunas de las leyes que rigen este planeta y el universo. Dios ha dado sabiduría y libertad al hombre para que este resuelva de acuerdo a leyes naturales, sean estas leyes biológicas, sociológicas, o matemáticas. También puede buscar respuestas por medio de la especulación filosófica, o soluciones por medio de la ciencia o la psicología. Dios conoce todo, pero no interviene.
No hay Dios. Segunda forma de abordar el dolor. El dolor forma parte de la experiencia humana, nos guste o no, lo aceptemos o no. La vida está llena de cosas buenas y cosas malas. “Tiempo nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar,…” son las palabras del Koelet. No hay que reclamar, porque no hay quien reclamarle y si lo hacemos serán reclamos sin sentido hechos a “la vida”, “la mala suerte”, “el destino”, “el azar”.
Esta es una postura que lleva a quien la cree, de la impotencia máxima a la resignación obligada. El hombre por el hombre, solo el hombre y para el hombre ¿A quién reclamar? En el mundo natural no hay ventanas, esta vida es todo lo que hay, el amor, el trabajo, la belleza, le creatividad y el dolor.
Puesto que somos resultado del azar, de una evolución, la de los mejores y del funcionamiento físico-químico el dolor encuentra su respuesta en el mal funcionamiento de esta máquina llamada cuerpo. No debiéramos sorprendernos si algún neurotransmisor, o alguna célula no funciona correctamente, después de todo siempre existe la posibilidad que eso ocurra. Si el origen del dolor no es el cuerpo, entonces tal vez provenga del mal funcionamiento de las estructuras sociales, de la mala distribución de los ingresos, del sexismo, del racismo, de la desigualdad de género o serán las leyes del azar o de las probabilidades las que se conjugan para que tal o cual situación se produzca y genere dolor. La explicación del dolor en esta postura es solo material. No hay respuestas, solo reconocer resignadamente que “A veces lloramos”.
El ateo está convencido que la ciencia terminará y erradicará totalmente el dolor físico. Muchos ya lo afirman categóricamente, el dolor físico ya no existe. El ser humano ya no sufre de esta manera, pero la ciencia no logra todavía erradicar el dolor ¿psíquico? ¿Existencial? ¿Displacer? Muchos creyentes en Dios se vuelven ateos precisamente por el tema del dolor. Su premisa es “Si Dios existiera no debería pasar esto”, cuestiona su existencia, su soberanía, su amor y como no encuentran respuestas llegan a la conclusión que en realidad Dios no existe.
Para este grupo de personas el sufrimiento además del hecho en sí mismo viene también del hecho de no encontrar sentido en ese dolor ¿Qué propósito o que razón hay en que un niño pequeño no pueda caminar? ¿Qué sentido tienen los genocidios? ¿Qué propósito puede haber en una catástrofe natural donde mueren miles de seres inocentes?
¿Tienen algún sentido los crímenes? Estas personas, al igual que nosotros piensan que el dolor debería ser erradicado de la vida humana. Todas sus esperanzas humanistas y progresistas se vienen abajo frente a una situación dolorosa que no pueden controlar. Recuerdo muy bien a dos personas muy conocidas en Chile que sufrieron la pérdida de sus seres queridos, una a su esposo y el otro a un hijo. El dolor reflejado en sus rostros era tan grande que me impresioné, y al ver las fotografías en los diarios no pude menos que llorar también, sentí su dolor como mío, aunque nunca los he visto en persona. Toda su fama, influencia, belleza y dinero no pudieron evitar la muerte de sus seres amados y ¿A quién reclamar? ¡Es la vida!

Dios existe e interviene en la historia humana. Esta es la respuesta cristiana al problema del dolor, una respuesta a medias porque tampoco nos es revelado todo al respecto.
El origen del dolor no está en Dios, está en la vida caída del ser humano, es fruto de la desobediencia humana a los mandatos divinos, argumento difícil de aceptar a quien sufre en este preciso momento, difícil de aceptar porque no trae consuelo alguno, pero es así, el dolor entró al mundo y lo hizo para quedarse, en forma de muerte y enfermedad, de abuso, de abandono, de pérdida, de vergüenza.
El dolor es el resultado de la caída humana, del pecado humano. En el relato de Génesis tres encontramos las primeras alusiones al dolor, dolor al dar a luz, dolor al trabajar, el dolor del rechazo y de la desobediencia. Luego viene el dolor del asesinato, de la disensión, de la vida disipada, hasta llegar al dolor mismo de Dios en el capítulo seis, “…y le dolió en su corazón” dolor que le lleva a actuar con justicia, pero con gracia también. Este pasaje, escrito de manera poética, antropomórfica ya nos entrega un dato importante, cuando tú y yo lloramos en realidad nunca estamos solos, hay alguien más que llora frente a la maldad humana, ese es Dios mismo. Quizá la lluvia que nos moja en invierno sea un símbolo de ese dolor divino constante sobre la tierra, su tierra.
El dolor no estaba en los planes de Dios, El hizo un hombre perfecto y parte de esa perfección es su capacidad de elección. El dolor es parte de la elección humana y en algunas ocasiones continúa siéndolo. En muchas otras el hombre no decide sufrir, es víctima de otros, de la codicia de otros, de su egoísmo, de su indiferencia, de la maldad de otros.
En todo el Antiguo Testamento vemos manifestarse el dolor como algo propio de la humanidad. Es el resultado del engaño, de la mentira, de las ambiciones personales, de la guerra, del pecado, etc. En los salmos David nos entrega en muchas ocasiones sus reclamos a Dios frente al dolor, a veces con desesperación ¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuando esconderás tu rostro de mí?
Pero es en el libro de Job donde encontramos algo más sobre el dolor, aunque tampoco es la respuesta, pero nos entrega información importante, a saber:
-Dios permite el sufrimiento y pone límites a este
-Las áreas del dolor son: la salud, la familia, las posesiones
-El dolor saca de nosotros lo mejor y lo peor
-El dolor afianza o se lleva nuestra fe en Dios
-El dolor tiene un sentido
-Dios interviene en el dolor si es que El lo desea.
De todos los tópicos anteriores, deseo dedicarle unas palabras a lo relacionado con el sentido del dolor.
La posición de Job muy bien representa nuestra propia situación. Está muy bien, se siente feliz, tiene todo lo desea en la vida, tiene muchas posesiones, tiene salud y una linda familia. De pronto todo se viene abajo y de a poco comienza a perder todo lo que tiene y que tanto esfuerzo la costó. Conocemos la historia, llega el momento en que Job, totalmente solo, en un vacío existencial como ninguno, en el abandono absoluto se sienta en el suelo, lleno de sarna se rasca con una piedra y maldice el día en que nació. ¡Qué escena! El varón de Dios herido hasta lo sumo, superado solo en el dolor por ese otro varón, el muy Amado Varón de dolores colgado en una cruz. Puedo imaginar la miserable vida de Job, sus preguntas, sus pesadillas, su llanto, su sinsentido, su imagen de si mismo y sus recuerdo de cuando era feliz, el dolor de las burlas y las críticas de quienes consideraba sus amigos, hasta que ya no puede más y lanza su reclamo contra Dios, se desahoga, me lo imagino gritando solo y llorando a gritos preguntando a Dios el porqué de su situación. Como respuesta del cielo solo recibe la luz de las estrellas que brillan allá lejos como testigos mudos de su tragedia y de su pena.
La historia pudo haber tenido un final distinto, tal vez mucho peor si Dios no interviene. En los últimos capítulos vemos a Dios tomar la iniciativa, vemos a Dios acercarse a la miseria humana y escuchar y perdonar, en un acto de su soberanía Dios le muestra a Job su sabiduría, su gloria y los compara con la fragilidad de la vida humana y Job al descubrir este contraste, se arrepiente y siente que todo su dolor ha tenido un propósito, siente que aunque no entiende los por qué ni los cómo de su situación, toda esa pena, ese dolor, ese sufrimiento tiene una razón de ser y exclama “Por tanto, yo hablaba lo que no entendía…de oídas te había oído, más ahora mis ojos te ven”.
En esta tercera postura, Dios toma la iniciativa y lleva para bien lo que a nuestros ojos son tragedias. El fin del dolor es conocer a Dios, esa es la conclusión de Job, antes del sufrimiento Job creía conocer a Dios, luego de todo ese tiempo de dolor y de abandono,
Él dice ahora sí que te conozco. Dios interviene en la historia de las personas, y encamina sus dolores a sus propósitos.
Frente al dolor podemos identificarnos con Jesús, el muy Amado Maestro quien fue“ despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado y no lo estimamos”. Es sobre este siervo sufriente, lleno de dolor que Dios colocó “nuestras enfermedades…y nuestros dolores” y es por sus llagas que fuimos curados (¡adoremos a Jesús el Señor!). Aunque a veces lloramos no estamos solos.
Alguien ha dicho que nuestra vida es como el reverso de la alfombra que Dios está tejiendo, y nosotros solamente podemos ver esta cara del trabajo. En este lado de la alfombra no se distingue la obra final, solo se ven nudos, hilachas, enmiendas, remedos, una mezcla de colores que no dicen nada ni nos muestran nada, pero un día, ¡bendito día! el autor de esta alfombra decidirá que la obra ya está terminada y nos mostrará el lado correcto. Entonces contemplaremos extasiados la obra final, la armonía de los colores, la perfección del autor y la belleza que él ha puesto en ella. En ese día comprenderemos y adoraremos, inclinado el rostro y con manos levantadas, ya no será necesario llorar a veces y si lo hacemos será de alegría y admiración.

1 comentario:

  1. Felicitaciones Juan!!!
    No siendo un escritor de oficio sorprende tu forma sencilla pero ordenada y muy limpia de narrarnos experiencias y comentarios enriquecedores y entretenidos, "Ya no escucho el tren" podría estar en cualquier antología de relatos ficticios (aunque es verídico) Y los mensajes son bien documentados, y reflexivos. Me gustó mucho el del dolor, me reconfortó de varios de mis pesares. ¡Dios te bendiga Juan y te de la sabiduría y las fuerzas para seguir enriqueciéndonos con tus escritos! Gracias muchísimas!!

    Manuel Bello

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