jueves, 21 de febrero de 2008

ENTRE EL ENCANTO Y EL REENCANTO:
Reflexiones de un profesor evangélico

H
ace tiempo que tenía ganas de escribir algo sobre la educación cristiana, y al comenzar aún tengo los mismos temores y dudas acerca de hacerlo que tenía hace muchos años. Hoy tengo un plus que antes no tenía; una década de enseñar en varias escuelas, evangélicas y no evangélicas.
Mi inicio como profesor de educación general básica fue bastante particular, quizá algún día lo cuente, si a alguien le interese, pero esa tarde, hace casi diez años atrás, con un terno regalado por mi amigo Gonzalo Troncoso y la mirada expectante de mi esposa, partí a la escuela, orgulloso y contento, confiado que el Señor estaba obrando y que él tenía muchos planes en la educación chilena y que de alguna manera yo podía participar y ser usado en ello. Hoy ya no tengo el mismo entusiasmo, o las mismas expectativas, acerca de esos planes divinos, aunque aún mantengo mi entusiasmo por la pedagogía y creo que este aumenta cada día más, puesto que hoy estoy terminado una maestría y soy profesor de un tercero básico.
Mi deseo en estas palabras es hacer un análisis, intentando no perder de vista, el hecho de que el todo es más que la suma de las partes y pretendo hilar argumentando desde la práctica y desde la teoría, si es que esta diferencia puede hacerse y si es que yo soy capaz de realizarla, y deseo enfatizar en la primera sección la parte práctica, pues todos los artículos que he leído sobre educación evangélica ninguno lo menciona y tampoco al parecer se le asigna importancia.
Hace diez años atrás, había un discurso en el ambiente evangélico y este era que Dios estaba haciendo grandes cosas en la educación, y que nunca en la historia de este país había habido tantas oportunidades para realizar algo (cosa que compartía totalmente), había cierta ebullición en el ambiente y todo apuntaba a que algo grande iba a pasar, además en ciertos sectores de la iglesia, se levantaban muchos profetas, nacionales y foráneos vaticinando solo cosa buenas y grandes para la iglesia en Chile.
El ambiente en los colegios, aunque es imposible generalizar, y aunque también conocí varios, era optimista, muchos creyentes comenzaron a estudiar pedagogía, se formaron colegios evangélicos, se publicitaron colegios evangélicos, se organizaron encuentros para profesores evangélicos, prácticamente todos querían evangelizar a través de la educación, etc, ( hay algunos colegios que ya funcionaban bastante tiempo antes), pero al momento de interiorizarse en el trabajo, con la visión que da el día a día, y el devenir propio del quehacer académico me comenzaron a saltar a la vista algunas dificultades:

Colegios cristianos o con ambientes cristianos.
Algunos colegios son cristianos, porque el ambiente y las actividades son cristianas: Se inicia con una oración, con un devocional, el personal son todos evangélicos, incluido el personal administrativo y auxiliar, se tratan de hermanos, traen un pastor para algunas charlas, o para la clase de religión, reciben ayuda de misioneros extranjeros, etc, pero en lo esencial no hay diferencias con otros colegios, ¿Qué es lo que llamo esencial?:
1. La estructura de la organización
2. La preparación del profesorado
3. La noción de sujeto
4. La visión de educación
5. La preparación técnica
6. La malla curricular

En estos puntos no he visto muchas diferencias con otros colegios en igualdad de condiciones. Existe mucho entusiasmo en algunas personas por hacer algo diferente, punto importante porque indica la percepción de muchos profesores de que algo no está bien con la educación de hoy, sin embargo, en lo referido, que yo considero clave no hay mayor intervención.
El ministerio de educación exige pasar los contenidos mínimos y a partir de ahí deja libertad de acción, es posible crear programas propios, actividades extra programáticas propias, por lo tanto es posible trabajar el currículo, por ejemplo, intervenirlo sin alterar lo que exige el Mineduc y que es fiscalizado por ellos. Tengo la impresión que la educación cristiana, para muchos, consiste en pasar los contenidos (si es que se alcanzan a pasar) y dejar lo cristiano a criterio del profesor, que si sabe como hacerlo se convierte en una verdadera cuña cristiana en la mente de sus alumnos, o como un anexo adosado a la semana santa o la navidad, pero los contenidos son enseñados de igual forma.

El conocimiento técnico-pedagógico
Otra cosa descubrí, una falencia seria, entre las que me incluí rápidamente: falta de conocimiento técnico entre las personas a cargo de los colegios, recuerdo como excepción a una dama, en un colegio, con quien aprendí mucho, el resto intentaba hacer su trabajo de la mejor manera, peor no siempre con éxito. En los colegios cristianos son muchas las personas que opinan, pastores, misioneros, líderes denominacionales, el sostenedor de la escuela, los familiares del sostenedor, los apoderados, pero son pocas las personas que realmente saben lo que están haciendo o que se dan cuenta la dirección que se debe tomar o tienen la libertad para hacerlo. Todos tienen buenas intenciones y desean hacer lo mejor para Dios, pero falta la preparación especializada.

Los profesores evangélicos
Al pasar los años, enseñando observé otra cosa: Nosotros los profesores evangélicos presentábamos ciertas características comunes: la gran mayoría éramos adultos jóvenes, venidos de universidades con programas especiales, algunos presenciales, otros a distancia, sin mucha experiencia, muchos pastores, o líderes de iglesia y muchas veces en las discusiones solía notarse cierta falta de manejo universitario, muchas veces se formó una cultura de iglesia en la escuela que sobrepasaba esta formación universitaria: profesionales que se negaban a realizar tal o cual cosa, porque la tendencia de su iglesia no estaba de acuerdo con ello, profesionales que se negaban a asistir a actividades de la escuela si esta entorpecía alguna actividad de la iglesia, personas hipersensibles o inflexibles a quienes les costaba mucho trabajo diferenciar su labor profesional en la escuela de las actividades en la iglesia. Profesores a los que si se nos llamaba la atención nos enojábamos y resistíamos. Esta cultura de iglesia, también estaba presente entre los apoderados, recuerdo una vez de un apoderado que se negó a que su hija bailara cueca para un 18 de septiembre ( por mundano) y sólo accedió a ello cuando lo hizo encerrada en el baño de mujeres, para poder ponerle la nota, sin que nadie la viera. Otra apoderada no le daba el medicamento recetado por el médico a su hijo hiperactivo porque el pastor de la iglesia le dijo que no se lo diera, porque era droga, mientras el niño ¡nos tenía locos en la escuela!.Trabajando como docente directivo una apoderada me llamó fuertemente la atención porque yo “había hecho algo indebido”, intentando disimular mi curiosidad, la apoderada me dijo “usted el otro día en la reunión del Kinder dijo “poto”¡y eso un cristiano no lo hace!...
La falta de experiencia entre nosotros se notaba en cierta confusión respecto de temas que son propios del quehacer pedagógico, vivimos la época de guerra entre el conductismo-constructivismo, pedagogía individual-pedagogía de proyectos, trabajo personal-trabajo en equipo, tradición-innovación, etc y había pocas voces que dijeran “¡este es el camino andad por el!” por lo que cada uno cerraba la puerta de su aula e intentaba “descubrir la pólvora”que diera resultado y diera con los metas trazadas.
El gran desafío para nosotros los profesores cristianos sigue siendo la preparación, la superación, el perfeccionamiento, la especialización, el trabajo en equipo, el trabajo por competencias. Y en este tema no sé si la falta de especialización se debe a que los profesores no queremos estudiar y especializarnos, si las escuelas no presentan oportunidades o si dentro de los planes del colegio no hay un énfasis en la preparación, pero en las escuelas evangélicas y no evangélicas se nota la falta de profesores en varias asignaturas; Inglés, Matemáticas, Educación Musical, Lenguaje y Comunicación etc.

El trato profesional
Ligado a lo anterior, en relación a los profesores, me atrevo a escribir, no sin cierto temor de herir susceptibilidades, acerca del trato que reciben como profesionales. No tengo dudas, y lo repito, no tengo dudas que existen establecimientos donde los profesionales de la educación reciben el trato y la dignidad que merecen, sin embargo a lo largo de estos diez años de enseñanza sé que no en todas las escuelas cristianas ocurre así. Hace solo un par de semanas me enteré por un compañero en la universidad de un conflicto serio que los profesores de un colegio evangélico tienen y está relacionado precisamente con el trato que reciben por parte de quienes dirigen el establecimiento. En lo personal muchas veces me sentí desvalorizado, como una pieza en una gran maquinaria donde mi labor se reducía a hacer el trabajo y hacer que la maquinaria funcionara, sin importar el desgaste emocional, físico, o la indefensión en que muchas veces uno como profesor se encuentra. No había sala de profesores, no existía un lugar donde colgar la ropa, un lugar apropiado para almorzar, donde calentar la comida, si eso existía era porque los propios profesores pagaban por ello o recibían lo necesario de parte de los apoderados, pero no formaban parte de la preocupación de las instituciones. No existía pago de locomoción o de colación, y si existía era para la risa. Reclamar y exigir los derechos está penado con el exilio.
Existe una distancia enorme entre lo que pretendemos lograr en la educación y lo que realmente pasa en la realidad y creo que no toda esa distancia se debe al trato que reciben los profesores pero una buena parte sí lo está y no estoy seguro, pero tengo la intuición que si las condiciones laborales no mejoran en un plazo de cinco años más se va a comenzar a producir un éxodo de profesores, de preferencia entre los profesores varones. Déjenme graficar con un ejemplo a lo que me refiero: Era el día del profesor en un colegio cristiano donde trabajábamos alrededor de 15-20 profesores, hombres y mujeres, la gran mayoría padres de familia, todos con cosas buenas y cosas malas, pero con más virtudes que defectos y deseosos de hacer algo en la escuela. Nos comunicamos con la gerencia del establecimiento, para solicitar un bono de celebración, porque un almuerzo o cena como en otros establecimientos era mucho soñar. Si no hacíamos eso, el día del profesor pasaría sin que nadie lo notara. Esperamos unos días hasta que la respuesta llegó. El bono venía en camino, grande fue nuestra sorpresa, el bono era de 1000 pesos (en ese tiempo la Cajita Feliz costaba 1200 pesos) así que no nos alcanzó ni para la Cajita Feliz. ¡Ese fue el reconocimiento de la institución para sus profesores! Una institución que maneja millones de pesos al mes entrega 20.000 pesos al personal docente ¿Es eso respeto y afecto por el personal docente? (ahora que han pasado un par de años, me pregunto por qué no devolvimos ese dinero junto a una nota de disgusto, creo que el discurso de “respeto y sometimiento a la autoridad”fue más fuerte que nuestra rabia y sentido de impotencia, este discurso está en nuestro inconsciente colectivo evangélico y algunos se aprovechan de ello). Déjenme contar otra anécdota: En un colegio cristiano donde trabajé me era imposible entender mi papeleta de pago, hice varias consultas, pero no conseguí que alguien de la institución lo hiciera, así que me dirigí al colegio de profesores y solicité una hora con uno de los abogados. “¿Cuál es su reclamo profesor?, me dijo al ingresar, “no tengo reclamo alguno,- dije yo-solo quiero entender mi papeleta de pago y en el lugar donde trabajo nadie me lo ha explicado, -bien – me dijo, y con calculadora en mano por más de 45 minutos tratamos inútilmente de entender los números, ítems y cuentas en la liquidación de sueldos, nada coincidía, estaba llena de contradicciones y siglas que el abogado no supo descifrar, lo único que coincidía era la cantidad mínima exigida por el gobierno por la cantidad de horas que yo tenía y que es lo que la inspección del trabajo también exige.- “ lo siento, profesor, no entiendo la papeleta”- fueron las palabras del abogado, y dándole la mano me retiré, desconfiando de las prácticas de la institución. No compartí con nadie lo ocurrido salvo a uno o dos colegas de mi confianza. Existe una diferencia muy grande entre lo que se dice y lo que se hace, entre el discurso y la realidad. No podría asegurarlo, pero tengo la impresión que muchos profesores cristianos ganan el sueldo mínimo establecido por el estatuto docente sin ninguna perspectiva de mejora y sin ninguna otra regalía “¡Pero si siempre los profesores han ganado poco!” “¡Usted sabe que esta carrera es vocación!”...hemos escuchado estos argumentos ¿verdad? “Es que la institución no tiene dinero…”también escuchamos eso. Este tipo de comentario es contradictorio con la distribución de sueldos al interior de los colegios y también con las palabras repetidas incesantemente en las escuelas “lo mejor para el Señor”, ”debemos trabajar con excelencia para el Señor”. Parece, lamentablemente que esa excelencia no alcanza para el profesor.

Un modelo pedagógico
La falta de un modelo pedagógico propio. Parece que nos tocó el tiempo del tan mencionado cambio de paradigma conductista-constructivista y cada colegio quiso hacer lo mejor que pudo para cumplir con los postulados de la Reforma y estar a tono con la contingencia educacional. Esta experimentación creo, desorientó a algunos e impidió la creación de un plan de trabajo centrado en las necesidades de la comunidad en que estaba inserta la escuela. Muchas escuelas no tenían un proyecto educativo institucional, algunos se esforzaban por llevarlo a cabo, otros simplemente no lo tenían. Cada profesor trataba de hacer lo mejor que podía en su aula, pero no había un plan integral que proyectara al colegio en metas claras y específicas que lograr. Recuerdo un artículo escrito por Iván Ruz hace un tiempo atrás comparando los modelos pedagógicos y sus resultados, creo que intentando estar a tono con la Reforma muchos colegios se quedaron en la experimentación pedagógica, pero tal vez solo hayan seguido la tendencia y los resultados no sean de los mejores. Si no hay un modelo pedagógico nuevo, constructivista, basado en aprendizajes significativos, habilidades de pensamiento, crítica y reflexión creo que es mejor seguir trabajando del modo tradicional y conseguir lo que se busca. Como suele ocurrir en el mundo evangélico en otras áreas, también en educación, intentamos practicar modelos pedagógicos extranjeros, e intentamos que den resultados en nuestros contextos. Sin duda que estos modelos tienen cosas positivas, pero es probable que tengan más limitaciones.
En el artículo de Iván Ruz al que hice alusión, él no lo dice, pero queda claro que aboga más por un modelo tradicional de educación. Como profesor, ahora en un colegio no evangélico pude comprobar la efectividad de un modelo tradicional aunque respetando la cultura de ese ambiente: la escuela está en una comuna del sector sur de Santiago, niños con muchos de los problemas que azotan a los sectores más carenciados, sin embargo estamos dentro de los primeros lugares de la comuna. El secreto, tres principios fundamentales: trabajo, trabajo, trabajo.
Es posible tomar el documento sobre las escuelas efectivas en sectores pobres y descubrir que nuestra escuela cumple uno a uno los puntos estudiados como factores de éxito.
Cada vez que veo el éxito de algún programa o la efectividad o la alegría de las metas cumplidas, pienso con nostalgia “nosotros podríamos hacer lo mismo”.

La distribución de los recursos
El dinero ha sido siempre una dificultad en el mundo evangélico y por varias razones en la educación se nota más, y aunque muchos colegios trabajan con el sistema de financiamiento compartido el dinero parece nunca alcanzar ¿quién comienza una empresa si sabe que no se financiará?... Un área donde la falta de dinero se hace obvia es en las actividades extracurriculares que son tan importantes en la formación de un niño: implementos deportivos, instrumentos musicales, materiales para la expresión artística, una biblioteca importante, salidas pedagógicas, programas deportivos, coros, actividades literarias, festivales de poesía, y otras tantas actividades están ausentes en muchos colegios por falta de dinero. Los colegios evangélicos no se han destacado en estas áreas.
Unos años atrás fui representando a la escuela donde trabajaba a una reunión con diferentes directores y sostenedores evangélicos de distintas comunas de Santiago. La conversación rápidamente comenzó a girar en torno al tema de lo que Dios deseaba hacer y estaba haciendo en la educación en Chile, y todos intentaban mostrar lo bueno y las ventajas que ofrecían sus colegios. En medio de la conversación pedí la palabra, reconozco que a lo mejor me salí del protocolo evangélico, ¡pero que le voy a hacer!, me ha pasado otras veces, y dije:” ¿En sus colegios los profesores son bien pagados, se les trata bien en esa área?”Al ver los rostros que me miraban fijamente y las sonrisas desaparecían automáticamente, cerré los ojos y pedí al Señor que viniera en ese momento, pero los abrí y no estaba en el cielo, sino frente a esas personas mirándome con cara de “cómo se le ocurre hacer ese tipo de preguntas”- yo tontamente intenté arreglar la situación y dije: “porque ustedes saben que el trabajo en el aula es grande, y los profesores trabajamos bastante”- fue peor- se produjo un silencio culposo y desagradable, finalmente la directora de un colegio en La Florida me miró con misericordia y llena de gracia me dijo “hermano…usted sabe…el dinero es escaso…”-entonces me di por respondido, pero el rubor me duró todavía unos minutos más.

Educación cristiana para cristianos.
Hay un aspecto en el que vengo pensando y reflexionando desde hace años y es el siguiente, cuando hablamos de educación cristiana debemos definir a quienes va dirigida, puesto que hacer educación cristiana para cristianos, al menos en el papel, no se ve un desafío tan grande: hay acuerdo en las cosas fundamentales, y es una educación entre cristianos. Este modelo sigue el sistema americano que es la privatización de los colegios, colegios cristianos, con currículo propio, personal propio y recursos propios y que lentamente terminan aislándose del quehacer en la sociedad, comienzan en el Kinder cristiano y terminan en la universidad o College cristiano. Es una alternativa para protegerse de la perversa influencia de la sociedad, personalmente creo que no es el mejor modelo, pero ¿Cuál es, a mi parecer, el verdadero desafío? Una educación cristiana para todos, una educación cristiana en los sectores pobres, carenciados, donde además existen muchos cristianos que no están en condiciones de pagar un colegio particular o uno subvencionado. Hacer una educación cristiana para todos es un verdadero desafío, primero, porque si es un colegio particular subvencionado, que es la tendencia más fuerte entre nosotros, se trabaja con dinero del estado, y de acuerdo a las reglas del estado chileno, que muchas veces llega a resultar contradictorio con los valores evangélicos: permisividad, sexualidad precoz, indisciplina, protagonismo desmedido de alumnos y apoderados y otros.¿Cómo enseñar una visión cristiana de la vida sin ser acusados de proselitismo o de retrógrados? ¿Cómo enseñar una visión cristiana de la vida sin caer en los excesos o enfatizar los puntos doctrinales de tal o cual grupo? ¿Cómo mantener una disciplina fuerte sin ser acusados de represores? o ¿Cómo oponerse a la homosexualidad en los colegios sin ser tildados de discriminadores homófonos y ser acusados a la oficina provincial?

Son mejores las escuelas evangélicas
Finalmente deseo hacer mención a un aspecto, del que creo aún no hay una información clara:
¿Son mejores las escuelas evangélicas que otras escuelas? ¿La calidad de la educación es un plus del cual las escuelas evangélicas podamos sacar provecho? Una vez más, es probable que existan buenas excepciones, pero pareciera que no es la regla, no he escuchado ni he leído del rendimiento sobresaliente de algún colegio evangélico, sí es así, no tendré temor de retractarme de lo que he escrito, pues mi deseo es que así sea, que la excelencia de la que hablamos, se vea reflejada en un excelencia académica con la cual ganarnos un nombre en el mundo de la educación. Es muy probable que tengamos que esperar unos años más para responder esta pregunta, que considero no es menor.

Dije al iniciar este escrito, que mi intención era hacer un análisis desde la práctica hacia la teoría, pues creo que ambas esferas son recurrentes entre sí. La práctica nos hace reflexionar en lo teórico, y la teoría nos lleva a la práctica, el proceso enseñanza –aprendizaje se va haciendo, se va construyendo desde ambas perspectivas, por lo que ahora mencionaré algunos aspectos de tipo teórico.

Un problema teológico
Cuando comencé a trabajar como profesor me interesé, más que antes, en el tema de la educación en la Biblia y descubrí por mi mismo lo que muchos ya habían descubierto, que en la Biblia, la educación va ligada a la transmisión de la fe, a la transmisión de una cosmovisión, el conocido Shema es el modelo de cómo la fe y los valores dependían de la educación de los hijos.
En la educación evangélica en Chile se ve poca reflexión teológica, porque la actividad teológica en realidad es poca, mucha némesis, pero poco trabajo propio. Además en la mente de muchas personas la educación sigue siendo un aspecto secular, del que poco tenemos que ver, refiriendo con ello a la dicotomía de pensamiento mencionada por varios autores. Un alumno del colegio donde trabajaba era un niño inteligente pero había bajado notoriamente su rendimiento. La profesora citó al apoderado, quien era un pastor, luego de la conversación con él, la profesora volvió sorprendida con lo que este pastor le dijo, -Juan, -me dijo la profesora,- después que le di el informe del rendimiento del niño, él me dijo que no le importaba, que lo más importante era que fuera salvo y nada más- No cuestionamos la importancia de la salvación, ¿pero había que quedarse solo en eso?
De esta reflexión me gustaría que quedaran en nuestra mente algunos conceptos que pudieran enriquecer el quehacer educativo cristiano evangélico.

Una cosmovisión cristiana
A este tema llegué después de siete años de estudios teológicos y lo hice cuando comencé a trabajar como profesor y luego de muchas agotadoras jornadas de trabajo, un día, mientras un grupo de niños y niñas cabeza gacha aprendían a leer, comencé a preguntarme que era lo que Dios quería de estos niños, que tipo de hombre era el que Dios quería que yo formara y cual era mi papel en ese trabajo. De mi investigación sobre cosmovisión cristiana, aprendí mucho, y esos datos quizá este verano sistematice. Entre las cosas que tuve que aprender estaba la necesidad de establecer una antropología bíblica de la cual se desprendiera la noción de sujeto que el educador cristiano debe manejar.

Una noción de sujeto.
Cada disciplina tiene una noción de sujeto y a veces difieren entre ellos, la tabla rasa, el estímulo-respuesta, el procesador de información, son algunos de ellos.
Necesitamos una noción de sujeto que sea algo más desarrollado que el “somos todos pecadores”. El apóstol Pablo, en el Nuevo Testamento, nos da una pista y nos habla de “hasta que todos lleguemos a la plenitud de Cristo a la estatura de un varón perfecto”. Creo que debemos trabajar y “aterrizar” esta tremenda afirmación en un sentido práctico que sirva como modelo para cada profesor cristiano.

Conceptos cristianos claros.
Para trabajar en la noción de sujeto cristiano, debemos además clarificar a que nos referimos cuando hablamos de cristiano. ¿Cuanto es cristianismo y cuanto es transmisión cultural?. En la práctica uno descubre que no todos los profesores entienden lo mismo cuando hablamos de valores cristianos, algunos enfatizan más algunos aspectos, mientras que otros defienden ciertos puntos y otros llevan las prácticas de su iglesia local al colegio. Es necesario aclarar los aspectos que cada colegio, en lo posible debiera enseñar, para ello es muy probable que cada profesor se pasee por los autores clásicos, compare ejemplos en otros países, tome seminarios, etc.
Un posible camino sería la asociación de varios colegios en lo que a teoría se refiere, pero no sé si nuestro espíritu protestante y separatista lo permita.

Preparación de los profesores.
Otra área que debiéramos desarrollar se refiere a la preparación pedago-teológica de los profesores. No se espera que cada profesor sea un teólogo enseñando pero si debiera haber
un criterio unificador respecto del modo de enseñar al menos algunos sectores de aprendizajes, aunque la verdad es que no debiera quedar sector alguno sin ser enseñado desde una profunda visión cristiana ¿Cómo será enseñar arte desde una perspectiva cristiana? ¿Y la historia? ¿Y la tecnología?

Conclusiones.
Hace años no nos habíamos imaginado que en las clases de religión le preguntaran a los alumnos ¿Usted es católico o evangélico? Hoy tenemos ese derecho de responder sin temor y sin menoscabo -soy evangélico y quisiera que mi hijo tuviera un profesor o profesora evangélica-.
¿Pensábamos unas décadas atrás que un establecimiento podría tener profesores de religión evangélicos o que la dirección de un establecimiento católico como el mío, podría pedirle a un profesor evangélico como yo su participación en los actos religiosos o la celebración de semana santa?
Tampoco nos imaginábamos que pudieran existir establecimientos evangélicos, donde se comenzara el día con una oración y donde no exista violencia o su índice sea mínimo, donde junto con entonar el himno patrio se entone una alabanza a Dios.
¿Pensamos alguna vez que una conocida universidad diera la carrera de Profesor en Educación General Básica con mención en educación evangélica?
Estos son solo unos pocos ejemplos de todo lo que hemos avanzado en el área de la educación, pero falta mucho por hacer y mejorar, estamos recién comenzando si comparamos los años de tradición de otros colegios.
También se puede hacer educación cristiana en colegios no cristianos. Mientras todos los demás cursos rezan el avemaría o el padre nuestro, mi curso inclina los ojos y comenzamos el día encomendándonos a Dios y dándole gracias por lo que El es.
Para Semana Santa, cerramos la puerta de la sala, y mientras el resto de los curso celebraba la misa, nosotros de manera simbólica con pan y uvas recordamos el sacrificio perfecto de Cristo, y niños de 7-8 años agradecieron a Dios por su Hijo, por su muerte y su resurrección, hasta donde sus mentes pudieron comprender.
La directora del establecimiento me pidió que por favor tomara una hora de clases en un primero básico y que hiciera clase de religión. Un poco nervioso entré a la clase, pues hacía 8 o 9 años que no estaba al frente de un primero básico, y luego de hacer algunas payasadas y regalar algunos dulces comencé con una historia bíblica acerca del amor de un papá y de su hijo que se fue lejos a gastar el dinero y de cómo su papá, porque lo amaba, esperaba todos los días que regresara. Después de la historia comenzaron a pintar en silencio y yo, en esos ataques profundos de reflexión que a veces tenemos los profesores comencé a pasearme y a orar en mi corazón. “Señor todos estos niños tienen 6 años, casi como mi hijo menor, ¿Qué es lo que tú quieres hacer con ellos? ¿Habrá aquí algún pastor, un teólogo, un misionero? ¿Habrá aquí un médico cristiano, un abogado, un ingeniero, un artista cristiano?... ¡Profesor Juan, terminé! Gritó un niño en la parte de atrás de la sala y me sacó de mis pensamientos, “¡lo hiciste muy bien!"- dije yo, sonriendo, mientras miraba el dibujo del hijo pródigo todo pintarrajeado,-¿Cómo te llamas?, le pregunté- me miró fijo y con cara seria me dijo ¡ ...Samuel Escobar…!.Lloré.

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