Hay
un lugar vacío en nuestra mesa
L
|
a mesa de nuestra mesa comenzó
en el año 1993 con dos puestos, el de tu madre y el mío. Era una mesa de mimbre,
redonda, simple y algo desteñida pero llena de ilusiones y felicidad. Al poco
tiempo otro puesto vino a ocupar nuestra mesa, el de tu hermano, y ya éramos
tres. Yo estudiaba y escribía mientras él dormía sobre la mesa en su cuna nido.
Finalmente, el 25 de noviembre de 1999 nuestra mesa se completó con tu llegada.
Se llenó otra vez de comida salpicada, de cucharazos sobre los individuales y
de alegría. Tu puesto, al lado de tu madre se llenó también de mimos, de risas
y de un apetito voraz. Desde ese tu puesto contabas el número de sándwiches
para cada uno. Dividías mentalmente los trozos de comida en cuatro y desde tu
puesto, con un ojo comías de tu plato y con el otro vigilabas lo que todavía
quedaba en el centro de la mesa. Tu hermano se enojaba, nosotros nos reíamos y
te controlábamos. De tu puesto salían las bromas, las risas, las conversaciones
interminables, los comentarios a tu hermano y algunas peleas. Hoy 19 de enero
hace 8 años que tu puesto está vacío y no hemos conseguido llenarlo y creo que
no es posible hacer eso. Te fuiste sorpresivamente a comer a otra mesa, lejos
de nosotros, a llenar con tu risa la mesa eterna allá en el cielo, junto con tu
primo y tus abuelos.
No fue lo que imaginamos o
soñamos para ti con tu madre, teníamos otros planes, pero Dios decidió
alterarlos. Te imaginamos alto y fuerte, cantando, jugando, tocando el piano y
estudiando. Hoy tu puesto vacío en la mesa nos recuerda cada día, de manera
silenciosa tu ausencia y nos recuerda también que no todos los sueños se
cumplen y que no todo lo que imaginamos se realiza y que difícil es, Joaquín,
aceptar esa verdad simple, que las cosas son como son y no como nos gustaría
que fueran. Estuviste con nosotros nueve años y fueron muy pocos. Fueron pocos
los besos y los abrazos. Nos faltaron aventuras que vivir. Que locura, ha
escrito alguien, es anhelar lo que nunca ocurrió. Ellos no te conocieron y no
pueden imaginar esa contradicción, extrañamos el tiempo que no hemos estado
juntos. El tiempo, además lentamente va borrando algunas cosas, algunos
recuerdos y yo no sé hasta cuando te escribiré una carta cada 19 de enero
contándote que tu puesto en la mesa sigue vacío y que pocas veces alguien lo
ocupa. Tal vez deba dejar de escribirte.
Tú puesto vacío es la metáfora
de la ausencia, de la contradicción entre estar y no estar y tu ausencia no
hace más que develar mis contradicciones ¿Si me gustaría que volvieras y te
sentarás allí frente a mi? Sí, lo anhelo profundamente y unos minutos contigo
borraría todos estos años de vacío. ¡El cielo podría esperar! Un abrazo tuyo se
llevaría todo el cansancio y tantas interrogantes y nos devolvería la sensación
de plenitud que perdimos cuanto te fuiste. Un almuerzo contigo nos traería de
vuelta esa sensación especial que poco a poco, lentamente se nos va perdiendo.
Tú puesto vacío es también el
símbolo de la esperanza. Aquí en esta tierra ya no nos sentaremos nunca más los
cuatro. Ya no habrá algarabía por la comida preparada por la mamá, ni gritos al
ver el postre preferido. Te has ido y hay un espacio que no podemos ni deseamos
ocupar, pero vendrá el día, Joaquín, cuando nos sentaremos otra vez y ya no
habrá puestos vacíos. Será en un lugar hermoso, más allá de nuestro sol, cuando
el tiempo y el espacio desaparezcan y solo exista aquella sensación espiritual
que llamamos felicidad. ¿Nos extrañas tanto como nosotros a ti? Coloca la mesa,
Joaquín para que cenemos. Allá no hay un puesto vacío ¿verdad? ¡Hay tres!
No hay comentarios:
Publicar un comentario