jueves, 10 de enero de 2019




 Amigos y hermanos, comparto con cada uno de ustedes una charla que realicé hace un tiempo atrás sobre el tema de las pérdidas en la vida cristiana. Este es un tema difícil de abordar pero forma parte de la realidad de muchos creyentes a través del mundo.
Un abrazo desde Santiago de Chile
Pr. Juan E. Barrera
  

LAS PÉRDIDAS EN LA VIDA CRISTIANA










                                                           Pr. Juan E. Barrera






 Dedicado a:
Nuestros seres amados quienes han partido antes que nosotros y quienes, a pesar de nuestra nostalgia, si se les preguntara si quieren volver con nosotros dirían que no porque el cielo es un mejor lugar.

 INTRODUCCIÓN
Las pérdidas, el dolor y el sufrimiento forman parte de la vida, no obstante nos cuesta mucho aceptar esta realidad. Que la vida y la muerte, sufrimiento y felicidad son una misma moneda. Que el mismo Hijo de Dios vino a esta tierra a sufrir y terminar su labor como “El Cordero que fue inmolado”
Nos olvidamos de Eclesiastés 3:1 “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Eclesiastés 3:2 “Tiempo de nacer, y tiempo de morir…”
Y que según Job: (Job 5:26) “Vendrás en la vejez a la sepultura, como la gavilla de trigo que se recoge a su tiempo.”
Cuando la persona es joven, piensa que el mundo le pertenece. Se siente inmune a toda situación de riesgo. A medida que crece, aunque muchísimas personas lo hacen antes, el devenir muestra tantas veces su peor cara, y descubre, que ¡todo puede pasar! que a veces es difícil vivir, que es difícil aceptar la realidad, que es difícil volver a sonreír, qué es muy difícil vivir con la ausencia de la persona amada, por ejemplo.
Hay algunos aspectos que dificultan aceptar el sufrimiento y que provocan más sufrimiento aún:
1. El sentido común, que dice que ciertas cosas no pueden o no deben pasar. El sentido común no tiene nada de común, ¡todo puede pasar!
2. Las fantasías que toda persona tiene. Fantasías parentales, laborales, de éxito, de belleza. Fantasías acerca de cómo deberían ser las cosas y cuando en la realidad, lo que ocurre muy a menudo, no ocurren, sufrimos y a veces lloramos y nos enojamos y amargamos.
3. La cultura reinante que niega la muerte y el sufrimiento.
Pierre Chaunu, un historiador de las culturas en la Universidad de París, escribe:
“Al no poder expulsar a la muerte de nuestra vida, se ha decretado que es vergonzosa, que es indigna de nosotros, que debemos arrojarla de nuestra mente. La han excomulgado porque pone en crisis todas las culturas hegemónicas de nuestro tiempo. Como no han podido hacerle sitio, la han ocultado, proscrito y prohibido.”

4. Finalmente una razón al interior del mundo evangélico.
Una teología equivocada que raya en el pensamiento mágico, que dice que a los hijos de Dios nada les puede pasar. Que el cristiano es intocable e indestructible, que el cristiano es un guerrero de Dios y nada lo daña, que el cristiano es un guerrero vencedor.
Internet está lleno de estos mensajes ingenuos y humanistas La verdad es que si somos guerreros somos unos guerreros heridos, heridos por el pecado, por la maldad, por nosotros mismos y por otros, que avanzamos en la lucha de la vida por la gracia de Dios, cojos como Jacob luego de un encuentro con Dios.
Esta doctrina pasa por alto toda la evidencia neo testamentaria acerca del dolor y el sufrimiento de los primeros cristianos: Esteban, Pedro, los cristianos que tienen que huir de Jerusalén, posteriormente los sufrimientos de Pablo y sus colaboradores y el glorioso registro de Hebreos 11 de quienes sufrieron y murieron con la vista puesta en el cielo, de quienes este mundo no era digno.
El sufrimiento, que para algunos es el aspecto subjetivo del dolor y el dolor que tendría una connotación física es una realidad para creyentes y no creyentes.
¿Hay alguna diferencia? ¿Qué hace esa diferencia?
En esta charla abordaremos el tema del dolor y las pérdidas desde tres puntos que se intercambian entre sí y para recordarlos y no olvidarlos los dividiremos en:

Punto I: PÉRDIDAS
Punto II: PERFECCIÓN
Punto III: PLENITUD

Testimonio Personal
1. El nacimiento de Joaquín
2. La infancia de Joaquín ( su interés espiritual, su alegría)
3. Su partida


I. PÉRDIDAS

El apóstol Pablo escribiendo a los Filipenses 3:7-10 dice:
3: 7. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.
3:8. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,
3:9. y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;
3:10. a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte…
El apóstol tiene una mirada distinta de las pérdidas, para él las pérdidas pueden ser ganancias si las personas le dan un sentido distinto.
“Pérdida “ tiene en español 27 acepciones, lo más común es pensar en lo que se tenía y se deja de tener.

1. La realidad de las pérdidas.
Las pérdidas son reales, no las podemos obviar y sus consecuencias están ahí a nuestra vista. Pilar Sordo, una psicóloga chilena dice que el dolor es como una encomienda que recibimos sin que la pidamos y sin que la podamos rechazar. Y prácticamente todos hemos recibido o vamos a recibir esta encomienda.
Para mí el sufrimiento es un gran pantano que se cruza en nuestra vida al que caemos sin poder evitarlo. Entre más nos movemos, cuestionamos, lloramos, gritamos, peleamos, más difícil es salir de él y más son las posibilidades de morir en ese pantano.
Experimenta pérdida quien:
·        Pierde un trabajo
·        Experimenta un divorcio
·        El enamorado rechazado
·        El que pierde un joya valiosa
·        El que es asaltado
·        El que pierde su autonomía
·        El que ve que su juventud se ha ido
·        La que no puede ser madre
·        El que pierde un órgano de su cuerpo
·        El que pierde su autoestima
·        El que es traicionado por un amigo
·        El que ve a su muy amado o amada morir
·        El que ha visto partir a su hijo o hija
Hay un aspecto de las pérdidas que toma un camino doloroso por demás, la muerte de un hijo o la muerte de un cónyuge.

a. Muerte de niños en el mundo
9 millones de niños mueren al año. De acuerdo a Humanium[1] , (una ONG internacional de apadrinamiento de niños comprometida a acabar con la violación de los derechos infantiles en el mundo) son 9 millones de niños menores de cinco años los que mueren en el mundo al año, un niño cada 4 segundos.
a. La mortalidad infantil en el mundo, de acuerdo a la fuente citada tiene seis causas principales:

1. Neumonía. (19%)
2. Diarrea. (17%)
3. Nacimiento prematuro. (10%)
4. Infecciones neonatales. (10%)
5. Malaria. (8%)
6. Falta de oxígeno al nacer. (8%)
b. Muerte de niños En Chile:
En Chile fueron 831 niños (2005), menores de 18 años los que murieron por causas externas. La distribución de muertes fue la siguiente:
•         129 casos fueron producidos por asfixia por inmersión.
•         39 quemados.
•         15 intoxicados.
•         197 muertes fueron producidas por accidentes de tránsito, entre
            atropellos y colisiones.
•         165 menores de 18 años cometieron suicidio.
•         114 fueron asesinados.

c. El sufrimiento en los cristianos
Aquí unos ejemplos:
Dora Carrasco, acaba de ver partir a su Hijo Nicolás a causa de la leucemia, hace dos meses.
Fabián Fuentes, olvidó a su hijo en el auto y lo vio partir, hace solo semanas.
Marcela Avendaño, vio partir a su esposo, el pastor Francisco Venegas, de un ataque cardíaco hace solo unos días.
El pastor Víctor Flores vio partir a su hijo de 13 años en un campamento de jóvenes en Lican Ray en el sur de Chile, hace un par de años.
El pastor Hugo Armijo vio partir su hija luego que ella misma tomara la decisión de hacerlo, a los 21 años, hace un par de años atrás.
Yo y mi familia vimos partir a mi hijo Joaquín de nueve años hace nueve veranos atrás, un 19 de enero, mi gato cósmico se fue al cielo sin decirme chao
Su pastor, Patricio Curinao y su familia vio partir a su hija María José en un campamento de jóvenes en el norte de Chile hace dos años.
¿Qué tienen en común todas estas familias? ¡Todas son familias cristianas!
¿Por qué les pasa esto a los cristianos?
Esta pregunta no se debe hacer, porque no tiene respuesta y nos lleva a un estado emocional que produce mucha rabia, depresión y enojo con Dios.
Los cristianos se resienten con Dios y pierden la fe.
Los no creyentes se tornan más escépticos y se vuelven ateos, ateos existenciales.
Lo que sabemos respecto del dolor es que:

1. La muerte y el dolor entró al mundo con el pecado.
2. Que el sufrimiento está presente en la historia bíblica.
3. Qué Dios algunas veces interviene y otras veces prefiere no hacerlo
4. Que el sufrimiento podría provenir directamente de Dios.
5. Que sufrimos por nuestra propia responsabilidad o la de otros.

El apóstol Pablo nos enseña varias cosas respecto de las pérdidas:
1: 12. Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio,
-Las pérdidas pueden favorecer y fortalecer la obra del Señor. Dios usa nuestras pérdidas para el progreso del evangelio. Las pérdidas hablan alto al que quiera escuchar.

Filipenses 3:7-8.: Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.

-Nuestras pérdidas son las ocasiones para amar más y conocer más a Cristo el Restaurador Fiel. La pena, la tristeza, el sinsentido, la desilusión son las oportunidades para conocer mejor a Jesús
3: 13. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
3:14. prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios
 en Cristo Jesús.
-Hay que tomar las pérdidas, valorarlas, aceptarlas pero seguir caminando en la vida cristiana sin mirar atrás, hay que avanzar mirando el cielo.

II. PERFECCIÓN

Filipenses 1:6-7 : “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;
como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia.”

1. El duelo
El dolor, la muerte, el sufrimiento nos puede matar en vida. Luego de una pérdida importante, la persona entra en un estado emocional, físico y espiritual llamado duelo que le deja perturbado, confuso, vulnerable y sensible por muchos años.
2. El duelo tiene etapas que la persona va viviendo, pero que no son lineales y se puede volver a la que se creía una etapa superada. Estas etapas son:

Etapa

Características

 

 

Negación

La persona niega consciente o inconscientemente lo que ha ocurrido y recurre a un sinfín de “trucos” para no reconocer la verdad de la pérdida

Ira

La persona se pregunta ¿por qué yo? Expresa su ira sobre todo lo que le rodea.

 

Pacto o Negociación

Es un intento de la persona por posponer los hechos; incluye un premio "a la buena conducta", además fija un plazo de "vencimiento" impuesto por uno mismo.

Depresión

La reacción esperada frente a la sensación inconfundible de pérdida.

Aceptación.

Es la comprensión cabal de lo sucedido que no siempre es sin dolor.


3. Tomando decisiones
Durante este tiempo y posteriormente la persona puede dar un giro completo a su vida, y dependerá de su decisión:

Una primera opción
La primera opción es relativamente fácil, consiste en no elegir. Consiste en dejarnos caer y rendirnos frente a la pena y el vacío, que la partida de un hijo o hija nos deja. Este es el lado oscuro del sufrimiento:
•         Hundirnos en la autocompasión.
•         El dolor.
•         La pena.
•         Las lágrimas.
•         La depresión.
•         El resentimiento.
•         La amargura.
•         El desgano.
•         La envidia.
•         La desilusión.
•         Perdernos en los recuerdos y la nostalgia.
•         Sufrir eternamente la ausencia de nuestros amados hijos.
•         Quedarnos pegados en sus dormitorios y en su ropa.
•         Vivir gritando sus nombres a los cuatro vientos.
•         Repetirnos una y mil veces ¿Por qué? Sin encontrar respuesta.
•         Resentirnos con la vida y con Dios.
•         Vivir eternamente marchitos.

Una segunda opción
La segunda opción es más difícil de realizar, pero es la que más réditos trae. Es más difícil porque requiere energía, intencionalidad, una elección diaria. Requiere despojarnos de nosotros mismos y poner nuestra mirada más allá de lo inmediato. Para los creyentes, significa mirar a Jesús. No podemos mirarlo a él y a nuestras circunstancias al mismo tiempo. Jesús es el gran Restaurador. Si me quedo observando lo que ha pasado no puedo mirarlo a él. Si fijo mi atención en él, tengo que desviarla de mis circunstancias, y es en este ejercicio que está la sanidad, porque quien mira a Jesús recibe sanidad.
Si no eres creyente, deberás despojarte de ti mismo y mirar al frente, a la vida, al destino, a la materia o energía, suponiendo que vendrán tiempos donde el dolor se habrá ido, el sinsentido volverá y la alegría retornará otra vez. Esto es reconciliarse con la vida. Frankl, escribió:

“Esta fue la lección que tuve que aprender en tres años transcurridos en Auschwitz y Dachau: ceteris paribus, los más aptos para sobrevivir en los campos de exterminio fueron aquellos que se hallaban orientados al futuro, hacia una tarea o una persona que les aguardaba en el futuro, hacia un sentido que ellos habrían de cumplir en el futuro”. 

Esta opción incluye:
- Darnos una oportunidad de volver a ser felices.
- Elegir ser felices por nuestro cónyuge.
- Elegir ser felices por y con los otros hijos.
- Consolar a otros de la manera como hemos sido consolados.
- Volvernos más misericordiosos y más sensibles frente al sufrimiento de otros.
- Volvernos más conscientes de nuestra fragilidad.
- Aprender a valorar el tiempo que tenemos.
- Aprender a valorar a nuestra familia.

Esto es optar por el lado claro del sufrimiento. Solzhenitsyn, escribió luego de pasar años de cárcel en el gulag bajo la dictadura de Stalin:

“Se me concedió sacar de mis años de prisión sobre mi encorvada espalda, que estuvo a punto de quebrarse bajo su peso, esta experiencia esencial: como un ser humano se convierte en malvado y como se convierte en bueno. En la embriaguez de mis éxitos de juventud, yo me había sentido infalible, y por eso era cruel. En los excesos de mi poder, era un asesino y un opresor. En mis momentos de mayor crueldad, estaba convencido de estar obrando bien, y tenía un buen abastecimiento de argumentos sistemáticos. Solo al estar tirado allí, sobre la paja medio podrida de la prisión, sentí dentro de mí mismo que se movía el bien por vez primera. Gradualmente, se me fue descubriendo que la línea que separa el bien del mal no divide estados, ni clases, ni tampoco partidos políticos, sino que pasa a través de todo corazón humano, y de todos los corazones humanos…Por eso vuelvo a mis años de prisión y digo, a veces para asombro de los que me rodean: “Te bendigo prisión” Allí he pasado el tiempo suficiente. Allí alimenté mi alma, y digo sin titubear: “Te bendigo, prisión por haber estado en mi vida”
Si esta segunda opción es la que tomamos entonces podemos aprender varias lecciones:
Lección 1 La vida es transitoria.
Lección 2 Se es vulnerable
Lección 3. Lo mejor y lo peor de la persona aparece tras una pérdida
Lección 4. La vida tiene sentido a pesar del sufrimiento
Lección 5. Las heridas propias, nos enseñan a experimentar los que sienten otros heridos. 
Esta empatía nos vuelve más sensibles, más comprensivos. Nos quita esa actitud enjuiciadora o indiferente frente a las tragedias de otros.
Aprendemos además otras lecciones importantes
1. A oír a Dios en el sufrimiento propio y del prójimo
2. Somos perfeccionados a través del sufrimiento y nos parecemos más a Jesús.
3. Servimos mejor a nuestro prójimo cuando hemos sido heridos

Cuento:
“Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros.
Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota solo tenía la mitad del agua. Durante dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole: “Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y solo obtienes la mitad del valor que deberías recibir.”
El aguador apesadumbrado, le dijo compasivamente: “Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.”
así lo hizo la tinaja. Y en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo del trayecto, pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.
El aguador le dijo entonces: “¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino?
Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Madre. Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.”

III. PLENITUD

Filipenses 3:13-14
13. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
14. prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
La plenitud, el volver a sentirse feliz, libre, el volver a reír con ganas, la restauración no es algo automático.
Como hemos visto hay que tomar decisiones. Hay algunas conductas que realizar. Estas son algunas de ellas:

I. A nivel personal, la persona que ha experimentado una pérdida podría:

1. Aceptar la partida como algo real y como la voluntad de Dios para la vida
“Padre mío, si no puede pasar de mi esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad”

2. Aprender a vivir un día a la vez.
“Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.”

3. Adorar a Dios.
“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.” Jn.4:23

4. Vivir la esperanza
“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.”Jn.14:1

5. Usar el consuelo de Dios para consolar a otros.
“Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.”

II. Como iglesia o comunidad local, lo que los hermanos podrían hacer:

1. Orar por los padres, hermanos y familiares del niño o niña que ha partido o la persona que está experimentando una pérdida.
Por cada niño que muere sorpresivamente son al menos diez personas las que entran en un proceso de duelo. La oración sincera y perseverante hará mucho bien a los sufrientes aunque, tal vez, nunca se enteren de la influencia positiva de las oraciones.

Estas deben incluir:

- Que las personas sean fortalecidas en su interior.
- Que la tristeza no consuma a las personas.
- Que las personas reciban consuelo.

2. Acompañar a los padres o sufrientes

 -visitarlos en sus casas, a lo menos un año completo una vez a la semana o en fechas que los padres lo decidan.
- Escucharlos, sin emitir juicio alguno.
- Llorar junto con las personas. Una de las características más sobresalientes de Jesús, entre las personas con las que se relacionó, y de manera especial con aquellas que estaban heridas fue su misericordia.
- Guardar silencio, no soltar un versículo bíblico tras otro, no contar anécdotas ni historias, sino callar y escuchar.
Buscamos dar un consuelo que muchas veces resulta barato, iluso o sin sentido: “Dios lo libró de algo peor”, “El Señor te ama por eso te mandó esta prueba”, “El Señor confía en ti”, “está mejor en el cielo”, etc.
- Elegir pasajes bíblicos específicos y, si la persona lo acepta, examinarlo detalladamente, sin prisa, con respeto. No intentando defender a Dios ni tomar partido por una u otra interpretación.

3. Otras cosas que pueden y no pueden ayudar

Cosas que no se deben hacer
Cosas que se deben hacer
Obligar a la persona que ha sufrido la pérdida a asumir un papel, diciendo: “lo estás haciendo muy bien”. Debemos dejar que la persona tenga sentimientos perturbadores, sin tener la sensación de que nos está defraudando.
Abrir las puertas a la comunicación. Si no sabe qué decir, pregunte: “¿cómo estás hoy?” o “he estado pensando en ti. ¿Cómo te está yendo?”
Decirle a la persona que ha sufrido la pérdida lo que “tiene” que hacer. En el mejor de los casos, esto refuerza la sensación de incapacidad de la persona y, en el peor, nuestro consejo puede ser
contraproducente
Escuchar un 80% del tiempo y hablar un 20%.
Tanto usted como la persona que ha sufrido la pérdida pueden aprender cosas en el proceso
Decir “llámame si necesitas algo”. Este tipo de ofrecimientos suele declinarse y la persona que ha sufrido la pérdida capta la idea de que nuestro deseo implícito es que no se ponga en contacto con nosotros.
Ofrecer ayudas concretas y tomar la iniciativa de llamar a la persona. Si además respetamos la intimidad del superviviente, éste valorará nuestra ayuda concreta con las tareas de la vida cotidiana.
Sugerir que el tiempo cura todas las heridas. Las heridas de la pérdida no se curan nunca por completo y el trabajo del duelo es más activo de lo que sugiere esta frase.
Esperar “momentos difíciles” en el futuro, con intentos activos de afrontar sentimientos y decisiones difíciles durante los meses que siguen a la pérdida.
Hacer que sean otros quienes presten la ayuda. Nuestra presencia y preocupación personal es lo que marca la diferencia.
“Estar ahí”, acompañando a la persona. Hay pocas normas para ayudar, aparte de la autenticidad y el cuidado.
Decir: ”sé cómo te sientes”. Cada persona experimenta su dolor de una manera única, por lo que lo mejor que podemos hacer es invitar al afectado a compartir sus sentimientos, en lugar de dar por supuesto que los conocemos.
Hablar de nuestras propias pérdidas y de cómo nos adaptamos a ellas. Aunque es posible que esa persona en concreto tenga un estilo de afrontamiento diferente al nuestro, este tipo de revelaciones pueden servirle de ayuda
Utilizar frases manidas de consuelo, como: “hay otros peces en el mar” o “los caminos del Señor son insondables”. Esto sólo convence a la persona de que nos preocupemos lo suficiente por entenderla.
Establecer un contacto físico adecuado, poniendo el brazo sobre el hombro del otro o dándole un abrazo cuando fallan las palabras. Aprenda a sentirse cómodo con el silencio compartido, en lugar de parlotear intentando animar a la persona
Intentar que la persona se dé prisa en superar su dolor animándola a ocupar su tiempo, a regalar las posesiones del difunto, etc. El trabajo del duelo requiere tiempo y paciencia y no puede hacerse en un plazo de tiempo fijo.
Ser paciente con la historia de la persona que ha sufrido la pérdida y permitirle compartir sus recuerdos del ser querido. Esto fomenta una continuidad saludable en la orientación de la persona a un futuro que ha quedado transformado por la pérdida

Conclusión
Resumen de los tres puntos












[1] https://www.humanium.org/es/mortalidad-infantil/





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