Querido amigos, gracias por leer mis entradas. Comparto con ustedes el último texto público dedicado a mi hijo Joaquín Andrés.
Saludos
Juan
Una década de ausencia y nostalgia
Hoy es 19 de enero de 2019, mi cuerpo y mi corazón lo
reconoce. Hace 10 años, el 19 de enero de 2009, una mañana soleada, partiste al
cielo de manera inesperada y partiste nuestro corazón en dos, entre la tristeza
y la esperanza. Hoy llego al cementerio como cada enero con tu madre y tu
hermano, con el corazón apretado, un nudo en la garganta y unas flores en la
mano.
El escenario parece sacado de una novela: un sol de enero
abrazador, implacable, un cielo limpio, transparente, yo, tu papá un poco
enfermo y la misma caminata, cabizbajos. Carritos con personas que pasan
rápido, familiares tristes que regresan. Personas en los prados arreglando
flores, alicaídos, abatidos y tus recuerdos que se desbocan y galopan inundándome:
la escuela, tus juguetes, tus bromas, tus cara, tu figura, tu aroma, etc. Un
hombre que toca el violín, concentrado, grato, suave, indiferente, a la sombra
de un gran árbol joven que mueve sus ramas en señal de aprobación. Las campanas
de la capilla del cementerio que se filtran, metálicas, automáticas entre los
árboles y la vegetación anunciando el medio día. Una bandada de pájaros grises,
disímiles, bulliciosos ,desdeñosos revolotean sobre tu sepultura y la de tu
primo. Remolinos, adornos coloreados, fotos, mensajes, camisetas de Colo Colo y
otros clubes adornando otras sepulturas me indican que no estoy solo en este
camino y que muchos también se han marchado.
Leo en tu lápida: Joaquín Andrés Barrea Torres,
25/09/1999-19/09/2009 y me cuesta aceptar que han pasado diez años sin verte
“10 años sin ver al Joaquín, no sé cómo he vivido todo este tiempo”-dice tu
madre y yo asiento con la cabeza porque me hago la misma pregunta. Han
transcurrido muchos años de ausencia y de nostalgia. Muchísimas cosas han pasado
en ente tiempo y tú no estás. Te escribo y vienen a mi memoria tantas
anécdotas, tu cara, tu risa, tus travesuras. Tu casa de siempre ya no existe, la
Pupy casi no ve, el “cochino Larry” es ahora un trabajador independiente, ya no
hace grafitis ni se cree Ronaldinho. Lo que permanece intocable e inmutable son
nuestras ganas de verte y de abrazarte, ganas que una década no han conseguido
menguar ¿Hoy estarías estudiando en la universidad, practicando deporte,
tocando y escuchando música? Esas fantasías nos hacen daño. Llevamos todo este
tiempo intentando aceptar las cosas como son, pero las fantasías son
caprichosas, se cuelan en la mente y en el corazón y nos traen un poco de
alegría, aunque fugaz y pronto, la realidad nos susurra al oído que tú no estás
y el dolor vuelve otra vez.
Desde tu partida te he escrito cada noviembre y cada enero,
pero creo que esta es la última vez que te escribo. No deseo molestar a quien
no te conoció, ni entristecer a quien te conoció.
Muchas cosas han cambiado y seguirán cambiando, excepto mi
amor, mi recuerdo y mi nostalgia. Un abrazo eterno, entre soles, ángeles y la
mirada dulce del Cordero.
Aunque tú no estés y…
Aunque la higuera no florezca,/ Ni en las vides haya
frutos,
Aunque falte el producto del olivo,/ Y los labrados
no den mantenimiento, / Y las ovejas sean quitadas de
la majada,
Y no haya vacas en los corrales; / Con todo, yo me
alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación./ Jehová el
Señor es mi fortaleza,
El cual hace mis pies como de ciervas,/ Y en mis
alturas me hace andar.
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