domingo, 1 de mayo de 2016

El viaje a Cartagena

El viaje a Cartagena

Pocas veces mi padre nos sacó a veranear cuando éramos niños y una de ellas fue ¡a Cartagena! Cómo no, por supuesto al balneario popular del litoral central. Esa noche nos costó dormir con mi hermana pensando en como sería la playa. No recuerdo que cosas llévamos, sí recuerdo el momento en que nos subimos al tren en la Estación central. Mi papá pago cinco boletos, porque por muchísimos años fuimos cinco: mi papá, mi mamá, mi hermana, mi abuela paterna y yo.
No tengo recuerdos tampoco de ese viaje, solo cosas vagas, un niño que rompe los huevos duros sobre su propia cabeza, otros niños que juegan a las cartas y un chal a cuadros sobre unos asientos verdes y duros, nuestras cabezas asomadas por la ventanilla con el viento dándonos en la cara y nuestra alegría de niños que desbordaba todo.
Los recuerdos un poco más claros comienzan para mi una vez ya instalados en la playa, en una carpa con franjas de colores, ¿rojo y blanco? ¿Verde y blanco?, jugando a pleno sol, cerca de la avenida principal, y muchas otras carpas diseminadas en la arena. Gente escuchando música, comiendo, riéndose. Luego por la noche recuerdo el viento helado que se filtraba por la parte baja, una fogata, una canción de Los Golpes  "Olvidarte nunca" en una radio que sonaba cerca de mi, y yo acostado, sobre una frazada en la arena, cantando, con gorro, comiendo un pan y alrededor la oscuridad sobre la playa chica, el resto de mi familia no se donde estaba.
Por la mañana mi recuerdo infantil se remonta a un juego de pelota con mi papá en la arena, una de las pocas veces que lo vi reírse con ganas y con la panza que lo acompañó toda la vida. El sol como buen aliado reía también con nosotros de las piruletas que mi papá hacía en la arena.

Jugamos un buen rato hasta que mi papá salta cerca de la carpa y comienza a dar pequeños saltos en un solo pie alrededor de nosotros. La risotada fue general, sin embargo mi papá no reía y se tomaba un pie con cara de dolor. Como puede nos explica que apoyó el pie en la arena caliente donde alguien había puesto una tetera. Se acabaron el juego y las vacaciones. Al otro día temprano volvimos de urgencia con mi papá cojeando porque no podía caminar con su pie quemado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario