El viaje a Cartagena
Pocas
veces mi padre nos sacó a veranear cuando éramos niños y una de ellas fue ¡a
Cartagena! Cómo no, por supuesto al balneario popular del litoral central. Esa
noche nos costó dormir con mi hermana pensando en como sería la playa. No
recuerdo que cosas llévamos, sí recuerdo el momento en que nos subimos al tren
en la Estación central. Mi papá pago cinco boletos, porque por muchísimos años
fuimos cinco: mi papá, mi mamá, mi hermana, mi abuela paterna y yo.
No
tengo recuerdos tampoco de ese viaje, solo cosas vagas, un niño que rompe los
huevos duros sobre su propia cabeza, otros niños que juegan a las cartas y un
chal a cuadros sobre unos asientos verdes y duros, nuestras cabezas asomadas
por la ventanilla con el viento dándonos en la cara y nuestra alegría de niños
que desbordaba todo.
Los
recuerdos un poco más claros comienzan para mi una vez ya instalados en la
playa, en una carpa con franjas de colores, ¿rojo y blanco? ¿Verde y blanco?,
jugando a pleno sol, cerca de la avenida principal, y muchas otras carpas diseminadas
en la arena. Gente escuchando música, comiendo, riéndose. Luego por la noche
recuerdo el viento helado que se filtraba por la parte baja, una fogata, una
canción de Los Golpes "Olvidarte nunca" en una radio que sonaba cerca de mi, y yo acostado, sobre
una frazada en la arena, cantando, con gorro, comiendo un pan y alrededor la oscuridad
sobre la playa chica, el resto de mi familia no se donde estaba.
Por
la mañana mi recuerdo infantil se remonta a un juego de pelota con mi papá en
la arena, una de las pocas veces que lo vi reírse con ganas y con la panza que
lo acompañó toda la vida. El sol como buen aliado reía también con nosotros de
las piruletas que mi papá hacía en la arena.
Jugamos
un buen rato hasta que mi papá salta cerca de la carpa y comienza a dar
pequeños saltos en un solo pie alrededor de nosotros. La risotada fue general,
sin embargo mi papá no reía y se tomaba un pie con cara de dolor. Como puede
nos explica que apoyó el pie en la arena caliente donde alguien había puesto una
tetera. Se acabaron el juego y las vacaciones. Al otro día temprano volvimos de
urgencia con mi papá cojeando porque no podía caminar con su pie quemado.
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