¿Cómo era su familia de origen
Ps. Juan E. Barrera
Esta labor, la búsqueda de autonomía de la familia de origen se
hace complicada cuando alguno de los cónyuges o ambos provienen de familias
disfuncionales, es decir, familias con un mal funcionamiento o funcionamiento
enfermo, tales como, roles alterados o difusos, límites pocos claros, falta de
disciplina, hijos de familias monoparentales, familias con adicciones,
violencia u otras situaciones. En este caso se hace complicado, porque sucede
un fenómeno extraño, ya estudiado y que se puede observar también en la
práctica clínica; a los cónyuges provenientes de este tipo de familias les
resulta más difícil abandonar los lazos familiares que a un cónyuge con una
familia más sana. Es contradictorio, pues se podría pensar que si la familia
era mal constituida, con conflictos frecuentes y una atmósfera emocional
negativa, para el cónyuge sería un alivio dejar esa familia, pero ocurre lo
contrario, a mayor disfuncionalidad mayor la dificultad para abandonar esos
lazos.
¿De qué tipo de familia se proviene? Tres son las preguntas claves
para saber qué tipo de familia es la que se tuvo o se tiene, de acuerdo a Satir
(1991) ¿Quiere saber si proviene de una familia disfuncional?
Responda estas preguntas como si todavía viviera en su familia de
origen.
-¿Le agrada vivir con tu familia en la actualidad? Sí____ No____
-¿Siente que vives con amigos, con personas que te agradan y en
quiénes confías, y a quienes agradas y a su vez confían en ti? Sí_____ No____
-¿Ser miembro de su familia es divertido y emocionante? Sí____
No____
Dice Satir, que si responde “sí” a las tres preguntas entonces su
familia era lo que ella llama una familia nutricia, una familia armónica. Si
contesta “no” o “no mucho” es posible que viviera en una familia con
conflictos. Para esta reconocida terapeuta familiar la clasificación de las
familias va desde muy nutricia hasta muy perturbada o conflictiva.
La nueva familia debe buscar un equilibrio sano para relacionarse
con la familia de origen. Al comienzo es posible que uno o ambos cónyuges
llamen a diario a sus casas o que de sus casas los llamen, que las visitas sean
frecuentes y casi asfixiantes. Lentamente se deben comenzar a regular estas
relaciones, para que no sean distantes ni tampoco invasoras.
Al conversar con parejas con muchos años de casados o de
convivencia no es raro encontrar que todavía pelean por la manera de
relacionarse con la familia de origen o por la influencia que esta tiene en el
matrimonio. Uno de los cónyuges definitivamente no se lleva bien con la familia
política, y lo que sucede es que muchos de los conflictos de la familia de
origen pasan desapercibidos para el cónyuge involucrado, mientras que llega a
ser obvio para la otra persona o para todo el mundo.
Requiere un grado importante de madurez aceptar que la familia a
la que se pertenece no es o no ha sido sana. En el peor de los casos, puede ser
que en una de las familias existan hábitos o costumbres perniciosas,
adicciones, violencia, relajo y uno de los cónyuges se niega a que sus hijos
sean expuestos a este tipo de situaciones y el conflicto familiar se magnifica,
porque el cónyuge afectado siente que el otro está mirando en menos a su
familia o la desprecia abiertamente. Otras veces las conductas o actitudes
familiares tienen que ver con valores o formas de ver el mundo que el esposo o
esposa no comparte, orgullo, aires de superioridad, altanería u otro valor que
no es compartido por el cónyuge. No hay recetas para la solución de este
conflicto, salvo que ambos cónyuges deben ceder y mostrarse amor y respeto. El
cónyuge afectado debe ser capaz de reconocer que no todo marcha o ha marchado
bien en su familia y la otra persona debe aceptar esas situaciones como parte
del estilo de vida de su familia política, que fue la que él o ella escogió al
casarse, porque en ello la persona no se casa solo con su cónyuge sino también
con toda la familia de él o ella.
Una familia conflictiva es aquella en que, (Satir 1991)
- Existen
secretos
- Los
cuerpos y el rostro de los miembros manifiestan sufrimiento
- Los
cuerpos se vuelven rígidos y tensos o encorvados.
- Los
rostros parecen ceñidos, tristes o indiferentes, como máscaras.
- Los
ojos miran al suelo y más allá de quienes tienen al frente
- Las
voces son ásperas y estridentes o apenas audible.
- No
hay muestras amistosas entre los miembros individuales
- No
hay demostraciones de alegría en la convivencia
- No
hay demostración de emociones
- La
familia parece permanecer junta por obligación
- Los
miembros apenas se toleran
- El
humor es ácido, sarcástico
- Todo
el mundo está ocupado diciéndose lo que deben o no deben hacer.
- Los
miembros se evitan colocando el trabajo o los estudios como excusa.
- Los
padres son autoritarios.
Una familia nutricia en cambio:
- Demuestra
su afecto, intelectualidad y respeto por la vida
- La
expresiones faciales son relajadas
- Demuestran
armonía y fluidez en las relaciones interpersonales
- Las
casas de estas familias tienden a ser iluminadas, habitables
- Si
hay calma, esta es pacífica y si hay ruido este es significativo
- Los
miembros, aún los niños, son escuchados.
- Los
miembros se sienten a gusto con el contacto físico y las manifestaciones
de afecto.
- El
amor se demuestra hablando abiertamente y escuchando
- Pueden
planificar
- Existe
humor en el grupo familiar.
- Los
padres son más habilitadores y no autoritarios.
- Reconocen
y manifiestan sus emociones.
- Los
padres son congruentes.
Para Saavedra
Oviedo, (2003) por su parte, existen los siguientes tipos de familia:
¿De qué tipo de familia proviene usted y su cónyuge? Saberlo puede
explicar algunas cuestiones fundamentales de su matrimonio.
Familia
rígida: Dificultad en asumir los cambios de los hijos/as. Los padres brindan un
trato a los niños como adultos. No admiten el crecimiento de sus hijos. Los
hijos son sometidos por la rigidez de sus padres quienes son permanentemente
autoritarios.
Familia
sobre protectora: Preocupación por sobreproteger a los hijos/as. Los padres no
permiten el desarrollo y autonomía de los hijos/as. Los hijos/as no saben
ganarse la vida, ni defenderse, tienen excusas para todo, se convierten en
"infantiloides". Los padres retardan la madurez de sus hijos/as y al
mismo tiempo, hacen que estos dependen extremadamente de sus decisiones.
La
Familia centrada en los hijos :Hay ocasiones en que los padres no saben
enfrentar sus propios conflictos y centran su atención en los hijos; así, en
vez de tratar temas de la pareja, traen siempre a la conversación temas acerca
de los hijos, como si entre ellos fuera el único tema de conversación. Este
tipo de padres, busca la compañía de los hijos/as y depende de estos para su
satisfacción. En pocas palabras "viven para y por sus hijos".
La
familia permisiva: En este tipo de familia, los padres son incapaces de
disciplinar a los hijos/as, y con la excusa de no ser autoritarios y de querer
razonarlo todo, les permiten a los hijos hacer lo que ellos quieran. En este
tipo de hogares, los padres no funcionan como padres ni los hijos como hijos y
con frecuencia observamos que los hijos mandan más que los padres. En caso
extremo los padres no controlan a sus hijos por temor a que éstos se enojen o
hagan algo que a ellos les moleste.
La
Familia inestable: La familia no alcanza a ser unida, los padres están confusos
acerca del mundo que quieren mostrar a sus hijos por falta de metas comunes.
Les es difícil mantenerse unidos resultando que, por su inestabilidad, los
hijos crecen inseguros, desconfiados y temerosos, con gran dificultad para dar
y recibir afecto. Se vuelven adultos pasivos-dependientes, incapaces de
expresar sus necesidades y por lo tanto frustrados y llenos de culpa y rencor
por las hostilidades que no expresan y que interiorizan.
La
familia estable: La familia se muestra unida, los padres tienen claridad en su
rol sabiendo el mundo que quieren dar y mostrar a sus hijos/as, lleno de metas
y sueños. Les resulta fácil mantenerse unidos por lo tanto, los hijos/as crecen
estables, seguros, confiados. Les resulta fácil dar y recibir afecto y cuando
adultos son activos y autónomos, capaces de expresar sus necesidades, por lo
tanto, se sienten felices y con altos grados de madurez e independencia.
¿Puede identificar algunas de estas familias entre sus amigos y
conocidos? ¿Su familia de origen a cuál corresponde? Hace un buen tiempo atrás
vino un amigo a almorzar a nuestra casa y luego de un rato, que mis hijos (uno
de ellos ya no está) entraron en confianza,
comenzaron a hacer payasadas y a reírse. Entonces él dijo –“es entretenido
almorzar en esta casa”. Esta es una familia nutricia. Habitualmente somos así,
aunque algunas veces nos conflictuamos, pero en general nos esforzamos por
tener una familia nutricia, y no es un trabajo de un día o un año, es el
trabajo de toda una vida. Alguien ha escrito hace mucho que el hogar puede ser
el cielo en la tierra o el infierno en la tierra. Es probable que entre
nuestros amigos tengamos testimonios de ambos casos. La familia puede ser la
bendición más grande o el estorbo más grande para realizarse como persona.
Jesús dijo en una ocasión:” y los enemigos del hombre serán los de su casa.”(Mateo 10:35).
Si nació en una familia bien constituida ese es un regalo de Dios.
Si no tuvo esa fortuna, lo más sano es mirar a la distancia e intentar sacar lo
mejor de esa experiencia y en el nombre de Dios y con esfuerzo, crear un hogar
diferente. La Biblia es una buena guía para ello, provee principios, que para
los que somos creyentes, provienen directamente de Dios y la psicología también
ayuda en estos casos, haciendo visible lo invisible, poniendo de manifiesto
patrones interaccionales enfermos, identificando tipo de personalidad, por
ejemplo.
La nueva familia debe buscar un equilibrio sano para relacionarse
con la familia de origen. Lentamente se deben comenzar a regular estas relaciones,
para que no sean distantes ni tampoco invasoras.
Getz, (1990), propone escalas de evaluación para medir la relación
con la familia de origen y considera cuatro variables.
1. Dependencia-Independencia
2. Madurez de los padres
3. Transferencia emocional en la esposa.
4. Transferencia emocional en el esposo.
Luego enumera algunas características personales de cada cónyuge,
las que se van evaluando en: nunca, rara vez, algunas veces, frecuentemente.
Dependencia-Independencia
-Cuando tengo inseguridad, siento un fuerte deseo de decírselo a
mi madre.
-Cuando me disgusto con mi cónyuge, siento la necesidad de
decírselo a mi madre
-Mi madre se comunica conmigo para ver cómo me va en nuestro
matrimonio.
-Mi madre critica a mi cónyuge.
-Mi padre me envía dinero
-Mi padre me critica.
-Mi padre se disgusta si no me comunico con él regularmente.
-Mi padre se molesta mucho si visitamos a los padres de mi cónyuge
más que a ellos.
-Cuando mi esposo me pide que le lave la ropa, me surgen
sentimientos negativos.
-Cuando mi esposo me pide que supere algún hábito, me surgen
sentimientos negativos.
-Cuando mi esposa me pide que la ayude con los platos, me surgen
sentimientos negativos.
Madurez
de los padres.
¿Qué señales de madurez puede usted identificar en sus padres?
-Su padre tenía un trabajo estable
-Su madre cuidaba de usted
-Había un ambiente de respeto
Sus padres eran responsables
¿Cuáles serían las señales de inmadurez?
-gastos excesivos
-conflictos nimios sin resolver
-adicciones
-abandono
¿En qué sentido afecta esta dinámica a sus relaciones conyugales?
Transferencia
emocional
¿Existen emociones negativas que usted haya experimentado hacia
sus padres y que ahora esté transfiriendo a su esposo o esposa?
Celos, lucha de género, conflictos por quien manda, rencor
¿En qué sentido afecta esto las actitudes y la conducta de su
cónyuge hacia usted?
Edificar algo propio es la primera labor de toda pareja. Somos el
resultado de todo lo que nos rodea. De nuestras familias, de nuestras
amistades, influencias, de lo que hemos leído, de nuestros anhelos, de nuestros
sueños, de nuestras primeras relaciones, de nuestros principios, de nuestra fe
y de nuestras expectativas. Hemos de tomar lo mejor de cada una de estas cosas
y construir un matrimonio propio. Dejar de lado aquellos “materiales” que
identificamos como nocivos o perjudiciales y tomar solamente aquellos que nos
brinden la solidez y la hermosura de algo propio.
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