miércoles, 20 de julio de 2011

Aunque no lo creas me cuesta mucho decirte que no: Poniendo límites a los hijos


Aunque no lo creas me cuesta mucho decirte que no: Poniendo límites a los hijos
Juan E. Barrera
“Aunque no lo creas me cuesta mucho decirte que no”. Estas son las palabras utilizadas por un padre a su hijo que le pide un celular, mientras ambos van en el automóvil. Es un spot publicitario, en Chile, de un banco. La cara triste, preocupada y de incomprensión del padre, por una parte y de enojo y capricho del hijo adolescente revela de manera gráfica la dinámica que se produce en una familia donde los padres colocan límites y normas. Un niño o un adolescente no puede hacer todo lo que desee, no puede comprar todo lo que ve, ni puede tener conductas a su arbitrio. Debe tener límites y estos deben ser puestos por los padres. En el día de hoy se habla muchísimo acerca de los derechos de los niños, de la autonomía, del derecho a elegir, pero la necesidad de poner límites es apremiante. Algunas de las razones son las siguientes: Una de las funciones familiares es la socialización de sus hijos. Un niño o niña que ha aprendido en su hogar cuales son los límites en el trato con los demás y lo ha practicado con sus padres, con sus hermanos, con el resto de sus familiares, tendrá menos dificultad consigo mismo, con la autoridad, y con el trato al prójimo en general. No hacerlo le deja expuesto a conductas narcisistas, rasgos de personalidad abrasivos, problemas con conductas de riesgo, problemas en la escuela, en el acampo laboral, con las adicciones, etc
Si al niño pequeño no se le pone límites esto le predispone además a ciertas patologías, Síndrome de Déficit Atencional y otras de mayor riesgo como son las conductas antisociales, todas ellas difíciles de tratar una vez que se han desarrollado. Otra consecuencia de la falta de límites es hacer creer al niño que todo se le debe dar como él o ella lo desea sin invertir en ello esfuerzo alguno. Crecen comportándose igual que cuando niño lo hacían para conseguir lo que deseaban haciendo “pataletas”. Les hacen pataletas a los padres, a los abuelos y a medida que crecen a los profesores, a los amigos, a la pareja, al cónyuge y a cualquiera que le diga ¡No!.
Los derechos de los niños deben ir muy equilibrados con las responsabilidades de los niños, aunque la falta de límites se relaciona con los padres y no con los hijos. Padres volcados desequilibradamente hacia el diálogo, que raya con la permisividad, padres que no desean el “lado B” de la crianza y solo disfrutan de las cosas agradables de la crianza, pero desechan aquello que les cuesta o demanda un poco más. Padres negligentes, ausentes, solo proveedores, en el límite del abandono de sus hijos. Padres que fueron abusados físicamente o psicológicamente y por reacción se van al extremo opuesto y finalmente, padres que abiertamente no están, niños que se crían solos, en el abandono y que sobreviven como pueden. Estas son las razones de la falta de límites. Decir ¡No! al niño no es abuso, no es vulneración de derechos, no es abuso de autoridad. Es la mejor manera de prevenir muchos de los males que azotan al mundo moderno, es la manera de criar hijos felices, íntegros que sirvan a su prójimo y que traigan satisfacción a sus padres.

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