jueves, 15 de septiembre de 2016

Extracto de mi libro Tengo un hijo en el cielo



Extracto de mi libro Tengo un hijo en el cielo
(Se puede adquirir a través del correo)

A la mayoría de las personas, el día 19 de enero del año 2009 no le dice nada. Sin embargo, para mí y mi familia, ese día cambiaría nuestras vidas para siempre. En esa mañana calurosa de verano, en Santiago de Chile, algo sucedería que dejaría huellas para siempre en nuestras vidas. Una mezcla de horror e incredulidad, de dolor y aceptación, de esperanza y eternidad se apoderó de nosotros esa mañana. Nos partió el corazón y soltó nuestras lágrimas como un río desconocido, tibio, salino y desbocado. De manera imprevista, inesperada y dramática nuestro hijo más pequeño partió de este mundo esa mañana, con apenas nueve años.
Comenzaba a disfrutar de sus vacaciones y, junto con unos amiguitos, salió a andar en bicicleta. Nunca más volvió a su casa, ni almorzó en ella ese día, ni comió sándwiches de lechugas que sacaba del refrigerador, ni se acostó en su cama azul con su colcha de caricaturas, viendo Los Simpson o escuchando a Shakira o a su Dulce María.
El alegre y divertido Joaquín, se fue ese día dejándonos el rostro desfigurado por la pena y el corazón partido en dos, a nosotros sus padres, a su hermano, a sus abuelos, a sus tíos y tías y a sus amiguitos.
En la noche de ese día 19 de enero lloramos hasta la madrugada, abrazados con mi esposa, repitiendo una y otra vez entre sollozos: “¿Qué vamos a hacer sin el Joaco?”
Por la mañana del día 20, al salir el sol, oí el canto de los pájaros en el árbol de mi vecino y una tristeza profunda me inundó. “Mi hijo, nunca más va oír esto”,  pensé. Lo sentí tan bello y tan ajeno a mi pesar que comencé a llorar. Le pedí a Dios que me diera las fuerzas para vivir ese día; el canto de los pájaros me dolió hasta el alma, esa mañana del 20 de enero de 2009.
Me costaría un tiempo volver a pasar por la esquina aquella sin estremecerme y, cuando lo hago, aún, a veces, siento el corazón y la garganta apretados. Muchos recuerdos en forma de imágenes vinieron a mi mente; por un buen tiempo, cada vez que pasaba por ese lugar repetía: “Desde este lugar, mi hijo partió al cielo”. ¡Qué contradicción! Como si el cielo fuera un mal lugar; debo aceptar como muchas veces lloro por mí, y no por él. Nuestro Joaco está feliz, nosotros, débiles y humanos lloramos su ausencia.
¿Por qué suceden tragedias que alteran nuestra vida para siempre? Esa pregunta no tiene una respuesta completa, conocemos parte de ella y su completitud forma parte del misterio y como todo misterio no nos es develado, no por ahora, al menos.
Una fecha precisa, una hora precisa, las personas, las circunstancias, un olvido, un descuido y las cosas cambian para siempre. Los que estaban, ya no están y nos dejan estelas de su presencia para que no olvidemos que fueron reales y para pedirnos que no dejemos de recordarlos y amarlos; para recordarnos que fueron parte de nuestra vida, y que parte de ella se ha marchado también con ellos.
Mi hijo, mi querido, precioso y sonriente hijo de nueve años ya no está más con nosotros, aunque eso es solo en el plano físico, pues siempre está presente. Si pudieran abrir mi corazón, allí encontrarían la imagen de un niño gordo con pómulos colorados que me sonríe y la imagen de una tosca pero poderosa cruz que me sostiene y me anima cada día.
Visitando la tumba del poeta chileno Vicente Huidobro, en Cartagena, leímos en su lápida: “Abrid esta tumba, en el fondo se ve el mar”. En cambio la lápida mía debería decir: “Abran esta tumba, en el fondo se ve el cielo” y un niño lindo que me espera.
Nosotros, mi familia y yo, sin saber vinimos a formar parte de una lista importante de personas en el mundo que han pasado por esta misma experiencia.
Qué tienen en común las siguientes personas
Los medios de comunicación nos presentan las vidas de muchas personas que, aunque muy distantes a nosotros, las sentimos como cercanas. Entre ellos se incluyen actrices, escritores, deportistas, políticos. La gran mayoría es presentada como gente de éxito, con mucho dinero y glamour, ¡gente feliz! Sin embargo, hay aspectos de sus vidas que permanecen desconocidas o poco conocidas para el común de nosotros. Son esos aspectos íntimos los que los hace comunes y corrientes. La humanidad de estas personas, que casi parecen divinas, está en lo que no se cuenta y es eso lo que nos vuelve iguales.
¿Qué tienen en común Sylvester Stallone, Gérard Depardieu, Paul Newman, John Travolta, Kirk Douglas, Marlon Brando, Eric Clapton, Lily Alen, Bill Cosby, Mia Farrow, O. J. Simpson, Myke Tyson, Sigmund Freud, Melany Klein, y otras muchas personas públicas a quienes conocemos a través de los medios de comunicación? 
Hay algo que los une, aunque ellos no se conozcan personalmente.
También nos preguntamos ¿qué tienen en común estas otras personas, chilenas, como nosotros? Por ejemplo, Daniela Campos, Susana Roccatagliata, Christián Warnken, Pedro Carcuro, Maricela Santibáñez, Alejandro Jodorowsky, Benjamín Vicuña, Coco Legrand, Javier Margas, Pedro Carcuro y muchas otras personas más, no conocidas, pero muy reales, como tú y como yo.
La respuesta es que todos han pasado por la experiencia de haber visto partir un hijo. Algunos de ellos los vieron partir antes de que estos nacieran; otros se fueron siendo pequeños, en un accidente, de muerte súbita, por una enfermedad. Muchos vieron partir sus hijos, cuando estos eran adolescentes y otro grupo cuando sus hijos eran adultos. No importa la edad de los hijos, su partida siempre deja una huella indeleble en la vida de los padres, de los hermanos y del resto de la familia. Nuestros hijos parten de este mundo, jugando, divirtiéndose, en desastres naturales, por consumo de drogas, asesinados y otros prefieren dejar este mundo de manera voluntaria. Son muchas las formas, y algunas difíciles de explicar y entender de la partida de nuestros hijos.
Qué difícil es para cualquier persona, hombre o mujer, enfrentar esta situación. Es una experiencia devastadora, que arrasa con las defensas emocionales, aún de los más fuertes.
Hay muchos artículos y libros sobre el tema y en diferentes medios, cuando alguna persona conocida pasa por esta situación, cada cierto tiempo se habla de ello. Sin embargo,  escuchar personalmente los testimonios de padres que han pasado por esta situación es mucho más duro, vivirlo personalmente es desgarrador, y no tiene parangón con otra experiencia que no sea, tal vez, la muerte de otro ser muy querido.
Prácticamente, todos los testimonios dicen que la muerte de un hijo deja un dolor y un vacío con el que se ha de vivir toda la vida. Esto es cierto, no obstante, hay caminos que los padres y demás familiares pueden tomar para sanar de esa profunda herida. En caso contrario, a estas personas les costará mucho volver a re-estructurarse y seguir con su vida.
Es ya común la expresión: “Ese es un dolor que dura toda vida”; y brota muchas veces en labios de personas que no lo han experimentado, y es una verdad; pero no se debe usar como una razón o una especie de excusa para sufrir toda la vida. La partida de un hijo es muy fuerte, pero en la vida de los padres quedan otras personas importantes: Cónyuges, hijos, padres y hermanos; quienes no tienen responsabilidad en la partida de ese hijo o la hija y no se merecen vivir con alguien atrapado en el pasado y que no se esfuerza por seguir adelante y vive como si ellos no existieran. Para estos familiares, tal vez, eso es morir en vida.
Recuerdo a una niña, casi adolescente todavía, que había visto partir a su hermana un poco mayor que ella. Un día, en una conversación muy íntima, me narró que su madre, en pleno período de dolor, había dicho: “Se murió mi mejor hija”. ¿Se puede dimensionar el impacto emocional y la herida que esas palabras provocaron en ella y sus hermanos? Ella, de un corazón noble, entendía que esas palabras habían surgido del dolor de su madre y la había perdonado. No sé si la madre, alguna vez le pidió perdón a ella.
La partida de un hijo es dolorosa, pero se debe elegir, sin otra opción, la de continuar viviendo y ser feliz, volver a amar y reír con el mismo entusiasmo de antes. Justamente, este libro pretende ser una ayuda para conseguir eso.


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