Juan E. Barrera
“Clama a mí y yo responderé cosas grandes y ocultas que tú no
conoces”. Jeremías 33:3
Este versículo es
una gema escondida entre las profecías de Jeremías diseminadas por todo el
libro. Recuerdo haberlo aprendido de memoria siendo todavía un niño. Es un
versículo que exhorta a la oración y poner la confianza en que Dios responde,
no obstante, este verso no se puede descontextualizar y se debe comprender a la
luz del ministerio del profeta, duro ministerio. Estas palabras surgen, sin
duda como respuesta ante la confusión que el profeta debió experimentar muchas
veces durante su ministerio, palabras dirigidas a un pueblo que no quería
escuchar y que más aún descarga todo su enojo y maldad sobre el hombre de Dios.
¿Qué cosas grandes y
ocultas aprendió el profeta y que son de ayuda para nosotros en el día de hoy?
Las respuestas, después de leer detenidamente el libro completo son varias.
Solo me atrevo a mencionar tres de estas cosas grandes y ocultas.
Primero, que Dios
cuando llama a un hombre o una mujer, espera que la misión que él encomienda
sea cumplida independiente de las circunstancias. Que todas las veces, Dios
cuando llama espera obediencia. Las circunstancias del ministerio pueden ser
complicadas, puede haber riesgo de muerte, existir sufrimiento constante o no
verse fruto en todo el trabajo, sin embargo, Dios espera obediencia de sus siervos.
Es este sentido de obediencia lo que llevará a un hombre o una mujer hasta el
final de su viaje, no las circunstancias externas o internas.
Segunda cosa grande,
Dios aborrece el pecado de idolatría. Dios tiene sus razones y sus propósitos
en esto, pero Dios odia la idolatría y ocupa epítetos y metáforas muy fuertes
para denunciar la “infidelidad” de Israel, la idolatría del pueblo. Dios no es
comparable a nada conocido en el universo, a nada creado por el hombre. Dios
está infinitamente apartado en santidad y perfección y sus atributos magníficos
tienen tal fulgor, que cualquier cosa creada a la que se le compare opaca su
gloria. Dios es tan grande en misericordia, es el que elige al pueblo, lo
libera, se le revela, vive entre ellos, que no puede soportar que sus hijos
cambien o muden la confianza de la que él es solo digno a un ídolo falso. La
confianza debe ser depositada solo en Dios, solo en Dios.
Tercero, Dios
castiga la maldad sin dejar de ser misericordioso y justo. Usa a pueblos o
naciones no creyentes para cumplir sus propósitos, Nabucodonosor “mi siervo”
implica que un Dios soberano emplea su libertad, su dignidad y su sabiduría
para usar a quien él desee para llevar a cabo sus planes. Usa la impiedad, la
maldad, la codicia, la crueldad de otros para llevar a cabo sus propósitos. Esto
es algo grande y oculto, que no está a nuestra vista y que necesita de mucha fe
para aceptarlo. Sin embargo, también reconoce y exige responsabilidad moral en
aquellos que el usa, un misterio. Dios usa la maldad de algunos para llevar a
cabo sus planes, pero luego también castiga a quienes fueron sus instrumentos.
Esto habla de libertad, elimina los determinismos, destaca la soberanía de Dios
y la fidelidad de Dios hacia sí mismo y hacia nosotros. Dios cumple sus propósitos.
Tres cosas grandes y
ocultas que Dios nos revela en el libro de Jeremías.
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