lunes, 17 de octubre de 2022

Consecuencias a nivel personal del sufrimiento

 Consecuencias a nivel personal

El sufrimiento deja marcas en todas las áreas de la vida de la persona. Hoy sabemos mucho más que hace unas décadas acerca de estas consecuencias gracias a la imagenología, a estudios longitudinales, a investigaciones médicas detalladas acerca del dolor en determinadas enfermedades y a una mayor libertad de expresión en temas que antes se callaban o se disminuían.

A nivel físico. Se sabe que las niñas abusadas sexualmente aceleran su proceso hormonal y menstrúan prematuramente, que niños que han sufrido un trauma padecen de enuresis y/o encopresis. Que el Vitiligo puede surgir 10 años después de un evento traumático. Que una pena grande puede dejar una angina de pecho permanente. Que la soriasis responde a eventos estresantes, etc.

A nivel cerebral se sabe que el sufrimiento tiene un co relato endocrino.122 En quienes sufren se pueden apreciar efectos tanto en la estructura como en la “química” del cerebro. La amígdala que es la estructura cerebral que participa en el procesamiento de las emociones reacciona en mayor medida cuando las personas recuerdan aquellos eventos dolorosos y lo hacen con miedo. También el volumen de la corteza frontal se reduce tras la exposición prolongada a acontecimientos traumáticos.

Otros estudios indican variaciones en el equilibrio del grupo de neurotransmisores adrenérgicos; la dopamina, la serotonina y la noradrenalina, identificados en casos de depresión o tristeza. El cortisol, la llamada hormona del estrés también se desequilibra produciendo un daño a nivel sistémico.

También las experiencias infantiles de maltrato provocarían alteraciones en el control de la conducta similares a las encontradas en el trastorno por estrés postraumático. Otros estudios muestran que la calidad del cuidado parental a los 4 años se traduce en diferencias en el volumen hipocampal. Los efectos de la tortura sobre la persona también están estudiados en cuanto a sus consecuencias.

Sufrimiento: ¿qué ocurre en nuestro cerebro cuando lo sentimos?

“Psicológicamente la tortura significa un golpe tremendo a la personalidad y un desajuste del equilibrio psicológico por lo cual las víctimas desarrollan síntomas postraumáticos (TEPT), síntomas depresivos, pensamientos intrusivos y recurrentes, alteraciones de memoria, concentración y somatizaciones.” A nivel emocional, en los niños, de acuerdo con Aluabarrena (2011)  los efectos del sufrimiento son:

 Daño emocional serio (por ejemplo, retraimiento extremo, agresión o ansiedad)daño emocional serio manifestado en ansiedad severa, depresión, retraimiento, o agresión intensa hacia sí mismo o hacia otros

 Daño en la capacidad intelectual o psicológica del niño manifestada en una limitación observable y sustancial en su capacidad para funcionar en el nivel normal de rendimiento y conducta esperable en su contexto cultural

 Diagnóstico de desviaciones en el desarrollo general, emocional o comportamental en grado suficiente como para resultar imprescindible una intervención para garantizar la seguridad y bienestar del niño.

 limitación en el desarrollo de las competencias del niño

 Funcionamiento psicológico o desarrollo dañado inmediato o a largo plazo en el funcionamiento comportamental, cognitivo, afectivo, social, psicológico o físico del niño

 Daño en la autoestima del niño, degradación de sus sentimientos de competencia y pertenencia, e impedimento de un desarrollo sano y vigoroso

 Daño psicológico y restricción a la superación por parte del niño de logros evolutivos importantes

 Daño o reducción sustancial de las capacidades potenciales del niño a nivel cognitivo, intelectual, perceptivo, lingüístico, en su memoria, atención y sentido moral.

Cambios en las relaciones personales

El sufrimiento genera una forma de relacionarse y también puede alterar la manera en la que la persona ya se relacionaba. El sufrimiento crea aislamiento, retraimiento. La persona que sufre evita relacionarse con otras personas. Le cuesta establecer vínculos, les cuesta confiar en los otros, puesto que muchos sufrientes han sido severamente dañados por otros, han sido usados, abusados, burlados y les cuesta mucho volver a creer en las personas. El que sufre está muy solo, sin amigos.

Cyrulinik  cuenta la siguiente historia:

La mórbida amabilidad del pequeño pelirrojo. Me habían pedido que examinase a un chico de 15 años cuyos comportamientos parecían sorprendentes. Vi llegar a un pequeño pelirrojo de piel blanca, vestido con un pesado abrigo azul con cuello aterciopelado. En pleno junio, en Toulon, resulta una prenda sorprendente. El joven evitaba mirarme directamente a los ojos y hablaba tan quedamente que me fue difícil oír si su discurso era coherente. Se había evocado la esquizofrenia. Al hilo de las charlas, descubrí a un muchacho de carácter muy suave y a la vez muy fuerte. Vivía en la parte baja de la ciudad, en una casa con dos habitaciones situadas en pisos distintos. En la primera, su abuela se moría lentamente, víctima de un cáncer. En la segunda, su padre alcohólico vivía con un perro. El pequeño pelirrojo se levantaba muy temprano, limpiaba la casa, preparaba la comida del mediodía y se marchaba después al colegio, lugar en el que era un buen alumno, aunque muy solitario. El abrigo, cogido del armario del padre, permitía ocultar la ausencia de camisa. Por la tarde, hacía la compra, sin olvidar el vino, fregaba las dos habitaciones, en las que el padre y el perro habían causado no pocos estragos, comprobaba los medicamentos, daba de comer a su pequeña tropa y, ya de noche, al regresar la calma, se permitía un instante de felicidad: se ponía a estudiar.

Un día, un compañero de clase se presentó ante el pelirrojo para hablarle de una emisión cultural, emitida por France-Culture. Un profesor que enseñaba una exótica lengua les invitó a una cafetería para charlar del asunto. El jovencito pelirrojo volvió a casa, a sus dos cochambrosas habitaciones, atónito,  pasmado de felicidad. Era la primera vez en su vida que alguien le hablaba amistosamente y que le invitaban a tomar algo en un café, así sin más, para charlar sobre un problema anodino, interesante, abstracto, completamente distinto de las incesantes pruebas que saturaban su vida cotidiana. Esta conversación, aburrida para un joven inserto en un entorno normal, había adquirido para el muchacho pelirrojo la importancia de un deslumbramiento: había descubierto que era posible vivir con amistad y rodeado por la belleza de las reflexiones abstractas. Aquella hora vivida en un café actuaba en el como una revelación, como un instante sagrado capaz de hacer surgir en la historia personal un antes y un después. Y el sentimiento era tanto más agudo cuanto que el hecho de disfrutar de una relación intelectual no sólo había representado para él la ocasión de compartir unos minutos de amistad, así, de vez en cuando, sino que había supuesto, sobre todo, una posibilidad de escapar al constante horror que le rodeaba.

Pocas semanas antes de los exámenes finales de bachillerato, el chico pelirrojo me dijo: «Si tengo la desgracia de aprobar, no podré abandonar a mi padre, a mi abuela y a mi perro». Entonces, el destino hizo gala de una ironía cruel: el perro se escapó, el padre le siguió tambaleándose, fue atropellado por un coche, y la abuela moribunda se apagó definitivamente en el hospital.

Liberado in extremis de sus ataduras familiares, el joven pelirrojo hoy en día un brillante estudiante de lenguas orientales. Pero cabe imaginar que si el perro no se hubiese escapado, el muchacho habría aprobado el bachillerato a su pesar y, no atreviéndose a abandonar a su miserable familia, habría elegido un oficio cualquiera para quedarse junto a ellos. Nunca se habría convertido en un universitario viajero, pero es probable que hubiese conservado unos cuantos islotes de felicidad triste, una forma de resiliencia”

No hay comentarios:

Publicar un comentario