Jorge Bucay
(Lectura
para la sesión 14 del curso Desarrollo personal y plan de vida. U. Autónoma)
Hace mucho tiempo, un joven discípulo acudió a su maestro en
busca de ayuda.
Su gran preocupación era que sentía que no valía para nada y
que no hacía nada bien.Quería que los demás le valorasen más.
El maestro sin mirarlo, le replico: “Me encantaría poder
ayudarte pero en estos momentos estoy ocupado con mis propios quehaceres.
Quizás si me ayudaras a solucionarlos podría acabarlos antes y ayudarte”.
El discípulo aceptó a regañadientes ya que de nuevo sintió
que sus preocupaciones eran poco valoradas
El maestro le entregó un anillo que llevaba en el dedo y le
dijo: “Coge un caballo y cabalga hasta el mercado más cercano. Necesito que
vendas este anillo para pagar una deuda. Y lo más importante es que trates de
conseguir la mayor suma posible pero no aceptes menos de una moneda de oro por
él”.
Y así el discípulo cabalgó hasta el mercado más cercano para
vender el anillo.
Empezó a ofrecer el anillo a diferentes mercaderes que
mostraban interés en él hasta que les decía el precio: una moneda de oro.
La mayor parte de los mercaderes se reían al escuchar la
suma, salvo uno de ellos que amablemente le indicó que una moneda de oro era
muy valiosa para darla a cambio del anillo.
Frustrado y cansado, el discípulo cabalgó de nuevo a casa
del maestro sabiendo que no había podido cumplir con el encargo que le había
hecho.
“Maestro, no he podido vender tu anillo por una moneda de
oro”, le dijo cabizbajo. “Como mucho ofrecían un par de monedas de plata, pero
no he podido convencer a nadie sobre el verdadero valor del anillo”.
“Tienes razón en algo”, le contestó el maestro. “Necesitamos
conocer el verdadero valor del anillo”. “Coge de nuevo el caballo y ve a
visitar al joyero del pueblo. Pregúntale por el verdadero valor del anillo. Y
sobre todo no se lo vendas”.
Y así cabalgó de nuevo hasta el joyero del pueblo quien,
tras examinar detenidamente el anillo, dictaminó que éste valía ¡58 monedas de
oro!.
“¿¿58 monedas de oro??” replicó el joven asombrado. Y con
esa buena noticia cabalgó de nuevo a devolverle el anillo a su maestro.
El maestro, le pidió que se sentase y que escuchase lo que
tenía que decirle:
“Tú eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como
tal. sólo puede evaluarte un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que
cualquiera descubra tu valor?”
No hay comentarios:
Publicar un comentario