TU AUSENCIA
Este 19 de enero hace seis años
que te fuiste Joaquín, seis años que estamos sin ti, sin tu alegría y tu
sencillez. Seis años del inicio, con tu partida, de un estado mental distinto y
desconocido para mí llamado ausencia, y no me equivoco al usar la palabra
estado, hace seis años vivimos en un estado de ausencia. Tus nueve años con
nosotros me enseñaron muchas cosas inolvidables, profundas, fundamentales, pero
con tu partida también he aprendido otras que jamás imaginé. He aprendido lo
que es la nostalgia, el anhelo profundo, la melancolía. He aprendido que aunque
ya no te volveré a ver más en esta tierra, tu ausencia es solo una no presencia
física, porque siempre estás. Hablo de ti, te veo, te escucho, te huelo; en un
remolino, en un volantín, en una canción y la ausencia se vuelve mayor, más
sentida y más lacerante. Tu ausencia es la contradicción entre mi mente y mi
corazón. Mi mente dice que ya no estás, desde ese Lunes , como hoy hace un
tiempo atrás y que por lo tanto , la vida debería continuar, y eso hemos hecho,
a pesar nuestro, pero la contradicción es con el corazón que dice que todavía
estás aquí, que no te has ido, un corazón porfiado que te ve en cada cosa, cada
día en cada detalle ¿Existirá alguna vez el pleno equilibrio entre mente y
corazón? ¿El equilibrio entre olvido y recuerdo?
Joaquín, por ahora, tu ausencia
es como una margarita que nunca ceso de deshojar o que nunca quiero acabar de
deshojar, como si en ese último pétalo te volviera a perder otra vez. Tu ausencia
es la herida de una amputación, ¿de mi corazón? No lo sé, que va sanando con el
tiempo pero con la marca del órgano que ya no está y que duele aunque no existe.
Tu ausencia es un dejo de tristeza en cada alegría, un vacío en cada llenura. Es
la pena en cada risa. Es el amanecer que se espera con ansias luego de una
pesadilla atroz, de un insomnio inquietante o de un dolor, que se piensa pasará
al salir el sol, pero este nunca llega.
Tu ausencia es ese estado que,
estoy convencido, no me dejará jamás y para el cual no tengo remedio natural. No
hay una agüita para calmar la ausencia, no hay una píldora para aminorar la
nostalgia de la no presencia. Pero he descubierto algo, cuando tu ausencia se
vuelve desgarradora pienso, orando, en Jesús, el Gran Vencedor y te imagino caminando
junto a él, de su mano, sí esa con la cicatriz de un clavo, e imagino lo que
conversas ¿de tu madre? ¿de tu hermano? ¿de mi? ¿de tus abuelos? Te imagino
sonriente, feliz, pleno, paseando por un gran campo lleno de árboles que se
inclinan ante él y pájaros que cantando le adoran y recuerdan su perfección y
su hermosura. Me imagino una vieja cruz en un rincón del cielo como recuerdo
del sacrificio del Cordero y del dolor de ese evento y llevo a los pies de esa
cruz horrible pero preciosa el dolor de tu ausencia y entonces recién siento
paz y me vuelve la alegría y recupero mi equilibrio y siento que puedo vivir
feliz un día más, un mes más, un año más. Finalmente Joaquín, te imagino junto
a millones de personas cantando, al atardecer del día eterno “Digno es el
cordero que inmolado fue” Te imagino alzando tus brazos y adorando a Jesús,
lleno de su gloria y de su hermosura. Guarda un lugar para mi junto a ti, hijo.
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