martes, 21 de junio de 2011

¿Nunca más volverá ese tiempo cuando fuimos tan felices?


¿Nunca más volverá ese tiempo cuando fuimos tan felices?
Juan E. Barrera
Estas fueron las palabras de una amiga la noche en que despedimos para siempre de este mundo a Juan Allende. Es el primero de nuestro círculo que emprende el rumbo sin retorno hacia el cielo, hacia la luz, hacia Jesús. Con el otoño se fue también Juan, hermano querido de toda la vida. El cáncer una vez más ganó la batalla final, aunque momentáneamente. Una de las veces que lo visité en su casa me miró a la cara, desde su cama, ya muy débil y con ojos cansados y voz apagada aunque con total certidumbre me dijo “voy a tener un privilegio antes que tú, veré a tu hijo primero que tú”. -Dile que todavía lo echo de menos-, respondí con los ojos húmedos de emoción y con un nudo en la garganta. Con esta seguridad se marchó a su hogar eterno el sábado 19 por la mañana. En Santiago llovía, en el cielo no. Y esa noche de Otoño, una de las últimas de la estación lo acompañamos. Nos encontramos con amigos de muchos años. Todos tristes por su partida. En ese contexto, en un abrazo afectuoso y apretado alguien me hizo la pregunta ¿Nunca más volverá ese tiempo cuando fuimos tan felices? Y estaba llorando, yo también. Ella se refería al período en que éramos adolescentes y todos frecuentábamos ese templo, muy querido por nosotros. Pasamos los mejores años de nuestra vida allí, junto al piano negro, las bancas de madera viejas y duras, el techo de aislapol pintado de color crema, dela cancha de baby fútbol y la alegría imparable de un montón de niños que éramos nosotros. Éramos felices, no nos dábamos cuenta, pero fuimos muy felices allí. Ahora casi treinta años después y con algunas heridas a cuesta, miramos hacia atrás y ese tiempo nos parece tan bello. ¿Será verdad aquello de que el tiempo pasado siempre fue mejor? Tal vez sí, tal vez no. Esa noche las bancas eran las mismas, el piano era el mismo, el techo era el mismo, el piso del templo era el mismo, pero nosotros ya no. Dios nos ha llevado por distintos caminos y distintas experiencias. La vida nos ha presentado su lado amable y su lado más duro. Muchos han seguido fieles al Señor, otros han desertado, otros han quedado a la orilla del camino, muchos se han vuelto cristianos maduros y hermosos, otros se han quedado en la superficie, pero todos compartimos cosas en común, hemos pasado muchas horas juntos, nuestras historias se enlazan, nos hemos reído tantas veces y otras nos ha tocado llorar. Muchos estamos más gordos, algunos sin pelos, con anteojos, algunos enfermos, con barba, las mujeres más lindas, los hombres más maduros, todo ha cambiado ¿Nunca más volverá ese tiempo cuando fuimos tan felices? Tal vez no vuelva, tal vez existan otros mejores, otros seguirán a Juan en su camino al cielo, todo cambia, todo menos Dios, Él permanece fiel y nos sigue amando a pesar de que nosotros cambiemos.

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