jueves, 20 de marzo de 2008

¿Vale la pena sufrir?


¿VALE LA PENA SUFRIR? LA DEPRESIÓN ENTRE LOS CRISTIANOS
Juan Barrera M

¿Vale la pena sufrir? ¡Por supuesto que no! Son muy pocas las personas que responderían de manera afirmativa a esta pregunta, sin embargo, son muchas las personas que sufren, que lo pasan mal y para quienes la vida ha perdido su sabor. Una pérdida importante los ha quebrado y no logran salir adelante. Muchas de estas personas son cristianos y son buenos cristianos, hombres y mujeres que aman a Dios, pero que en algún momento empiezan a pasarlo mal.
En algunos círculos evangélicos se acentúa aún más la posibilidad de las depresiones, porque las niegan y como hacen esto, las personas están obligadas a fingir que se sienten bien, aunque lo están pasando pésimo y ante la crítica prefieren callarse, hasta que la depresión aflora de otra forma. Muchas veces dramáticas. Claro está allí nadie se hace responsable de lo ocurrido y colocamos toda la carga, aún más sobre la persona deprimida. Aún están preguntándose ¿pueden los cristianos deprimirse?, esto, mientras muchos de sus miembros ya no aguantan más y es que el tan sabido “tienes que orar más y leer más la Biblia” no les resulta. ¿Por qué niegan que los creyentes se puedan deprimir? No he encontrado argumentos convincentes. Al parecer los argumentos, bien diluidos son: que si alguien tiene a Cristo no puede sufrir ninguna cosa o nada le puede afectar, esto es el resultado de una predicación superficial del tipo “venga a cristo y se acabarán sus problemas” Otro argumento es el que no se puede tomar remedios para sentirse bien, aunque todos toman analgésicos y otros remedios. Otro, deprimirse es muestra de debilidad espiritual, de carnalidad, otro, deprimirse es no tener fe, no confiar en el Señor. Ninguno de estos argumentos funciona, eso es fácilmente demostrable por la cantidad importantes de creyentes que sufren de depresión. Lo que si creo, es que una fe vivida de manera sana, sin legalismos ni extremos ayuda como un elemento protector frente a la depresión, lo que no es lo mismo que ser inmune.
En la Biblia encontramos personas deprimidas, y aunque en este breve artículo no puedo extenderme en ellos, sí los voy a nombrar y los invito a leer los pasajes y descubrir que hombres poderosos en el Señor tuvieron su tiempo negro. Que paz trae eso a mi corazón, no tengo que fingir que estoy bien, no tener que aparentar frente a nadie que me siento feliz cuando no lo estoy saber que Dios me ama tanto esté deprimido o no lo esté. En la Biblia encontramos a Jacob en el valle de Jaboc. Moisés en el desierto enojado con el pueblo y con Dios. Elías, escondido en la cueva, huyendo de Jezabel. David, después de reconocer su pecado, huyendo de Saúl, de Absalón. Jonás, enojado con Dios deseando morirse luego que los habitantes de Nínive se habían arrepentido.
La depresión, de acuerdo a la clasificación de problemas psicológicos, forma parte de los trastornos del ánimo y se puede dar tanto en cristianos como en no cristianos, pues estamos expuestos a las mismas presiones de todo el mundo y a los mismos problemas físicos generados por la caída del hombre en pecado. En nuestras iglesias, la depresión se oculta y se habla de ella con culpa, casi en secreto, si se consumen pastillas, la culpa es peor, ¡Qué horror consume pastillas! Quienes así hablan lo hacen desde la desinformación misma, desde sus propios dogmas o creencias. La medicación es necesaria si el psiquiatra así lo considera, pues se debe evitar de manera rápida que la persona acentúe su estado depresivo y pueda atentar contra su vida.
Existen varios tipos de depresiones. En este artículo me voy a referir a la depresión de manera general.
Un autor ha escrito: (Martínez 2007) “La depresión, en cualquiera de sus formas o variantes, es una de las mayores epidemias que afecta a la humanidad en los últimos decenios. Una pandemia que, sin embargo, tiende a ser invisible, dado que los deprimidos disimulan y se retraen, y los suicidas suelen ser ocultados. Es, además, un problema que crece y se extiende, como una negra y espesa mancha de aceite en nuestro actual estilo de vida y cultura, sobre todo en los países desarrollados y urbanizados. En estos países crece mucho más deprisa en niños y adolescentes y la edad de inicio del primer episodio depresivo tiende a ser cada vez más temprana. Los datos son los siguientes: Un 8-17% de las personas padecen en algún momento de su vida alguna forma de depresión grave, aunque formas menores de depresión más o menos disfrazada afectan con cierta persistencia a un cuarto de la población en algún periodo de su vida. Después de la pubertad, se deprimen el doble de mujeres que hombres. En los pacientes afectados (y también en sus amigos y familiares) la depresión merma la cantidad y, sobre todo, la calidad de la vida. Aumenta el pesimismo, la hipocondría, la desesperanza; y disminuye el flujo de pensamientos y acciones, la autoestima, el cuidado e higiene personal, el impulso al reto, a la aventura, a la búsqueda de soluciones, a las relaciones, al goce y a la libido. Además del sufrimiento, aislamiento e incapacitación que produce acarrea un importante riesgo vital: muchas enfermedades, accidentes, deterioros familiares, fracasos escolares y despidos laborales pueden atribuirse directa o indirectamente a la depresión; un 15% de los depresivos recurrentes mueren oficialmente por suicidio cada año en los Estados Unidos, lo que representa un número de muertes similar a la que produce el SIDA. La depresión, en sí misma, es un suicidio ralentizado, como una muerte en cámara lenta. Aunque nuestro cuerpo sigue funcionando (más lentamente, por cierto), nuestra alma ha perdido su Sol, o yace en completas tinieblas”.
Estas palabras describen muy bien un trastorno depresivo, y podemos ver que una depresión no afecta solo al individuo que la padece sino a todo su entorno y que se torna grave cuando interfiere con la actividades cotidianas de la persona que la padece o lleva al paciente a atentar contra su vida.
En la depresión mayor, o aguda, deben presentarse al menos cinco de los síntomas abajo listados durante un período de como mínimo dos semanas, y deben representar un cambio de conducta o estado de ánimo respecto al estado previo, así que revise la lista y descubra si está deprimido o alguna vez lo ha estado y no se dio cuenta.
1. Ánimo deprimido la mayoría de los días y en la mayor parte de cada día.
2. Total o muy importante pérdida de placer la mayor parte del tiempo.
3. Aumento o disminución significativos del apetito, peso, o ambos.
4. Trastornos del sueño en forma de insomnio o excesiva somnolencia prácticamente diaria.
5. Sentimientos de agitación o sentido de intensa lentitud.
6. Pérdida de energía y una sensación diaria de cansancio.
7. Sentimientos de culpabilidad o inutilidad durante casi todo el tiempo.
8. Incapacidad de concentración casi a diario.
9. Pensamientos recurrentes de muerte y suicidio.
Además, se deben considerar otros criterios:
1. Los síntomas mencionados con anterioridad no deberían seguir o acompañar episodios maníacos (como en los trastornos bipolares u otros)
2. Deben alterar funciones normales importantes (tales como el trabajo o las relaciones personales)
3. No ser causados por drogas, alcohol, u otras sustancias.
4. No ser causados por la reacción de duelo normal.
Los episodios de depresión mayor en general pueden durar alrededor de veinte semanas, es decir cinco meses. Entre el 30 y el 40% de los pacientes deprimidos experimentan ataques súbitos de ira que describen como inespecíficos e inapropiados.
¿Por qué se produce la depresión?
En las causas de depresión se conjugan varios factores :genéticos, biológicos y ambientales.
Factores genéticos
Anormalidades de los Neurotransmisores.- Las causas básicas de la depresión están asociadas a anormalidades en la liberación de ciertos neurotransmisores claves (que son los mensajeros químicos del cerebro) principalmente los siguientes:
Serotonina, Acetilcolina Catecolaminas (que constan de la dopamina, noradrenalina y epinefrina también llamada adrenalina)
El grado en que estos mensajeros químicos están alterados puede ser determinado por otros factores, tales como anomalías estructurales cerebrales leves, trastornos del sueño o susceptibilidad genética. Por ejemplo, los investigadores han identificado un defecto en el gen llamado SERT, que regula la serotonina, la que ha sido asociada a la depresión.
Factores biológicos
Anomalías Hormonales. Es muy probable que en las hormonas femeninas, los estrógenos y la progesterona, jueguen un papel en la depresión. Los niveles anormales de determinadas hormonas de stress y del crecimiento también pueden jugar un papel en la depresión.
Factores ambientales
Depresión y Estrategia Adaptativa.- Algunos expertos creen que el ánimo disminuido es una respuesta adaptativa a determinadas situaciones en las que las expectativas no se adaptan a los logros y los esfuerzos activos parecen infructuosos (como un enamoramiento no correspondido, fracaso profesional, o un compromiso de autoridad). En el estado normal, el dolor que produce la respuesta proporciona al individuo iniciativa para desconectar y también una respuesta pasiva, de abandono que permite al individuo tener un periodo de pensamiento profundo antes de realizar un cambio de dirección. La depresión como alteración (caracterizada por pesimismo contumaz, baja autoestima y falta total de iniciativa) se puede desarrollar si hay constantes metas u objetos inalcanzables y si la persona no tiene ninguna relación positiva que le ayude a cambiar de dirección. Estas situaciones se dan ciertamente en las sociedades altamente competitivas a las que les falta el soporte social y los medios de comunicación mantienen las imágenes inalcanzables como deseables.
Desde la psicología cognitiva se ha descubierto que las personas deprimidas presentan alteraciones en tres áreas bien definidas, las que se denominan “la tríada cognitiva de la depresión”. Estas áreas son:
1. Una visión negativa de si mismo
2. Una visión de su entorno
3. Una pobre visión del futuro.

El tratamiento
El tratamiento para depresión se hace en conjunto con el psiquiatra y el psicólogo. Las investigaciones demuestran que un tratamiento a base de medicación y psicoterapia cognitiva es efectivo en la mayoría de los casos. Si usted siente que está deprimido, que los síntomas le están incapacitando para hacer su vida cotidiana, que hace tiempo que se siente mal, o viene saliendo de un parto, de un duelo u otra pérdida, lo que debe hacer es, visitar un psicólogo. Este profesional va a realizar una evaluación y comenzará un trabajo de psicoterapia para sacarlo del estado depresivo, pero si lo considera necesario y urgente lo va a derivar a un psiquiatra, quien lo medicará. Luego que su ánimo esté estabilizado, usted debe volver con el psicólogo para hacer psicoterapia, para trabajar junto con él las razones de su depresión. La mayoría de las personas, cree tomar el camino más corto, que a la larga resulta ser el más largo. Va al psiquiatra, este le receta pastillas, y como pronto se siente bien ya no vuelve al psicólogo, no vuelve hasta que viene la recaída. ¿Por qué sucede esto? Porque la persona no se ha sanado de su depresión, se siente bien debido a los efectos del remedio, pero las causas de su malestar aún no se han curado, por eso vuelve una vez más y la depresión puede durar años. La psicoterapia tiene por objetivo ayudar al paciente a desarrollar herramientas que le permitan enfrentar las situaciones que le producen depresión. Una vez que aprenda a enfrentarla de manera adecuada lo más probable es que ya no vuelva más.

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