martes, 4 de marzo de 2008

Conocer a Dios

CONOCIENDO A DIOS
Juan E. Barrera

“ y esta es la vida eterna; que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero y a Jesucristo, a quien has enviado” Juan 17: 3

C
onocer a Dios, que pretensión más grande que esta y que empresa desde ya imposible ¡Conocer a Dios! Como si esto fuera posible, si pensamos que Dios, es el todo Misterio, cuyo nombre es impronunciable, a quien nadie ha visto ni verá. Dios el Todopoderoso, creador y sustentador del universo, Dios el todo Misericordia, todo Justicia y todo Gracia. Dios el inescrutable, terrible y magnífico en santidad, ¡Santo, Santo, Santo! Adorado por los ángeles y rodeado de querubines, apartado de todo y de todos, con el cetro del tiempo y la muerte en su mano, Soberano absoluto, lleno de Gloria y Majestad. ¡Conocer a Dios! Sin embargo Jesús nos dice que en esto consiste la vida eterna, en conocerlo a El. La vida eterna no se inicia con la muerte, se inicia con el eterno proceso de conocerlo a El.
Hace años, en una playa del litoral central, de vacaciones con mi hermana, cuando sus hijos eran aún pequeños, el mayor, en ese entonces de cuatro años, le pidió en reiteradas ocasiones a su papá, mi cuñado, una mascarilla para ver bajo el agua. Luego de varias peticiones, un fin de semana mi cuñado llegó con la mascarilla. Mi sobrino se la colocó y corrió en dirección al mar, pero para nuestra sorpresa, no sumergió la cabeza en el mar, sino que se zambulló en una pequeña poza que había a la orilla, en la playa ¡Y allí se puso a “nadar”! Que decidor fue para mi, en esos años, y lo sigue siendo hasta ahora. Fue casi como un mensaje directo del Señor para mi, que no he olvidado desde entonces. Pensamos conocer a Dios, porque sabemos algo de la Biblia, o porque hemos tenido alguna experiencia especial o porque vivimos en una cultura evangélica, o porque hemos leído muchos libros acerca de Dios, o porque fuimos a un seminario, o porque vamos todos los domingos a la iglesia. Todo esto es necesario, pero podría ser solo la poza al lado del inmenso mar. Bien podemos estar sumergiendo la cabeza en algo de Dios, pero no en Dios. Conocer a Dios es el gran desafío y la gran tarea de cada cristiano. No debemos conformarnos con nada menos a eso. Todo, o casi todo lo que hacemos en las iglesias es bueno, pero no es suficiente. Necesitamos un impulso nuevo, que venga del mismo Dios que nos aflija y nos impulse a buscarlo. Conocer a Dios cambia nuestra vida. Jesús dijo que solo se puede adorar lo que conocemos, y que entonces la adoración es en Espíritu y en Verdad. Conocer a Dios nos obliga a compararnos y entonces su gracia, misericordia y perdón se transforma en algo dulce, en una experiencia existencial real y deja de ser una doctrina. Conocer a Dios elimina la rutina de la vida cristiana que se apodera de nosotros. Conocer a Dios hace que su palabra tenga un nuevo sentido para nosotros. Hace que cada párrafo, cada historia, cada relato tenga una coherencia que nunca antes vimos.
La promesa del Señor es que los que le buscan le encuentran, y ese Dios misterioso sale al encuentro de los que le buscan, ese Dios sale de su Trono y se revela en Jesús. Conocer a Dios es conocer a Jesús. ¡Dedicamos tanto tiempo a las epístolas y tan poco a los evangelios! Y es allí en Jesús de Nazaret donde Yavé se ha revelado. Conocerlo a El es conocer a Dios.
Quiera el Señor revelarse a nosotros y recibir de El aunque sea un reflejo de su gloria, gloria que nos transforme, nos purifique y nos haga más como él.

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