18 años
Hoy es 25 de noviembre. Hace 18
años que te fui a buscar al hospital, con tu hermano y con tu abuelo, una
mañana calurosa como hoy. Cumplirías 18 felices años y serías ya un adolescente
alto y curioso, escuchando música y corriendo de aquí para allá, riendo fuerte.
Abrazando a tu madre que todavía te añora y peleando con tu hermano que te
extraña. Me dedicarías uno de tus gestos favoritos y dirías “hola papito”.
Cuán fuertes son las fantasías de
los padres. Inquebrantables, porfiadas y multicolores y es que tal vez esas
fantasías intentan llenar el vacío que tu adiós nos dejó. Imagino cómo serías:
tu estatura, tu cara, tu sonrisa. Te imagino besándome y abrazándome y me
imagino a mí mismo diciéndote feliz cumpleaños, Joaquín y diciéndote también
cuanto te amo, pero no estás. ¿Hay algo que alivie la sensación horrible e
indescriptible que se siente?
Mi pecho tiene la forma de tu
ausencia y mis brazos cubren tu recuerdo. Mis ojos aún no se acostumbran a no
verte y se inundan cuando te recuerdo y se desbordan en pequeños riachuelos y
los disimulo bajo mis lentes. Ríos tibios que van a dar a mi pecho y ahí se
quedan hasta que se desbordan en Noviembre y en Enero.
En noviembre, desde el primer
día, el viento trae tu nombre, Joaquín Andrés y yo salgo a las calles, a las
tiendas, a los letreros y lo recojo cada vez que lo escucho: Son como hojas
secas, hermosas y amarillas, extrañas y delicadas que guardo en el libro de tu
vida, ese que quedó inconcluso y que algún día terminaremos. Mientras tanto
celebro tu cumpleaños sin ti. Cumplirías 18 años y no estás.
Hoy 25 de noviembre estaré ocupado
y no podré llevarte los tres girasoles que habitualmente te llevo, pero no te
olvido. Es la vida que sigue su camino sin fin hasta la eternidad. Llena de
actividades y añoranzas, de alegrías y separaciones y que me obliga a seguir su
ritmo, pero no te olvido. Ocupado está también mi corazón con tu recuerdo. Si
pudiera abrirlo cada centímetro de él te diría, te amo, estoy lleno de ti aunque
tú no estás. Estás en un niño gordo, en tus amigos, en nuestra casa, en una
canción, en una foto, en una mariposa que revolotea nuestro jardín, en la
tristeza verde de los ojos de tu madre y en la evasiva de tu hermano.
Es difícil vivir los 25 de
noviembre desde que partiste. Miro por la ventana y una vez más, los acacios se
han vestido de verde y los gorriones revolotean bajos y bulliciosos. 18 veces
ha pasado el sol de manera completa frente a mi ventana y de esas son nueve que
tú no estás. A veces te veo entre las nubes, sonriendo, diciéndome hola con la
mano y alejándote sobre un querubín y entonces lloro tu partida otra vez y tú
te das vuelta y me sonríes y me dices que espere, que espere y lloro otra vez y
cada lágrima se convierte en una mariposa que te sigue hasta que despareces de
mi vista. En mi corazón el tiempo no pasa y sigues siendo el Joaco pequeño, divertido
y tierno, aunque hoy cumplirías 18 años y no estás, gato cósmico.
Amigo de ruta llevo 2 meses y medio en este camino y se me hace dificil recorrer cada segundo y cada dia. Leo tus palabras y entiendo que debo aprender a vivir con este dolor,pero me consuela saber que no estamos solos,que hay muchos como nosotros que han visto adelantarse a sus hijos a la morada celestial.Que ganas de ver a Joaco y a Nico jugando y cantando juntos,y aunque se que en el Cielo no existe la discapacidad ,espero que Dios le haya encargado a mi hijo al tuyo y a otros tantos que conoci que partieron antes.
ResponderEliminarQuerida Dora,nuestros hijos experimentan y disfrutan de todo aquello que para nosotros todavía es cuestión de fe y esperanza. Seguimos caminando, con paciencia y en esperanza
ResponderEliminarUn abrazo