Ser pareja, en la opinión de los expertos es un
arte, es decir, que es una mezcla de técnica y capacidades “innatas”, como lo
es la pintura o la música. Esto pudiera parecer una exageración dada la gran
cantidad de parejas que existen en comparación con el desarrollo artístico,
siguiendo el mismo ejemplo, pero no lo es. Ser pareja es algo que se aprende,
pero que necesita construirse a partir de algunos elementos básicos. Elementos
emocionales desarrollados en la niñez, en la familia, en una red emocional
sana. Existen muchas parejas, pero no todas se llevan bien ni son felices.
Algunas sobreviven por años a la rutina y el tedio. Otras viven peleando y este
llega a ser el único vínculo que los une. Si dejaran de pelear verían que no
tienen nada. Otras parejas jamás debieron casarse. ¿Pueden cambiar las
personas? ¿Se puede esperar un cambio del cónyuge? Sí, el cambio es posible, no
obstante éste se produce bajo ciertas condiciones elementales para su
realización. La primera es que la persona desee cambiar. No porque el cónyuge
desee que cambie este lo va a hacer. Hay parejas que llevan años esperando que
su cónyuge cambie, sin embargo esto no ocurre. El cambio es un proceso
profundamente interior, un deseo íntimo de renunciar a ciertos hábitos,
conductas, pensamientos, actitudes que son los que están dañando a la otra
persona. La bibliografía y la propia experiencia clínica revelan que las
condiciones para el cambio son:
1. Hacerse cargo de uno mismo. Escribí sobre esto
en mi blog (Contra el mundo a favor del mundo) Esto quiere decir, en pocas
palabras, que la persona debe asumir la responsabilidad por sus actos. No
escudarse en un “es que yo soy así” ni culpar al otro, sino que en un acto de
reflexión debe reconocer aquello que está dañando la relación y buscar el
cambio.
2. Calmarse ante la situación conflictiva. Dejar de
enredarse en los conflictos, “bajarse” de ellos y en lugar de gastar tiempo y
energía en conflictos repetitivos o circulares, centrarse en la búsqueda de un
cambio verdadero, perdurable, restaurador. Dejar de pelear y centrarse en el
cambio.
3. Ordenar el “desorden”. Determinar cuáles son las
conductas o actitudes que están dañando la relación. Priorizar en esta lista
negativa. Focalizarse en los verdaderos conflictos y no en el ruido que ha
inundado a la pareja. Dejar de buscar responsables y centrarse en la relación
conflicto-emoción-interacción, pues este es el verdadero origen de los
conflictos. El tipo de interacción que la pareja ha forjado, la música con la
que bailan y las emociones involucradas.
4. Ser preciso.Centrarse en un problema a la
vez. Partir con aquella conducta-emoción-interacción que más daño causa y que
requiere urgente un cambio. Reflexionar (lo que ya es un desafío para muchos)
cuándo y cómo se inició esa interacción negativa y los caminos hacia el cambio.
Centrarse en ello hasta ver resultados.
5. Escribir la historia de los intentos de las
soluciones pasadas, las que en lugar de producir el cambio lo han perpetuado.
Los conflictos no se resuelven solos, el tiempo no arregla los problemas, al
contrario, si estos no se solucionan el conflicto crece hasta el punto en que
ya no hay marcha atrás, por cansancio, falta de compromiso, desinterés, etc.
¿Cuáles han sido las soluciones planteadas para cambiar? ¿Han resultado?
Hasta aquí algunas sugerencias en la búsqueda del
cambio en la pareja. Recordemos las palabras del profeta Amós en el capítulo
tres de su libro “¿Andarán dos juntos si no estuvieren de acuerdo?” y las
palabras de Salomón en el Cantar número 2
“Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas,
porque nuestras viñas están en cierne”. Para ser pareja hay que caminar en la
misma dirección, estar de acuerdo, caminar “enyugados”: El cambio es posible pero
el yugo debe ser compartido. Las zorras pequeñas son aquellos conflictos, al
parecer menos importantes y que si no se les toma en cuenta acabarán con el
matrimonio. No cazarlas en el momento oportuno hará que el cambio se vuelva
cada vez más difícil de realizar.
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