miércoles, 26 de marzo de 2008

Una foto especial. Alumnas de un tercer año básico en Santiago



Un saludo a rapa Nui desde la Escuela Arturo Matte Larraín

jueves, 20 de marzo de 2008

Joe Zawinul y los músicos cristianos


Joe Zawinul y los músicos cristianos

Pr. Juan E. Barrera

Q
uién es Joe Zawinul y de que manera se relaciona con los músicos cristianos?. No es tele evangelista, no es pastor, no es profeta ni apóstol, tampoco es cristiano ¿entonces? Bueno, la primera relación es que Zawinul era un músico, un pianista de jazz, uno de los mejores. Las otras relaciones forman parte de este artículo que deseo compartir ahora.
Quedé absorto, boquiabierto, hace unas semanas con la música de este jazzista. Era ya un hombre mayor, de más de setenta años, con bigote, sonriente, un gorro de lana multicolor y su inseparable teclado. Era austriaco pero vivía en los Estados Unidos.
El programa que vi era una realización acerca de su vida y de su música, no pude despegarme de la pantalla hasta que, para mi desazón el programa acabó más rápido de lo que me hubiera deseado.
En este reportaje mostraban parte de su vida y de su música, que en mi humilde opinión de consumidor de música, y no de experto, se debe encontrar entre las más hermosas y creativas. Zawinul estudió piano, y en su larga trayectoria bebió de muchas fuentes, jazz clásico, rock, música negra, música latina y otros.
Su música es una exquisita mezcla, fusión de cada una de estas influencias, con sonidos creados por el mismo, excelentes composiciones, melodías cargadas de expresividad, de creatividad y sobre todo de mucha emoción. Alguna de su discografía selecta, es:
1970: Zawinul ( Atlantic )
1986: Dialects ( Columbia )
1992: My People (Escapade)
1998: World Tour (JVC Victor)
2002: Faces & Places (ESC)
2004: Vienna Nights. Live at Joe Zawinul's Birdland (BHM)
2005: Brown Street (Intuition)
Ahora bien, por varias razones me resulta muy fácil hacer asociaciones entre las distintas expresiones artísticas y el pensamiento cristiano. Para algunos puede parecer contradictorio hablar de jazz, sobre todo si no se es un experto, y cristianismo, hablar de Dios y plástica o hablar de fe y ciencia o de Dios y literatura. Pero tengo mis razones que en otra oportunidad y con ocasión de un ensayo que estoy escribiendo compartiré abiertamente.
Creo que fue Marco Witt quien introdujo al mundo evangélico el término “músico cristiano” que es más bien un constructo, otro de los tantos que navegan en el imaginario evangélico. ¿Por qué digo constructo? Porque en la realidad creo que nunca ha existido como tal, el músico cristiano en las iglesias no existe, y si los hay son muy pocos, y ¿Qué tiene esto que ver con Joe Zawinul?, bueno que no puedo dejar de hacer comparaciones, reflexiones, asociaciones y tal vez Zawinul hasta podría ser una excusa para reflexionar acerca de la música en las iglesia. El fue un músico de excelencia, entró al conservatorio cuando era un niño y luego con una beca emigró a los Estados Unidos, es decir que la calidad de su música no es fruto de la improvisación ni de un entusiasmo pasajero o juvenil. Las grandes producciones van acompañadas de grandes esfuerzos ¿Por qué no hay músicos cristianos? Porque en las iglesias, otra vez, siguiendo las generalidades y no las excepciones, no hay personas dedicadas a la música. Existen personas de buena voluntad, que sí tienen un poco más de interés, que les gusta la música e intentan hacer algo lindo. Algunos lo hacen muy bien, otros se quedan en el intento. Estos hermanos se pagan ellos mismos sus clases, si es que realmente se muestran interesados, pero son muy pocos los que perseveran, y estos reciben tantos tropiezos y tantos obstáculos que finalmente se rinden.
Los verdaderos músicos nunca son improvisados, son el resultado de mucha transpiración y un poco de inspiración. La calidad que logran es el resultado de una técnica perfecta obtenida luego de miles de horas de estudio y de ensayo. Horas y horas dedicadas a buscar la técnica perfecta, el mejor arreglo, el mejor sonido, a plasmar lo que en verdad tienen en mente y en el corazón. Estamos a años luz cuando vemos en la mayoría de nuestras iglesias a personas que tocan afinando sus instrumentos mientras que ya se dio inicio a la reunión, o personas improvisando sobre la marcha las canciones que se van a tocar o ¡quiénes van a tocar!.
Otra cosa que he descubierto y no solo a raíz de Zawinul, que murió tocando a los setenta y cinco años, sino además en muchos otros músicos famosos en el ¿ambiente? musical cristiano. Son muy pocos los adolescentes que se dedican a la música en las iglesias que logran consolidar un ministerio musical y entre las que se dedican a la música de manera personal. La gran mayoría es gente adulta comprometida a fondo con la música en la iglesia, son músicos de estudio. Pensemos en Doen Moen, Ron Kenoly, Paul Wilbur, Marco Witt, Jesús Adrián Romero, Danny Berríos, Danilo Montero, etc No nombré ninguna mujer, estoy en deuda, ¡Doris Machine!.Incluso la gran mayoría peina canas, con el permiso claro de la misma Doris Machine. Tampoco los Hillsong, que es música juvenil, son ya tan jóvenes.
En nuestras iglesias el ministerio musical, si es que esto existe, en cambio, está en manos de los jóvenes y de los adolescentes, ¡quienes además prestan sus instrumentos y equipos a la iglesia! A los mismos que luego los critican. Con estos comentarios no quiero decir que los jóvenes no deban tocar, porque si ellos no lo hacen nadie más lo hará, sino que la responsabilidad debe estar en personas de más edad, que aporten sus experiencias musicales y espirituales. No en manos del pastor o de personas que no saben nada de música, sino en acuerdo con ellos, pero en manos de músicos. Veía a Zawinul, ya canoso y experto tocando con tal soltura y seguridad que no pude dejar de pensar en lo bien que eso le haría a nuestras iglesias. Los músicos no deberían ser “cabros” que rascan un poco la guitarra y tocan las canciones evangélicas de moda en la TV o en CDs si no personas dedicadas, consagradas por la iglesia a tal ministerio. En una iglesia bautista en San Pablo escuché una banda tan bien afiatada y desbordando adoración que le hice el comentario al pastor, luego de ver como Dios llenaba ese lugar entre quienes cantaban “Jesuscristo mudou o meu viver”. El me miró serio y me respondió “están consagrados al ministerio musical”. ( Y nadie andaba opinando acerca del volumen de la batería ¡o de lo terrible del ritmo sincopado!, aunque nadie que no sea músico sabe que es eso).
Otra cosa que no puedo dejar pasar en la entrevistas que hacían a este músico, es que él mismo contaba como por años copió a otros músicos, tocó el piano como tal o cual músico, todos grandes como él, lo que ya no es menor, pero dice que llegó el momento donde se hastió, se aburrió y dejó de tocar como… y comenzó a ser él mismo. Impuso su estilo y su forma de hacer jazz. Uno de los problemas más serios de la iglesia evangélica latinoamericana es esta falta de identidad, vivimos copiando. Si todos saltan, saltamos, si todos se desmayan nos desmayamos, si todos hacen gritos de júbilo, hacemos gritos de júbilo. Si alguno canta himnos, cantamos himnos, si otro rechaza los himnos, no cantamos más himnos, si unos quieren ser prósperos (ricos) entonces estamos locos buscando la prosperidad y la lista podría seguir ad infinitud. ¿Por qué no hay músicos cristianos? Porque una de las características fundamentales de un artista es la capacidad de crear. La creatividad es fundamental en cualquier expresión artística, y entre los que tocan en las iglesias ¡está totalmente ausente! Van a ser tres décadas que surgió el movimiento de un canto nuevo. Botamos los himnos porque estábamos aburridos de repetir la música religiosa anglosajona que no tenía nada que ver con nuestra idiosincrasia. Dejamos de cantar traducciones de himnos en inglés del siglo XVIII aburridos de su formalidad y de su majestad el piano. Necesitábamos renovarnos, y fueron muchas, pero muchas las iglesias que botaron los himnarios y al santo piano agregaron una guitarra eléctrica y un bajo electrónico y provistos de un retroproyector nuevo, orgullosos proyectábamos, en esos años unas transparencias con la letra de las canciones ¡Qué innovadores! (los americanos hacían eso hace muchos años).Hoy usamos un data show con el mismo orgullo pero seguimos en el mismo modelo y se está repitiendo el ciclo, lo que era tan renovador y trasgresor se ha convertido en lo tradicional de hoy. ¿Porque en realidad que fue lo que hicimos? Volvimos a copiar. Cambiamos los músicos de la antigüedad por músicos contemporáneos, con la diferencia que muchos de los contemporáneos tienen problemas doctrinales serios. Llenamos las iglesias con la música de Marco Witt, de Juan Carlos Alvarado, de Marcos Barrientos, de Jaime Murrel. Todos con contextos litúrgicos distintos a los nuestros, (que fue nuestra crítica a los primeros anglosajones), y acompañados también de una buena campaña de mercadeo. Recuerdo con risa a un locutor radial de una emisora cristiana entrevistando a Juan Carlos Alvarado a su llegada a Pudahuel como si fuera Luis Miguel o algún rockero gringo. El tipo no entendía tanto revuelo y la efervescencia del locutor hipnotizado con la idea de las comunicaciones cristianas. Supongo que eso forma parte de la idiosincrasia del chileno y no lo vamos a cambiar.
¿y luego?, volvimos a traducir canciones del inglés, de Hillsong, de Michael Smith, de Ron Kenoly, de Prais and Worship, de Marco Witt las que muchas también eran traducciones del inglés, etc y en la actualidad la creatividad volvió a estar ausente y su majestad la copia se hizo nuevamente presente ¿No nos aburre cantar las canciones de Danilo Montero, Hillsong, de Michael Smyth, de Jesús adrián Romero o de Marco Witt, ahora ecuménico?.Personalmente ya no resisto “El es el rey”, “En la casa de Dios”, “Sería como pájaro herido”, etc .
No hay creatividad en las iglesias, y este punto se relaciona con lo siguiente que deseo compartir.
Vuelvo a Zawinul. Este músico vivía en Austria, era de familia pobre y sufrió los horrores de la guerra. En las imágenes mostradas, él vuelve a su antiguo barrio y muy emocionado visita su casa de infancia, recuerda la muerte, por un bombazo, de su mejor amigo, recuerda que cazaba ratas. En el relato, guarda silencio, se emociona, los recuerdos y experiencias se le vienen encima y no puede evitarlo.
Después de escuchar estas palabras y adivinar de alguna manera el dolor que sufrió, uno escucha de otra manera su música, hay algo que le da sentido, que la teje y le da forma. Es un jazz fusionado no solo musicalmente sino que además fusionado con la experiencia de vida del músico. Esta creo es la razón de por qué en la iglesia evangélica está ausente la creatividad. Es una iglesia sin experiencias, al menos verdaderas experiencias. Las personas que tocan solo pueden repetir y copiar porque no tienen el bagaje experiencial para crear.
Pensemos nuevamente en los giros musicales producidos desde fines de los 80 hasta nuestro tiempo. Rechazamos los himnos por estar pasados de moda, pero olvidamos algo importante: esas melodías y esas letras reflejaban las experiencias de estos hombres con Dios. Eran sus encuentros con el Señor lo que ellos escribían, sus luchas, sus tentaciones, su consagración “Que mi vida entera esté consagrada a ti Señor…”no eran solo palabras eran una realidad. “Yo me rindo a ti, yo me rindo a ti” no eran solo poesía. Muchos tomaron un barco y se fueron lejos de su país como misioneros y nunca más volvieron, algunos incluso morían en el barco antes de llegar a su destino. “Oh quién tuviera lenguas mil” es la oda de un corazón lleno de Dios y de su amor. En fin, tantos otros. Recordemos por ejemplo a los hermanos Wesley: Citamos a menudo al predicador, a Jhon , por su poder, valor, perseverancia y fruto para Dios, pero no olvidemos que el autor de himnos Charles, su hermano, era tan poderoso con su música como Jhon con su predicación. Martín Lutero puso letra cristiana a muchos de los cánticos populares de su época (cosa que los conservadores adictos a la tradición no quieren reconocer) y la música era un instrumento poderoso en las manos de Dios. “Castillo fuerte es nuestro Dios” es irreemplazable. Pero pasó el tiempo y toda esa experiencia quedó en nada y solo quedaron las palabras y la música escritas que se han seguido repitiendo sin el poder con la que fueron escritas. Por lo que para nosotros cantar esos himnos no es lo mismo que cuando ellos los cantaban, de alguna manera creo que perdimos de vista su propia perspectiva.
Ahora bien, en nuestro tiempo, con el movimiento musical actual ocurre lo mismo. Cantamos las experiencias ajenas, cantamos las revelaciones que Dios ha dado a otros. Cantamos del amor y de la admiración, de la devoción, de la consagración de otros, del enamoramiento de otros. Por ejemplo, Jaime Murrel tiene una canción preciosa que dice, espero no equivocarme, estoy escribiendo los versos de memoria:

Tú belleza es indescriptible difícil de entender
tus obras son incomparables maravillado estoy de ti
¿quién podrá entender tu sabiduría?¿Quién podrá entender tu profundo amor

Maravillado estoy de ti
Maravillado estoy de ti
Santo Dios de quien la tierra es
maravillado estoy de ti
Si es que estas palabras son verdaderas y no son solo poesía, que es otro tema muy serio de analizar, y estas palabras son el resultado de una experiencia espiritual de Murrel resulta imposible cantar esta canción de la forma como él la canta. Si en verdad el cantante ha estado en la presencia de Dios y ha quedado maravillado, entonces no solo debe cantarlo sino que además predicarlo, no olvidemos que la falta de una espiritualidad genuina es una de las crisis de la iglesia hoy. El antiquísimo himno Santo, Santo, Santo, dice en uno de sus versos, traducidos por J.B.Cabrera:
Santo, Santo, Santo
Por más que estés velado
E imposible sea tu gloria contemplar
Santo tú eres solo
Y nada hay a tu lado
En poder perfecto, pureza y caridad
Aquí podemos ver incluso una evolución en la experiencia con Dios, mientras para el autor de Santo, Santo, Santo Dios está velado, escondido, a Murrel Dios le ha mostrado su belleza y él se ha quedado sin palabras para describirla. Un día voy a conversar con Jaime Murrel acerca de estos versos ¿Es verdad lo que canta? Yo le creo, no lo pongo en duda.
Este es un ejemplo, otro lo constituye Jesús Adrián Romero. En sus conciertos en vivo yo le he escuchado decir frases como “orando de mañana”, “luego de un ayuno” lo que demuestra un hombre activo espiritualmente, así que su música, es de esperar, es el resultado de estas vivencias con Dios. Cuando él canta:
Dame tus ojos quiero ver
Dame tus palabras quiero hablar
Dame tu parecer
Dame tus pies yo quiero ir…

Espero que no sean solo palabras lindas que riman bien, sino que sea su experiencia con Dios volcada a favor nuestro en forma de canción y que nos desafía un compromiso misionero.(No puedo cantar esta canción sin llorar, pienso en la inmensa necesidad de nuestra ciudad y me uno a él. Yo también quiero tener los ojos, los oídos y el corazón de Dios para este Santiago lleno de soledad y tristeza y abandono).
¿Cuál es la dificultad entonces? Que cometemos los mismos errores, cantamos palabras sin el espíritu de las palabras, sin el corazón de quienes las han escrito, por eso solo podemos copiar. ¿Cuándo vendrá la creatividad? Cuando en nuestras iglesias Dios se mueva con libertad y toque corazones y estos respondan con arrepentimiento y santidad. En los íntegros es hermosa la alabanza nos recuerda el salmista, y Dios nos recuerda “si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. Ahora estarán abiertos mis ojos y atentos mis oídos a la oración en este lugar; porque ahora he elegido y santificado esta casa, para que esté en ella mi nombre para siempre; y mis ojos y mi corazón estarán ahí para siempre”. De esta manera Dios pondrá en nuestros labios un cántico nuevo.
Este jazzista, murió el 11 de septiembre de 2007 nos ha servido para reflexionar acerca de los cristianos músicos: dedicación, creatividad, experiencia. Hay mucho que decir todavía. Zawinul fue un músico excepcional, los invito a escuchar su música. Pero había algo que él no tenía a pesar de su virtuosismo y creatividad y que nosotros si tenemos, un tesoro que habita en nosotros que se llama Jesús.

¿Vale la pena sufrir?


¿VALE LA PENA SUFRIR? LA DEPRESIÓN ENTRE LOS CRISTIANOS
Juan Barrera M

¿Vale la pena sufrir? ¡Por supuesto que no! Son muy pocas las personas que responderían de manera afirmativa a esta pregunta, sin embargo, son muchas las personas que sufren, que lo pasan mal y para quienes la vida ha perdido su sabor. Una pérdida importante los ha quebrado y no logran salir adelante. Muchas de estas personas son cristianos y son buenos cristianos, hombres y mujeres que aman a Dios, pero que en algún momento empiezan a pasarlo mal.
En algunos círculos evangélicos se acentúa aún más la posibilidad de las depresiones, porque las niegan y como hacen esto, las personas están obligadas a fingir que se sienten bien, aunque lo están pasando pésimo y ante la crítica prefieren callarse, hasta que la depresión aflora de otra forma. Muchas veces dramáticas. Claro está allí nadie se hace responsable de lo ocurrido y colocamos toda la carga, aún más sobre la persona deprimida. Aún están preguntándose ¿pueden los cristianos deprimirse?, esto, mientras muchos de sus miembros ya no aguantan más y es que el tan sabido “tienes que orar más y leer más la Biblia” no les resulta. ¿Por qué niegan que los creyentes se puedan deprimir? No he encontrado argumentos convincentes. Al parecer los argumentos, bien diluidos son: que si alguien tiene a Cristo no puede sufrir ninguna cosa o nada le puede afectar, esto es el resultado de una predicación superficial del tipo “venga a cristo y se acabarán sus problemas” Otro argumento es el que no se puede tomar remedios para sentirse bien, aunque todos toman analgésicos y otros remedios. Otro, deprimirse es muestra de debilidad espiritual, de carnalidad, otro, deprimirse es no tener fe, no confiar en el Señor. Ninguno de estos argumentos funciona, eso es fácilmente demostrable por la cantidad importantes de creyentes que sufren de depresión. Lo que si creo, es que una fe vivida de manera sana, sin legalismos ni extremos ayuda como un elemento protector frente a la depresión, lo que no es lo mismo que ser inmune.
En la Biblia encontramos personas deprimidas, y aunque en este breve artículo no puedo extenderme en ellos, sí los voy a nombrar y los invito a leer los pasajes y descubrir que hombres poderosos en el Señor tuvieron su tiempo negro. Que paz trae eso a mi corazón, no tengo que fingir que estoy bien, no tener que aparentar frente a nadie que me siento feliz cuando no lo estoy saber que Dios me ama tanto esté deprimido o no lo esté. En la Biblia encontramos a Jacob en el valle de Jaboc. Moisés en el desierto enojado con el pueblo y con Dios. Elías, escondido en la cueva, huyendo de Jezabel. David, después de reconocer su pecado, huyendo de Saúl, de Absalón. Jonás, enojado con Dios deseando morirse luego que los habitantes de Nínive se habían arrepentido.
La depresión, de acuerdo a la clasificación de problemas psicológicos, forma parte de los trastornos del ánimo y se puede dar tanto en cristianos como en no cristianos, pues estamos expuestos a las mismas presiones de todo el mundo y a los mismos problemas físicos generados por la caída del hombre en pecado. En nuestras iglesias, la depresión se oculta y se habla de ella con culpa, casi en secreto, si se consumen pastillas, la culpa es peor, ¡Qué horror consume pastillas! Quienes así hablan lo hacen desde la desinformación misma, desde sus propios dogmas o creencias. La medicación es necesaria si el psiquiatra así lo considera, pues se debe evitar de manera rápida que la persona acentúe su estado depresivo y pueda atentar contra su vida.
Existen varios tipos de depresiones. En este artículo me voy a referir a la depresión de manera general.
Un autor ha escrito: (Martínez 2007) “La depresión, en cualquiera de sus formas o variantes, es una de las mayores epidemias que afecta a la humanidad en los últimos decenios. Una pandemia que, sin embargo, tiende a ser invisible, dado que los deprimidos disimulan y se retraen, y los suicidas suelen ser ocultados. Es, además, un problema que crece y se extiende, como una negra y espesa mancha de aceite en nuestro actual estilo de vida y cultura, sobre todo en los países desarrollados y urbanizados. En estos países crece mucho más deprisa en niños y adolescentes y la edad de inicio del primer episodio depresivo tiende a ser cada vez más temprana. Los datos son los siguientes: Un 8-17% de las personas padecen en algún momento de su vida alguna forma de depresión grave, aunque formas menores de depresión más o menos disfrazada afectan con cierta persistencia a un cuarto de la población en algún periodo de su vida. Después de la pubertad, se deprimen el doble de mujeres que hombres. En los pacientes afectados (y también en sus amigos y familiares) la depresión merma la cantidad y, sobre todo, la calidad de la vida. Aumenta el pesimismo, la hipocondría, la desesperanza; y disminuye el flujo de pensamientos y acciones, la autoestima, el cuidado e higiene personal, el impulso al reto, a la aventura, a la búsqueda de soluciones, a las relaciones, al goce y a la libido. Además del sufrimiento, aislamiento e incapacitación que produce acarrea un importante riesgo vital: muchas enfermedades, accidentes, deterioros familiares, fracasos escolares y despidos laborales pueden atribuirse directa o indirectamente a la depresión; un 15% de los depresivos recurrentes mueren oficialmente por suicidio cada año en los Estados Unidos, lo que representa un número de muertes similar a la que produce el SIDA. La depresión, en sí misma, es un suicidio ralentizado, como una muerte en cámara lenta. Aunque nuestro cuerpo sigue funcionando (más lentamente, por cierto), nuestra alma ha perdido su Sol, o yace en completas tinieblas”.
Estas palabras describen muy bien un trastorno depresivo, y podemos ver que una depresión no afecta solo al individuo que la padece sino a todo su entorno y que se torna grave cuando interfiere con la actividades cotidianas de la persona que la padece o lleva al paciente a atentar contra su vida.
En la depresión mayor, o aguda, deben presentarse al menos cinco de los síntomas abajo listados durante un período de como mínimo dos semanas, y deben representar un cambio de conducta o estado de ánimo respecto al estado previo, así que revise la lista y descubra si está deprimido o alguna vez lo ha estado y no se dio cuenta.
1. Ánimo deprimido la mayoría de los días y en la mayor parte de cada día.
2. Total o muy importante pérdida de placer la mayor parte del tiempo.
3. Aumento o disminución significativos del apetito, peso, o ambos.
4. Trastornos del sueño en forma de insomnio o excesiva somnolencia prácticamente diaria.
5. Sentimientos de agitación o sentido de intensa lentitud.
6. Pérdida de energía y una sensación diaria de cansancio.
7. Sentimientos de culpabilidad o inutilidad durante casi todo el tiempo.
8. Incapacidad de concentración casi a diario.
9. Pensamientos recurrentes de muerte y suicidio.
Además, se deben considerar otros criterios:
1. Los síntomas mencionados con anterioridad no deberían seguir o acompañar episodios maníacos (como en los trastornos bipolares u otros)
2. Deben alterar funciones normales importantes (tales como el trabajo o las relaciones personales)
3. No ser causados por drogas, alcohol, u otras sustancias.
4. No ser causados por la reacción de duelo normal.
Los episodios de depresión mayor en general pueden durar alrededor de veinte semanas, es decir cinco meses. Entre el 30 y el 40% de los pacientes deprimidos experimentan ataques súbitos de ira que describen como inespecíficos e inapropiados.
¿Por qué se produce la depresión?
En las causas de depresión se conjugan varios factores :genéticos, biológicos y ambientales.
Factores genéticos
Anormalidades de los Neurotransmisores.- Las causas básicas de la depresión están asociadas a anormalidades en la liberación de ciertos neurotransmisores claves (que son los mensajeros químicos del cerebro) principalmente los siguientes:
Serotonina, Acetilcolina Catecolaminas (que constan de la dopamina, noradrenalina y epinefrina también llamada adrenalina)
El grado en que estos mensajeros químicos están alterados puede ser determinado por otros factores, tales como anomalías estructurales cerebrales leves, trastornos del sueño o susceptibilidad genética. Por ejemplo, los investigadores han identificado un defecto en el gen llamado SERT, que regula la serotonina, la que ha sido asociada a la depresión.
Factores biológicos
Anomalías Hormonales. Es muy probable que en las hormonas femeninas, los estrógenos y la progesterona, jueguen un papel en la depresión. Los niveles anormales de determinadas hormonas de stress y del crecimiento también pueden jugar un papel en la depresión.
Factores ambientales
Depresión y Estrategia Adaptativa.- Algunos expertos creen que el ánimo disminuido es una respuesta adaptativa a determinadas situaciones en las que las expectativas no se adaptan a los logros y los esfuerzos activos parecen infructuosos (como un enamoramiento no correspondido, fracaso profesional, o un compromiso de autoridad). En el estado normal, el dolor que produce la respuesta proporciona al individuo iniciativa para desconectar y también una respuesta pasiva, de abandono que permite al individuo tener un periodo de pensamiento profundo antes de realizar un cambio de dirección. La depresión como alteración (caracterizada por pesimismo contumaz, baja autoestima y falta total de iniciativa) se puede desarrollar si hay constantes metas u objetos inalcanzables y si la persona no tiene ninguna relación positiva que le ayude a cambiar de dirección. Estas situaciones se dan ciertamente en las sociedades altamente competitivas a las que les falta el soporte social y los medios de comunicación mantienen las imágenes inalcanzables como deseables.
Desde la psicología cognitiva se ha descubierto que las personas deprimidas presentan alteraciones en tres áreas bien definidas, las que se denominan “la tríada cognitiva de la depresión”. Estas áreas son:
1. Una visión negativa de si mismo
2. Una visión de su entorno
3. Una pobre visión del futuro.

El tratamiento
El tratamiento para depresión se hace en conjunto con el psiquiatra y el psicólogo. Las investigaciones demuestran que un tratamiento a base de medicación y psicoterapia cognitiva es efectivo en la mayoría de los casos. Si usted siente que está deprimido, que los síntomas le están incapacitando para hacer su vida cotidiana, que hace tiempo que se siente mal, o viene saliendo de un parto, de un duelo u otra pérdida, lo que debe hacer es, visitar un psicólogo. Este profesional va a realizar una evaluación y comenzará un trabajo de psicoterapia para sacarlo del estado depresivo, pero si lo considera necesario y urgente lo va a derivar a un psiquiatra, quien lo medicará. Luego que su ánimo esté estabilizado, usted debe volver con el psicólogo para hacer psicoterapia, para trabajar junto con él las razones de su depresión. La mayoría de las personas, cree tomar el camino más corto, que a la larga resulta ser el más largo. Va al psiquiatra, este le receta pastillas, y como pronto se siente bien ya no vuelve al psicólogo, no vuelve hasta que viene la recaída. ¿Por qué sucede esto? Porque la persona no se ha sanado de su depresión, se siente bien debido a los efectos del remedio, pero las causas de su malestar aún no se han curado, por eso vuelve una vez más y la depresión puede durar años. La psicoterapia tiene por objetivo ayudar al paciente a desarrollar herramientas que le permitan enfrentar las situaciones que le producen depresión. Una vez que aprenda a enfrentarla de manera adecuada lo más probable es que ya no vuelva más.

sábado, 8 de marzo de 2008

La santidad de Dios

LA SANTIDAD DE DIOS
Juan E. Barrera


H
Ace mucho tiempo atrás, uno de los requisitos del instituto bíblico en el que estudié era la lectura obligada de la Biblia en forma completa en el período del año académico. Era una carga no fácil de llevar, pero lo cumplí. Leí mi Biblia completa cuatro veces, luego encontré que era una práctica muy sana y lo continué haciendo, así que la leí por lo menos dos tres veces más. Desde Génesis hasta el último capítulo de Apocalipsis, desde enero hasta diciembre. Luego los largos períodos de universidad me alejaron de esta práctica tan sana. En ese tiempo no volví a leerla completa, nunca dejé de leerla, pero no lo hice de forma ordenada y sentí esa falta todos esos años. Hoy he vuelto nuevamente, lo estoy intentando. Comencé en Génesis y espero terminar en diciembre con Apocalipsis. Estoy leyendo como si fuera la primera vez que lo hiciera, para ello escogí una antigua versión editada por Scofield, mi antigua y querida Biblia. Lo hago por razones puramente sentimentales, pues tengo también otras versiones, pero en este ejemplar, de manera especial, hay mucho de mi vida y de mi caminar con Dios en sus páginas. Notas, bosquejos, colores, estudios, marcas y hasta algunas lágrimas que han corrido algunos de los versículos que me son muy amados, tengo fechas de encuentros con el Señor, sus reprensiones, mis dudas, etc.
Esta vez la lectura de la Biblia ha despertado en mí un especial interés en la santidad de Dios. La santidad es uno de los atributos divinos, una de las dimensiones de Dios y no una de sus características, pues esto último, una característica es una cualidad, y la santidad de Dios no es una cualidad, sino que representa el todo de Dios, es decir que la santidad no es un adjetivo de Dios, sino todo Dios. El es todo Santo, todo Misericordia, todo Fidelidad, etc. He vuelto a leer sobre la santidad de Dios con asombro, con una sana curiosidad, con respeto, con reverencia, y claro no he podido evitar, a medida que he ido leyendo, el hacer observaciones y comparaciones y la santidad del Señor se me aparece como lo opuesto a nuestro mundo reinante. Su santidad se contrasta con:
Primero, mi propia pecaminosidad, que distinta es mi vida y que por debajo está de la norma moral y santa que Dios exige a su pueblo. En el AT el ciudadano común no jugaba con Dios, ni se entretenía en un discurso filosófico de Dios. Su santidad operaba allí mismo, en el día a día. Romper uno de los mandatos de la ley era exponerse a la ira de Dios, a excluirse de su presencia, a la muerte. ¿Quién podría haber seguido vivo sin depender de la sangre de todos esos animales? Hoy la santidad del Señor se nos aparece como lejana, como algo mágico, casi mitológico. A manera individual la santidad ha dejado de ser el modelo de vida para los hombres y al leer las biografías de los santos de Dios en el pasado, toda esa preocupación y ardor por Dios hasta nos parece extraño, excéntrico, como de otro mundo. Los modelos que nos rigen hoy, por ejemplo son el trabajo, el éxito, el dinero, el prestigio, la moda, la felicidad, etc. Es a estas cosas que nos dedicamos, por las cuales nos sacrificamos, sufrimos, trasnochamos y gastamos nuestro tiempo y dinero, pero no la santidad ¿Quién pasa horas y horas dedicados a la oración y al estudio de la Biblia? ¿Quién ayuna y persevera hasta recibir de Dios lo que busca? ¿Quién sufre por Dios y su presencia? ¿Quién busca la santidad del Señor como estilo de vida? Estamos llenos, satisfechos de otras cosas, pero no de la santidad de Dios.
Segundo, la santidad de Dios se muestra en lo exigente del sacerdocio levítico. Cuando uno lee superficialmente, o sin tener en cuenta el todo de la revelación se aburre de leer tantos detalles, sobre las ofrendas, el tabernáculo, los animales, las vestimentas del sumo sacerdote, las relaciones filiares, el sexo, el culto, etc, pero cuando descubrimos que en ese antiguo sistema vemos a Dios, al Nombre, al Gran Otro, que es distinto totalmente de nosotros revelarse al hombre, mostrarse a él y habitar entre él, descubrimos que no podía ser de otra manera. El sacerdocio tenía que cumplir con tales exigencias, no había otra forma de cómo lo santo y sublime lo terrible y lo excelso se podía transmitir al hombre caído, pecaminoso. Si el sacerdocio cumplía con las exigencias puestas por Dios y su santidad era cuidada, reverenciada, Dios habitaría entre su pueblo. Me emociona leer que Dios mismo habitaba en su pueblo, que su presencia era algo que los israelitas podían reconocer. Salían a la puerta de la tienda y podían ver la nube allí entre ellos, por las noches además de las estrellas y la luna podían observar la nube de fuego y saber que Dios estaba allí con ellos.
Esta santidad en el sistema levítico, esta minuciosidad en el servicio y ministración a Dios contrasta también con el pastorado y el servicio a Dios en general, estamos muy por debajo de la norma exigida en el AT. ¡Pero estamos en la gracia! Podría argumentar alguien. Es verdad, no estamos sujetos a las prácticas que eran para el pueblo judío, pero estamos sujetos a los mismos principios que sustentaban esas prácticas. Pablo nos recuerda que esas cosas eran un símbolo, una sombra de lo que había de venir y que en Cristo tendrían todo su cumplimiento. Es decir que el servicio a este precioso Dios Santo debería ser mayor, más exigente y más glorioso ahora que en Cristo se han cumplido todas las cosas. El es nuestro cordero pascual, nuestra expiación, nuestra ofrenda, nuestro Sumo Sacerdote, el verdadero pan, su sangre derramada una vez para siempre nos da el eterno acceso al lugar santísimo. Sin embargo esa santidad que me tiene asombrado e inquieto no se ve en el servicio hoy. Nuestro servicio está más basado en otras prácticas que en la búsqueda y el regocijo de la santidad de Dios. Nuestro servicio se basa más en la tradición que en la experiencia de búsqueda. Tradición en todos los ámbitos, conservadores y pentecostales. Para algunos la tradición forma casi parte de su doctrina y su forma de ser cristianos. Le quitamos todo lo que pertenece a sus tradiciones y no sabemos cuanto de cristiano quedaría. La santidad de Dios se extraña en los cultos, donde uno puede entrar y salir sin experimentar el más mínimo acto de Dios, uno puede entrar a un culto y es probable ¡que nadie te salude! Los más renovados podrían acercarse a esta búsqueda de la presencia santa de Dios con su énfasis en la adoración y la alabanza, pero no nos confundamos, distorsión (el efecto de la guitarra) no es lo mismo que unción, así que si Dios no está allí no hay instrumento musical que lo pueda reemplazar. Puede haber mucha emoción que no es lo mismo que unción.
Esta santidad de Dios se contrasta con el nivel de la predicación, con la calidad de los púlpitos, cuya principal función es justamente traer al pueblo la palabra que viene directamente de Dios. Nosotros nos dedicaremos a la “oración y a la palabra”.Estas fueron las prioridades de los apóstoles, y su ministerio testificó que así lo hicieron. Hoy escuchamos tantas, pero tantas cosas distintas y extravagantes que bien vale preguntarnos por la santidad del Señor en nuestras iglesias. Pastores que recitan las posturas teológicas favoritas sin que ni siquiera se les mueva la corbata o se despeinen. Lo repiten ya sin emoción y sin que eso les afecte. Otros que ayudan y enseñan a la congregación a ser ricos, que se aparecen en el púlpito con un traje negro y caro y un anillo de oro en la mano, hablando con acento centro americano y tratando de convencer a todos que Dios quiere que seamos ricos. Pastores que hacen llover oro, (podrían hacer llover trabajo, dignidad, perdón, pasión, santidad).Pastores que exaltan las emociones hasta llevarlas al punto de la ebullición y que uno fácilmente puede adivinar en que va a terminar el culto, unos llorando, otros de espalda, otros saltando, etc. Al menos en estas iglesias existe algo que en muchas otras ya se perdió, la expectativa de que algo va a pasar, que Dios va a hacer algo. También están los pastores que repiten las noticias de la semana, que están al tanto de cada programa de televisión, que suben al púlpito a contar chistes, a contar sus historias favoritas y repetidas y los que abandonan la Biblia por teorías de iglecrecimiento pensando que por su lectura y aplicación pero sin el poder del Señor y sin trabajo arduo la iglesia va a crecer. ¡Oh que el Señor nos de hombres que le busquen y nos muestren a este Dios Santo! Tengo sed de Dios, tengo sed por un mensaje fresco, que no me diga todo lo que ya se, que no repita lo que sale en los libros, sino que me lleve a Dios, que me muestre a Dios, que me desafíe a buscarlo, que me lleve a sus pies. Quiero una predicación que no me de otra opción que arrepentirme y adorar a Dios por su amor y su gracia. Allí quiero estar, con mi Biblia, mis apuntes y mi corazón. Dios nos de hombres así, y que yo pueda ser también un hombre así.
Tercero, la santidad de Dios contrasta con el nivel espiritual de la iglesia en general, al menos en occidente. La santidad de Dios no solo se restringía al sacerdocio de Aarón y a una religión privada, sino que también incluía todo el quehacer de la sociedad de su época: las relaciones personales, interpersonales, familiares, de pareja, laborales, políticas, económicas, incluso las guerras. La presencia de Dios inundaba todo y lo perfumaba todo. Dios y su carácter era la norma para todo aquello. El cumplimiento del pueblo de estas normas de santidad traía como consecuencias, la prosperidad, la paz, el perdón, la larga vida, la Shalom de Dios.
A nivel general, en el mundo de hoy, somos conocidos, no siempre por las cosas buenas. Nuestra participación pública no siempre ha sido como quisiéramos: Un pastor, por ejemplo, es invitado a la televisión para hablar de temas éticos, pero en lugar de argumentar se “amurra” y pierde la oportunidad de hablar en nombre de Dios, otros van a orar en medio de una muchedumbre desnuda y frenética cuando viene Tunick. Son golpeados por carabineros y sometidos al escarnio público. Otro es conocido por una serie de peleas nada discretas con su hermana, etc. Por su parte, el gobierno hace poco reconoce en el congreso el aporte de algunos pastores en sus regiones, es decir también existen aquellos que trabajan y lo hacen bien, aunque habría que investigar cuanto de ello es política y cuanto de ello es reconocimiento verdadero y habría que investigar también si estos hombres cuentan con el respaldo y la admiración de su propia gente. Pero existen hombres que trabajan en el nombre de Dios, que buscan su gloria, aunque tengo la sospecha que estos son muy pocos y son anónimos. Son los profetas de Dios en el desierto y en las ciudades, que pelean solos y en el anonimato, pero que pronto serán descubiertos y premiados en el Bimá, el gran tribunal de Cristo. Entonces serán reconocidos por hombres y ángeles y el Cordero mismo colocará sobre sus cabezas la merecida corona por su trabajo entre los hombres de este mundo.
La santidad de Dios debe ser lo que motive nuestra vida cristiana, no la búsqueda del dinero, ni de fama, ni de dominar sobre las personas. La santidad del Señor, nos escudriña, nos humilla, nos quebranta, nos mata, pero al mismo tiempo nos renueva, nos sana, nos fortalece, nos da sentido. Oremos como Moisés:”Señor si he hallado gracia en tus ojos, permíteme conocerte y muéstrame el camino”.

martes, 4 de marzo de 2008

Conocer a Dios

CONOCIENDO A DIOS
Juan E. Barrera

“ y esta es la vida eterna; que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero y a Jesucristo, a quien has enviado” Juan 17: 3

C
onocer a Dios, que pretensión más grande que esta y que empresa desde ya imposible ¡Conocer a Dios! Como si esto fuera posible, si pensamos que Dios, es el todo Misterio, cuyo nombre es impronunciable, a quien nadie ha visto ni verá. Dios el Todopoderoso, creador y sustentador del universo, Dios el todo Misericordia, todo Justicia y todo Gracia. Dios el inescrutable, terrible y magnífico en santidad, ¡Santo, Santo, Santo! Adorado por los ángeles y rodeado de querubines, apartado de todo y de todos, con el cetro del tiempo y la muerte en su mano, Soberano absoluto, lleno de Gloria y Majestad. ¡Conocer a Dios! Sin embargo Jesús nos dice que en esto consiste la vida eterna, en conocerlo a El. La vida eterna no se inicia con la muerte, se inicia con el eterno proceso de conocerlo a El.
Hace años, en una playa del litoral central, de vacaciones con mi hermana, cuando sus hijos eran aún pequeños, el mayor, en ese entonces de cuatro años, le pidió en reiteradas ocasiones a su papá, mi cuñado, una mascarilla para ver bajo el agua. Luego de varias peticiones, un fin de semana mi cuñado llegó con la mascarilla. Mi sobrino se la colocó y corrió en dirección al mar, pero para nuestra sorpresa, no sumergió la cabeza en el mar, sino que se zambulló en una pequeña poza que había a la orilla, en la playa ¡Y allí se puso a “nadar”! Que decidor fue para mi, en esos años, y lo sigue siendo hasta ahora. Fue casi como un mensaje directo del Señor para mi, que no he olvidado desde entonces. Pensamos conocer a Dios, porque sabemos algo de la Biblia, o porque hemos tenido alguna experiencia especial o porque vivimos en una cultura evangélica, o porque hemos leído muchos libros acerca de Dios, o porque fuimos a un seminario, o porque vamos todos los domingos a la iglesia. Todo esto es necesario, pero podría ser solo la poza al lado del inmenso mar. Bien podemos estar sumergiendo la cabeza en algo de Dios, pero no en Dios. Conocer a Dios es el gran desafío y la gran tarea de cada cristiano. No debemos conformarnos con nada menos a eso. Todo, o casi todo lo que hacemos en las iglesias es bueno, pero no es suficiente. Necesitamos un impulso nuevo, que venga del mismo Dios que nos aflija y nos impulse a buscarlo. Conocer a Dios cambia nuestra vida. Jesús dijo que solo se puede adorar lo que conocemos, y que entonces la adoración es en Espíritu y en Verdad. Conocer a Dios nos obliga a compararnos y entonces su gracia, misericordia y perdón se transforma en algo dulce, en una experiencia existencial real y deja de ser una doctrina. Conocer a Dios elimina la rutina de la vida cristiana que se apodera de nosotros. Conocer a Dios hace que su palabra tenga un nuevo sentido para nosotros. Hace que cada párrafo, cada historia, cada relato tenga una coherencia que nunca antes vimos.
La promesa del Señor es que los que le buscan le encuentran, y ese Dios misterioso sale al encuentro de los que le buscan, ese Dios sale de su Trono y se revela en Jesús. Conocer a Dios es conocer a Jesús. ¡Dedicamos tanto tiempo a las epístolas y tan poco a los evangelios! Y es allí en Jesús de Nazaret donde Yavé se ha revelado. Conocerlo a El es conocer a Dios.
Quiera el Señor revelarse a nosotros y recibir de El aunque sea un reflejo de su gloria, gloria que nos transforme, nos purifique y nos haga más como él.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Ya no escucho el tren

Ya no escucho el tren

Juan Barrera M

¡Ya no escucho el tren! Qué triste fue tener que reconocerlo, pero era verdad, y no era que el tren no pasara; aún hacía su recorrido, quizás con menos frecuencia, pero aún pasa. Es el tren que va de Santiago al sur y que yo escuchaba cada noche desde mi casa; no es que yo viviera cerca de la línea del tren, sino que el silencio de la noche llevaba su ruido hasta la Gran Avenida, en La Cisterna, donde vivía con mis padres, mi hermana y mi abuela. Era una casa de madera, pero acogedora, de un color verde ya desteñido por el tiempo, con un gran patio donde había una higuera, un ciruelo y un almendro que eran el alma de las aventuras para mi hermana y para mí.

La escuela quedaba a escasos tres minutos de la casa, la calle era de tierra, y pasaba un canal ¡el único canal en medio de un barrio residencial! ¡Cuántas pelotas nuevas se llevó ese torrente café! Las pichangas en verano eran incesantes, igual que el ruido de los aviones de la fuerza aérea que circundaban mi cabeza de niño travieso, con zumbidos suaves y luces de colores. De la cancha pasé muchas veces, para sufrimiento de mi mamá, directo a la cama, ¡previo paso por el refrigerador!

Al caer la noche las cosas cambiaban: leía revistas que mi papá me regalaba y luego de soñar despierto caminando por Patolandia o volando con Super Tribi, apagaba la luz y oraba, hablaba con Dios, le daba gracias por mi papá, mi mamá, mi abuela, y mi hermana. A veces incluía a mi perro Ringo, un perro rubio que recogimos de la calle con la cabeza rota y medio muerto de hambre. Se quedó con nosotros muchos años, hasta que lo enterramos, con mucha pena, en el jardín de la casa. Luego cerraba los ojos y justo antes de dormir escuchaba el tren; no me dormía hasta escuchar su ruido metálico, pesado, lejano. Agudizaba el oído hasta que el ruido se perdía, imaginaba la locomotora de aspecto feroz, monstruoso, tirando de unos carros negros con mucha carga o con vagones con luz encendida y gente diciendo chao por la ventanilla. Así fue por años, no sé cuántos, después de orar escuchaba el tren y luego me dormía.

Una noche me acosté y para mi tristeza, no escuché el tren. Es más, ni siquiera recordé el tren. Era la misma casa, el mismo techo, la misma luna y las mismas estrellas que iluminaban mi cara de niño travieso, pero algunas cosas habían cambiado. Ya no era mi cama de colcha amarilla, ni debajo de ella estaba mi pelota de fútbol. Tampoco estaba mi abuela; ya había partido con el Maestro. Tampoco estaba mi hermana ni sus muñecas; ahora era mamá de verdad. Tampoco estaba el Ringo, sólo unas pocas flores en el jardín recordaban sus ladridos. Yo tampoco era el mismo. Tenía veinte años más y regresaba al hogar paterno con algunas heridas a cuestas, enojado con Dios y su obra. Estaba cansado, solo y desilusionado, abatido, abandonado por Dios, los hermanos y mis amigos.

Esa noche volví a mi casa, a mi patio, con la higuera, el ciruelo y mi almendro, pero ya no era lo mismo. Esa noche no oré, ni escuché el tren. Es muy probable que este continuó pasando cada noche durante esos veinte años, pero yo no estaba para escucharlo, y esa noche tampoco tenía oídos para escuchar al tren de mi infancia ni oídos para Dios, solo escuchaba mis propios lamentos, mis quejas y mis lágrimas, lágrimas de joven solitario y pastor abatido.

Una noche, sin embargo, después de muchas noches de silencio y soledad ocurrió un milagro: Mi esposa se había dormido recién a mi lado y mi hijo dormía feliz en su cuna a un costado. Yo también tenía sueño, pero cerré los ojos y agradecí a Dios por ellos, por ser su hijo, por el trabajo, por su amor y su mano siempre presente en mi vida ¡y entonces ocurrió! Antes de dormir, ¡escuché el tren a lo lejos! Su ruido poderoso me recordó tantas cosas, venía tocando la bocina, poderoso, metálico, ¡como antes! Esa noche también lloré en silencio pero de alegría.

lunes, 25 de febrero de 2008

Las funciones familiares


Funciones De La Familia I: Apoyo Emocional

Pr. Juan Barrera Muñoz

H
ace unos días comencé esta serie de artículos sobre las funciones de la familia en el día de hoy. Comencé con otro de los puntos, pero mientras lo hacía algo inesperado surgió: La muerte de nuestro cachorro, “el Nicky” y todo este suceso doloroso para nuestra familia me hizo cambiar el orden de los artículos. Déjenme que les cuente acerca de nuestro Nicky, era un Coquer Spaniel de color café, americano, llegó a la casa de quien era en ese entonces mi novia, dormía en una caja de zapatos y tomó mamadera hasta un buen tiempo después que nos casamos. Antes que nuestros hijos llegaran ya estaba el Nicky, persiguiendo gatos y encaramándose en cuanta cosa pillaba, corriendo y ladrando feliz por el jardín, pero hoy murió, estaba viejo, con cáncer y tuvimos que resignarnos a su pérdida. No intento ser meloso con la historia, pero lo que pasó ilustra bien esta función familiar, la de proveer apoyo emocional. ¿Qué hace una familia generalmente frente a un hecho como este?, tal vez le reste importancia al asunto, lo esconda de sus hijos pequeños y les prometa a sus hijos traer un perrito igual al que acaba de morir, pero en mi caso quise aprovechar este momento para enseñar a mis hijos algo importante en lo que respecta a las emociones. Para nosotros, adultos, es probable que la pena se pase pronto, y quizá a los niños también, pero el recuerdo del incidente quedará para toda la vida, así que pensando en eso y en los artículos que estaba preparando hicimos lo siguiente.
¿Qué va a hacer con él?-me preguntó el hombre que vino a la casa-voy a hacer un hoyo en el jardín y voy a hacer que mis hijos se despidan de él- creo que es mejor no hacer eso-me respondió-contradiciendo dije, -creo que es bueno para ellos conocer la experiencia de la muerte, y aprender el valor de los animales, dije yo, casi sin poder contener las lágrimas. No sé si esa persona se estaba riendo de mí o no, pero yo sentía una pena profunda por mi perro, así que, hicimos un funeral en el jardín y yo, el papá oficié de sepulturero, mientras mi esposa Lupe, la mamá, Juanito,10 y Joaquín, 6 y yo llorábamos juntos la partida de un buen amigo. Le hicimos cariño, lo miramos allí tirado en silencio recordando sus travesuras y entre lágrimas le dijimos algunas palabras personales cada uno y luego sin dejar de llorar cubrimos su cuerpo totalmente con tierra y sobre ella enterramos una planta. ¿Qué tiene que ver todo esta escena familiar con el tema en cuestión?, mucho, pues brindar apoyo emocional significa crear un ambiente emocional afectivo positivo, y no quise dejar pasar la oportunidad para dejar en mis hijos una enseñanza eterna.
¿Cuáles son las características de una familia que apoya emocionalmente a sus hijos?
1. Una familia que vive sus emociones de manera sana, que expresa sus emociones frente a las cosas buenas y frente a las desgracias, frente a las alegrías y frente a los duelos, frente a las victorias y derrotas familiares. Padres y madres que no sienten vergüenza de llorar frente a sus hijos, padres que se consuelan mutuamente, una familia donde cada uno puede expresar sus emociones y estas son respetadas y valoradas.
Una familia que presta apoyo emocional es también una familia donde se vive el humor, donde unos se pueden reír de otros sin herirse y también donde cada uno puede reírse de si mismo, de sus cosas buenas y cosas malas, a “mayor orgullo menos humor” escribió alguien.
2. Una familia que satisface las necesidades de los hijos y les brinda amor de manera expresiva, especialmente en los primeros años, pues a medida que van creciendo otras funciones y otras demandas van adquiriendo importancia y muchas veces esta primera función va disminuyendo, aunque jamás deberá desaparecer de una familia que se ama. Hay muchas maneras de demostrar el amor y satisfacer las necesidades emocionales de los hijos, y hay mucha literatura al respecto, pero, las formas básicas son el amor expresado en forma verbal, “te amo” es una palabra mágica a cualquier edad y sobre todo en un niño pequeño. Si no se tiene la costumbre de expresar el amor a través de las palabras, suele ser difícil comenzar, pero una vez que los padres descubren el efecto positivo que las palabras cariñosas tienen sobre sus hijos comienzan a usarlas con mayor dedicación, “te amo”, “eres un niño lindo”, o “una niña linda”, “eres tan inteligente”, “nada de lo que hagas puede impedir que te ame”, “eres el regalo del Señor para mi”, estas y otras palabras son una manera vital de llenar el baúl emocional de un niño, baúl al que va a recurrir en algún momento y sacar de aquí recuerdos que le fortalecerán o guiarán en alguna decisión futura.
Tocarlos es otra forma de expresar el amor, un buen abrazo, una sonrisa, jugar juntos a la pelota y hacer un gol juntos vale más que mil libros sobre la relación padre-hijo, ver juntos un partido en una shopería o comerse juntos un Barros Luco en la calle abrazados y riendo no tiene precio.
Descubrir cuales son aquellas cosas materiales que le haría feliz y regalárselas, dentro de las posibilidades de cada familia, (¡porque para muchos la lista es interminable!) es otra manera de brindar y expresar el amor, pequeñas agendas, tatuajes de mentira, unas zapatillas, un video juego, una película, un cd, una pulsera, una revista, un libro, lápices de colores, chapitas, etc son cosas que no cuestan mucho, pero que para los niños tienen gran valor
Otra forma de brindar apoyo emocional es que nosotros como padres nos mostremos también vulnerables a los problemas de la vida, llorar juntos con los pequeños logros y pequeñas penas de nuestros hijos, llorar si no quedó en el equipo de gimnasia, si el compañerito no la miró, si otro le dijo que era fea, llorar de alegría con una buena nota en matemáticas, con los goles en la pichanga del recreo. Mostrarse vulnerable además frente a los hijos cuando enfrentamos las frustraciones propias de adultos, un ascenso que no resultó, un problema familiar de difícil solución, dolor por la enfermedad de los abuelos o de otra persona. No esconder las emociones ni tratar que los niños no las vivan cuando estas son dolorosas.
En nuestra casa, este último tiempo estamos practicando ciertos rituales para recordar momentos emocionales importantes, por ejemplo: se termina el año escolar, entonces tenemos un asado especial para dar gracias a Dios y celebrar que después de un año de esfuerzo en el colegio por fin llegaron las vacaciones y a todo el mundo le fue bien. Celebramos cumpleaños, celebramos la licenciatura del Kinder de Joaquín, celebramos que ya aprendió a leer, celebramos el fin del invierno, la llegada de la primavera, del verano, celebramos que al papá le vaya bien en un examen, el cumpleaños de la mamá, etc y en todo damos gracias a Dios que nos permite estar juntos, y ser una familia. También tenemos momentos de recordar a personas que amamos y que ya no están con nosotros. Hace poco, en la mesa lloré al saber que un pastor amigo, de mi adolescencia, había partido para estar con el Señor, entre lágrimas les conté quien había sido, les dije lo importante que es dedicar la vida para Dios, de cómo él había salido adelante en la vida con la ayuda de Dios, de su alegría, de su amor por la música, por el deporte, oramos juntos para que el Señor diera paz a su familia, y nadie se rió o sorprendió que el papá llorara.
3. Este apoyo emocional debe tener límites y estos deben establecerse para que el niño no sea sobreprotegido, un amor excesivo puede convertirse en un amor patológico, estar siempre encima del niño, no dejarle libertad, no darle la oportunidad de cometer errores puede hacer que el niño crezca sintiendo siempre la necesidad de protección, aunque en realidad no la necesite. El niño necesita todo el amor y apoyo emocional, pero esto no debe convertirse en una burbuja que le impida su propio crecimiento. Milicic,1985 dice que los padres atribuimos a nuestros hijos ciertas cualidades y los tratamos como si las tuvieran, llegando incluso a etiquetarlos, nuestros hijos crecen con esas etiquetas y construyen su concepto de sí mismos en base a ellos, y luego se comportan como si estas atribuciones o etiquetas fueran verdaderas, “el débil”, “el desordenado”. “el ganador”, muchas de estas etiquetas parecieran ser nuestros sueños o nuestros propios temores que colocamos sobre nuestros hijos. El trabajo de nosotros los padres no es etiquetar, ni sobreproteger a los hijos, sino que en un equilibrio amoroso permitir que ellos mismos se encuentren, logren identificarse y diferenciarse. Darles raíces en las cuales afirmarse y sostenerse y luego alas con las que puedan volar sigue siendo el gran desafío para los padres. La autora que ya he citado identifica ocho criterios que impiden el desarrollo de una afectividad equilibrada y por antonomasia podemos deducir cuales son los criterios que ayudan al desarrollo afectivo de nuestros hijos:
1. Ausencia de modelos afectivos
2. Malos modelos
3. Carencias afectivas
4 Cuidados insuficientes hacia los niños
5. Daños a la autoestima
6. El abandono
7. Abusos sexuales
8. Climas afectivos fríos o poco gratos.

Una familia que se esfuerza en desarrollar un hogar que brinda amor y apoyo emocional está evitando conductas tan nefastas como las conductas suicidas, egocentrismo, violencia, indiferencia, trastornos alimenticios, trastornos del ánimo, conductas todas que afectan a un número importante de niños y adolescentes. Un hogar que brinda apoyo emocional está además sembrando felicidad no solo para ese mismo hogar, lo que ya es bastante recompensa, sino que además está preparando padres, estudiantes, trabajadores, jefes, empresarios, líderes, intelectuales y gobernantes más felices, íntegros, empáticos y misericordiosos, hombre y mujeres que representen los valores de Cristo en un mundo no cristiano.
Dios nos enseña en su palabra: La mujer (y el hombre)sabia edifica su casa (prov.14:1). El
vivir bajo un mismo techo y tener lazos sanguíneos no nos convierte automáticamente en
una familia, es la forma como nos relacionamos, el tipo de vida que llevamos, las cosas que hacemos y no hacemos, eso y mucho más es lo que nos convierte en familia. Esta tarea no se debe improvisar, ni dejar al azar, ni pensar que el tiempo se ocupará de ello. Un familia, una casa, un hogar, como nos enseña Dios se edifica, se construye. Con paciencia, con amor, con oración, con perdón y con el apoyo emocional que todos necesitamos, cuyo modelo perfecto se encuentra en Dios mismo, a quien, por la fe, podemos acercarnos para que nos abrace, nos cobije, nos escuche, nos reprenda y nos aliente y a quien por fe llamamos Padre.