domingo, 8 de enero de 2012

El tiempo, ese velero incansable


El tiempo, ese velero incansable
Juan E. Barrera
Escribo estas palabras, acerca del tiempo, ese velero incansable y viene a mi mente una imagen romántica, libre. Un velero avanzando en dirección al sol, con los rayos de este picando fuerte sobre su cubierta y un hombre y su mujer semi desnudos disfrutando del viento y la velocidad, o al atardecer. Imagino el velero entre aguas anaranjadas y tibias, con el viento en contra o con el viento a favor, pero avanzando siempre. También me imagino una imagen terrible, de un velero que avanza y avanza a una velocidad fenomenal, sin querer ni poder detenerse, preso de una maldición que le impide detenerse. Va dejando todo atrás: playa, casas, islas, nubes, gaviotas, personas y no puede detenerse, jamás puede detenerse. Así es el tiempo, un velero que navega sobre el mar de la vida al que no podemos detener, aunque tantas veces nos gustaría. Este velero comenzó su marcha el día en que vimos por primera vez la luz de este mundo, favorable o desfavorable para nosotros, y tal vez lo comenzó antes y luego siguió su ruta a través de nuestra niñez y de nuestra adolescencia. Con alegrías, entre las caricias de una madre o en el vacío de la ausencia de ella. Siguió avanzando en dirección de nuestros primeros amores, amores infantiles, amores adolescentes, amores adultos, en dirección de nuestros sueños, de nuestras metas. No puede parar, nació para avanzar, nació para ir siempre al frente. Muchas veces su marcha nos pareció lenta, azarosa, angustiosa, cuando el mar de nuestra vida presentaba pequeñas tormentas o grandes huracanes. Otras veces parecía volar sobre las aguas de nuestra vida, en nuestras alegrías, en nuestras pasiones, en nuestros éxtasis. Entonces no nos parecía extraño ni difícil, ni azaroso, ni tampoco nos molestaba la velocidad que alcanzaba.
El tiempo, ese velero incansable e incontrolable, cuyas huellas se pierden en el agua, entre las estelas, o huellas imborrables que desearíamos disipar, que haríamos todo lo imposible por no borrarlas, pero la vida es como el agua y el velero transita a toda velocidad sobre ella. ¿De dónde obtiene el viento contínuo este velero incansable? Es un misterio, ¿quién dio el primer impulso a esta embarcación? Nos damos cuenta que avanza cuando ya estamos a bordo y entonces no podemos bajarnos, hemos de seguir la ruta trazada ¿por alguien? ¿Tiene un rumbo y una meta ya predeterminados? ¿Podemos cambiar la dirección de este velero? Para algunos sí, para otros no, pero con viento o sin viento este velero avanza y no podemos ni debemos bajarnos.

martes, 3 de enero de 2012

LAS COSAS NO SON LO QUE PARECEN


LAS COSAS NO SON LO QUE PARECE
Alguien compartió conmigo estas palabras y fueron de bendición. Yo las comparto con ustedes esperando que también sean de bendición y consuelo.


Dos ángeles que viajaban pararon a pasar la noche en el hogar de una familia
rica.
La familia era de malos modales y no hospedó a los ángeles en el cuarto de
huéspedes de la mansión, si no que en su lugar, los ángeles fueron hospedados en un
espacio frío del sótano.
Estos hicieron su cama en el suelo duro, entonces, el ángel más viejo vio un agujero
en la pared y lo reparó.
Cuando el ángel más joven le preguntó por qué había hecho eso el ángel viejo le
contestó "las cosas no son siempre lo que parecen".
La noche siguiente, los ángeles se hospedaron en un hogar muy pobre, pero el
granjero y su esposa eran muy hospitalarios. Después de compartir el poco
alimento que tenían, los esposos dejaron dormir a los ángeles en la cama de
ellos para que estuvieran cómodos el resto de la noche.
Cuando el sol salió a la mañana siguiente los ángeles encontraron al granjero y
a su esposa destrozados: su única vaca, de la cual obtenían dinero por su
leche, estaba muerta en el campo.
El ángel joven se molestó y le preguntó al ángel viejo por qué había dejado que eso
sucediera.
“-El primer hombre tenía todo y le ayudaste-, dijo el ángel más joven – y la segunda familia tenía muy poco y estaban dispuestos a compartir todo y sin embargo dejaste morir a su única vaca.
"Las cosas no siempre son lo que aparentan" le contestó el ángel viejo.
Cuando estábamos en el sótano de la mansión, noté que había oro en ese
agujero de la pared que yo tapé y puesto que el propietario era tan, avaro y poco dispuesto a compartir su buena fortuna, sellé la pared para que él jamás lo encontrara.
Pero ayer en la noche mientras dormíamos en la cama de los granjeros, el
ángel de la muerte vino a buscar a la esposa. Entonces le di la vaca en lugar de ella.

Las cosas que acontecen en nuestra vida no siempre son lo que parecen, Dios tiene planes y propósitos que desconocemos. Nuestra labor es creer, confiar y adorar.