sábado, 14 de diciembre de 2013



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En un tiempo donde la predicación está en crisis, les comparto esta joya de Jhon Piper.

Los insectos y la primavera

Los insectos y la primavera
Juan E. Barrera
Sé que se acerca la primavera, y con ella una sensación de alegría, de libertad y renovación, porque sobre el techo de mi casa y en mi jardín comienzan a aparecer una serie de insectos. Bichos que cada año son bienvenidos porque forman parte de una antigua, nostálgica y bella tradición en mi barrio. El frío y la lluvia santiaguina han quedado atrás solo como un recuerdo tenue y brumoso y el ambiente en cambio se torna aromático, bullicioso, optimista. Tal vez estos insectos vuelan todo el año, pero es al inicio de la primavera donde sus vuelos se incrementan. Todos ellos tienen dos alas, la mayoría cortas, gruesas, firmes. Avanzan sobre el techo de mi casa en línea recta, a veces uno detrás del otro muy ordenados y disciplinados, como hormigas voladoras y laboriosas. Otros vuelan en grandes círculos y hay que mirarlos como se alejan hacia la cordillera. Son blancuzcos, plomizos, azulinos. Algunos tienen la nariz roja y una cola pequeña pero importante. De vez en cuando se dejan ver unos enormes que hacen un ruido sorprendente y de tanto en tanto una que otra libélula verde cruza mi jardín con su típico ruido que llama la atención de todos y deleita a todos. Vuelan tan bajo estas larvas, que dejan ver su panza sin pudor alguno. Vientres blancos, lisos, brillantes, ocupados. Hacen un ruido potente que muchas veces impide una conversación o ver la televisión, pero se extrañan cuando no están.
Por las noches se muestran coloridos, con luces pestañeantes, rápidas, pequeñas, como luciérnagas bulliciosas y roncas. Blancas, rojas, verdes y un ruido adormecido, casi monótono. Aparecen cuando la temperatura en Santiago de Chile es alta y por las noches estivales es posible ver las estrellas y dejar las ventanas abiertas, para que entre el viento, sin embargo ellos no entran.
Cada vez que aparecen, mi imaginación y mi memoria vuelan con ellos varias décadas atrás. Cuando mis mayores preocupaciones eran la pelota de futbol bajo la cama o la bicicleta estacionada junto el ropero alto y café, sin puertas, desordenado y con el espejo quebrado. Tantas veces, observándolos por ratos infinitos me quise montar en uno de ellos, y salir por la noche y observar Santiago desde el aire, y ver las luces encendidas y ver mi casa y ver a mi mamá, y ver a mi abuela. Esos insectos despertaban mi imaginación infantil y me producían cierta añoranza, deseos de volar, de despegar, de salir de mí.
Crecí con el ruido de estos insectos sobre mi cabeza. Crecí con el cuello hacia el cielo, y hacia el poniente, buscándolos con unos prismáticos de juguete. Identificándolos, disparándoles con pistolas de madera o escondiéndome de ellos, víctima de sus ataques imaginarios. Los observaba largo tiempo como giraban y se preparaban para aterrizar. Muchas veces los vi pasar muy cerca, encaramado en alguno de los árboles de mi patio y me hacían gritar feliz y eufórico.
Me fui lejos a otras latitudes. Otros jardines, otros barrios, otros soles, otras estrellas, otros atardeceres y otras primaveras sin insectos coloridos y ronroneros. Tal vez no volví a mirar al cielo en mucho tiempo, ni en mis noches se cruzó una luciérnaga ciega y parpadeante. Pero el tiempo pasó rápido, sin pedir permiso, impasible e implacable, sin perdonar. Volví a mi casa. Algunas cosas habían cambiado, no estaba mi abuela, ni mi perro, ni mi bici, ni mi pelota. Mi papá se notaba más triste y caminaba más lento y el cabello de mi madre había mudado de color, y mi hermana pequeña ya no era pequeña, sin embargo ¡ahí estaban los mismos insectos volando sobre mi cabeza! y recordándome un tiempo precioso que no volvería.

El tiempo ha seguido pasando, otras muchas cosas han cambiado, pero la base aérea El Bosque sigue ahí en Gran Avenida y mi barrio también.

martes, 10 de diciembre de 2013

Dios usa cosas quebradas

Dios usa cosas quebradas

                                                                     Juan E. Barrera


Hace unas décadas atrás, antes de cumplir los treinta años prediqué este mensaje que fue una adaptación de un artículo que leí en una revista cristiana. “Dios usa cosas quebradas”. En ese entonces no tenía plena conciencia de lo que predicaba y tal vez mis oyentes tampoco. No sé si alguien todavía recuerda ese mensaje, quizá mis oyentes no hayan prestado la suficiente atención a él, puesto que no recuerdo haber recibido comentario alguno en todos estos años.
Lleno de juventud y radiante de sueños no fue fácil sopesar lo que ese mensaje significaba aunque han pasado los años y todavía recuerdo los tres puntos: las teas quebradas por Gedeón con la cual se ganó una batalla. La aplicación era que hay muchas victorias que solo se logran a través del quebranto, que para que salga el fuego divino es necesario quebrar aquello que lo contiene, que hay situaciones inalcanzables de otra manera, ¡qué palabras estas!
El techo roto por donde los amigos bajaron al paralítico, texto que me ha llamado la atención desde que era un adolescente y del que escribí hace poco una breve narración en mi blog, representaba el quebranto y la fe. Muchas veces la fe surge solo cuando el creyente está quebrado, y esa fe lleva al milagro y ese quebranto, como el techo es la única manera de ver al Maestro de cerca y oír su voz y recibir de él lo que se pide. No hay milagro sin quebrar el techo.
El tercer punto era el frasco de alabastro, construido de una piedra preciosa y quebrado por la prostituta a los pies de Jesús. Aludía a la devoción, a la adoración que brota espontánea y sincera en medio del quebranto producido por el arrepentimiento y el perdón. A los pies de Jesús, quebrantados, hay redención y hay restauración. ¡Qué imagen esa! Una mujer hermosa pero herida mojando los pies de Jesús con sus lágrimas y secándolos con su cabello ¡Cuánta gracia! ¡Cuánto amor!
Prediqué ese mensaje varias veces, pero solo después de muchos años hizo sentido en mí, al ver a muchos de mis amigos enfermos, agobiados, quebrados o muertos. Sólo entonces entendí el peso de mis palabras. Dios usa a sus hijos quebrados y los usa para cumplir sus planes en esta Tierra. Este quebranto toma mil formas y todas se relacionan con el sufrimiento. Enfermedades, falta de dinero, desamores, muertes, ofensas, carencias de todo tipo, desengaño, persecución, calumnias, descrédito, desilusiones, etc.
Me ha costado aceptar, y tal vez todavía no lo haga del todo, la verdad que Dios quebranta a las personas y hay aquí un tema doctrinal importante ¿Es la vida la que produce dolor? ¿Las desgracias son una cuestión de probabilidades? ¿Es Dios actuando, interviniendo directamente en tal o cual hecho?, ¿Es Dios, en una voluntad permisiva quien deja que las cosas sucedan y luego usa esas circunstancias para llevar a cabo sus planes?

La cultura teológica imperante da la sensación de un Dios fabricante de la felicidad humana, un Dios al servicio del hombre, un Dios-siervo, sin embargo la Escritura nos ofrece ejemplos demás sobre el quebrantamiento de Dios a algunas personas. En el Antiguo Testamento encontramos pasajes desgarradores de Dios pidiendo a Israel arrepentirse antes de ser quebrantados y los pasajes más claros sobre el deseo divino de restaurar. Israel, el rey David, los profetas son ejemplo de ello. En el Nuevo Testamento encontramos quebrantamiento en Pablo, en los apóstoles, el autor del libro de Hebreos dedica todo un capítulo a aquellas personas que entraron al cielo en medio de gran quebranto. Personas de las cuales este mundo no era digno, dice el escritor. La historia de la iglesia rebosa de ejemplos de quebrantamiento, baste recordar a Bunyan, los primeros reformadores, Huss, por citar algunos. Todas estas historias están relacionadas de varias formas. Todos confiaban en Dios, todos amaban a Dios, todos tenían la vida eterna como una gran realidad, todos fueron usados por Dios grandemente y todos pagaron un gran precio por eso. Sufrimiento físico o emocional, desprecio, vergüenza, cárcel y hasta la muerte. ¡Todos fueron quebrados y usados por Dios para llevar a cabo sus propósitos!