domingo, 3 de noviembre de 2013

Adorando y dudando

Adorando y dudando

 Un buen amigo, hace poco, me decía que el idioma griego, en los pasajes de los evangelios, en que los discípulos adoran al Señor revela que estos aunque lo adoraron, en su interior todavía albergaban dudas, muchas dudas respecto de Jesús. Esto no impidió que mostraran todo su asombro, admiración y devoción por él, muchas veces de forma dramática. Cuando escuché esto no pude dejar de pensar en nuestro propio peregrinar espiritual. Tantas veces creemos que debemos tener todas las certezas para poder adorar al Señor y le pedimos respuestas de todo lo que nos pasa y nos desanimamos si eso no acontece, aunque al parecer Jesús nunca dijo que eso iba a ocurrir. El apóstol Pedro se quedó sin respuestas, el apóstol Pablo tampoco las tuvo. Tomás sufrió la duda y recibió la reprensión amorosa del Señor y Juan el Bautista es el más claro ejemplo bíblico de servicio-adoración-duda. También muchísimos hombres y mujeres de Dios en la historia han demostrado un profundo y sincero amor por Dios aunque no pocas veces dudaron. El binomio adoración-duda parece contradictorio, sin embargo no lo es, forma parte de la vida cristiana. Pocas veces tendremos la certeza absoluta de lo que sucede alrededor nuestro. Tal vez sea osado decir, pero es probable que en la vida cristiana tengamos más preguntas que respuestas. No hay que olvidar que hoy solo vemos como por espejo, un espejo empañado. Preferiríamos, y muchas veces damos esa impresión, de saberlo todo, de tener respuesta para todo, como si no hacerlo pudiera ser tomado como debilidad, como falta. No obstante la duda aparecerá alguna vez en la vida y muchas veces será nociva, tóxica, amarga, inconfesable. Es entonces cuando junto con la duda deberá fortalecerse la adoración, ¡qué esfuerzo y determinación es adorar en medio de la duda! ”Obedecer y confiar en Jesús, es la regla marcada para andar en la luz”. Así reza un antiguo himno y esa regla no ha cambiado. Adoración –duda es la expresión de un creyente maduro, el que ha aprendido a caminar por fe no por vista. Adoramos a Jesús, nuestra Roca, nuestro refugio, nuestro castillo, ¡Maravilloso Jesús!, aunque algunas veces dudemos.