miércoles, 3 de abril de 2013

La música ese regalo de Dios


La música ese regalo de Dios

                                                                               Juan E. Barrera

Habitualmente suelo usar entre mis conocidos más cercanos la expresión No music no life, y ellos se ríen porque habitualmente estoy escuchando música. Leo con música, estudio con música, trabajo con música,  pero eso no es solo un dicho, sino que es una gran verdad. Sin música no hay vida. ¡Qué regalo de Dios es la música para nuestras vidas! Nacemos en medio de la música, de la naturaleza, de las aves, del mar. En la cuna nos colocan música para dormir, y sin saberlo nos calmamos y dormimos y soñamos y nuestra psiquis va tomando forma. Conocemos del efecto Mozart, por ejemplo. Escuchamos la voz de nuestra madre susurrando alguna vieja canción para dormir y entre su aroma y palabras de amor vamos aprendiendo a desarrollarnos, a amar, a vivir. Ya de niños aprendemos a convivir con otros cantando en la escuela, el himno nacional, el himno de la escuela, canciones infantiles inolvidables que aunque pasen los años todavía recordamos. En la iglesia aprendemos historias bíblicas a través de canciones, la historia de Sansón, de Noé, de Daniel, del Padre, de Jesús, del Espíritu Santo, todas cantadas y con acciones, cosas que quedan en nuestra memoria y en nuestro corazón para siempre. Ya adolescentes aventuramos los primeros amores escuchando alguna canción de amor, canciones populares que forman parte ya de la cultura occidental, baladas italianas, españolas, mexicanas, norteamericanas. La música folklórica, resumen de las costumbres de cada pueblo nos sorprende con algunas piezas y con su belleza, muchas veces exaltando la naturaleza, el vigor, el trabajo, el amor, la patria. La música clásica forma también, que duda hay, parte del gran legado de arte y belleza de las pasadas generaciones. Es imposible no emocionarse escuchando ciertas obras musicales, alegres, tristes, nostálgicas, gloriosas, cada una recogiendo el mundo interior y exterior de su autor: pasiones, guerras, sueños, vacío, espiritualidad, Finlandia, el Concierto de Aranjuez, Bach, Bethoven…Me atrevería a decir que casi no hay etapa de nuestra vida que no esté ligada a algún tipo de música, como ejecutor, como oyente o como consumidor. Convertidos al Señor la música sigue manteniendo la misma importancia. Por medio de la música alabamos y adoramos al Señor. Muchas canciones forman parte de nuestro caminar espiritual. “Tesoro incomparable”, “Alabado el gran manantial”, “Santo Santo Santo” forman parte de nuestra himnología más bella. Las canciones actuales, Miguel Cassina, Joao Alexandre, Paul Wilbur nos elevan y nos llevan a la presencia de Dios. El Antiguo Testamento, da testimonio de fiestas y celebraciones a Dios con el uso de una gama importante de instrumentos y expresiones artísticas. ¡Qué regalo de Dios es la música!