La música ese regalo de Dios
Habitualmente suelo usar entre mis
conocidos más cercanos la expresión No music no life, y ellos se ríen porque
habitualmente estoy escuchando música. Leo con música, estudio con música,
trabajo con música, pero eso no es solo
un dicho, sino que es una gran verdad. Sin música no hay vida. ¡Qué regalo de
Dios es la música para nuestras vidas! Nacemos en medio de la música, de la
naturaleza, de las aves, del mar. En la cuna nos colocan música para dormir, y
sin saberlo nos calmamos y dormimos y soñamos y nuestra psiquis va tomando
forma. Conocemos del efecto Mozart, por ejemplo. Escuchamos la voz de nuestra
madre susurrando alguna vieja canción para dormir y entre su aroma y palabras
de amor vamos aprendiendo a desarrollarnos, a amar, a vivir. Ya de niños
aprendemos a convivir con otros cantando en la escuela, el himno nacional, el
himno de la escuela, canciones infantiles inolvidables que aunque pasen los
años todavía recordamos. En la iglesia aprendemos historias bíblicas a través
de canciones, la historia de Sansón, de Noé, de Daniel, del Padre, de Jesús, del
Espíritu Santo, todas cantadas y con acciones, cosas que quedan en nuestra
memoria y en nuestro corazón para siempre. Ya adolescentes aventuramos los primeros
amores escuchando alguna canción de amor, canciones populares que forman parte
ya de la cultura occidental, baladas italianas, españolas, mexicanas,
norteamericanas. La música folklórica, resumen de las costumbres de cada pueblo
nos sorprende con algunas piezas y con su belleza, muchas veces exaltando la
naturaleza, el vigor, el trabajo, el amor, la patria. La música clásica forma
también, que duda hay, parte del gran legado de arte y belleza de las pasadas
generaciones. Es imposible no emocionarse escuchando ciertas obras musicales,
alegres, tristes, nostálgicas, gloriosas, cada una recogiendo el mundo interior
y exterior de su autor: pasiones, guerras, sueños, vacío, espiritualidad, Finlandia,
el Concierto de Aranjuez, Bach, Bethoven…Me atrevería a decir que casi no hay
etapa de nuestra vida que no esté ligada a algún tipo de música, como ejecutor,
como oyente o como consumidor. Convertidos al Señor la música sigue manteniendo
la misma importancia. Por medio de la música alabamos y adoramos al Señor. Muchas
canciones forman parte de nuestro caminar espiritual. “Tesoro incomparable”,
“Alabado el gran manantial”, “Santo Santo Santo” forman parte de nuestra
himnología más bella. Las canciones actuales, Miguel Cassina, Joao Alexandre,
Paul Wilbur nos elevan y nos llevan a la presencia de Dios. El Antiguo Testamento,
da testimonio de fiestas y celebraciones a Dios con el uso de una gama
importante de instrumentos y expresiones artísticas. ¡Qué regalo de Dios es la
música!