viernes, 1 de marzo de 2013

La alegría como testimonio




Ps. Juan E. Barrera. Blog “Contra el mundo a favor del mundo”

Desde siempre han existido muchas formas de evidenciar una vida cristiana madura. El Nuevo Testamento nos ofrece una lista de ellas, sin embargo hay una evidencia que escasea en el día de hoy y que tal vez sea la más importante y solo unos pocos la poseen, la alegría. Esta palabra deriva de un vocablo latín que significa “vivo, animado” y es una de las emociones básicas, que alguien ha definido como “Un estado interior fresco y luminoso, generador de bienestar general, altos niveles de energía, y una poderosa disposición,…la acción constructiva que puede ser percibida en toda persona, siendo así que quien la experimenta, la revela en su apariencia, lenguaje, decisiones y actos” Hay pocos cristianos que viven de acuerdo a esta descripción. Hoy en día hablamos de la necesidad de tener una sana doctrina, de desarrollar prácticas enmarcadas totalmente en la revelación bíblica, de practicar una moral impecable y todo ello es de suma importancia, pero quizá no son la esencia de una vida cristiana madura. Hoy hablamos poco de la alegría. Si comparamos a un creyente moderno y a un no creyente tal vez la diferencia más obvia debería ser la alegría del creyente. Esta alegría debe brotar del encuentro con el Cristo vivo, de la visión nueva de un cielo eterno, del descubrimiento de un Dios presente cada día y de la experimentación contínua de la gracia del Señor. La alegría es el testimonio exterior de un testimonio interior y una prueba importante de que gozamos de la presencia del Señor. La vida muchas veces presenta su lado más duro y lo hace de muchas formas. Esto es igual para creyentes y no creyentes, pero es la alegría lo que diferencia a uno de otro. La alegría es el mensaje necesario para el mundo de hoy. Podemos ser creyentes y jamás experimentar alegría. Frente a la adversidad podemos reaccionar de la misma forma que un no creyente: resentirnos, que es el enojo vivenciado repetidamente, resignarnos, que es la rendición frente a lo que no podemos cambiar o actuar estoicamente, es decir, racionalmente frente a las circunstancias lo que llega a convertirse en una defensa psicológica. De acuerdo con la Biblia ninguna de esas reacciones es la apropiada, la manera correcta de vivir es practicar la alegría. Este estilo de vida le dice al mundo que vale la pena ser cristiano, que hay una diferencia entre serlo y no serlo. Que no es lo mismo. Los salmos contienen muchos pasajes destacando el tema de la alegría, el Nuevo Testamento también. Sin embargo esta alegría no es fruto de buenas intenciones, de las circunstancias apropiadas, de quienes somos o de lo que tenemos. La alegría no la podemos fabricar, no es sintética, no es el resultado de la autoayuda ni de ningún tipo de declaración, la alegría del Cristiano es Jesús, el Señor, que habita en él y manifiesta su vida. Jesús es la fuente de la alegría y el Espíritu Santo quien provee el testimonio interior que algo increíble ha pasado, Dios ha salido al encuentro de un hombre o una mujer y este encuentro deja una bendita marca que se manifiesta en la conducta, la apariencia, el lenguaje, las decisiones y en la constante energía y disposición de esa persona. Cantemos, como un testimonio público junto a David “Quiero alabarte, Señor, con todo el corazón, y contar todas tus maravillas. Quiero alegrarme y regocijarme en ti y cantar salmos a tu nombre oh Altísimo” Salmo 9:1-2