lunes, 3 de septiembre de 2012

La soledad


La soledad
                 Ps Juan E. Barrera
Era casi un adolescente cuando leí el libro de Nicky Cruz Solitario pero no solo. Es un libro que narra distintas historias de vida, todas ligadas a la soledad. Ese estado por el que todas las personas pasarán alguna vez o más de alguna vez en su vida. Nadie desea estar solo, nadie desea perder a quienes ama, nadie desea ese estado mental de nostalgia y la desazón que esto produce, no obstante, la soledad es algo real y llega sin que se le llame. La soledad la sufre quien ve partir un hijo, quien deshace su matrimonio, quienes ven sus hijos crecer y marcharse, quien está privado de libertad, quien dedica toda su vida a ganar dinero y luego no tiene con quien compartirlo y también la padece quien está rodeado de personas con quienes no logra comunicarse ni comprenderse, que vive en medio del bullicio de la vida moderna y que sin embargo interiormente no tiene a nadie. Frente a la soledad se pueden tomar varios caminos, desde el desarrollo personal hasta el suicidio. ¿De qué dependerá el camino que se tome? Como muchas cosas en la vida dependerá de un sinfín de factores, pero básicamente de la elección que la persona haga. La soledad puede ser la ocasión para sufrir, para sentirse víctima, para la auto conmiseración, para mirar las circunstancias y no ver en ello contentamiento ni gozo. ¡Cuántas personas optan por el suicidio! ¿Se le puede juzgar? La soledad es mala compañía si se toma la decisión errada. Una persona sola se puede ensimismar de tal manera que pierde contacto con la realidad, deja de socializar, se centra en sí misma, en la introspección, en la amargura, en la pena. Podemos hacer tanto llevando una palabra de aliento a quienes se encuentran solos. Están esperando una palabra, un gesto, un amigo, una mirada. La otra elección es aprovechar la soledad como un tiempo de crecimiento personal y espiritual. Esta elección eleva a la persona por sobre sus circunstancias y le permite dar un sentido a la soledad. Los hechos pueden ser idénticos o similares al caso anterior, pero la persona que opta por el crecimiento aprovecha el tiempo a solas para hacer aquello que siempre quiso hacer y por una u otra razón no lo consiguió. Dedicarse a la lectura, a aprender una actividad manual, pintar, aprender un instrumento musical, ejercer actividades de servicio con otras personas, realizar actividad física, etc. Esta segunda opción no evitará del todo las emociones propias de la soledad, pero el poner la atención en otras actividades, en otras personas, en otros proyectos, en otras expectativas obliga a la persona a salirse de sí misma y poner su mirada no en lo inmediato, en lo circunstancial, si no que en el futuro. De esa manera la soledad se transforma en la energía necesaria para la creación. Cuantas obras de arte preciosas no han salido de un corazón solitario que optó por imaginar, crear, crecer. Hay un tercer camino que no se debe obviar, el camino ofrecido por un hombre que supo de soledad, que colgado de un madero llegó a decir “Padre, Padre ¿por qué me has desamparado?” En esa soledad y en ese sufrimiento podemos vencer hoy, victoria que es el fruto de la aflicción del precioso Hijo de Dios, Jesús, nuestro tesoro, aquel que la soledad nunca nos podrá quitar.