jueves, 1 de marzo de 2012

La vida y sus contrastes


La vida y sus contrastes
Juan E. Barrera
La vida está llena de contrastes. Se va el verano y aparece el otoño. Amanece más tarde y se oscurece más temprano. Los escolares vuelven a clases y las travesuras estivales sólo son un recuerdo más. La televisión cambia su tono festivo y vuelve a sus típicos y estandarizados noticieros. Ha pasado el verano, las cosas toman su ritmo cansino. Muchos habrán disfrutado como nunca de este verano, otros habrán vivido experiencias traumáticas que habrán cambiado para siempre sus vidas. Viña del mar y su festival nos ha mostrado una vez más lo mejor y lo peor del hombre. Toda la frivolidad, superficialidad, lo fugaz, y toda la voluptuosidad de que nuestro país hace gala solo en unos días. Artistas que no pueden ser mirados a la cara, a quienes nadie se les puede acercar, con exigencias absurdas y cientos de personas admirándolos, adorándolos, fieles devotos sádicos a quienes entre más se les desprecia más adoran y por otro lado la música, ese regalo de Dios para nuestras vidas. Música que inspira belleza, que eleva, que por gracia común es cultivada para nuestro deleite, que emociona, que provoca.
En la parte alta de Viña del mar lamentablemente también se vivió un festival. El de un incendio atroz, que se llevó todo y no dejó nada. Gente pobre que llora sus pertenecías, que corrió para salvar su vida. Situación que se une a los recuerdos del terremoto que aún nos estremece y conmueve.
En Aysén la situación tampoco es mejor. Exigencias sociales desesperadas y mucha preocupación, mucha violencia, mucha necesidad, muchas expectativas y muchas situaciones sin resolver. Es el verano en Santiago de Chile que llega a su fin. El tan esperado verano que llega y rápidamente se va y volveremos entonces a los temas de siempre: el Transantiago, los realities, la delincuencia, el precio del dólar…Todo acurre bajo este sol chileno. Qué difícil es no pensar en el Eclesiastés y en su espíritu. Todo se repite: tiempo para algunos de nacer, de morir, tiempo de trabajar, de abrazar, tiempo de buscar placeres, tiempo de abstenerse.
¿Qué da sentido a toda esta actividad? ¿Hay propósito en todo este febril ajetreo o es otro verano como cualquier otro? Sí, sí lo hay, Dios da sentido a todo esto. Por sobre los sentimientos de nostalgia y del cansancio físico propio de tanto movimiento y de los interrogantes y alegrías que este verano pudo dejar en muchos, está un Dios fiel que hace que cada cosa tome su lugar, que nos permite descansar y disfrutar y seguir confiando en Él.