jueves, 23 de junio de 2011

¿Por qué las parejas que se aman dejan de hacer el amor?


¿Por qué las parejas que se aman dejan de hacer el amor?
Juan E. Barrera
Los recién casados o que inician una relación de convivencia no necesitan estímulo alguno para tener relaciones sexuales. Es una actividad que surge espontánea, libre, vigorosa, potente. Sin embargo, en muchas parejas, no en todas, este entusiasmo se va apagando con el tiempo y termina y en uno u otro encuentro sexual durante el mes. ¿Por qué? Hay muchas razones, aunque el testimonio de muchas parejas revela que es la rutina la que quita este entusiasmo. Pensemos cuantas veces se hace el amor con la misma persona, de la misma forma, en el mismo lugar, a la misma hora, con el mismo libreto, con el mismo apuro, con las mismas preocupaciones, con los mismos enojos. Recuerdo un libro con un título divertido “Como hacer el amor con la misma persona y ser feliz” es un buen título y valdría la pena leerlo y re escribirlo, pues el sexo en la relación de pareja es una de las actividades que se debe re plantear constantemente y escapar de la rutina matrimonial que todo lo mata. ¿Por qué? Una de las razones es que mata el misterio del sexo, misterio que va de la mano de un sin fin de otras cosas, no es algo puramente físico, aunque también lo incluye. ¿Qué misterio hay para la mujer si ya sabe de memoria como es que su pareja va a comenzar y como va a terminar el encuentro, donde la va a tocar y cómo? ¿Qué misterio hay para un hombre cuya mujer no participa activamente y ve el sexo como una carga que debe llevar o está muchas veces preocupada de los niños o de apagar la luz para que no la vean desnuda? El misterio perdido es también emocional y esto guarda relación con la intimidad, con la comunicación, con lo interesante que se puede percibir al otro. Para este tipo de parejas, el sexo no es rutinario, sino que muchas veces es la finalización de una larga charla, de un tiempo de juego, de seducción recíproca, de confesiones profundas y sinceras que mantienen el interés mutuo, de tocarse, de experimentar. Lo contrario del misterio es lo obvio. Cuando se percibe que las relaciones sexuales han caído en lo obvio, en lo que se espera, es muy fácil llegar al aburrimiento y ceder muchas veces a la tentación sexual con terceros, que en ese momento representa todo lo nuevo, todo lo interesante, todo lo que se ha perdido en la relación propia. Es sólo una ilusión, pero es una ilusión que renueva y rejuvenece, al menos por un buen tiempo. No es casual que los estudios indiquen que en los amores clandestinos el período de enamoramiento sea más largo que en las parejas establecidas. En la clandestinidad existen aspectos muy fuertes: secreto, pasión, complicidad, fantasías, deseo, etc. ¿Por qué no experimentar estas emociones con la pareja propia y huir de la rutina y el aburrimiento? Existen formas de lograr aquello. Vale la pena intentarlo.

martes, 21 de junio de 2011

¿Nunca más volverá ese tiempo cuando fuimos tan felices?


¿Nunca más volverá ese tiempo cuando fuimos tan felices?
Juan E. Barrera
Estas fueron las palabras de una amiga la noche en que despedimos para siempre de este mundo a Juan Allende. Es el primero de nuestro círculo que emprende el rumbo sin retorno hacia el cielo, hacia la luz, hacia Jesús. Con el otoño se fue también Juan, hermano querido de toda la vida. El cáncer una vez más ganó la batalla final, aunque momentáneamente. Una de las veces que lo visité en su casa me miró a la cara, desde su cama, ya muy débil y con ojos cansados y voz apagada aunque con total certidumbre me dijo “voy a tener un privilegio antes que tú, veré a tu hijo primero que tú”. -Dile que todavía lo echo de menos-, respondí con los ojos húmedos de emoción y con un nudo en la garganta. Con esta seguridad se marchó a su hogar eterno el sábado 19 por la mañana. En Santiago llovía, en el cielo no. Y esa noche de Otoño, una de las últimas de la estación lo acompañamos. Nos encontramos con amigos de muchos años. Todos tristes por su partida. En ese contexto, en un abrazo afectuoso y apretado alguien me hizo la pregunta ¿Nunca más volverá ese tiempo cuando fuimos tan felices? Y estaba llorando, yo también. Ella se refería al período en que éramos adolescentes y todos frecuentábamos ese templo, muy querido por nosotros. Pasamos los mejores años de nuestra vida allí, junto al piano negro, las bancas de madera viejas y duras, el techo de aislapol pintado de color crema, dela cancha de baby fútbol y la alegría imparable de un montón de niños que éramos nosotros. Éramos felices, no nos dábamos cuenta, pero fuimos muy felices allí. Ahora casi treinta años después y con algunas heridas a cuesta, miramos hacia atrás y ese tiempo nos parece tan bello. ¿Será verdad aquello de que el tiempo pasado siempre fue mejor? Tal vez sí, tal vez no. Esa noche las bancas eran las mismas, el piano era el mismo, el techo era el mismo, el piso del templo era el mismo, pero nosotros ya no. Dios nos ha llevado por distintos caminos y distintas experiencias. La vida nos ha presentado su lado amable y su lado más duro. Muchos han seguido fieles al Señor, otros han desertado, otros han quedado a la orilla del camino, muchos se han vuelto cristianos maduros y hermosos, otros se han quedado en la superficie, pero todos compartimos cosas en común, hemos pasado muchas horas juntos, nuestras historias se enlazan, nos hemos reído tantas veces y otras nos ha tocado llorar. Muchos estamos más gordos, algunos sin pelos, con anteojos, algunos enfermos, con barba, las mujeres más lindas, los hombres más maduros, todo ha cambiado ¿Nunca más volverá ese tiempo cuando fuimos tan felices? Tal vez no vuelva, tal vez existan otros mejores, otros seguirán a Juan en su camino al cielo, todo cambia, todo menos Dios, Él permanece fiel y nos sigue amando a pesar de que nosotros cambiemos.