sábado, 4 de junio de 2011

Viviendo con música de fondo


Viviendo con música de fondo
Juan E. Barrera
Todos vivimos con una gran música de fondo. Una música incidental que acompaña todo nuestro quehacer. Desde las cosas más pequeñas e irrelevantes, pequeñas decisiones, gustos, hasta los momentos más importantes. Decisiones fundamentales, grandes alegrías, grandes tragedias, todo, todo lo que hacemos tiene una música de fondo. A veces muy suave, otras veces muy intensa, pero no vivimos la vida de una manera plana, lo hacemos con una música de fondo. Esta música son los pensamientos que sin darnos cuenta y que sin filtrarlos nos inundan. Vivimos toda nuestra existencia rodeados de pensamientos, inmersos, zambullidos en pensamientos. Estos forman la música que acompaña toda nuestra vida. Esta música se forma cuando somos niños y sus influencias son variadas y las hay de muchos tipos. Hay personas que viven su vida como un Blue, todo lo que hacen, todo lo que dicen, está teñido por la tristeza. Su vida es un blue ¿Quién podría juzgarlos? Deben tener sus razones para ello, las comprendamos o no las comprendamos nosotros. Hay otros que viven sus vidas en torno de lo erótico, de lo sensual. En todo lo que hacen o dicen está presente este aspecto sexual, muchas veces exagerado. Doble sentido, morbosidad, sensualidad. Culto al cuerpo. Viven pendientes de las dietas, hombre y mujeres. Desesperados por verse bien, por gustarle a los otros, por tener una aventura sexual, por mirar y mirar sin cansarse, porque los ojos no se sacian jamás. Sus relaciones están teñidas por esta música de fondo. Muchos presentan serios problemas de relaciones, de infidelidad. Otros consumen pornografía y tienen otros hábitos relacionados con lo erótico y habitualmente viven enredados en uno u otro problema siempre con el tema sexual de fondo. Otros, cada día más, tienen como música de fondo para su vida el narcisismo. No hablamos de la vanidad propia de ciertas etapas del desarrollo, sino de personas adultas para quienes la vida no es posible vivirla sin que ellos sean el centro de atención. Sus pensamientos los tienen convencidos que ellos son los mejores, los más lindos, los superiores en todo y luchan a morir para que eso sea lo más cercano a sus pensamientos y hacen una gala apestosa de sus bienes, de sus hijos, de sus viajes, de sus casas o de lo que ellos consideren los hacen superiores. Este tipo de personas enfrenta la vida con un solo tipo de música en mente ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo!, hay que adorarlos si no no viven. Aquí están los artistas, políticos, deportistas y gente común que sueña con formar parte de este grupo. Para otros su música es la ira. Son personas que viven eternamente irritados, enojados, indignados. Parecieran que nacieron enojados. Todo les disgusta. Su familia de origen, su propia familia, su trabajo, su barrio, su país, etc. Los únicos amigos que tienen estas personas son aquellas que son capaces de obviar esta irritación y establecer algún tipo de vínculos con ellos, sin contradecirlos, claro está. Para estas personas sus pensamientos les dicen que nada está bien, que todo esta mal. Pelean en la fila del banco, pelean con la ejecutiva de cuenta, pelean con la profesora o profesor del niño, reclama con el bombero del servicentro, etc. La música en la que están envueltos no les permite ver lo bueno, lo bello. No tienen paciencia ni empatía. ¡Qué difícil vivir con personas así! ¿Existe la música apropiada para vivir? Sí, la que nos lleve a pensar en lo bueno, lo amable, lo que sea digno de pensar, lo que glorifique a Dios. Esa música nace de un libro de tapas negras que entre más jóvenes lo leamos más hermosa será la música que cree en nuestro corazón. No será la tristeza, ni el erotismo, ni la ira, ni ningún otro tipo de pensamientos lo que nos envuelva, sino lo que Dios desea para nuestra vida, y Él desea cosas buenas; paz, benignidad, fe, amor, esperanza.

jueves, 2 de junio de 2011

Se está acabando el otoño


Se está acabando el otoño
Dedicado a Juan Allende Castro
Juan E. Barrera
Son los primeros días de Junio y se está acabando el otoño en nuestro hemisferio. Los árboles desnudos nos dejan ver sólo ramas, sus estructuras elementales. Las hay de todos colores y de todas formas. Algunas recientes, otras con muchos años y muchos inviernos a cuesta. Son árboles un poco tristes, pero de gran belleza. Sus hojas se han caído por el viento, algunas vuelan cerca de nuestro rostro y nos hacen sonreir, vemos caer algunas a lo lejos, otras son llevadas por el agua, son barridas o mueren bajo nuestras pisadas. Es el tiempo de morir del árbol para volver a revivir en unos meses más, cuando el sol vuelva a brillar otra vez. Que linda y que triste al mismo tiempo resulta la vida en la ciudad. Hoy volví de visitar a un querido amigo. Está con un cáncer terminal. Recorro el camino de vuelta pisando las hojas sueltas en las calles. Calles muy familiares para él pero que es probable no vuelva a pisar. Un poco más allá un perro mueve la cola indiferente a mis pensamientos y un vagabundo maloliente observa la televisión parado a la entrada de un bar en la Gran Avenida.La gente camina apurada y abrigada por el frío. Yo me paso la mano por la nariz húmeda y me arreglo la mochila que se resbala en uno de mis hombros y sigo pensando; es el otoño para mi amigo. Las hojas del vigor, de la fuerza, del empuje, de la iniciativa, de la alegría están llegando a su fin, a no ser que Dios quiera intervenir milagrosamente y levantarlo de esa cama. Es el otoño para mi amigo, todo aquello que abrigaba y adornaba su vida se ha caído y vemos sus ramas, su tronco, sus estructuras y no nos sorprende ver lo que hay en ello. A mi amigo le quedan pocas hojas, pero lo que vemos de él es grandioso, sí, grandiosidad en medio de la aflicción. El otoño en su vida nos deja ver en él, aquello que no se puede caer, que no puede ceder: su fe y confianza en la obra de Dios, la seguridad del cielo que le espera, la confianza absoluta que el Señor va a cuidar de su esposa y de sus hijos. Dignidad frente a la muerte.
Tomo la micro a mi casa y no puedo dejar de pensar en los por qué de la vida y fantaseo con la posibilidad que mi amigo se levante fuerte y sano de su cama. Que al orar Dios hiciera al instante como le pedimos y la situación cambiara para él. Que pudiéramos jugar a la pelota y reírnos a carcajadas como cuando éramos jóvenes o enfrascarnos en esas conversaciones de ciencia y Teología, o... o... o... y aunque no tengo respuesta al por qué Dios no obra así, intuyo que algo andaría mal si así fuera, que las cosas no funcionan de ese modo. Estamos en un mundo caído y la muerte es uno de los azotes que debemos enfrentar, todos vamos a morir y enfrentar a Dios. Algunos antes, otros después, pero todos tomaremos el mismo camino sin retorno. Mi amigo es un árbol hermoso, a cuya sombra se cobijaron muchos y se fueron satisfechos, felices, agradecidos. Ahora ya no tiene hojas, está llegando el final del otoño de su vida, pero lo que podemos ver, que aun tiene, nos trae ánimo, consuelo, fe y esperanza. Mi amigo comenzó su otoño hace tiempo ya, pero tiene la seguridad en el alma que pronto vendrá la primavera, ese tiempo cuando el Sol de Justicia alumbrará y bendecirá a todos con su presencia y renaceremos, y nos reiremos y nos volveremos a abrazar.

miércoles, 1 de junio de 2011

Un día frío o cuando quedarse es también partir


Un día frío o cuando quedarse es también partir
Juan E. Barrera
Um dia frio
Um bom lugar para ler um livro
E o pensamento la em vocé
Eu sem vocé nao vivo
Um dia triste
Toda fragilidade incide
E o pensamento la em vocé
E tudo me divide
Hoy por la mañana fue un día bien frío en Santiago de Chile y cuando eso ocurre no puedo dejar de pensar en mi hijo Joaquín. Hace dos años y cuatro meses que abandonó inesperadamente este mundo dejándonos con la sorpresa del horror en el rostro. Han pasado los meses y ese horror ha tomado otros caminos. El de la dolorosa resignación y el de la aceptación de la realidad, por dura o ruda que esta sea. Mi hijo ya no está conmigo. Está en un lugar mejor. Rodeado de estrellas y de planetas, los que él siempre quiso conocer y acerca de los cuales escribió un poema. Él era un poema, uno de los más lindos, escrito en nueve brevísimos versos que me llegó al corazón desde el primer día que lo leí, allá esa mañana de Noviembre cuando lo besé por primera vez. Es un poema que hoy ya no puedo disfrutar más que a la distancia, la distancia entre la vida y la muerte, gran y corta distancia. Cuando se fue y yo quedé, sin que él lo pudiera saber yo también partí. Algo de mi se fue con el Joaquín, con su voz, con su risa, con su panza, con sus ojos, con su aroma. Yo quedé, pero también partí porque muchas veces quedarse es también partir. Comencé un camino que nunca antes conocí. Un camino diferente, tortuoso, que sólo algunos inician. El camino de la pena constante, del dolor agudo, de la incredulidad, de la confusión, de los recuerdos diarios, de las lágrimas mojadas y secas. También he comenzado el camino de la Gracia,la Misericordia y la Esperanza, pues creo que de otra manera no podría seguir en este camino. Él partió esa mañana de enero y yo quedé llorándolo con el corazón partido, pero veo que también he partido, pero debo volver. No sé cuando pero debo volver. El tiempo es diferente sin él y tampoco sé como regresar, porque es volver sin él y continuar caminado sin él. ¡Qué duro es seguir el camino sin él! De sólo pensarlo lloro y se me aprieta la garganta ¿Cómo es el cielo, Joaco? No hay lágrimas ¿Verdad? Estás feliz, y tal vez ni quisieras regresar si tuvieras la oportunidad. Yo en cambio apenas puedo imaginar como es el cielo y debo seguir caminando de regreso entre las tinieblas esperando el momento para verte otra vez. Quedarse es también partir, mi Joaco. Ambos hemos partido.

martes, 31 de mayo de 2011

¿Cuáles son las parejas más felices?


¿Cuáles son las parejas más felices?
Juan E. Barrera
Se podría pensar que las parejas más felices son las que se aman más, pero al parecer eso no es así. Existen parejas que se casan o comienzan una relación de convivencia muy enamorados, muy apasionados, pero no siempre son las que a la larga son las más felices. ¿Cuál es el secreto de las parejas más felices? Esto es lo que se ha descubierto del testimonio de muchas parejas y son prácticas afianzadas en principios básicos que si se respetan traen como consecuencia la felicidad.
Un pacto de fidelidad. Esté la pareja legalmente formalizada o no lo esté. Mientras exista un pacto de fidelidad habrá felicidad ¿Por qué? Porque en un pacto, confesado o tácito, existe confianza, respeto, valoración por el otro, y con estos valores es más fácil responder de la misma manera y crear reciprocidad. La fidelidad no solamente abarca el aspecto sexual, la infidelidad, sino que además incluye la idea de lealtad en otras áreas. Fidelidad en el uso de los recursos de la pareja, dinero, bienes, y otros. Fidelidad en la confidencialidad, en los secretos propios de la pareja. Estar al lado del cónyuge frente a un conflicto, sentirse defendido, apoyado, también es fidelidad. Aceptar al otro con aquellos defectos propios y que no dañan la relación de pareja, es también un tipo de fidelidad. No pensar en reemplazar al otro cada vez que hay un conflicto, sino aceptarlo, también es parte de la fidelidad.
Mantener los canales de comunicación abierto es la segunda característica de las parejas felices. Una puerta que cierra la comunicación es la ira, el enojo. Si esta emoción dañina está presente toda la relación se tiñe de ella. En lugar de la ira, estas parejas han desarrollado sus propias maneras para mantener los canales de comunicación abierta. Apartan tiempo para estar a solas, se auto examinan, desarrollan el sentido del humor ante sus propios errores y el de su cónyuge, están siempre prestos a escuchar más que a juzgar al otro. Evitan la crítica a menos que esta sea necesaria para mejorar alguna situación insostenible. Están disponibles y son pacientes, les gusta conversar. Si no tienen la capacidad de expresarse verbalmente lo hacen por escrito, pero se comunican. Se escriben cartas, papelitos, tarjetas, lo que sea. Lo importante es comunicarse. Estas son las parejas más felices.
Resolver conflictos. Esta es la característica más notoria de las parejas felices. Han encontrado la manera de resolver sus conflictos, que toda pareja debe enfrentar. Los que evitan los conflictos no son los más felices, los que los niegan tampoco. Los más felices son los que enfrentan sus conflictos y lo hacen de la manera apropiada. Pueden discutir, enojarse, pelearse, hasta gritarse, pero han aprendido a resolver sus conflictos. No los dejan flotando, no esperan que el tiempo o Dios los resuelva, sino que ellos los resuelven. La manera correcta de resolver los conflictos incluye el reconocimiento de uno o ambos cónyuges de sus errores. Esta capacidad de auto reflexión es muy importante y no todas las personas la desarrollan. Al reconocimiento de los errores le sigue el perdón. Pedir perdón por los errores es un verdadero bálsamo para una relación de pareja, aceptarlo y volver a empezar es construir felicidad.