martes, 25 de enero de 2011

Acerca de un modelo pastoral


Acerca de un modelo pastoral
Juan E. Barrera

En América Latina han cambiado muchas cosas, también en el mundo cristiano protestante. De un inicio marginal en muchos países del continente hoy la iglesia tiene acceso a los medios de comunicación de masa, escritos y audiovisuales, los viajes son algo común y las experiencias de otros ya no nos son ajenas. Estos cambios también afectan a la vida de iglesia, a sus costumbres, a su teología, a su cultura. Uno de estos cambios es posible verlo en el modelo pastoral. Este ha presentado toda una metamorfosis, desde el modelo pastoral que la iglesia tradicional conoció hasta los modelos pastorales actuales que son el tema de discusión en este escrito. Las observaciones no son antojadizas, ni son resultado de prejuicios o preferencias personales. Son el fruto de la observación de distintos medios evangélicos en América Latina, a través de la televisión, de la radio, de los periódicos, de las revistas, de observaciones directas en iglesias, en conversaciones, talleres, conferencias, etc
Modelos pastorales
El modelo pastoral “Guardián de la doctrina”. Esta es una manera de ser pastor que centra toda su atención y su tiempo en defender la doctrina que se considera sana en comparación con aquella que no se considera sana. Sus sermones y sus temas favoritos son el como cuidarse de las herejías, de la influencia de tal o cual grupo y la necesidad constante de denuncia, pero sólo denuncia entre el pueblo del Señor, nunca a las autoridades civiles. Este tipo de pastor ataca todo aquello que él considera no es sano. Mucho de su tiempo está dedicado a proteger más que a predicar. Tal vez la gran motivación de su ministerio sea el temor, temor al otro, a la otra denominación, a los liberales, a perder el camino, al trabajo social, a las ciencias sociales, etc ¿Respecto de las personas? Aunque su discurso pastoral es fuerte en cuanto a las doctrinas bíblicas, en la práctica su filosofía de trabajo con las personas es “de lo bueno poco” y suele dedicar muchas horas a un pequeño grupo de personas consideradas por él sanas espiritualmente, las que son muy bien adoctrinadas y enseñadas y muchas veces controladas. No hay mucho tiempo dedicado al evangelismo o a la búsqueda de personas. Estas deberían llegar solas a la iglesia.
El modelo “empresario cristiano”. Esta es una forma de ser pastor que en América Latina recibe mucha influencia foránea. Para ese tipo de pastor la bendición consiste en mostrarse como un hombre exitoso económicamente. Suele lucir un buen traje, manejar un buen automóvil y su predicación habitualmente gira en torno a las adquisiciones económicas de la iglesia, predica de los “dólares”, de “precios”, de “desafíos”, etc, pero todo gira en torno a mostrarse como un hombre exitoso “bendecido”. Este modelo pastoral ha transformado a muchas iglesias en el continente. Su mensaje muchas veces es una mezcla de autoayuda, psicología y algo de Biblia. En este modelo pastoral tiene mucha importancia el estar rodeado de un “lujo santo” ¿Respecto de las personas? Su énfasis pastoral está puesto en el número. Es un buen pastor si la iglesia es numerosa, si esta se llena cada domingo y la mayor parte del tiempo lo dedica a la producción de los cultos, a la música y a los medios audiovisuales. No existe la vida en comunidad, algunas trabajan con grupos pequeños, pero no son muchas. No siempre tiene programas de crecimiento y el pastoreo lo realiza sólo a unos pocos.
El modelo “Todo sobrenatural”. Es un tipo de pastor que hace girar todo su ministerio en torno a lo sobrenatural. Su predicación se llena de sermones a cerca de milagros, unción, prodigios, maravillas, etc. Gran parte de su tiempo lo invierte en literatura sobre experiencias sobrenaturales y en viajes buscando la “unción fresca”. Su labor pastoral se legitima en la medida que estas experiencias se manifiestan en su congregación. Sus cultos suelen estar cargados de mucha emoción, muchos gritos y manifestaciones. El ideal de este modelo está en el pasado, cuando Dios sí se manifestaba de forma maravillosa. Algunos de sus temas favoritos son los avivamientos, el libro de Hechos, las experiencias de tal o cual pastor y de la manera como Dios se manifestó en ellos. ¿Respecto de las personas? Su énfasis pastoral está puesto en tener personas liberadas, sanadas interiormente, libres de la influencia de demonios y maldiciones. Mucho de su tiempo lo dedica a este tipo de prácticas y las personas suelen interpretar muchas de sus experiencias, aun cotidianas, como una lucha con el enemigo. No existen muchas posibilidades de ser escuchados, ni de experimentar dificultades: la depresión viene del diablo, las tentaciones también, las enfermedades son maldiciones, los problemas son ataque del maligno para volver atrás…
El modelo “Todo adoración”. Es un tipo de pastor en el que mucha de su labor está destinada a la adoración, entiéndase por ello la música. Suele ser una persona que disfruta de la música y dedica mucha atención a ello. Tal vez la iglesia tenga una buena banda y una inversión de unos buenos millones de pesos en instrumentos. Llegar a estas iglesias es una alegría. Suele haber mucha gente joven, mucho gozo y buenos cantantes. El mensaje en este tipo de modelo se relaciona con canciones, la última producción de Marco Witt o Jesús Adrián Romero, o Daniel Calvetti, o Doris Machine, o, o, o…que la banda de adoración reproduce a la perfección. En este modelo todo es alabanza y adoración. El mensaje es, “si presenta dificultades alabe al Señor, si está enfermo adore al Señor, si no tiene dinero adore al Señor, etc ¿Respecto de las personas? Si las personas son más bien jóvenes “enganchan” bien con la iglesia, si es algo mayor le cuesta mucho llevar ese “ritmo y volumen”. Pareciera que musicalmente en estas iglesias distorsión (de guitarras) es sinónimo de unción. Las personas viven en una eterna fiesta espiritual, nadie deberá deprimirse, ni enfermarse, ni tener motivos para estar tristes. Muchas personas después de un tiempo, cuando tienen unos años más, buscan un poco más de reflexión y prefieren buscar otra iglesia o alguien que los escuche.
¿Por qué mencionar los modelos pastorales? ¿Sólo por criticar? Por supuesto que no. El trabajo pastoral debe ser hecho hoy más que nunca en América Latina, sin embargo tal vez habría que cambiar ciertos énfasis para que esto se cumpla. La población ha crecido, la iglesia ha crecido, la secularización y la globalización ha impactado a la iglesia y su manera de hacer las cosas.
Algunas de las razones para una reflexión sobre el trabajo pastoral en América Latina son el descontento y la soledad de muchas personas. Si lo miramos desde una perspectiva social y filosófica diremos que es el desencanto de la modernidad. Si lo miramos más de cerca diremos que es el cansancio del día a día, de trabajar mucho y de ganar poco, el desencanto con un mundo presentado como maravilloso, que está al alcance de la mano, en la TV, en las publicaciones, pero que al mismo tiempo está tan lejos, inalcanzable. Un mundo lleno de oportunidades pero que no alcanzan para todos. Cuán apropiadas son las palabras del Señor “son como ovejas que no tienen pastor”.
Las heridas que la vida moderna produce son cada vez mayores y las personas necesitan ser curadas, escuchadas, acompañadas. La muerte está a la vuelta de la esquina para tantas personas. Niños haciendo piruetas y pidiendo una moneda en cada esquina mientras cambia el semáforo, inmigrantes haciendo los trabajos informales más increíbles, poblaciones peligrosas donde la policía no entra, una clase alta llena de dinero y drogas, de frivolidad, de modas, la explotación y el abuso, los problemas morales, el hacinamiento, las enfermedades que no respetan clase social, gente que muere sola en un hospital, delincuencia, pornografía, problemas mentales. Son tantas las personas que necesitan hacer contacto con Jesús y el poder de su palabra, son tantos los que necesitan ser pastoreados, escuchados, curados, perdonados, abrazados, integrados.
El sin sentido con el que viven muchas personas en nuestro continente. Son personas sinceras que no encuentran respuesta en el intelectualismo, en la ciencia, en las religiones orientales, en los deportes adrenalínicos, en el juego. Son personas a quienes la cotidianeidad les resulta dolorosa, difícil de sobrellevar y buscan, buscan y buscan. Son personas adineradas o muy pobres, pero con la misma necesidad, llenar sus corazones y sus vidas con algo que les de sentido. Las tragedias, lo inesperado, las preguntas que no tienen respuestas dejan a tantas personas sin seguridad alguna. La vida se les presenta con una fragilidad que les causa espanto, la vida no es más que un juego de azar, cuestión de suerte. Oh si escucharan de Jesús las palabras “Yo soy el pan de vida”, “Yo soy el agua viva, el que de mi bebiere no tendrá sed jamás”. Esta es la mejor comparación para esta falta de sentido, ¡Sed! Son hombre y mujeres sedientos existenciales. La vida se les presenta con la urgencia del sediento que busca y busca pero no sacia su necesidad.
¿Cuál debería ser el modelo pastoral a seguir? Esta es una pregunta importantísima para el tiempo que al cristiano comprometido le toca vivir. ¿Hay un modelo pastoral? Tal vez no lo haya y el tipo de servicio dependa del momento histórico y de las circunstancias que se vivan, pero lo que sí hay son elementos que no pueden estar ausentes si se desea ser fiel como pastor y ser fiel a la generación que se vive.
Debe ser un modelo centrado en Dios. Un pastor dedicado a las personas debe tener su centro en Dios ¿Qué le dice Dios respecto de estas personas? No lo que dicen los medios de comunicación cristianos, no lo que dice la literatura, la sociología de la religión, no lo que es más cómodo, sino ¿qué dice Dios respecto de estas personas? Un modelo basado en Dios siempre será fresco, se renovará constantemente, las personas percibirán el vigor y la alegría de un pastor que busca de manera constante a Dios, pues esto se reflejará en su carácter, en su trato y en sus prioridades. Si el ministerio pastoral se centra en Dios siempre irá hacia adelante, caminando, marchando. De esta manera se evita la mirada repetitiva hacia el pasado, a los tiempos buenos, a los mejores. Un modelo pastoral centrado en Dios siempre tendrá lo mejor por delante, en lo por venir.
Debe ser un modelo centrado en las personas. Pareciera que está demás decir esto ¿Cómo se puede ser pastor sin personas? Lo cierto es que no está demás, pues se puede gobernar para el pueblo sin el pueblo, hablar por el pueblo sin escuchar al pueblo. Las personas deben ocupar el segundo lugar en las prioridades de un modelo pastoral apropiado. Lo importantes no son las teorías de iglecrecimiento, los modelos de crecimiento que recorren el continente o “las conquistas” a que Dios está llamando. Un modelo pastoral apropiado debe centrarse en las personas, en sus necesidades, en sus historias, en sus entornos, en sus sueños, en sus pecados. No importa si es una iglesia pequeña o una mega iglesia, el énfasis debe ser el mismo. Las personas deben ser parte central del trabajo. Las personas deben ser el fin y no el medio para alcanzar otras cosas, fama o dinero.
Debe ser un modelo que trabaje en base a las necesidades diagnosticadas en ese grupo y en ese contexto. Mucho de lo que uno lee acerca del trabajo en las iglesias es bueno, pero no todo es aplicable. No se puede transferir sin adaptar, sin revisar. La mayoría de la literatura sobre crecimiento de iglesias cuenta lo positivo, lo que resultó, pero no habla acerca de los errores. No es posible repetir tal o cual experiencia pastoral. El trabajo debe ser resultado de un análisis concienzudo y analítico de las necesidades de esas personas específicas a las que se está sirviendo. ¿Son muy pobres? ¿Hay muchos enfermos? ¿Son profesionales? ¿Hay universitarios? ¿Personas de la tercera edad? ¿Personas con problemas judiciales? ¿Saben todos leer y escribir? Hacer un diagnóstico de las necesidades `puede llevar tiempo, seis meses o un año y la metodología puede ser variada, pero el análisis de esos resultados va a dirigir el trabajo pastoral en la dirección correcta.
Finalmente un modelo pastoral apropiado es el que se diseña para ser ejecutado en equipo. El pastor que es teólogo, psicólogo, profesor, médico, gasfíter, carpintero ya no existe, y tal vez nunca existió. El trabajo pastoral debe ser hecho en equipo. Las necesidades de las personas son tantas y tan variadas que una sola persona no puede cubrirlas, además existen hoy muchas disciplinas que complementan la labor pastoral: la pedagogía, la psicología, la consejería, la administración, etc. Se debe aprender a compartir las cargas pastorales y a cubrir, hasta donde sean posibles las necesidades de las personas. El Señor es el mejor ejemplo. El es el Rey de los pastores, sin embargo invirtió años de su vida en capacitar y entrenar a otros hombres en el cuidado pastoral. El apóstol Pablo es otro buen ejemplo de un pastor que trabajó en conjunto con otros. Las listas de sus colaboradores en las epístolas son largas, y usa expresiones llenas de amor como “compañeros de prisiones”, “colaboradores”, “hijo en la fe”.
Hoy ya no es posible trabajar solos, se debe buscar la complementariedad en el trabajo pastoral. Se debe buscar un modelo pastoral centrado en Dios, en las personas, en las necesidades apropiadas de esas personas a fin de ser fiel al llamado que Dios ha realizado.

Viviendo a media asta: o ¿Que hace un cristiano cuando muere su hijo?


VIVIENDO A MEDIA ASTA: O ¿QUÉ HACE UN CRISTIANO CUANDO MUERE SU HIJO?
JUAN E. BARRERA

Es una costumbre ya establecida en muchos países y reconocida por todos que cuando muere una persona importante o reconocida en un país existe una ley que obliga a izar la bandera a media asta, esto indica el duelo que ese país vive. Ahora bien, hace nueve meses que nuestra familia vive a media asta, porque sin jamás imaginarlo hemos perdido a dos de nuestros miembros. A inicio de diciembre del años pasado (2008) el hijo mayor de mi hermana Isabel, Diego de 19 años, en un accidente atroz dejó esta tierra y se fue al cielo. Fue un golpe tan fuerte que quedamos sin aliento. Era un joven alegre, divertido, lleno de vida, comenzado su juventud.
Aún recuerdo el rostro desfigurado de mi hermana esa noche del 4 de diciembre mientras miraba hacia atrás por la ventana del auto, al hospital donde su amado Diego había quedado. Lo lloramos hasta la madrugada, sin parar y sin poder entender que había pasado. Yo su tío pastor, al otro día tenía un compromiso ineludible e hice un esfuerzo grande para servir a las personas que me esperaban en ese lugar, porque todo mi corazón y mis pensamientos estaban en la iglesia donde esa noche despedíamos al flaco, nuestro amado flaco. Al día siguiente oficié el culto en medio de un mar de lágrimas, de sus padres, de sus tíos, de sus primos, de sus amigos y de los hermanos de la iglesia.
Esa tarde, compartiendo la Palabra del Señor con los oyentes, no pude contener mis lágrimas y lloré como un niño enfrente de todos.
Sólo habían pasado seis semanas de la despedida de nuestro sobrino mayor y una mañana, mientras yo estaba visitando a un pastor que tenía un proyecto social en una ciudad cercana a Santiago me llaman al celular para avisarme que mi hijo Joaquín, de 9 años había tenido un accidente. Tomé un bus inmediatamente y a las tres de la tarde un hermano me lleva en su auto hasta un lugar donde había mucha gente. Jamás imaginé de qué se trataba hasta que llegué al lugar mismo, era mi hijo, mi dulce niño, el Joaquín, que yacía en el suelo. Eran las tres de la tarde y había partido al cielo a las once de la mañana. Me bajé corriendo del auto y no podía creer lo que veía, allí en la calle estaba mi Joaco, mi torito, mi tesoro número tres. Estaba muerto. Comencé a llorar y a gritar que no podía ser cierto, se me doblaron las piernas y unos amigos me sostenían para no caer. Inmediatamente busqué entre todas las personas a mi esposa, mi amada esposa. Ella me miró con una cara que no olvidaré jamás y lloramos abrazados sin parar bajo el sol implacable de ese verano en Santiago de Chile. Nuestro hijo murió al intentar cruzar en bicicleta una calle, apenas a unas cuadras de distancia de nuestra casa. Algunos de los pensamientos que se me cruzaron en ese momento de profundo dolor eran: ¿Cómo vamos a vivir sin el Joaquín? ¿Cómo voy a predicar a ahora? ¡Sólo me queda esperar la eternidad! Eran esos tres pensamientos que me inundaron. Luego de esos primeros instantes horribles vinieron muchos otros momentos muy dolorosos que terminaron cuando lo enterramos, en medio de muchas lágrimas, junto a su primo Diego, en medio de un paisaje hermoso que no consiguió aminorar en nada nuestra pena.
Dios, me ha llevado por muchos caminos pero no imaginé nunca transitar por este. Fui ordenado al pastorado antes de los treinta años, soy profesor universitario en Educación General Básica y he trabajo por años con niños, soy psicólogo y he escuchado muchas historias de dolor pero nada de ello me preparó para una experiencia tan dolorosa como la partida de nuestro hijo. Han pasado apenas nueve meses y parece que todo ocurrió ayer. Nuestra casa está llena de él, de su risa, de sus gestos, de sus dibujos, de su aroma, de sus bromas y de su amor por Jesús. Cada vez que le tocaba o que le pedíamos que orara el inclinaba su rostro y decía “Señor tú eres bueno y nos das todas las cosas” ¡Cuánto significado han tenido esas palabras en estos meses! Es poco tiempo para hacer una evaluación de lo que ha sido esta experiencia pero he aprendido algunas cosas.
Nada te prepara, ni nadie está preparado para perder un hijo. Es una experiencia al límite de la salud mental. Cuando estábamos en la iglesia despidiendo a nuestro hijo, me llamó al celular el director de la Escuela de Psicología de la universidad donde estudié. Solo atiné a decir entre sollozos que todo el tiempo en la universidad no servía de nada frente a la escena que tenía ante mis ojos. El profesor, lleno de empatía sólo atinó a responderme, “no Juan, nada te prepara para eso”.
Este es un momento para decidir creer o no creer en la palabra del Señor. En el servicio de mi hijo toqué el piano y hablé algunas palabras, todas centradas en la esperanza de la vida eterna. Estas promesas han sido nuestra fortaleza en los muchos tiempos de flaqueza que hemos tenido. He tenido que hacer un esfuerzo y confesar en alta voz, que el cielo es real, que Dios es real y que veré a mi hijo otra vez, no se cuando lo veré, ni como será, pero eso ocurrirá.
El ser un creyente ayuda a aminorar el dolor de la pérdida pero no es algo mágico. Hay días en que me siento profundamente triste, lloro en mi trabajo, lloro al predicar, lloro en la calle, lloro al ver a su amiga Isidora, al resto de sus amiguitos. Lloro en los días nublados, en los días soleados, lloro al hacer un asado, al comer su comida favorita, al ver su foto, lloro, lloro, lloro y quiero hacerlo, no me reprimo. Oro y le pido a Dios que se lleve mi pena, coloco a sus pies mi dolor, pero no reprimo mis sentimientos. Era mi muy amado hijo y siento su falta, lo hecho de menos y lloro por no tenerlo.
Esta es una experiencia en que sólo podemos confiar y alabar a Dios aunque no entendamos nada. La mañana que fui al Instituto Médico Legal a reconocerlo fui con mi cuñado, el otro padre tan dolido como yo. El es militar y esa mañana me vi así, éramos dos soldados heridos en el campo de batalla de la vida. El portero nos dio la indicación de seguir una línea amarilla en el suelo que nos llevaría al lugar indicado. Mi cuñado, que había pasado sólo un mes y medio atrás por la misma experiencia me abrazó y juntos caminamos llorando. Eran unos cuantos metros que a mi me parecieron una eternidad. Luego de unos trámites finalmente lo vi. Me despedí de él, le dije cuanto lo amábamos, le dije cuanto lo amaba su madre y su hermano, que no era el final, que ya nos veríamos otra vez, que luego de su partida el papá sería un mejor pastor y un mejor psicólogo. Lo abracé y salí de la habitación. En el hall, comencé a llorar a gritos y recordé algo que Joaquín decía cuando yo lo disciplinaba. Bajaba la cabeza, me miraba a la cara con pena y repetía “sí papá, sí papá”, no puedo recordar esos momentos sin llorar abundantemente. Allí parado, hundido por las circunstancias y el dolor, haciendo un esfuerzo increíble levanté mis brazos y comencé a adorar al Señor, oré en voz alta y dije “Sí Papá, sí Papá si esta es tu voluntad” No podía dejar de llorar y aún ahora cuando lo escribo y lo revivo el teclado del computador se llena de mis lágrimas.
Desde entonces he tenido muchos altibajos, hay días en que oro y digo, “sí papá, sí papá”, otras me lleno de indignación y le pregunto a Dios ¿Era necesario Señor, era necesario? No he tenido respuesta alguna y hemos tenido que seguir viviendo sin respuestas, y es que confiar consiste en eso, en seguir caminado al frente aunque no entendamos los por qué y sintamos que el sufrimiento no tiene sentido. La vida tiene sentido, porque Dios controla todas las cosas, quiero creer eso con todo mi corazón, este mundo no es presa del azar, hay algo, Alguien que controla todo.
Desde el inicio he tratado de no envolverme en una discusión mental sobre el origen de la muerte de mi hijo, e intentado aceptar la realidad, el Joaco ya no está, hemos de seguir viviendo sin él, él ya no volverá a nosotros, aunque hay mañanas que amanezco con un deseo irresistible de verlo y de abrazarlo, entonces me refugio en Dios, mi Torre Fuerte y lloro y oro que Dios me consuele, porque nadie más puede hacerlo. El ya no vendrá a nosotros pero nosotros sí vamos donde está él. Hay días en que soy un verdadero teólogo reformado, en otros soy un total incrédulo, pero todas las veces vuelvo a Dios y me abrazo a la cruz, bendita cruz, porque allí fueron llevados todos mis pecados y todos mis dolores.
Finalmente quiero decir que no soy el mismo, no somos los mismos. Veo la vida de otra manera, veo la vida en tono menor, aún en los momentos alegres, como esas canciones muy alegres, pero que todavía se tocan en tono menor. A veces me veo caminando o me miro al espejo y me veo herido. No sé decir si por Dios o por la vida, pero practico la fe y sé que Dios traerá la paz de nuevo. En medio de este dolor he optado por la vida, tengo mi esposa y mi otro hijo y debo elegir la vida. Ya no seré nunca más el mismo, pero también sé, por la palabra de Dios, que El también usa a sus hijos heridos, para que toda la gloria sea sólo suya.

Hijo me cambiaste dos veces


Hijo, me cambiaste dos veces
Juan E. Barrera

Joaquín, me cambiaste dos veces, ahora que se cumplen dos años, dos veranos, recién puedo hablar y lo hago a medias. Me cambiaste la primera vez, ese mes de noviembre de 1999 cuando llegaste esa mañana, en silencio, sin abrir los ojos, sin sonreír, pero me cambiaste esa mañana. Entonces era todo alegría, recuerdo cuando te fuimos a buscar con tu hermano tomado de mi mano, curioso, expectante como todos. Te llevamos a la casa en el auto del tata y comenzamos un camino que nunca pensamos sería tan breve, de aprendizaje, de risas, también de algunos llantos, un camino de vida con todas sus cosas, pero por sobre todo un camino de alegría. Los 9 años que te tuvimos fueron de mucha alegría.
Esa alegría es proporcional a la tristeza que sentimos de no tenerte. Han pasado dos años desde que me cambiaste por segunda vez, con tu partida, inesperada y repentina despedida. Toda la alegría previa se tornó entonces en tristeza. No me cambiaste sólo a mi, sino a todos los que te amamos, tu mamá, tu hermano, tus abuelos y tíos. Ha sido muy duro vivir sin ti, y de sólo escribir estas palabras me lleno de pena, pero no es secreto para nadie que no soy el mismo desde que te fuiste, que algo de mi se fue contigo, quedarse es también una manera de irse y estoy consciente de ello. La vida tiene otro ritmo desde que no estás. Estos dos años han sido muy extraños, me parece que no ha pasado tanto tiempo, porque no ha pasado un día de este tiempo en que no me acuerde de ti, tu risa y tus palabras todavía resuenan fuerte en mis oídos y tus ojos no se me olvidan y ojalá que nunca se me olviden y es que me cambiaste dos veces.
La vida es más triste desde que te fuiste, no hay duda, el sol brilla de otra manera y los atardeceres en Santiago de Chile me causan mucho dolor, me pregunto cuál de esa nubes de colores serás tú y cuánto tiempo tendrá que pasar para volver a verte otra vez. Las personas que me quieren me hablan del cielo y que donde tú estás es mejor y yo creo eso, pero por dentro siento una ganas tremendas de verte y no me importa el cielo, soy egoísta y quisiera tenerte aquí conmigo, jugando en la piscina, viendo televisión, cantando a los Rebeldes, rayando las paredes de la casa, lo que pasa hijo es que me cambiaste dos veces.
Dos años es muchísimo tiempo sin verte y de sólo pensar que tengo que pasar todo el resto de mi vida sin ti me llena de una angustia terrible y prefiero no pensar en ello porque las lágrimas me brotan espontáneas y no se como parar. Voy a vivir un día a la vez porque no puedo hacerlo de otra manera. Joaquín, me cambiaste dos veces, cuando llegaste y cuando te fuiste.