jueves, 14 de julio de 2011

Caminando de espaldas


Caminando de espaldas
Juan E. Barrera
Todos alguna vez, cuando niños, jugamos a correr de espaldas, una carrera pero mirando hacia atrás. Eso que es un juego de niños representa muy bien la manera de vivir de las personas heridas. Muchas se quedan pegadas en el lugar de la tragedia, de la pérdida, del abandono, de la traición y no pueden avanzar en la vida luego de lo que les ha tocado enfrentar. Otro grupo, quizá mayor es el que continúa avanzando en la vida pero de espaldas. Van a tropezones y con el miedo a caer porque su vista no está puesta hacia el frente, sino hacia atrás, hacia el pasado. Su vida se quedó fijada en la pérdida, en el matrimonio que ya no existe, en el cónyuge que ya no está, en el hijo que ha partido, en el dinero que se perdió, en el amor que se fue. Son personas valientes, que siguen caminando pero que avanzan muy lentamente. Su mirada, su corazón, su energía, está puesta en el pasado. Está puesta allí, porque allí fueron felices o se sintieron felices y continúan su camino pero ya no son los mismos. Esta es una dura manera de caminar, porque se avanza en medio de la contradicción. En la lucha por partir y en la lucha por quedarse. Dejar a tras lo que se pierde es una pelea difícil, porque la vida emocional de la persona está puesta en lo que queda atrás: son experiencias, sentimientos, recuerdos, nostalgias, esfuerzos y no se puede abandonar todo aquello sin lágrimas, sin embargo se debe continuar avanzando y para hacerlo hay que mirar al frente. Para los que no son creyentes el dilema está en quedarse en el pasado o en volver a mirar la vida y las cosas bellas que esta presenta. Lo ideal sería, sacudirse la ropa, secarse las lágrimas, dar media vuelta y seguir hacia el frente, disfrutando del viento en contra o sintiendo el placer de los rayos del sol en la cara. Para los creyentes el dilema es, quedarse en el pasado o dar la vuelta y mirar a Jesús, pero un creyente no puede hacer ambas cosas, quedarse en el pasado y mirar a Jesús al mismo tiempo. Caminar de espaldas no es la manera de vivir que Dios desea para sus hijos heridos. Él desea que sus hijos avancen mirándolo a él. En esa mirada hay paz, hay consuelo, hay comprensión, hay amor. En una ocasión Jesús sólo miró al frente y allí había una cruz, horrible cruz y gloriosa cruz. Gracias a ese esfuerzo suyo es que hoy podemos darnos esa vuelta emocional y mirar al frente, abandonar el pasado y todo lo que ello representa, dolor, tristeza, rechazo, vergüenza, burla, traición y enfrentar, en su gracia y misericordia, la paz, el consuelo, la fe, la esperanza y el gozo. Hay que dejar de caminar de espaldas, la bendición está en girarse y mirar al frente.

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