jueves, 2 de junio de 2011

Se está acabando el otoño


Se está acabando el otoño
Dedicado a Juan Allende Castro
Juan E. Barrera
Son los primeros días de Junio y se está acabando el otoño en nuestro hemisferio. Los árboles desnudos nos dejan ver sólo ramas, sus estructuras elementales. Las hay de todos colores y de todas formas. Algunas recientes, otras con muchos años y muchos inviernos a cuesta. Son árboles un poco tristes, pero de gran belleza. Sus hojas se han caído por el viento, algunas vuelan cerca de nuestro rostro y nos hacen sonreir, vemos caer algunas a lo lejos, otras son llevadas por el agua, son barridas o mueren bajo nuestras pisadas. Es el tiempo de morir del árbol para volver a revivir en unos meses más, cuando el sol vuelva a brillar otra vez. Que linda y que triste al mismo tiempo resulta la vida en la ciudad. Hoy volví de visitar a un querido amigo. Está con un cáncer terminal. Recorro el camino de vuelta pisando las hojas sueltas en las calles. Calles muy familiares para él pero que es probable no vuelva a pisar. Un poco más allá un perro mueve la cola indiferente a mis pensamientos y un vagabundo maloliente observa la televisión parado a la entrada de un bar en la Gran Avenida.La gente camina apurada y abrigada por el frío. Yo me paso la mano por la nariz húmeda y me arreglo la mochila que se resbala en uno de mis hombros y sigo pensando; es el otoño para mi amigo. Las hojas del vigor, de la fuerza, del empuje, de la iniciativa, de la alegría están llegando a su fin, a no ser que Dios quiera intervenir milagrosamente y levantarlo de esa cama. Es el otoño para mi amigo, todo aquello que abrigaba y adornaba su vida se ha caído y vemos sus ramas, su tronco, sus estructuras y no nos sorprende ver lo que hay en ello. A mi amigo le quedan pocas hojas, pero lo que vemos de él es grandioso, sí, grandiosidad en medio de la aflicción. El otoño en su vida nos deja ver en él, aquello que no se puede caer, que no puede ceder: su fe y confianza en la obra de Dios, la seguridad del cielo que le espera, la confianza absoluta que el Señor va a cuidar de su esposa y de sus hijos. Dignidad frente a la muerte.
Tomo la micro a mi casa y no puedo dejar de pensar en los por qué de la vida y fantaseo con la posibilidad que mi amigo se levante fuerte y sano de su cama. Que al orar Dios hiciera al instante como le pedimos y la situación cambiara para él. Que pudiéramos jugar a la pelota y reírnos a carcajadas como cuando éramos jóvenes o enfrascarnos en esas conversaciones de ciencia y Teología, o... o... o... y aunque no tengo respuesta al por qué Dios no obra así, intuyo que algo andaría mal si así fuera, que las cosas no funcionan de ese modo. Estamos en un mundo caído y la muerte es uno de los azotes que debemos enfrentar, todos vamos a morir y enfrentar a Dios. Algunos antes, otros después, pero todos tomaremos el mismo camino sin retorno. Mi amigo es un árbol hermoso, a cuya sombra se cobijaron muchos y se fueron satisfechos, felices, agradecidos. Ahora ya no tiene hojas, está llegando el final del otoño de su vida, pero lo que podemos ver, que aun tiene, nos trae ánimo, consuelo, fe y esperanza. Mi amigo comenzó su otoño hace tiempo ya, pero tiene la seguridad en el alma que pronto vendrá la primavera, ese tiempo cuando el Sol de Justicia alumbrará y bendecirá a todos con su presencia y renaceremos, y nos reiremos y nos volveremos a abrazar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario