domingo, 28 de septiembre de 2008

Defensividad. El segundo jinete del Apocalipsis en el matrimonio.


Defensividad. El segundo jinete del Apocalipsis en el matrimonio.
Juan E. Barrera

Defensividad. Esta es la segunda actitud que lentamente comienza a minar las relaciones matrimoniales.
Vivir a la defensa es un error. La idea de que “la mejor defensa es el ataque” también se vive entre las parejas. Esto hace imposible cualquier diálogo. Nadie puede conversar con alguien que constantemente se está defendiendo ¡Incluso cuando no lo atacan!.
El posible origen de esta manera equivocada de relacionarse podría ser variado y podríamos buscarlo en las relaciones intrapsíquicas de la persona o en sus relaciones sociales, donde claro está las primeras formas de relacionarse, en su temprana infancia tendrán un efecto duradero hasta la adultez.
Un hombre o una mujer que de niño tuvo que adaptarse a un ambiente hostil donde la única forma de sobrevivir, ya sea física o emocional era defenderse no conocerá otra forma de relacionarse. Personas que han vivido situaciones de calle, de abandono, de abuso, de explotación emocional se defenderán con mucha intensidad ante lo que consideren una amenaza.
Personas que crecieron en un ambiente familiar disfuncional, con violencia verbal y/o física y cuyos patrones de comportamiento era el ataque de manera directa y despiadada no conocen otra manera de enfrentar un conflicto que no sea defendiéndose.
Personas que crecieron en un ambiente familiar muy estricto, con mucho control, con padres excesivamente autoritarios que crecieron en medio del perfeccionismo y la crítica constante se sentirán muy amenazadas en un conflicto.
Son personas con un “ego frágil” a quienes les cuesta reconocer errores. Con una elevada imagen de si mismos a quienes le s cuesta separar sus acciones de su persona. Así que cuando se casan o hacen vida de pareja, a la primera situación conflictiva donde el cónyuge les reproche algo o muestre molestia por algo ellos tendrán una serie de reacciones, que van desde lo físico hasta lo más visceral. Se pondrán rojos de ira, se le desorbitarán los ojos, se “engrifarán” y comenzarán una serie de argumentaciones para defenderse de lo que han hecho o no han hecho. Los argumentos pueden ir desde lo lógico hasta lo emocional y aparecerán todos los “tú siempre que…”, “tú jamás…”, “tú nunca…”. Podrá llegar casi al ridículo en sus argumentaciones, aunque hay unas palabras que les resulta difícil pronunciar “perdóname, me equivoqué”.
El cónyuge quedará sorprendido por la virulencia con que el otro se defiende y pensará “pero si no es para tanto”, “se defiende como si lo que pasó fuera una cosa muy grave”, “este está loco”. A la persona que se defiende le resulta casi imposible no hacerlo, le resulta casi imposible reconocerlo porque esa es su manera de ver la vida y muchas veces se requiere ayuda profesional y mucha, pero mucha paciencia de parte del cónyuge. Algunas sugerencias que podrían ayudar son:
-El cónyuge que se siente ofendido o afectado debe bajar la intensidad del conflicto. “La blanda respuesta quita la ira” es un buen consejo bíblico.
-Intentar, aunque no siempre se logre, separar el conflicto de la persona. El cónyuge puede hacer cosas tontas pero él no es tonto.
-Presentar su queja de manera tal que el cónyuge no se sienta atacado, porque caso contrario se repetirá otra vez el mismo libreto aprendido por años.
-Tener mucha paciencia al momento de enfrentar los conflictos y prepararse para los ataques de la defensa.
-Mantener una actitud firme, cariñosa pero firme, con el cónyuge respecto de su actitud defensiva.
-Buscar la ayuda de un consejero, de un amigo de confianza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario